Primera
Sección
Índice de
contenidos
1- Prácticas
y valores en el proceso de popularización del fútbol en Buenos
Aires (1900 - 1910) (Julio Frydenberg).
2- Las reglas
del juego y la organización de la competencia deportiva en Buenos Aires
entre 1900 y 1915 (Julio Frydenberg).
3-Nuevos
aportes en torno a la historia del fútbol argentino. (Julio Frydenberg)
1-
Prácticas y valores en el proceso de popularización del fútbol
en Buenos Aires (1900 - 1910).
Julio David Frydenberg
(Argentina)
Profesor de Historia - Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Artículo publicado en Entrepasados,
1997. Año VI, Nº 12, Buenos Aires.
En 1893 se creó la liga de fútbol en el país, la "Argentine
Association Football League", compuesta por unos veinte "teams"
originados en su mayoría en las escuelas de la colonia inglesa. Además
de estos equipos, en ese momento era difícil encontrar en Buenos Aires
otros "footballers". Sin embargo, en 1907, catorce años más
tarde, existían ya una docena de ligas independientes que nucleaban
unos 350 equipos, todo esto fuera del marco de la Asociación que -con
pocos agregados y cambios- seguía manteniendo el mismo núcleo
inicial.
Este trabajo intenta dar cuenta de las modalidades que adquirió el
fenómeno de popularización de la práctica del fútbol,
en el marco de dos procesos analíticamente diferenciados aunque estrechamente
unidos en la realidad: por un lado el ejercicio asociacionista alrededor del
cual se vertebró la adopción de la práctica del fútbol,
y por el otro, la resignificación del sistema de valores adherido al
deporte en su origen mismo y sostenido en la práctica de los "sportmen"
ingleses radicados en el país.
El análisis del algunos de los elementos presentes en la popularización
de la práctica futbolística se inscribe en el intento por contribuir
al estudio de las características del proceso de formación de
los sectores populares porteños y de su cultura, hacia principios de
siglo1. La investigación de las formas y contenidos con los que estos
jóvenes comenzaron a jugar al fútbol puede ser instrumento eficaz
para rastrear la constitución de hábitos, sentimientos y valores,
algunos de los cuáles tuvieron duradera vigencia.
El fútbol, como juego reglamentado, nació en Inglaterra hacia
mediados de la década de 1860. En 1867, los residentes ingleses lo
practicaron por primera vez en Buenos Aires, junto con otros deportes modernos.
En este primer momento, su práctica se vinculó a la creación
de clubes asociados a la colonia británica. Sin embargo, no será
éste su trayecto histórico más exitoso, ya que estos
clubes sufrieron mutaciones y no formaron tradición. Los educadores
de los colegios de la colonia inglesