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Primera Sección

 

Índice de contenidos

 

1- Prácticas y valores en el proceso de popularización del fútbol en Buenos Aires (1900 - 1910) (Julio Frydenberg).

2- Las reglas del juego y la organización de la competencia deportiva en Buenos Aires entre 1900 y 1915 (Julio Frydenberg).

3-Nuevos aportes en torno a la historia del fútbol argentino. (Julio Frydenberg)

 

 

 

 

1- Prácticas y valores en el proceso de popularización del fútbol en Buenos Aires (1900 - 1910).

Julio David Frydenberg (Argentina)
Profesor de Historia - Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Artículo publicado en Entrepasados, 1997. Año VI, Nº 12, Buenos Aires.


En 1893 se creó la liga de fútbol en el país, la "Argentine Association Football League", compuesta por unos veinte "teams" originados en su mayoría en las escuelas de la colonia inglesa. Además de estos equipos, en ese momento era difícil encontrar en Buenos Aires otros "footballers". Sin embargo, en 1907, catorce años más tarde, existían ya una docena de ligas independientes que nucleaban unos 350 equipos, todo esto fuera del marco de la Asociación que -con pocos agregados y cambios- seguía manteniendo el mismo núcleo inicial.

Este trabajo intenta dar cuenta de las modalidades que adquirió el fenómeno de popularización de la práctica del fútbol, en el marco de dos procesos analíticamente diferenciados aunque estrechamente unidos en la realidad: por un lado el ejercicio asociacionista alrededor del cual se vertebró la adopción de la práctica del fútbol, y por el otro, la resignificación del sistema de valores adherido al deporte en su origen mismo y sostenido en la práctica de los "sportmen" ingleses radicados en el país.

El análisis del algunos de los elementos presentes en la popularización de la práctica futbolística se inscribe en el intento por contribuir al estudio de las características del proceso de formación de los sectores populares porteños y de su cultura, hacia principios de siglo1. La investigación de las formas y contenidos con los que estos jóvenes comenzaron a jugar al fútbol puede ser instrumento eficaz para rastrear la constitución de hábitos, sentimientos y valores, algunos de los cuáles tuvieron duradera vigencia.

El fútbol, como juego reglamentado, nació en Inglaterra hacia mediados de la década de 1860. En 1867, los residentes ingleses lo practicaron por primera vez en Buenos Aires, junto con otros deportes modernos. En este primer momento, su práctica se vinculó a la creación de clubes asociados a la colonia británica. Sin embargo, no será éste su trayecto histórico más exitoso, ya que estos clubes sufrieron mutaciones y no formaron tradición. Los educadores de los colegios de la colonia inglesa fueron los primeros en diseñar una política difusora de todos los llamados "juegos ingleses" en nuestro medio. Dedicaron especial atención al fútbol, transformado en practica cotidiana para escolares exalumnos, tanto ingleses como pertenecientes a la elite dirigente criolla, y además organizaron la liga oficial2 . Sumada a ésta, la práctica institucionalizada del fútbol hacia fines de la primera década abarcó al universo de las ligas independientes; junto a estos dos ámbitos comenzaba a emerger el del fútbol informal jugado en calles y espacios baldíos.

Desde los primeros años del siglo XX la dirigencia de la liga oficial se abocó a una política de difusión del fútbol. Para esto organizó seleccionados nacionales y encuentros contra otros combinados como por ejemplo contra los uruguayos, así como la visita de equipos extranjeros, en especial ingleses. Según las crónicas estos partidos fueron presenciados por varios miles de espectadores. Desde los últimos años del siglo XIX su práctica se fue extendiendo hacia otros sectores sociales. De esta manera, y estrechamente ligado al nacimiento del espectáculo y a la fundación de clubes, el fútbol se fue diseminando como una moda por buena parte de la sociedad juvenil y masculina de la ciudad.
Si se revisan los trabajos dedicados al estudio de los sectores populares se podrá observar que centraron su atención en otros momentos, otras prácticas y otros espacios sociales y culturales3 . A su vez, la historia tradicional del fútbol argentino - generada a partir de fines de la década del '20 - describe en mayor medida a sus fundadores, sus ideas y su época que al pretendido objeto de estudio4 . Estos relatos intentaron reconstruir el pasado de los clubes más populares, creando una leyenda - con vida propia - referida a la criollización del fútbol introducido por los ingleses. Así, repetida hasta el cansancio por todos los que retomaron la temática, se construyó la historia de un juego anclado en las franjas marginales de la sociedad del momento y practicado en las orillas espaciales de la ciudad. Los creadores de esta versión fueron periodistas, todos ellos poseedores de una pluma de reconocida excelencia, utilizada en la creación de la versión canónica acerca del nacimiento del fútbol criollo. Estas interpretaciones le dieron un tono de epopeya con un amanecer emparentado a un origen social humilde.

En estas reconstrucciones - en muchos casos más cercanas a la ficción que a la historia - se utilizaron algunas de las fuentes disponibles con el explícito deseo de ilustrar los comentarios con anécdotas curiosas. Así aparece citado el periódico "La Argentina", para mostrar los extraños nombres que los jóvenes fundadores dieron a sus clubes. Sin embargo, desde la perspectiva de la presente investigación, "La Argentina" es una fuente privilegiada dado que fue un actor de primer orden en el proceso de popularización del fútbol como juego competitivo. Es necesario señalar que este periódica cumplió un papel activo en la organización de la práctica del fútbol aficionado y constituyó un aporte decisivo en la construcción del universo de adeptos al nuevo deporte fuera del marco institucional de la liga oficial. Además, contribuyó a la difusión de las reglas del juego y a la formación y propagación de una serie de hábitos y valores que quedarán, de ahí en más, asociados a la experiencia futbolística5 .

Es preciso recalcar que la popularización del fútbol coincidió con las etapas iniciales del proceso de formación de los sectores populares y de su cultura. Habitualmente, esta etapa fue caracterizada a partir de una serie de elementos disímiles y en difícil convivencia. Algunas de estas reconstrucciones presentan a los inmigrantes gobernados por el signo del transplante, substancialmente adheridos a las imágenes de la tierra lejana y a la búsqueda pertinaz del ahorro mediante agotadoras jornadas laborales. En otras versiones, los vemos actuar guiados por ideas asociadas al entrenamiento social de las que aprendieron las razones d la lucha sindical y política contra un sistema que parecía, a todas luces, injusto6 .

Sin embargo, fue la juventud quien encarnó el proceso de popularización de la práctica del fútbol a través de la formación de clubes, muchos de los cuales apenas contaban con once socios. Estos jóvenes podían ser dependientes de comercios del centro de la ciudad, trabajadores de los ferrocarriles ingleses, empleados públicos, cadetes de pequeños almacenes o aprendices de talleres. El juego se propagó rápidamente entre los estudiantes secundarios, los claustros universitarios y los cuarteles. Hijos de profesionales y de empleados jerárquicos del aparato estatal compartieron la dedicación al fútbol junto a otros ubicados algunos peldaños más abajo en la escala social. Fueron jóvenes con apellidos italianos, españoles y judíos: situación ésta que invita a conjeturar sobre la formación de una primera generación de criollos - en buena proporción- hijos de inmigrantes7 . Los jóvenes trabajadores accedieron, con el correr del tiempo, a una cuota mayor de tiempo libre. A principios del siglo XX la jornada laboral tendió a disminuir como efecto de un conjunto de circunstancias; algunas asociables a modificaciones económicas básicas y otras vinculadas a la lucha por el logro de reivindicaciones sociales como las ocho horas de trabajo.

Los momentos de ocio fueron aprovechados de diversas formas: la música y el baile (hayan sido traídos de Europa o generados en la ciudad y el campo criollos), la práctica de juegos de azar, las recorridas por el centro o Palermo, el acceso al teatro popular, junto con el circo ambulante, y una vez al año, los festejos del carnaval8 . Los vascos trajeron y difundieron el juego de pelota con sus apuestas. Si bien la pelota vasca y el turf derivaron en espectáculos atractivos para miles de espectadores, fueron esencialmente diferentes de los deportes modernos, llamados "juegos ingleses", los que contenían en su propia razón de ser el requisito de su práctica.

Así, el fútbol se fue integrando a un conjunto de nuevas experiencias de sociabilidad, en este caso asociadas sólo a la juventud masculina. La adopción de la práctica futbolística por los jóvenes de los sectores populares quedó indisolublemente ligada al esparcimiento y al uso placentero del ocio, junto a experiencias que fueron más allá de la mera utilización del tiempo libre como la organización de clubes de fútbol.


I. Los clubes-equipos


Según la tradición el primer club de fútbol criollo fue Argentino de Quilmes, fundado en 1899, y River Plate el primer club popular de la ciudad de Buenos Aires, creado en 1901. Hacia mediados de 1907 se advierte la expansión de la práctica del fútbol con la existencia de unas 300 protoinstituciones autodenominadas "clubes" que eran parte del fútbol aficionado nucleado en torno a "La Argentina". Una verdadera oleada fundacional se inició con la vuelta del siglo entre sectores sociales ajenos a la elite criolla y a la colonia inglesa.

Los clubes creados a partir de la segunda mitad del siglo pasado por los grupos sociales dominantes, eran instituciones que buscaban el mantenimiento de un status social mediante restrictivas normas de ingreso. Su razón de ser era la de servir de formato institucional al entrenamiento de sus cuadros jóvenes mediante la práctica de determinadas actividades, y construir un ámbito de socialización y de uso del tiempo libre. La selección de los potenciales asociados se ejerció a partir del elevado costo de la cuota social y la necesidad del aval de varios socios de reconocida antigüedad9 .

El clima general reinante en la época alentaba la creación de asociaciones. En nuestro caso, las prácticas y los discursos a favor del aglutinamiento institucional fueron emitidos desde la nueva área de educación física de la escuela pública y privada10 , desde las asociaciones de inmigrantes y desde los propios clubes ingleses y de la elite criolla. Todos estos factores influyeron en los jóvenes atraídos hacia la práctica del fútbol que nació inseparablemente unida a la creación de instituciones. Parece que no era necesario fundar un club para jugar al fútbol, sino sólo formar un equipo. Sin embargo, el fenómeno de la difusión popular de la práctica futbolística aparece encarnado en la apoyatura institucional del club. Para ser un footballer fue suficiente ser miembro de un club, y no fue necesario saber jugar al fútbol. Cuando once jóvenes se agrupaban formando un equipo, dedicaban su tiempo en fundar un club, eligiendo su nombre, sus dirigentes, el diseño de su sello, etc. Aquí se puede apreciar el nacimiento del equipo-club. Un club creado para formar un equipo y poder así competir con otros semejantes en el espacio del fútbol aficionado. En este universo competitivo, con el tiempo, convivieron clubes que siguieron siendo sólo un equipo-club, con otras asociaciones integradas por ejemplo con cinco teams, os sea, con el mismo origen fueron logrando otro nivel de desarrollo.

La misma dinámica de estos clubes los impulsaba a contar con la mayor cantidad posible de asociados. Cuanto más socios, más recursos para engrandecer la institución. La diferencia con los clubes de la elite o de la colonia inglesa fue notable pues estos hicieron de la restricción y selección un valor. Contrariamente, los nuevos clubes debieron ensanchar su base social de apoyo como forma de sobrevivir y si fuera posible, crecer.

Algunas de estas nuevas asociaciones llegaron a constituirse en los clubes tal como los conocemos ahora pero la mayoría murió en el intento. Todos fueron creados con el explícito fin de practicar el "nuevo, noble y viril deporte inglés". Esta reunión de jóvenes tuvo en la mayor parte de los casos como marco aglutinante el lugar de residencia común: la cuadra, el vecindario, la parroquia. Los jóvenes definieron su intención de representar ese espacio urbano, ubicado tanto en las nuevas áreas urbanizadas como en pleno centro citadino. Por ejemplo, uno de los muchos avisos informando la fundación de un club anunciaba:

"En el vecindario de la calle Gaona el 24 de Septiembre se formó un nuevo club denominado Gaona Juniors. Siendo la CD, la siguiente(...) Correspondencia a Luis Riccio (hijo), Gaona 2148. El field está en la calle Gaona 1453, entre Cucha Cucha y Pujol. Acepta desafíos para menores de 12 años de edad, para el domingo 27 del corriente"11 .

Se percibe con claridad a los fundadores del club Gaona, quienes vivieron tuvieron su cancha en esa calle homónima, y se sintieron representes del vecindario allí asentado. Pueden advertirse muchos casos (como por ejemplo los de las calles Venezuela o Saavedra del centro de la ciudad) distintos del anterior ya que no podían jugar en los lugares en los que residían, pues no existían espacios vacíos. En estos casos tuvieron que dirigirse hacia las afueras, hacia los nuevos vecindarios en busca de terrenos luego acondicionados como canchas. Esta búsqueda terminó con frecuencia frustrada dado que en ocasiones los espacios deseados les fueron negados. Muchos de los clubes-equipos carecieron de cancha propia12 .

No sólo la residencialidad unió a los entusiastas del fútbol, pues desde el mundo laboral - como en las grandes tiendas o entre los empleados de empresas ferroviarias - y el mundo católico, también se generaron clubes de fútbol13.

Los inicios de estas instituciones fueron relativamente semejantes, pero con el tiempo aparecieron una serie de elementos diferenciadores que dieron como resultado una amplia gama de variedades desde el precario equipo-club con sólo once participantes hasta el formado por varios equipos y un conjunto más o menos estable y amplio de seguidores. También comenzaron a diferenciarse los clubes inquietos por la promoción de otro tipo de actividades sociales que trascendieron la práctica del fútbol. Sin embargo, y a pesar de estas diferencias, se pueden advertir algunas características comunes: la necesidad de contar con recursos mínimos a través del cobro de una cuota mensual (excepcionalmente cuotas de ingreso) rifas y otras entradas extraordinarias, así como una serie de procedimientos organizativos. Los asuntos del club fueron tratados en reuniones ordinarias y en asambleas de socios, en las que además se elegía a la Comisión Directiva. De la lectura de las órdenes del día de las convocatorias a asambleas se desprenden los problemas vinculados al cobro de la cuita social, a asuntos relacionados con la cancha, a la inscripción en campeonatos, a la formación de equipos, a la elección de capitanes-delegados de el/los equipos del club, y a temas estatutarios variados, como renuncias o consideración de afiliaciones.

Estos jóvenes asumieron voluntariamente una serie de responsabilidades surgidas de la necesidad de proveer los bienes materiales apropiados para sus equipos, y además participaron de un nuevo universo simbólico y conductual. En este aprendizaje (y su consiguiente entrenamiento en prácticas participativas) tuvieron en cuenta normas de funcionamiento democráticas en las que no escasearon los enfrentamientos entre asociados, entre clubes o entre éstos y las ligas independientes. Al promediar la primera década del siglo XX, este espacio creado por los nuevos clubes se fue ampliando y complicando. Las desapariciones, refundaciones y algunas deserciones en masa, fueron permanentes.

La proliferación de clubes fue un fenómeno advertido y criticado desde las columnas de "La Argentina"14 . Los críticos hicieron hincapié en que el afán participativo introducía la nociva práctica de la extrema colegiación de la dirección del club. Si al acto fundacional concurrían quince personas, doce terminaban con cargos directivos. Quienes se erigieron en sabedores de las más eficientes maneras de organización promovieron Comisiones Directivas formadas por un reducido número de socios. Además, criticaron la aparición de formas poco estables de organización nacidas de la idea (y la consecuente práctica antojadiza) de fundar para jugar. Parece que la amplia mayoría quiso jugar al juego de la asociación junto con el del fútbol. Ambos juegos nacen emparentados con la asunción de responsabilidades y deberes; con la iniciativa y las ganas de formar parte y por seguir siendo dueños de los destinos del club que crearon.

Conviene poner el acento en la presencia de la práctica representativa, por delegación, resultado de un costoso aprendizaje. Los equipos-clubes se vieron inmersos en un proceso de selección no deseado y con el tiempo se fueron decantando los clubes que sumaron, a las necesarias prácticas representativas, una base social más amplia atraída por la propia pasión por el fútbol o por la promoción de diversas prácticas sociales, en este caso vinculadas al uso del tiempo libre.


II. Los socios-jugadores


Quienes desearon ingresar a este nuevo mundo construido por los jugadores aficionados debieron poseer un umbral de condiciones: tiempo disponible y dinero como para costearse la cuota mensual. Tuvieron que formar parte de un equipo que tuviera un formato de club. La presencia de la figura del socio-jugador o del jugador-socio marca el estadio en el que se encontraba la naciente franja de la práctica futbolística. En suma, es posible observar la forma en que se autoconvocaron para competir contra otros asociados para jugar15 . La concepción que tuvieron de la condición de socio puede detectarse a través de los límites que le impusieron. Los clubes no sólo sancionaron a un socio por no pagar sus cuotas o por la violación de normas estatutarias sino también por faltar a los partidos dejando al team en inferioridad; en este caso la pena era su exclusión del equipo, sinónimo de expulsión del club16 . Debajo del socio-jugador emergió la figura del "simpatizante", quien estuvo a un escalón de llegar a ser "player". Algunos clubes - aún dentro del marco del fútbol amistoso - tuvieron una franja de simpatizantes cercanos que hicieron las veces de público y de potenciales integrantes del equipo.

Hubo también jugadores que anunciaron su cambio de club mediante avisos publicados en "La Argentina". Además, se pueden ver capitanes que renunciaron a su cargo y simultáneamente -en la misma página- asumieron la secretaria de otro club; o a vocales expulsados que asumían como capitanes en otro equipo. Se observan también avisos de clubes solicitando jugadores para poder completar la lista de players, uno de los requisitos solicitados por las ligas independientes. Es decir, existió un pequeño ejército de competidores, entre quienes puede advertirse como la competencia solía aparecer como un fin atractivo en sí mismo, sin un anclaje identitario grupal o territorial que pudiera definir -en principio- su integración a un club determinado.

En resumen tenemos a los jugadores-socios, a los simpatizantes, a los "mercenarios" de la competencia, al público de los partidos de la liga oficial y los encuentros internacionales (público del espectáculo, tal como existió por entonces), y al jugador de la liga oficial. Los escasos espectadores de los partidos amistosos también lo fueron del naciente espectáculo futbolístico. Además, el jugador de la liga mayor podía ir a observar a los aficionados-aprendices. Hubo varias denuncias acerca de inclusiones ilegales de footballers de equipos de la liga oficial en teams de alguna liga independiente. El público del espectáculo estuvo formado en gran medida por los jóvenes participantes del fútbol aficionado. Frecuentemente las ligas independientes determinaron suspender los partidos programados para el día en el que se disputaba simultáneamente algún partido oficial de singular atractivo especialmente si se trataba de los internacionales17 .

Estos jóvenes tomaron como modelo a sus ídolos de la Asociación y aspiraron llegar a su altura pretendiendo que su club-equipo pudiera afiliarse a la liga. En el camino entregaron parte de su tiempo y esfuerzo y tal vez se los pueda calificar como "militantes" del fútbol. La energía empleada estuvo dirigida hacia la materialización del espacio necesario para construir la competencia tal como ellos la concibieron. Por ejemplo, organizando partidos amistosos, desafíos y torneos, todo lo cual implicó un trabajo extra. A veces los militantes se vieron ante una forzada e incómoda opción: jugar u organizar los torneos. Debido a la multiplicación de tareas les resultaba materialmente imposible cumplir las dos funciones. Así, muchos debieron abandonar la idea de competir en los torneos creados por ellos18 .


La militancia también implicó estar al tanto de la información aparecida en la sección deportiva de los medios periodísticos, en especial en "La Argentina". Sus páginas se transfaron en material de estudio indispensable para manejar el movimiento global del fútbol amistoso. Las comisiones directivas (CD) de los clubes necesitaban conocer exhaustivamente el ambiente para poder elegir a sus adversarios y a las competencias en las cuales participar.

Otra tarea que requirió mucha atención era la vigilancia propia y ajena del cumplimiento de las reglas del juego, y de la organización de la competencia. Fue imprescindible un sistemático ejercicio, una permanente puesta a prueba del concepto y los valores de lo que se consideraba o no justo. Los jóvenes incorporaron estas formas de relacionarse en medio de eternas discusiones reglamentarias19 . La recurrente vocación formalizadora, reglamentarizadora, que parece excesiva, puede entenderse como un medio de hacer que lo extraordinario y lo nuevo tuviera un respaldo que permitiera su pasaje al mundo ordinario. El aprendizaje de las reglas del juego puede observarse en una carta dirigida por el Club Independencia, acusando al Club General Las Heras de varias irregularidades:

"el juez iba a favor del club Gral. Las Heras (...) pero nosotros como en ese momento no teníamos derecho de protestar, pues en el momento del juego el juez es el que manda, pedimos ahora que se haga justicia y por eso queremos que se anule y que efectúe el día 27 del corriente en el ground del Independencia que posee en la calle Segurola y Hermes"20.

La mención sobre la prohibición de protestar en presencia del juez, sugiere que estos jóvenes acabaron de estudiar el reglamento y acto seguido jugaron ese partido. Este aprendizaje sugiere la aparición de un ejercicio forzado. Así, este primer momento remite a un apego artificial a la letra del reglamento. Además, la situación se agravaba dada la necesidad de tener un ojo puesto en la evaluación de la forma en la que otro novato -el juez- administraba justicia.

El aparato normativo, además de hacer posible el propio juego, emergió como amparo legítimamente y como respaldo de autoridad, sumando a la voz del periódico que cumplió también esa función. Durante la primera década del siglo la discusión sobre los reglamentos se situó en un primer plano. Más adelante, irá perdiendo fuerza a medida que las reglas del juego sean socialmente aprendidas, y así transmitidas de generación en generación sin necesidad de tener en cada hogar una copia del texto normativo. Hacia principios de siglo, este aprendizaje implicó un esfuerzo asumido en un espacio público; una vez incorporado al universo simbólico común, se perpetuó a través del mundo cotidiano.

Cabe detenerse en el modo en que consideraron a los reglamentos. Llamaron "reglamento", por un lado, al conjunto de reglas que definen al juego, y por otro, al estatuto que pauta la organización interna de los clubes y las relaciones entre ellos en las ligas. La generalidad de los participantes los entendieron formando una unidad. Sin embargo puede suponerse que existen dos conjuntos de normas totalmente diferentes: el que codifica las reglas del juego -explicitadas por los ingleses a partir de mediados de la década de 1860, con posteriores modificaciones-, y el formado por normas que rigen la organización de quienes desean jugar: por ejemplo, no estaba escrito que en "matches" los amistosos se debían jugar partido y revancha; tampoco que lo clubes tenían que contar con una Comisión Directiva, o que ésta estuviera obligada a llamar a asambleas extraordinarias para renovar sus miembros. A pesar de lo cual estos jóvenes creyeron que esas prácticas estuvieron incorporadas al conjunto de normas reguladoras de la competencia futbolística. Esta relación unívoca parece ser consecuencia del estrecho vínculo que tuvieron los fenómenos de la difusión de la práctica del deporte y la 'necesaria' fundación de un club para poder jugarlo.

En este proceso lo nuevo comienza a tornarse natural y obvio, un camino cubierto a través de la práctica de la competencia y de una larga serie de debates y disputas generadas por ella.


III. La competencia


A partir de los primeros años del siglo XX se generó el proceso de popularización de la práctica del fútbol, una de cuyas vertientes se fue cristalizando en la formación del llamado "football aficionado", franja integrada por distintas formas competitivas: los partidos "amistosos", los "desafíos por objetos de arte", los "torneos" organizados por clubes o instituciones y por último, las "ligas independientes". La mayoría de los clubes-equipos participó simultáneamente en más de una de estas competencias. Es decir, jugaron partidos amistosos y desafíos, mientras participaron en algún torneo o en alguna liga independiente21.

Este universo se fue construyendo en la práctica deportiva y, a su vez, fue guiado -en buena medida- por el diario "La Argentina". En 1904, a pocos meses de organizada la sección deportiva, la redacción creó algunas subsecciones: "Football amistoso", "Desafíos", "Torneos", "Ligas"; además de los "Avisos de los Clubes" con noticias sobre la vida interna de las instituciones. En la construcción de este universo competitivo aparecieron una serie de prácticas que conviene considerar pues a partir de ellas se puede evaluar la concepción que estos jóvenes tuvieron de la competencia y los valores que ésta, a su vez, hizo visibles.

Al examinar el fútbol aficionado encuadrado en las ligas independientes puede apreciarse un clima intemperante. En las crónicas periodísticas de muchos de los partidos se percibe la tensión provocada por insultos, brusquedades y toda una gama de conductas "poco caballerescas". Quienes poseyeron cancha propia gozaron de la ventaja del apoyo de un escaso aunque activo público. Estos espectadores generaron -a menudo- violencia física o de palabra, sobre árbitros y/o jugadores visitantes en pos del triunfo del equipo de sus simpatías22. Esta postura excesivamente atenta al logro de la victoria se observa también en la paradójica insistencia de jugadores de los partidos amistosos (fuera de cualquier torneo) por "cobrar los dos puntos", y la consecuente actitud docente del diario que insistía en explicar que en el fútbol amistoso no había puntos en juego.

Otra situación que puede observarse en repetidas ocasiones es la publicación, por parte de los ganadores, de los resultados de los partidos en la sección "Matches jugados" de "La Argentina". Los vencedores conquistaron un tácito derecho a publicar su triunfo en el periódico. El consecuente abuso provocado por la aparición de resultados fraguados (tanto de partidos jugados como de otros inexistentes) originó la prohibición de esta costumbre por parte de las ligas. En los partidos amistosos quien creía haber sido perjudicado por la publicación de una falsedad, replicaba inmediatamente desafiliando al club que había publicado el aviso, dando lugar a los llamados "desafíos por objeto de arte de un determinado valor". O sea, se jugaba por un trofeo en especie que generalmente consistía en estatuas, pinturas o tinteros. Esta instancia no era sino el comienzo de otras tantas polémicas y, en muchos casos, generadoras de largas enemistades. Acordado el desafío, los clubes negociaban las condiciones del match, por ejemplo: el visitante solía llevar al árbitro y el local al público. En el marco de un clima poco amistoso, puede imaginarse fácilmente que este tipo de arreglos sólo prolongaba y exacerbaba las desavenencias que habían motivado el desafío.

Otro de los elementos conflictivos fue la actuación de los árbitros. Cuando se evaluó a sus fallos como parciales, quienes se sintieron perjudicados -por supuesto- reaccionaron inmoderadamente. Otros debates surgieron por la forma en que se integraron los equipos de las distintas categorías que integraron las ligas estructuradas de acuerdo a las edades y cualidades deportivas de sus miembros. Los jóvenes aficionados tuvieron edades que fueron desde los 12 años hasta los 20 años. También en este caso fue evidente la búsqueda de ventajas extradeportivas con el propósito de alcanzar la victoria. A partir de ello se hizo obligatorio presentar la documentación pertinente para probar fehacientemente la edad de los jugadores de los planteles23.

La búsqueda de paridad de condiciones en la competencia fue una aspiración permanente, que puede ser testeada en las declaraciones de ligas, redactores y algunos lectores del periódico. Pero fue difícil de conseguir porque en realidad fue sistemáticamente aludida por una buena porción de los participantes. Por ejemplo: los clubes que tuvieron más de un equipo a menudo inscribieron en las Ligas a su mejor conjunto con el Nº II o III y no con el I para que éste no jugase en la primera división del torneo y así estar en mejores condiciones para ganar en una división menor. Si un club tenía un solo equipo aparecían eternas discusiones porque el club no lo llamaba equipo I sino, por ejemplo, III y lo anotaba en una división menor. También originó disputas, desafiliaciones y expulsiones de liga la fraudulenta integración de equipos de divisiones menores con jugadores de la liga mayor, situación expresamente prohibida en todos los reglamentos.

Las ligas independientes necesitaron del respeto hacia una serie de instancias organizativas, entre las que se encontró la confección de una constancia del partido jugado. En esta "planilla" debía aparecer la fecha y el horario del partido, la integración de los equipos y las firmas de los capitanes y del árbitro. La firma de la planilla también generó problemas: por ejemplo, si un equipo creía haber sido perjudicado podía "impugnar" el partido escribiendo la palabra "protesto" en la planilla. Si recurría a ese procedimiento tenía que abonar una suma de dinero; luego el pleito se elevaba a la Comisión de Protestas de la Liga. Si ésta fallaba a favor del reclamante, le devolvía el dinero y actuaba sobre el caso, de lo contrario se quedaba con el deposito pagado. Muchos equipos discutían si la planilla debía ser firmada cuando se deseaba protestar el partido y más de un equipo fue expulsado por no firmarla. La instancia judicial de impugnar el partido por uno de los competidores, concebida por todos los reglamentos de las ligas independientes, fue uno de los motivos por el que se frenó el normal desarrollo de algunos campeonatos. Algunas ligas nacieron con el sólo fin de obtener ingresos a expensas del arraigo de la moda futbolística. Sus finanzas fueron positivas si lograban atraer a muchos competidores y cobrarles a todos las cuotas de inscripción; también cuando muchos partidos eran "protestados" durante el campeonato y pocas protestas fueron atendidas y finalmente cuando los premios valían menos de lo anunciado antes de la iniciación del torneo.

Otro caso de búsqueda de ventaja extradeportiva se relaciona con partidos no jugados y que sin embargo tenían un ganador. Se consideraban a sí mismos vencedores quienes imputaban a sus competidores -perdedores- por ejemplo, por llegar cinco minutos tarde contraviniendo el límite temporal de espera fijado por el reglamento de la liga24. No fueron pocas las acusaciones contra las direcciones de las comisiones directivas de algunas de las ligas. Estas denuncias iban desde favorecer a algunos de los equipos en detrimento de otros, hasta el desconocimiento de la confección de una tabla de posiciones25.

 

IV. Los valores

En las actitudes señaladas puede observarse la presencia de una permanente urgencia por vencer, junto a un impulso - difícil de resistir - por exhibirse como triunfador ante el conjunto de los potenciales rivales. Para conseguir el éxito se apeló a una amplia gama de medios, desde argucias reglamentarias hasta reacciones cargadas de brusquedades. En las fuentes consultadas aparece recurrentemente evaluada la presencia en la competencia por una parte de la caballerosidad, la diversión y el desinterés, y por otra, la vergüenza y la deshonra. En una de las muchas polémicas entabladas por representantes de clubes a través de las cartas de lectores, pueden testearse acusaciones como la siguiente:

"El Sr. Trabucco no es un aficionado, no, es uno de los tantos que juegan al football por decir "a mí nadie me ha vencido". ¡Nosotros lo hemos vencido! (...) Si alguna de mis palabras (lo) ha ofendido, el Sr. Trabucco ya sabe donde me puede encontrar. Nicolas Rubercampf, Capital del IV team del C.A. Liniers. Laprida 1218"26.

Evidentemente se percibe un clima cargado de excitación provocado por la avidez de triunfos y por los deseos de notoriedad. Algunos consideraban valioso aparecer en las páginas de "La Argentina" no sólo ganando sino desafiando a diestra y siniestra como signo de hombría y "guapeza"27. La competencia y el exitismo combinados con el deseo de 'defender' cierto elemento integrador e identitario devinieron en una rivalidad con un tono diferente a la diseñada por los valores del sportivismo28. En este sentido, la observación de otro caso puede brindar una noción más acabada del clima reinante: la primera aparición en "La Argentina", dentro de la sección deportiva, de la subsección "correspondencia" fue una carta polémica en la que se hacía referencia a una disputa originada en torno a desafío no aceptado. Los clubes Porteños de Flores y Estudiantes de Flores discutieron a través de las páginas del diario:

[Dirigiéndose al director del periódico], "Al mismo tiempo comunico a Ud. para mayor claridad en lo que digo que soy capitán del 1er. Team de este club y en tal carácter he desafiado varias veces al club Porteño sin estos haber querido aceptar, reconociendo nuestra superioridad y han informado a Ud. de esa manera no por equivocación sino porque no nos pueden desalojar del puesto que ocupamos en esta parroquia"29.

Aquí, la competencia deportiva implicó el entrenamiento entre clubes de un mismo vecindario. Cuando el choque se producía, se ponían en juego valores como el ser el mejor de todos, y consecuentemente, la difusión de esta certeza a todo el universo generado por la competencia futbolística. Esta rivalidad podía nacer de un choque entre vecinos, o sea, entre clubs-equipos con sus secretarías y canchas ubicadas a pocas cuadras uno del otro. Entre estos jóvenes, aparecía la defensa del universo local, y si la competencia era entre vecinos de un mismo vecindario la puja se centraba en quien representaba, quien defendía mejor al pequeño territorio común.

A pesar de ser ésta la tendencia dominante, hubo enfrentamientos y agudas rivalidades que nada tuvieron que ver con proximidades o lejanías territoriales. Estas disputas parecen haber sido consecuencia de una omnipresente excitación provocada por la competencia. Es posible advertir cómo los aprendices de deportistas debatieron por ejercer el papel de paladines de su pequeño universo y la rivalidad frecuentemente devenida en enemistad se fue adoptando en la competencia futbolística. La participación en torneos y ligas implicó formar parte de un espacio común, donde compitieron todos contra todos. Este interés por posicionarse en la totalidad del mundo competitivo se realizó a través del sentimiento de la defensa de lo "pequeño", lo grupal y lo vecinal. La práctica futbolística se fue transformando en vehículo de reconocimiento de lo propio y de lo ajeno, esto último percibido como amenazante. Ser miembro del ambiente futbolístico significó participar de ese universo simbólico gobernado por la rivalidad - enemistad.

La amplitud del fenómeno puede cotejarse a través del siguiente ejemplo: frecuentemente uno de los dos competidores era arrastrado a un terreno al que no deseaba ingresar.

"En La Argentina del 22 del corriente vi con sorpresa que el Club Charleston desafiaba por un objeto de arte al Argentino Jrs. Ahora bien, como nos piden una respuesta se la daremos diciendo que el Club Argentinos Jrs. No fue fundado para jugar por interés sino para desarrollar el viril juego entre sus asociados; pero en vista de que podrían tacharnos de no querer jugar por el objeto por miedo a ser vencidos, por eso aceptamos el desafío en todas sus partes rogando al capitán del Charleston se sirva pasar por la secretaría. Luis Bianchi".30

El carácter que fue adoptando la competencia ejerció una enorme presión y terminó por instalarse. Cuando la rivalidad-enemistad aparecía su empuje obligaba a incorporarla. Podía resultar embarazoso quedar al margen de ella pues quedaban en ese caso opciones difíciles de seguir: navegar en el mar del deshonor y la vergüenza, o abandonar el fútbol, la calle y la vida juvenil.

El desnudo deseo de triunfo, adosado a una rivalidad entre clubes teñida de animadversión, fue percibido por algunos periodistas como una amenaza, una temida tendencia que podía formar tradición31. En la experiencia de la lucha competitiva se fueron formando una serie de conductas y códigos comunes entre quienes participaron de este universo competitivo. Emergieron modos y estilos propios de la competencia trocada en enemistad. Para ello requirieron ciertas estrategias, como mostrar caras largas y preocupadas frente al adversario. Debieron ver al competidor como un cuasi-enemigo. Competidor, rival y enemigo se fueron homologando.

Con estas formas y contenidos se fue definiendo la participación de estos jóvenes en el nuevo espacio social generado en la práctica competitiva. Esta experiencia quedó añadida al universo simbólico del fútbol inaugurado hacia principios de siglo. Pero el deporte moderno llegó al país adherido al sistema de valores del fair play, heredado de sus creadores ingleses. El fair play era identificado con el juego caballeresco, con un compromiso ético individual aprendido durante años de educación formal e institucional. Era una actitud interna dirigida a controlar los actos y las emociones e incorporada a través de una rígida vigilancia externa modeladora de la niñez y la juventud; una actitud que dibujaba cuerpos y almas de los futuros dirigentes. De procedencia inglesa, este tipo de diseño del curriculum educativo tenía también entre nosotros algunos entusiastas:

"Los ejercicios físicos son un amplio campo de estudios de los caracteres y de experimentación para el educador y la sociedad; allí se revela el niño con todos sus defectos y virtudes, sin reatos ni hipocresías que equivoquen su dirección educativa; ellos preparan la euritmia plástica para las agitaciones de la vida, y son fuentes de buenas costumbres y de patriotismo austero".32

El deporte moderno nació - en buena medida - como un intento por construir mecanismos eficaces para la reproducción de la dirigencia de la burguesía inglesa, a través de sus colegios que se dedicaron a entrenar a los futuros dirigentes en la escisión del mundo afectivo y del universo de las decisiones, buscando que el primero no contaminase al segundo33. La educación anglosajona generó una pedagogía inmersa en la competencia y asimiló dentro de la institución escolar muchos de los valores presentes fuera de ella.

En nuestro país los educadores ingleses moldearon estos proyectos educativos en los colegios de la colonia británica. Por ejemplo, el principal promotor de la organización de la competencia futbolística en la Argentina fue Alejandro Watson Hutton; también director de la escuela inglesa más importante de Buenos Aires, la English High School (EHS). Este maestro, comentaba algunas normas que imponía a sus alumnos:

"En una escuela selecta.... Las faltas de carácter y conducta (...) traen como consecuencia la inmediata expulsión. Merece la atención especial la formación del carácter de los alumnos y cada uno de ellos individualmente es merecedor de la fiscalización del Rector. (No pretendemos) formar sabios, sino hombres capaces, con nociones precisas de la caballerosidad y de la hidalguía, "gentlemen" es una palabra. Ese es el espíritu del EHS".34

El director de la escuela más tarde propulsor de la liga oficial y del famoso Alumni se vanagloriaba de la férrea disciplina reinante, tanto en el aprendizaje en general como en la práctica deportiva, en especial en lo atinente a la incorporación de la moral del sportman por parte de sus alumnos-players. Según los relatos que han sobrevivido, Watson Hutton solía cumplir el papel de referee y además aplicaba las penas correspondientes a los infractores. Cuando sus alumnos jugaban contra estudiantes de otro colegio y uno de los suyos cometía un foul fuerte lo expulsaba, luego lo sancionaba y no podía jugar durante un mes, obligándolo a ver los partidos sentado sólo, al margen del equipo35.

El fútbol, junto con el resto de los deportes modernos, nació adherido a una impronta particular: el fair play36. Así fue incorporado en Buenos Aires, por los jóvenes players ingleses - alumnos o ex alumnos de los colegios ingleses -participantes de la liga oficial hacia principios de siglo-.

Desde fines del siglo XIX, la iniciativa de los educadores ingleses de introducir la práctica de los "juegos ingleses" fue seguida con atención por autoridades escolares argentinas. Sin embargo, en el país la situación se presentó contradictoria, no sólo en los modelos curriculares sino también en la práctica. Durante las últimas dos décadas del siglo pasado compitieron tres propuestas y tipos de prácticas vinculadas a la actividad física escolar. Ellas fueron, en primer termino, la militarista - asociada a la formación del ciudadano para la defensa de la patria con el consiguiente peso en la disciplina y las formaciones grupales rígidas. En segundo lugar, apareció la educación competitiva inglesa sustentada en el aporte de los juegos ingleses; y por último la actividad física no competitiva, a la manera de las escuelas nacionales suecas, francesas y alemanas, basadas en los dictados de la pedagogía, la fisiología y el higienismo. Fruto de debates en el seno de la institución escolar triunfó la última de estas líneas encabezada por el Profesor Enrique Romero Brest quien diseño el curriculum de la educación física dominante durante decenios37. Su intención explícita fue la de evitar el contacto del ámbito escolar con la competencia, dado que esta era vista como puerta de entrada a conductas y valores corruptos expresados en la calle por el fútbol. Este, a los ojos de estos educadores, quedó unido a la forma y el contenido que había adquirido su práctica entre los jóvenes porteños38. Así, las pasiones de la competencia quedaron fuera del marco institucional, formal, de la escuela. Según la óptica de estos educadores, el fútbol fue relacionado con las peores deformaciones de los deportes competitivos. Los diseñadores de los programas docentes de la escolaridad primaria y secundaria deseaban que la escuela no se contaminara con las prácticas y valores callejeros. En realidad, los mismos jóvenes que ocupaban parte del día en sus tareas escolares, dedicaban otros momentos a "jugar a la pelota"39. La calle fue naturalmente el espacio ganado por el fútbol.

Conviene señalar que la competencia implicó la existencia de reglas y de un marco jurídico que pusiera límites aceptados por todos los participantes. El fair play significó la vigencia de esas reglas, pero con el aditamento de determinados valores morales internalizados y encarnados en determinadas conductas deportivas. El fair play supone la existencia de la competencia, pero ésta no implica necesariamente la presencia del fair play.

Como se puede observar hasta aquí, en el fútbol practicado por los jóvenes en las ligas independientes la rivalidad exacerbada , el antagonismo y la enemistad ocuparon un lugar destacado mientras que el juego caballeresco, tal como lo diseñó el modelo del deportivismo inglés actuó detrás de la escena, como un telón de referencia40. En la práctica deportiva de los sportmen y que hacia principios de siglo pudo verse en el incipiente espectáculo futbolístico en fair play funcionó como modelo ético internalizado por los jugadores, sin embargo esa práctica competitiva no siempre funcionó de acuerdo a sus preceptos. Es decir, sucedieron en la liga oficial muchos casos de violación de las normas del fair play. Pero su transgresión puso en cuestión la misma posibilidad del juego, es decir el fair play era asimilado al juego mismo. Más tarde, con la difusión de la práctica hubo un desplazamiento del eje valorativo desde el juego hacia el triunfo, y uno de los objetivos del presente trabajo es hacer notar la emergencia de esa transición. Es sintomática el comentario de un comentarista defensor del fair play:

"La Cultura Sportiva. No tenemos sports. Rencores y no rivalidades: (...) [No hay] sentimientos caballerescos (ni) cultura social. La rivalidad sportiva es un estímulo. [Pero la rivalidad que se encuentra aquí] no es una rivalidad en el sentido que consiga elevarnos sino que simple y puramente es (...) perniciosa y denigrante para el individuo que la posee. Una rivalidad que tiene animosidad al adversario. No es ya la satisfacción de haber vencido en buena ley. Aquí ambicionamos el triunfo (...) para podernos considerar más que nuestros adversarios y poder decirles más adelante "yo valgo más que tú". Aquí se ambiciona la victoria como un medio de reclame para conquistar renombre, título por el cual muchas veces se desciende hasta el fraude y los malos ardides. No tenemos cultura sportiva (...) nos hallamos en un plano inferior por eso. En el football - que hemos dado en llamar nuestro juego nacional en atención a la cantidad de gente que lo practica - suceden casos de falta de educación, casos que repugnan el presenciarlos".41

Quien firmaba el editorial era J. Watson, director de la sección deportiva de "La Argentina" desde fines de 1907. Estaba escandalizado por el tomo que había adquirido la competencia entre los nuevos practicantes del juego en Buenos Aires. Su presencia significó un cambio en la línea seguida hasta entonces por la sección deportiva, con el consiguiente abandono del papel que hasta entonces había cumplido el diario en la construcción del espacio del fútbol aficionado. Desde entonces "La Argentina" se diferenció poco del resto de la prensa porteña que sólo seguía la vida de la liga oficial de fútbol.

Los valores del fair play y las prácticas emergentes, que en el origen del deporte en el país se asociaron a la colonia inglesa y la elite criolla, fueron con el tiempo enarbolados o encarnados por otros grupos o instituciones. El fair play nació adherido al elitismo de los primeros años de la liga oficial que mantuvo un número selecto de clubes en la primera división. Sin embargo, los ingleses fueron abandonando la dirección de los destinos del fútbol (hacia mediados de la primera década) y la práctica pública del fútbol, lo que sucedió en 1916 cuando el Belgrano Athletic Club descendió y se desafilió de la liga. Estos clubes que en su origen fueron creados por ingleses y los selectos clubes de elite criolla que mantuvieron inalterable su práctica societaria elitista, fueron renunciando a la participación en la liga mayor. El abandono de la práctica del fútbol por la colonia inglesa y por la elite se puede asociar a un intento descontaminante, a un rechazo a participar en un mundo que aparecía descontrolado y vulgarizado. De ahí en más, no fue una parte de los actores-futbolistas quienes velaron por el cumplimiento del fair play; ya no hubo jugadores que lo sintieron como propio. Sus valores fueron sostenidos exclusivamente desde fuera de la cancha, a través de controles aplicados por la organización del fútbol oficial. Si en 1916 no quedó en la liga oficial ningún club de origen inglés o cercano a la elite dirigente, algunos de sus personajes continuaron durante mucho tiempo asociados a la dirección de la Asociación42. Estos, juntos con el periodismo de la gran prensa porteña cumplieron el papel de controlar la práctica del deporte de quienes no fueron educados bajo las normas del fair play.

Hacia fines del siglo XIX el espacio generado por los players y sportmen ingleses fue un modelo imitado por los jugadores aficionados. A través de la observación de esa práctica y de ese estilo de competencia, los jóvenes de los sectores populares gustaron del fútbol e intentaron aprender sus reglas y copiar a quienes comenzaban a transformarse en sus ídolos deportivos. Sin embargo, estos noveles jugadores, en el proceso de adopción de la práctica de los deportes modernos, fueron adecuando, modificando, algunos de los valores impregnados a estos juegos desde sus orígenes. Si para el sportman la competencia y el fair play estaban estrechamente unidos, ante nuestros jóvenes futbolistas el juego apareció, en muchas oportunidades, carente de sentido cuando el objetivo - el triunfo y no la competencia - resultaba imposible. Se pueden observar muchos casos de equipos que se retiran antes de terminar el match por que estaban perdiendo y viéndose imposibilitados de revertir la situación optaron por abandonar la lucha; esta hubiera sido una solución repugnante para un sportman. En la práctica competitiva de los sectores populares se advierte la modificación de esa actitud. Emerge un conjunto amplio de prácticas y valores que remiten a un arco que iba desde el propio fair play hasta la búsqueda del triunfo sin interesarse siquiera por haber jugado. Además, existió un esfuerzo por aparecer ante el "mercado de clubes" como un eterno ganador. Una forma de hacerlo era publicar campañas "fabricadas"43.

Cabe subrayar que hubo un modelo: el del deporte inglés, transferido luego al incipiente espectáculo futbolístico. Los jóvenes admiraban al Alumni, a los gentlemen44. Pero en la realidad construida desde la práctica competitiva cotidiana, apareció una constante puja entre la pretensión del juego limpio y la explosión de rivalidad con ánimos caldeados y cierta dosis de violencia. Este tipo de competencia y rivalidad nacida dentro de la cancha se trasladó al mundo extradeportivo. A diferencia de la propuesta ascética comenzó a vivirse el fútbol (la competencia) las veinticuatro horas del día. Mientras los noveles footballers tiñeron de rivalidad-enemistad sus vidas, los impulsores del fair play promovieron el hábito del "tercer tiempo", momento de confraternización con el ocasional competidor una vez terminado el juego45. En la práctica competitiva de los sectores populares era difícil imaginar una relación amistosa con los adversarios fuera de la cancha al finalizar el partido; o por lo menos, esto se presentaba como un problema. Si se observa con cierto detenimiento, entre los valores más prestigiados para aquéllos jóvenes footballers apareció el honor. Sin embargo, también para el sportman el honor tuvo un lugar destacado. Sucede que hubo un desplazamiento entre lo considerado como honor por el fair play y lo considerado como honor para los jóvenes footballers. Por un lado se encuentra el honor asociado al cumplimiento de las normas éticas acopladas a la conducta deportiva, mientras que por el otro, el honor es vinculado al triunfo, o como contracara, a la vergüenza y a la humillación de ser visto como derrotado. En un costado aparece adherido al deportivismo y, en el otro, a la victoria.

Recapitulando, los jóvenes futbolistas fueron tomando distancia del sistema ideológico y ético procedente del deporte inglés pues éste no pareció ajustarse a sus necesidades. Ese modelo se constituyó en referente distante y, sin sustituirlo totalmente, fueron dando a luz unas prácticas y unos valores en muchos aspectos conflictivos con aquél. Si se toma cierta distancia del fenómeno puede advertirse en los inicios del siglo XX una sociedad inmersa en tensiones, choques de identidades y aspiraciones, por ejemplo originadas en el Estado, en el universo inmigrante, la cultura de lucha sindical y política, y en el naciente apego al mundo local. Se percibe la búsqueda de un lugar firme en esa sociedad móvil. La reiterada imagen de una sociedad poseedora de una fuerte movilidad vertical y horizontal, puede retocarse tiñéndola de agria competencia, rudezas y violencia. Si para hacerse de una geografía propia se fundaron clubes, el movimiento generador de nuevos lazos identitarios fue posible chocando con pares que actuaron de manera similar, a través del medio provisto por la competencia futbolística. La calle proveyó las lecciones de una lucha muchas veces implacable, de los códigos del honor, de las formas de conducirse en grupos, de las poses varoniles. Tal vez puede sugerirse que en las canchas se expresó este mundo, intransitable con las ataduras del fair play. El posible que la adopción del fútbol coincidirá con la necesidad de estos jóvenes por participar, por hacer notar sus propias necesidades y ansiedades. El inicio del proceso de popularización de la práctica del fútbol emergió dotado de un fuerte compromiso emocional; siendo el mismo universo afectivo, a su vez, reconfigurado en la competencia. Una buena porción de los hábitos símbolos y valores que los sectores populares hicieron propios, fueron amasados por ellos a partir de referentes aportados por sistemas ideológicos o por prácticas elaboradas y difundidas por otros sectores sociales. Al usarlos, en un proceso de apropiación, los fueron redefiniendo, moldeándolos en una operación creativa cuyo resultado aparece con frecuencia muy distante del modelo primitivo46. El fútbol, que en su origen intentaba ser método de disciplinamiento juvenil, fue recreado por la acción de los jóvenes en la calle, escenario que prestigiaba la búsqueda de la ventaja extracompetitiva, la picardía y cierta dosis de "fanfarronería" portadora de seguridad. Esta serie de elementos parecen haber sido armas de uso recurrente en la vida juvenil-masculina-porteña. El rastreo de sus procedencias exceden los límites del presente trabajo y forman un campo abierto para desarrollar en futuras investigaciones. Sin embargo se puede señalar que estos valores y experiencias quedaron adheridas a nuevas formas de sociabilidad donde la calle (la cuadra, la esquina), el club, y un poco más tarde el café, fueron formando un conjunto unitario de elementos. Se inauguraron estos espacios urbanos de reunión al margen de la presencia femenina y formados simultáneamente con la transformación de la ciudad, donde se fue rompiendo la primitiva unidad espacial entre el lugar de trabajo y el de residencia, proceso incentivado por la expansión de la red tranviaria.

Por su parte, el fútbol practicado en los vecindarios porteños fue quedando adherido a sus conexiones con el mundo de las pasiones. Con la práctica futbolística se presentaron una serie de hábitos y sentimientos que fueron transmitidos generacionalmente. Sin embargo, los jóvenes que se han visto actuar hasta aquí no fueron - en su inmensa mayoría - iniciados por sus padres en la práctica del deporte, mientras que ellos originaron una tradición al transmitir a sus hijos la práctica y los valores adheridos al fútbol.

En medio de un climax teñido de búsquedas de lugares propios, grupales o individuales, la rivalidad-enemistad contagió las prácticas de los roles masculinos y sus valores asociados como la guapeza y una honorabilidad vinculada al éxito. Por otro lado, el asociacionismo significó participación entre iguales bajo un objetivo común. Sin embargo, junto a las prácticas competitivas y valores descriptos arriba, fue también vehículo de protagonismo individual, y otra de las vías de acceso hacia la adquisición de prestigio social en el marco de una sociedad que fue cambiando vertiginosamente.


Los jóvenes de los sectores populares adoptaron la práctica del fútbol organizándose en asociaciones para competir contra otros socios-jugadores también agrupados en torno a clubes-equipos. El principal eje convocante fue la defensa de un pequeño mundo, en su mayor parte relacionado con el espacio físico urbano de residencia. Se trataba de "defender" y de representar a ese universo de pertenencia contra el resto de los competidores. Esta experiencia apareció asociada junto a nuevas prácticas y valores, en buena medida distanciados del fair play con los que había venido unido el deporte desde su origen. El fútbol fue en espacio de creación de rivalidades-enemistades dotadas de un clima tenso y a veces violento. Fue una práctica apropiada por los sectores populares y simultáneamente resignificada, extirpándole algunos elementos, recreando otros e inventando unos nuevos. El fútbol - a partir de este proceso- quedó de manera decisiva incluido dentro del conjunto de hábitos y ámbitos de vida de los sectores populares. Fue vivido intensamente, ocupando una importante franja de su mundo cultural.

 

Notas:

1. Los sectores populares, a partir de su anclaje en la realidad económico-social, comprendían un conjunto amplio de grupos integrados por trabajadores de todas las ramas de la actividad económica urbana, empleados de comercios y estatales, hasta pequeños comerciantes y profesionales.
2. Llamo "liga oficial" a la institución creada por el educador Alejandro Watson Hutton en 1893 y que organizó desde entonces los campeonatos de la primera división del fútbol nacional. La liga tuvo una vida turbulenta y fue conocida a lo largo del tiempo bajo distintos nombres: "Argentine Association Football League" en 1893, "Argentine Football Association" en 1903, "Asociación Argentina de Football" en 1907, momento en el que se adopta el castellano tanto para las comunicaciones escritas como para sus reuniones internas.


3. J. Scobie, 1977: Buenos Aires, del centro a los barrios 1870-1910 Hachette, Bs. As.; O. Yugnovsky, 1974: Política de vivienda en la ciudad de Buenos Aires (1880-1914) en Desarrollo Económico, Julio; D. Armus, 1990: Conventillos, ranchos y casas propias en el mundo urbano del novecientos en Mundo urbano y cultura popular, Ed. Sudamericana, Bs. As. El tema de las condiciones de vida fue tratado en L. Gutiérrez, 1981: Condiciones de vida material de los sectores populares en Buenos Aires 1880-1914 en Revista de Indias, vol. XLI, ene-feb.; L. Gutiérrez, y J. Suriano 1984: Vivienda política y condiciones de vida de los sectores populares, Bs. As. 1880-1930, I Jornadas de Historia de la Ciudad de Bs. As., MCBA. Para un panorama de las distintas tradiciones con las que vinculan a los sectores populares porteños, L. A. Romero y L. Gutiérrez 1985: La cultura de los sectores populares porteños (1920-1930) en Revista Espacios Nº2, Facultad de Filosofía y Letras UBA, julio/agosto Bs. As.


4. Los trabajos más representativos de la historia tradicional del fútbol argentino son: E. Escobar Bavio, 1923: Historia del fútbol en el Río de la Plata. Sports, Bs. As.; E. Olivera, 1932: Orígenes de los deportes británicos en el Río de la Plata, Bs. As.; Historia de los cinco grandes del fútbol argentino s/f, Ed. Castroman Hnos., Bs. As.; R. Lorenzo (Borocotó) et allí, 1956: Historia del fútbol argentino Ed. Eiffel, Bs. As. En los años setenta y ochenta, basados en los ya nombrados, aparecieron: J. Puente, 1971: El fútbol Vida y milagros de nuestro pueblo, Nº41, CEAL, Bs. As.; J. J. Sebreli, 1980: Fútbol y masas Ed. Galerna, Bs. As.; H. De Marinis, 1982: La pasión futbolística en cuadernos de historia popular argentina Nº1, CEAL, Bs. As. Finalmente el trabajo estadístico más completo acerca de la época amateur, J. I Wanzuk, 1993: Historia del fútbol amateur argentino Bs. As.


5. "La Argentina" se editó por primera vez en Buenos Aires hacia fines de 1902, mientras que su sección deportiva data de 1903. Apareció los martes y viernes por la tarde hasta 1907 y desde esa fecha fue editada todos los días. La política editorial del periódico intentó producir un acercamiento con el público lector. Con este propósito, incentivó un ida y vuelta de información, como la publicación de avisos laborales y un fluido contacto epistolar. Gran parte de los nuevos "footballers", para armar su programa de partidos, usaban al periódico. Avisaban al diario para desafiar a otros competidores, de quienes esperaban respuesta o leían la sección deportiva para enterarse contra quienes debían jugar, cuando una liga independiente anunciaba su programa de partidos. Toda esta serie de características transforman a la sección deportiva del diario en cuestión, en una fuente de gran valor para los fines de la investigación. Sólo "La Argentina", y unos años más tarde "La Mañana", dedicaron espacio al fútbol aficionado. La gran prensa porteña sólo percibió a los sectores populares -en el marco del fenómeno del fútbol- en su papel de público del incipiente espectáculo, tema que no abordaré en este trabajo. A su vez, los periódicos socialistas y anarquistas de principios de siglo tampoco incluyeron noticias al respecto; por el contrario, se opusieron a la práctica activa del fútbol, al percibirlo como un elemento portador de nocivas influencias.


6. Los trabajos de la historiografía profesional han tendido a complejizar esta perspectiva. El presente estudio se enmarca dentro de esta orientación e intenta dotar a esa imagen de mayor vida. Cabe destacar que en este esquema bipolar queda poco lugar para imaginar la existencia de jóvenes movilizados por el fútbol, en el marco de los esfuerzos por ascender socialmente y/o de luchar contra el sistema socio-político imperante.


7. La temática referida al desarrollo de la ciudad, al uso y a las nociones que de ella se fueron formando los jóvenes aficionados, no se tratará en este trabajo. A pesar de lo cual, vale mencionar que la formación del mundo de la competencia deportiva ayudó también a ampliar el conocimiento y el uso del espacio urbano. Las ligas independientes incluyeron clubes asentados en zonas distantes entre sí. Los equipos que participaban en estos torneos debían recorrer la nueva trama que iba adquiriendo la ciudad. El movimiento urbanizador fue abarcando vecindarios cada vez más alejados del centro, merced a la expansión de la red tranviaria y a la subdivisión y lotes de terrenos. Quienes vivían en el centro de la ciudad necesitaban movilizarse hacia los bordes urbanos para encontrar un lugar apto para jugar, mientras que los residentes de los nuevos vecindarios gozaron de la comodidad de vivir cerca de sus respectivas canchas. Para los fines de la presente exposición vale tener en cuenta que jóvenes de todas las áreas urbanizadas participaron de este nuevo mundo competitivo.


8. Respecto del uso del tiempo libre: O. Troncoso, 1971: Buenos Aires se divierte, Historia popular, Nº36, CEAL, Bs. As., y 1983: Las formas del ocio en Historia de cuatro siglos, T II, Abril, Bs. As. Sobre el criollismo, el circo criollo y el teatro popular ver: A. Prieto, 1988 El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Ed. Sudamericana. Bs. As.; Seibel, 1982: Los cómicos ambulantes, CEAL, Bs. As.


9. A todo lo que se le suma, en muchos casos, la imposibilidad del ingreso femenino. Podría arriesgarse una tipología de clubes existentes hacia principios de siglo XX en Buenos Aires según el origen de sus fundadores y sin tener en cuenta el curso de su evolución posterior. Así estarían los clubes que agruparon a alumnos y ex alumnos de escuelas inglesas (como el Buenos Aires High School, luego Alumni), los más o menos exclusivos creados por la élite criolla (como Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires) o por empresas (Ferrocarril Oeste); luego aparecerían los generados por empleados de casas comerciales y los fundados por jóvenes de los vecindarios porteños. Este trabajo se ocupa básicamente de estos últimos dos casos.


10. En 1898, el Ministro de Justicia y Instrucción Pública, Dr. Luis Belaustegui, dicta un decreto por el cual se torna obligatoria la enseñanza de los ejercicios físicos en los Colegios Nacionales. Un artículo del decreto disponía que en cada establecimiento "...se organizara un club compuesto por alumnos, ex-alumnos..."


11. La Argentina, 25 de octubre de 1907, p. 22.


12. En un principio los clubes tuvieron acceso a terrenos cedidos por particulares o a espacios públicos baldíos. Con el tiempo, los propietarios fueron expulsando a los jóvenes de las tierras privadas ahora valorizadas por la especulación inmobiliaria abierta por el proceso de loteos de terrenos de la frontera urbanizada de la ciudad en la primera década del siglo XX. También fueron echados de los baldíos públicos requeridos para la apertura de calles. En suma, vivieron una situación precaria que motivó el incesante peregrinaje en busca de un predio que hiciera las veces de cancha.


13. Los fundadores del Club Atlético Independiente fueron empleados de un comercio ubicado en las cercanías de la Plaza de Mayo. A su vez, los del Racing Club fueron empleados ferroviarios.


14. Esta serie de indicaciones aparecieron por ejemplo en un largo editorial bajo el título de "Consejos. La organización de los clubs" en La Argentina, 28 de septiembre de 1907, p. 11.


15. En los avisos publicados en "La Argentina" puede verse claramente esta unidad socio-jugador: "El club Juárez Celman acepta socios para sus III y IV teams, inscribirse a Jujuy 341 a nombre de Juan Padula, la cuota es de 0,30$ mensuales". (4 de Mayo de 1907, p. 11) "El Club FC. Honor y Libertad hace saber a todos los aficionados al viril juego del football, que se reciben adhesiones para ingresar como socios de este club, se prefieren que sean buenos jugadores. Se necesitan buenos jugadores para completar el II team, un goal keeper, tres half backs y dos forwards" (7 de mayo de 1907, p. 18).
16. El club Trovador Argentino informe que los componentes del team que milita en la Liga Pellissier deben reunirse en determinado lugar a la hora indicada para ir a la cancha del contrario. "Nota: todo aquel socio que faltase se le eliminará del team quedando suplente" (La Argentina, 6 de setiembre de 1907, página 11)


17. Por ejemplo: "Asociación Porteña de Football. Partidos Suspendidos. Por solicitud de varios afiliados para poder presenciar la final de la Copa Competencia de la Liga Oficial, entre Alumni y Peñarol de Montevideo" (La Argentina, 29 de Septiembre de 1907, p. 15)


18. El Club Buenos Aires organiza el trofeo de fútbol llamado "Copa Buenos Aires". La institución resuelve: "El team del club Buenos Aires debido a las muchas preocupaciones de la Comisión Directiva con el fin de terminar en buena forma sus trabajos finales, no jugará los matches restantes que le corresponden" (La Argentina, 28 de septiembre de 1907, p. 11)


19. Por ejemplo: "La CD del Defensores de Belgrano FBC. Comunica a las Ligas Siglo XX y Villa Crespo que le es imposible afiliarse a las mismas por no estar de acuerdo con los reglamentos, comunica a la Liga Albion que no pueden afiliarse a ella por que el team que iba a anotar era el de menores. La CD (...) solicita reglamentos de las Ligas Nacionales Central y General Pringles, remitirlos a la brevedad a Monroe 2099 (Belgrano)" (La Argentina, 1 de Septiembre de 1907, p.14)


20. La Argentina, 15 de septiembre de 1903, p. 28.


21. Durante la primera mitad de 1907 aparecieron avisos en las página de "La Argentina" de las siguientes ligas independientes, en cada una de las cuales competían no menos de quince equipos equipos: Liga Central, Sarmiento, Buenos Aires, Barracas, Pellissier, Nacional Central, Liberal, Quo Vadis, Estímulo al Estudio, Estudiantes, Porteña y Trinchieri. Junto a éstas se disputaron torneos menores como las Copas Bahía Blanca, Juárez Celman, Vuelta Abajo, Eureka, Juniors, Almirante Togo, Arg
entinos Juniors, Washington Juniors, en las cuales participaban una cantidad muy variable de equipos, que podían ir desde los seis hasta los veinte.


22. Debido a los reiterados incidentes, a veces las ligas independientes debieron modificar la condición de local de un club. Por ejemplo, para evitar problemas, se decidió que se juegue en terreno neutral, "esta resolución la ha tomado la CD debido a la gran rivalidad. Jugar en Talleres es completamente imposible" (La Argentina, 25 de octubre de 1907, p.13). Otros ejemplos curiosos se sucedieron cuando en un partido en el que el local era vencido, sus partidarios "comenzaron a encender fuego tras del arco", además de robar la copa en juego (La Argentina, 6 de diciembre de 1906 p.23); o cuando un partido tuvo que terminar antes de tiempo debido a que "el público que presenciaba el partido tomó a trompis sin causa al referee" y a algunos jugadores visitantes. (La Argentina, 17 de mayo de 1906, p.22).


23. Los clubes solían tener más de un equipo y los desafíos estaban dirigidos a alguno de esos equipos. Por ejemplo, en los desafíos entablados a través de "La Argentina" el III equipo de un determinado club desafiaba al III equipo de otro club. A menudo ocurrían sorpresas como la siguiente: "Correspondencia: Nos escribe el club Relámpago: Habiendo desafiado al club Villa Klein al IV team del club Relámpago, este aceptó el desafío, pero para el V team, en la creencia de que aquellos eran menores de 15 años como lo eran los nuestros, pero fue todo lo contrario, porque eran hombres de 18 a 20 años. Era una vergüenza ver jugadores de 13 o 14 años contra hombres; estos los empujaban con las manos y los lastimaron" (La Argentina, 28 de Septiembre de 1907, p. 11)


24. La Argentina, 7 de abril de 1905, página 12. Otro caso - y este sí es excepcional - un club repite que se declara ganador porque su adversario había escrito su lista de jugadores en lápiz y no con tinta. (La Argentina, 27 de octubre de 1903, p. 26)


25. La Argentina 14 de mayo de 1906, p. 22.


26. La Argentina 26 de Julio de 1906, p. 19.


27. En este caso, en el intento de frenar tales desbordes la redacción del diario respondía a una solicitud de publicación de un aviso en el cual un representante de un club desafiaba a otro: "Señor Anacleto Subí: No conocemos al Club Trueno Primitivo. Ud. hace muchos desafíos pero parece que nunca se los aceptan" (La Argentina, 7 de agosto de 1906, p. 20) En otras palabras, "La Argentina" acusaba al aficionado A. Subí de retar a clubes inventados por sus alardes de superioridad.


28. El término "sportivismo" es sinónimo de fair play. Con el deporte inglés, el fair play y la rivalidad deben entenderse integrando un sólo haz de fenómenos. Para los sportman la rivalidad debe ser entendida como un circunstancial enfrentamiento entre amigos, que pude generar tradición competitiva entre rivales. Esta puja fue vista como condimento muchas veces necesario para elevar el choque deportivo, la distancia entre los adversarios debía deshacerse sin mediar orden alguna. Para el esquema de valores del fair play la rivalidad fue aceptada, mientras que la enemistad fue desaprobada como ajena a la esencia del deporte.


29. La Argentina, 7 de agosto de 1903, p. 20.


30. La Argentina, 25 de septiembre de 1906, p. 19.


31. "Hemos recibido una nota de (la Liga) La Unión Argentina en la que nos notifica las causas por las que han sido descalificados los clubs Africanos del Oeste y Chacarita Juniors. Queda terminado el asunto y esperamos que las relaciones entre los clubs sean un poco más caballerescas, pues los continuos incidentes que se producen desdicen mucho de lo que deben ser cultura y educación" (La Argentina, 12 de diciembre de 1907, p. 13).


32. El Monitor de la Educación Común, mayo 1909, p. 304.


33. Los juegos populares, tradicionales, rituales y festivos fueron transformados en los colegios de la burguesía inglesa, creando a partir de ellos los deportes modernos. Estos tuvieron formas y contenidos francamente distintos a los anteriores. Véase P. Bourdieu 1984: ¿Cómo se puede ser deportista?, en Sociología y Cultura, Grijalbo; E. Dunning, 1993: Reflexiones sociológicas sobre el deporte, la violencia y la civilización en Materiales de Sociología del deporte, Ed. La Piqueta, Madrid.


34. Entrevista a Alejandro Watson Hutton, realizada en 1899, citada en Escobar Bavio, 1953, Alumni: Escuela de campeones y escuela de hidalguía, Buenos Aires, p. 35.


35. E. Escobar Bavio, Op. cit., pp. 81 y 99.


36. Vale recordar que la bibliografía tradicional acerca de la historia del fútbol argentino menciona los partidos jugados por marineros ingleses en los puertos del país entre tripulantes o entre éstos y criollos. Esta vertiente inorgánica no generó modelos ni instituciones.


37. Sobre este tema se puede ver: A. Aisenstein, 1994: El contenido de la Educación Física escolar y la formación del ciudadano. 1880-1930. Mimeo. L. Bertoni, 1995: ¿Debe la escuela formar soldados? Ejercicios militares o gimnasia integral en la formación de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX. Ponencia Jornadas Interdepartamentales de Historia, Montevideo.


38. La Institución escolar fue y es un espacio en el cual se manifiestan distintos elementos sociales muchas veces en conflicto. Así puede llegar a entenderse como, si por un lado y tal como se vio, existió una normativa que apuntaba a excluir los elementos competitivos, por otro, hubo prácticas se dirigieron en otra dirección (por ejemplo los cuadros de honor, los torneos intercolegiales). En realidad, el fútbol apareció excepcionalmente en algunas competencias intercolegiales. De hecho el fútbol, desde la fundación de los institutos de educación física, fue dejado de lado del curriculum. Si apareció en los patios escolares fue por la potencia con que los estudiantes presionaron por practicarlo. Sobre el tema se puede ver A. Aisenstein op. cit. Además, agradezco los aportes de la Profesora L. A. Bertoni.


39. En 1898, Romero Brest opinaba que el deporte inglés podía ser medio eficiente para la educación física. Pero en 1905/6, cuando él formula el programa nacional, los descarta por considerarlos vehículos de corrupción moral y de violencia corporal. Al respecto se puede ver A. Aiseinstein, op. cit. y E. Escobar Bavio, op. cit.


40. En la serie de polémicas aparecidas en la correspondencia, se pueden detectar muchas referencias al fair play y al exitismo, aunque en ellas sólo se está dispuesto a adoptar la lógica del fair play como un recurso argumental, para legitimar una práctica que en realidad poco había tenido de "juego limpio".


41. La Argentina, 9 de febrero de 1908, P. 15.


42. Sobre la historia de la liga oficial: A. Scher y H. Palomino, 1988 Fútbol pasión de multitudes y de elites. CISEA. Bs. As.


43. Por ejemplo: "El Club La Prensa desmiente a al Liga Liberal sobre lo que publica en La Argentina fecha 15 del corriente, donde se dice que el Club La Prensa jugó 7 partidos y perdió 2, cuando jugó 7 partidos y ganó 7, con goals a favor 64, goals en contra 0" (La Argentina, 22 de mayo de 1906, P. 22).
44. Alumni, formado por ex alumnos del English High School de A. W. Hutton, fue campeón de la liga oficial entre 1901 y 1911. Varios son los medios para contrastar la idea de que el Alumni y los equipos de la liga oficial fueron ejemplo para los aficionados. En principio, - como se mencionó arriba - cuando habían grandes enfrentamientos locales o internacionales, las ligas independientes suspendían sus partidos ante el requerimiento de los jugadores quienes deseaban asistir a esos acontecimientos. Por otro lado, en varias oportunidades aparecen en "La Argentina" referencias a la asistencia de los jugadores de los clubes-equipos aficionados que habían ido a presenciar partidos de la liga oficial. Otra forma de testearlo es la frecuente adopción de nombres de clubes ingleses al fundar el club-equipo. Y por último, el aporte de Escobar Bavio, verificable también en los medios periodísticos de la época, que sintetiza el clima del momento en la siguiente frase: "en aquellos tiempos todos éramos del Alumni".


45. Los sostenedores del fair play han repetido una anécdota ejemplarizadora en la que se relata como Jorge Brown - capitán del Alumni y la Selección Nacional - se cruzó con fuerza aunque virilmente en la cancha contra un adversario que lo miró desafiante. Una vez terminado el partido Brown abrazó e invitó a tomar el té junto a los otros jugadores, cumpliendo un ritual establecido entre los sportmen. Esa ceremonia ejecutada entre los competidores al terminar el partido fue llamada "tercer tiempo". En la práctica competitiva de la liga oficial durante la primera década del siglo XX hubo numerosos partidos en los que no se respetó el fair play. Sin embargo nadie podría sostener que el ideario del juego caballeresco no reinara entre los iniciadores del juego.


46. Respecto del concepto de "uso" para comenzar a definir a la popularidad se puede ver A. Cirese 1978: Ensayos sobre las culturas subalternas, Ed. Palumbo. Para acercarse a la conceptualización de la "cultura de los sectores populares": R. Williams 1980: Marxismo y Literatura, Ed. Península; L. A. Romero, 1991: Los sectores populares urbanos como sujeto histórico, en Boletín de Historia Social Europea, Nº 3, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, La Plata; J. Martín Barbero, 1987, De los medios a las mediaciones, Ed. G. Gil, México.

 

Buenos Aires mayo 1998

 

 

 


2- Las reglas del juego y la organización de la competencia deportiva en Buenos Aires (1900-1915).

Julio Frydenberg (Arg.)


"Liga Barracas: ... se llevó a cabo la reunión general de clubs afiliados a esta serie, en la clual se nombró la comisión de protestas 1 , que seguirá en la presente temporada, la cual quedó constituida en la siguiente forma: Presidente, Sol Recreativo; Vice, Albión Argentino; Secretario, Lázaro Roca; pro, Dos Luceros; vocales, San Martín de Quilmes, Talleres United, Cambrian AC, Leonardo Pereyra y Atlético Argentino. Despues se pasó a dividir las secciones, habiendo una moción para que se hicieran cuatro secciones y otra (para que se formaran) dos, triunfando esta última por mayoría de votos, quedando por lo tanto dos secciones, que son las siguientes ..."
(La Argentina, 5 de septiembre de 1907, pg. 11)

La condición necesaria para la existencia de cualquier juego está dada por la aceptación de las reglas que lo constituyen por parte del universo de jugadores. Sólo si se cumple esta premisa es posible jugar un juego. Sin embargo en el deporte competitivo existen otro tipo de normas. Estas son las que establecen las condiciones que deben poseer los participantes para poder acceder a la competencia y la normativa que establece el marco organizativo necesario en los deportes modernos.

A partir del análisis del vínculo que establece cada sociedad con las reglas del juego propiamente dicho puede posicionarse el observador reflexivo para ver al fútbol como metáfora de la vida social. Operando de ese modo puede decirse que exite una raíz democrática en el juego que se vincula con un elemento central de su popularidad: la existencia de unas reglas que valen para todos por igual, lo que se vincula a su vez con nociones igualitaristas y de cierto valor de la justicia. Por ejemplo, la competencia legitima las posiciones del ganador y dictamina quién es el perdedor a través del desempeño deportivo.

A su vez ubica en un nuevo lugar a la individualidad, por ejemplo, destacando los méritos de quienes hayan demostrado poseerlos en el desarrollo de la competencia. 2

De la evolución del conocimiento, popularización y aceptación de las reglas del juego propiamente dicho no nos ocuparemos aquí. Sólo diremos que constituye un gran capítulo de la historia del deporte, y para dimensionar su amplitud puede pensarse en el lugar que ha ocupado y ocupa el fair play en el fútbol argentino.

En el desarrollo y difusión del deporte moderno, jugaron los dos tipos de normas. Como se vió, en las primeras todos son iguales ante las reglas, que a su vez son inmodificables en principio. Las segundas presentan un ámbito de aplicación más restringido, no universal, y además están ceñidas a la evolución de las instituciones que las idean y aplican.

¿Pero que sucedió y que sucede con ese segundo tipo de reglas? En Buenos Aires existió en las primeras décadas del siglo XX una permanene disputa por la construcción de ámbitos organizativos de la competencia futbolística, donde se pudieran objetivar las reglas del juego propiamente dicho. Esto se puede ver desde los obstáculos presentados a los aficionados para encontrar terrenos libres y aptos que pudieran hacer las veces de canchas; así como los problemas vinculados con la propia organización de los torneos, por ejemplo hallar los instrumentos legales adecuados para que la fuerza de los equipos que se enfrentaban sea lo más equilibrada y equitativa posible, también la administración de justicia deportiva, tal como puede verse en la cita del diario que encabeza este artículo.

Presentamos ahora un caso ilustrativo de los problemas y las soluciones que se dieron a la necesaria existencia y posible violación del segundo tipo de normas. El caso con el que ilustramos el tema es el de una de las tantas polémicas que aparecieron en el diario La Argentina hacia principios de siglo en la subsección correo de lectores de la sección deportiva del periódico. Aquí sólo tomaremos un caso en el que se discutió la formalización, el cumplimiento, la violación y por último la intención de incidir por parte de los participantes en la organización del certamen una vez que este ya había comenzado. El entredicho se desarrolló durante todo el mes de julio de 1906 y aparecíó en el diario bajo el siguiente título: Liga Central de Football vs Club Mariano Moreno.

Las líneas generales de la disputa fueron las siguientes: La Comisión de Protesta de la Liga acusa de abuso de confianza a los miembros del club Mariano Moreno debido a la siguiente sucesión de hechos: según la comisión este club hizo actuar a jugadores del team "B" en el "C" sin previo aviso. 3 Para subsanar la falta se apersonaron en la casa del presidente de la liga, Sr. Stange, y aprovechando un descuido de éste los miembros del club -según la acusación de los miembros de la liga- dejaron un sobre con una carta prefechada que incluía el pedido que debía haberse hecho en término. Esto fue descubierto en el momento, lo que dió lugar a una serie de debates que giraron en torno a la medida disciplinaria que debía corresponderle al club, la suspensión o la expulsión de la Liga.

El Mariano Moreno intentó una defensa. El Mariano Moreno acusa a la liga con el trillado y no menos creible -por lo menos para el que lo usa- argumento siguiente: los perjudican porque iban ganando la liga, son descalificados por lo que ellos llaman una falta menor. Acusan a Stange de mentir y también a su señora esposa, exigen poder defenderse. Y al ver que las razones no alcanzaban, amenazaron con el uso de la fuerza física a los miembros de la comisión de protesta.

La Liga ante la polémica por la descalificación cita a una Asamblea de clubes y por 1 voto se decide descalificar al club (14 vs 13). Esta votación pone en evidencia la concepción que los clubes tenían de la falta cometida. Creo que la votación no es lo suficientemente contundente por que están en juego dos elementos: por un lado la identificacion con la víctima, en un doble sentido: es acusado quien está por ganar el trofeo, y es cuestionado por un delito considerado por muchos como menor, y que bien podría ser ejecutado por alguno de los jueces, pares del acusado. El final de la polémica fue una Asamblea de la Liga en la cual votaron los clubes miembros y en la que en ajustado resultado triunfo la postura oficialista: el Mariano Moreno, terminó expulsado de la Liga.

La descalificación parece un fusilamiento público. ¿Qué significa la picardía en este caso? ¿Se está juzgando el haberla cometido, y el rechazarla como tal? ¿Se trataba de erradicar ese tipo de conductas? Parece cierto que quienes votaron en contra de la desafiliación creyeron ver en la actitud del M. Moreno un mal pequeño, un desliz, una pidardía, un viveza -que si bien todos aceptaban violaba la legalidad- merecedora de una condena leve. Es decir, no merecía la exclusión de la competencia. Hasta aquí los hechos. Veremos ahora algunas de las consideraciones que pueden desprenderse inmediatamente de ellos.

Puede verse que los clubes participantes de la liga se muestran vivamente tocados por el caso y participan tomando partido, discutiéndolo junto a la dirección de la liga. Las decisiones se adoptan en asambleas y votaciones plenarias. Sin duda no siempre los problemas siguieron este curso. Pero fue una tendencia clara la presencia activa de los clubes en las desiciones de las ligas independientes, y si se tiene en cuenta que por entonces los clubes tenían una estructura más o menos demócrática de organización, puede pensarse en una serie de instituciones en las que las prácticas participativas fueron frecuentes.

En este caso y mediado por el diario La Argentina es evidente que en esta liga todos pueden expresarse y participar. Hay que tener presente que este fue un fenómeno acotado a las ligas independientes en las que participaban muchos de los que luego terminaron siendo clubes populares. Es decir, en el segundo tipo de normas la igualación y la participación sólo se pueden hallar en algunos momentos de la historia del deporte. En la liga oficial y en la propia evolución de los clubes este tipo de conductas no existió.

El eje que nos interesa destacar es el de la presencia sistemática de la lucha por ocupar un lugar destacado en la escenificación del drama competitivo representado por el desarrollo de un torneo futbolístico. Hacia principios de siglo el deseo de protagonismo y participación condujo con naturalidad a la acción a los socios en los clubes y a sus representantes en las ligas. Si bien es importante no generalizar, lo interesante es que lo que sí parece haber ocupado cierto espacio ampliado fue la temática acerca de lo reglamentario. Es decir, el protagonismo medido por la posibilidad de incidir en el establecimiento de las normas que reglamenten los torneos, así como de las actuaciones de quienes las aplicaron.

Si por un lado la existencia de reglas universalmente reconocidas implica una práctica en la que la igualación social emerge con claridad, la presencia -por lo menos en su génesis- de ciertos ámbitos de generación de las condiciones para la aparición de esas reglas también -aunque por otra vía- aportaron en la experiencia de la participación democrática. Por último este segundo tipo de normativa de índole organizativo son permanentemente revisadas tanto por quienes tienen el poder de hacerlo, se lo arrogan o fueron elegidos para ello. El costado universalmente igualador presenta el costado de la inmovilidad.

Aquí se abre una veta, una tensión permanente que aparece desde entonces: la creación de un consenso acerca de las reglas creadas para organizar la competencia futbolística. ¿Cómo hacer para que todos las hagan suyas y que las imaginen inmodificables? Especialmene cuando a lo largo de la historia del fútbol y en la actualidad vemos que quienes elaboran esas normativas -no sin cierta liviandad- a su vez, las deshacen con no menos ligereza.

Mientras que el jerárquico institucional presenta permanentes cambios y actualizaciones, o sea presenta siempre el riesgo de la presencia igualitarista en la toma de decisiones, lo que induce permanentemente a renovar el ejercicio del poder. Su propia existencia resulta una invitación al debate acerca de la conveniencia o no de las reglas de este segundo tipo. Y la naturaleza jerárquico-institucional de los entes que las dictan y las hacen cumplir, deja siempre abierta la posibilidad de la apertura de canales tanto para el choque de intereses, para sometimientos varios, y porque no para experiencias de renovada participación democrática.


Notas:

1 . Las Comisiónes de Protestas de las ligas independientes de fútbol tenían como tarea la de dirimir las cuestiones generadas cuando uno de los competidores impugnaba un partido por cualquier razón. Generalmente para poder elevar la protesta a la comisión debían abonar un canon, que era devuelto si se consideraban justos los reclamos.


2 . La probemática de las reglas del juego y en especial del fútbol pueden seguirse en el admirable trabajo de Roberto Da Matta, 1982: Esporte na sociedade, un ensaio sobre o futebol bresileiro. En Universo do Futebol, Ed Pinakotheke, Rio de Janeiro.


3 . Las ligas abrían distintos torneos con diferentes categorías de equipos. Estas tenían que ver -aunque no necesariamente- con la edad de los integrantes de los teams. Los clubes podían inscribir varios equipos en otras tantas categorías.

 

Buenos Aires. Abril 1997

 

 


3-Nuevos aportes en torno a la historia del fútbol argentino.

Julio David Frydenberg (Arg.)


Desde los primeros años del siglo XX, se percibió la enorme atracción que ejerció sobre los jóvenes -en especial de los sectores populares- la práctica del fútbol.


Comienzan a aparecer en algunos medios intentos de explicar retrospectivamente el fenómeno.1

Contemporáneo a la construcción del espectáculo de masas aparecen las lecturas que intentaban dar cuenta del pasado "futbolero" argentino, del imán que resultó para los criollos y el nacimiento de un estilo propio. Así, hacia fines de los años veinte y comienzos de los treinta, una serie de periodistas de destacada pluma, expusieron sus ideas al respecto elaborando un relato acerca de los orígenes sociales e identitarios del estilo criollo. Esta podría llamarse la "historia tradicional" del fútbol argentino, que culmina su obra en los años cincuenta. 2

En los años setenta aparecieron otros intentos que no hicieron sino actualizar las imágenes concebidas por sus predecesores, ciñiéndose a los mismos fundamentos. 3

Toda esta bibliografía -que forma parte de una lista que podría ampliarse en títulos aunque no en originalidad- nos resulta más útil para conocer los ambientes o climas de ideas reinantes entre sus creadores que para armarnos de una imagen más o menos fiel del objeto de su estudio. Son trabajos impresionistas donde están articulados relatos míticos con forma literaria, anécdotas de color y estadística deportiva.

La vida de los mitos y rituales tienen cierta independencia y lógicas propias de las cuales se ocupa -en principio- la antropología. El análisis de la creación y fuerza del mito fundacional del fútbol criollo argentino no está en el centro de mi búsqueda actual; ésta sí se encuadra en la tarea de rearmar la historia del fútbol argentino, ya que por un lado tiene que ver con el intento por rastrear las prácticas, sentimientos y hábitos de los sectores populares, y por otro permite dar los primeros pasos a la hora de reconstruir la formación del campo competitivo en el país. Se trata de un trabajo de largo aliento, a partir de los hábitos teórico-metodológicos construidos por la tradición de la comunidad de historiadores, que recién ahora se ocupa de este tipo de fenómenos en la Argentina.

De aquí en más trataré de mostrar algunas de las imágenes expuestas por la historia tradicional que han cristalizado en sentido común. Luego señalaré algunas de las líneas actuales de trabajo que de alguna manera se distancian de aquel relato primigenio.


¿Cúales fueron los ejes estructurantes de aquellos relatos?.


En principio la asociación del origen criollo del fútbol argentino con un anclaje en los medios sociales y urbanos marginales; su origen "humilde", tanto en términos de adscripción a un origen social determinado como a sus posibles implicancias morales. Vinculado a estas imágenes aparece siempre la estampa del "potrero" como terreno descampado poco apto para la práctica del deporte, poblado de "pibes", figura tipo del proto-jugador. Ambito de plena libertad, aparentemente lejano a la gran urbe, donde los jóvenes podían dar rienda suelta a su innata creatividad. ¿Qué mejor pintura para imaginar el nacimiento de algo tan querido -por su papel de fuente identitaria- como un estilo futbolístico propio reconocido como tal por propios y extraños?. Emerge una tríada inescindible: pibe humilde-potrero-gambeta. Como corolario se impuso la versión de la imbricación entre el nacimiento del fútbol criollo y un marco espacial que incluiría territorialmente al potrero: el barrio. Fútbol, clubes y barrios también formaron una unidad en el relato de quienes construyeron la historia tradicional del fútbol argentino.

Una de las claves que explican las conclusiones de esta narración se centra en que se tomaron como paradigmáticas las vidas de los clubes que con el tiempo se fueron transformando en los más populares, cuyo número no pasa de la docena. El sentido de la historia tradicional fue justamente el de armar el pasado de estos clubes, narrar a los hinchas cómo habían sido los orígenes de las instituciones que tantas pasiones despertaban. Pero... hacia 1907 -por ejemplo- existían no menos de trescientos clubes-equipos, todos los cuales tenían la esperanza de participar tarde o temprano de la liga mayor y que hasta tanto se enfrentaban entre sí en las ligas independientes.

Trataré de mostrar otras posibles reconstrucciones del fenómeno de la adopción de la práctica del fútbol por los sectores populares porteños, a través de algunas de las conclusiones a las que me llevaron mis búsquedas. 4

En principio, el origen social de los jóvenes que jugaban al fútbol y que no pertenecían a la colonia inglesa ni a la élite dirigente criolla era diverso: jóvenes empleados de grandes tiendas comerciales, trabajadores de los ferrocarriles ingleses, estudiantes de las escuelas secundarias públicas y privadas, universitarios, empleados públicos, etc. Bien podemos pensar en una generación de hijos de inmigrantes. Por los datos que tenemos, emerge la imagen de jóvenes que trabajaban y/o estudiaban, sumándole a esas actividades la ocupación de su tiempo libre en la tarea de construir el espacio del fútbol aficionado. Emerge así un espacio social distante de los márgenes de la sociedad.

Estos noveles "footballers" vivían -en una buena proporción- en el centro urbano, densamente poblado de la ciudad de Buenos Aires. Durante las primeras dos décadas del siglo XX la ciudad tuvo un vertiginoso crecimiento, desde sus viejos barrios, hacia nuevos vecindarios creados a partir de la extensión de la red tranviaria y los loteos a plazos de terrenos cada vez más alejados del centro nuclear primitivo. 5

Naturalmente quienes residían en el centro urbanizado no tenían lugar disponible para armar sus canchas. Debieron retirarse en busca de un espacio apto para la práctica del fútbol. Es así como muchos clubes fundados por estos futbolistas no tuvieron cancha propia, o en el mejor de los casos debieron viajar un largo trecho para jugar en terrenos propios (que eran alquilados o cedidos por los dueños hasta que llegara la fiebre de los loteos). En este proceso quienes vivían en los nuevos vecindarios alejados del centro tenían la ventaja de unir residencia y cancha.

Es decir, la práctica del fútbol se extendió rápidamente entre los jóvenes porteños de todos los ámbitos sociales, hayan sido residentes en el centro urbano como de los espacios más recientemente poblados. Hubo un tinte común: el movimiento fue ejecutado por jóvenes. Parece útil pensar en un corte generacional y cultural, en especial si se lo vincula con una clara distancia que adoptan estos jóvenes -en gran parte hijos de inmigrantes- con el lejano mundo al cual seguían adheridos sus padres.

En otro de los estudios realizados he rastreado y clasificado los nombres dados por los fundadores a los clubes de fútbol hacia el año 1907. El resultado fue por demás demostrativo: casi no existían referencias a las patrias de los llegados a estas playas; en su mayoría eran nombres de calles o vecindarios de la ciudad, próceres argentinos o nombres de clubes de fútbol ingleses.

Para finalizar me detendré en algunos de los valores expresados en las prácticas futbolísticas de estos jóvenes. Para la historia tradicional el "pibe" era "pícaro" por esencia. Pues en apoyo a esa tesis solo podemos decir que en la primera década del siglo XX -si es que se encontraban en camino de serlo- estaban apenas adquiriendo las primeras nociones acerca de la picardía.6

Creemos ver un universo donde es más acorde pensar en términos de formulación, de acercamiento, de aprendizaje a través de prácticas y experiencias de algunas nociones acerca de lo que debe ser la justicia aplicada al deporte. En las fuentes pueden verse eternas polémicas en torno a lo justo o a lo injusto, a lo que se debe o a lo que no debe ser penado... más que con pícaros, nos enfrentamos a aprendices de justicieros.

La detección de las experiencias, prácticas y valores puestos en juego por los sectores populares en la construcción de este espacio competitivo nuevo, seguramente nos brindará algunas otras sorpresas, que podremos seguir contrastando con los relatos existentes hasta ahora acerca de la historia del fútbol argentino.


Notas:

1 . En la prensa porteña muchos articulistas intentan razonar respecto del fenómeno desde la temprana primera década del siglo. Sin embargo no serán estos los voceros que serán tenidos como fundadores de la reflexión sobre el tema.


2 . Por ejemplo: "Historia de los Cinco Grandes". s/f. Editorial Castroman; o el trabajo dirigido por Ricardo Lorenzo (Borocotó): "Historia del fútbol argentino", 1955, Editorial Eiffel, Buenos Aires.


3 . Me refiero a textos que retomaron los argumentos de las historias construidas décadas anteriores -incluidos en la nota anterior. Por ejemplo: De Marinis, Horacio 1982: "La Pasión Futbolística". CEAL, Cuadernos de Historia Popular Argentina Nº 1; Puente, Juan 1971: "El Fútbol". CEAL, "Vida y milagros de nuestro pueblo" Nº 41.


4 . Dejo de lado a los clubes ingleses, c

reados a partir de las escuelas de la colonia inglesa, así como los clubes creados por empresas (ferrocarriles, grandes tiendas, etc.). Sólo nos centraremos en el resto. Los que podríamos catalogar como clubes originados por grupos asociables a los sectores populares porteños. Aquí solo me detengo en algunas de las conclusiones de mis trabajos de investigación en el marco de la beca otorgada por U.B.A. Buena parte del material empleado provino de las páginas del diario "La Argentina", que entre 1903 y 1908 dedicó buena parte de su sección deportiva a publicar avisos de clubes, por los que nos enteramos de muchos de los vaivenes de sus vidas, efímeras en su mayoría y todavía vivas las menos.


5 . Los tradicionales barrios porteños como construcciones simbólicas no aparecen antes de los años veinte. En ninguna de las fuentes revisadas se encuentra la palabra "barrio". Sólo aparecen: "parroquia", "vecindario" y "cuadra".


6 . Muestro uno sólo de los múltiples casos que apoyan estas inferencias. Desde 1903 "La Argentina" participa en la formación y difusión de valores asociados a la competencia y la rivalidad, por ejemplo enseñando dónde, cuándo y cómo contestar una afrenta. Aquí la sección deportiva publica una carta de un lector y a su vez le responde.


"Correspondencia: Agradecería infinitamente si se dignara contestar la siguiente pregunta. Habiéndose jugado un partido de football y el club vencedor se funde o cierra la temporada sin previo aviso al club perdedor: ¿quién gana la revancha? SSS. P. Echeverry. Nota de la redacción: A Ud. un compañero la pega una paliza y desaparece, ¿quién gana la revancha?" (La Argentina, 4 de diciembre de 1903, página 26).



Lecturas: Educación Física y Deportes, Año 1, Nº 1. Buenos Aires. Mayo 1996.

 

 

 

 

 

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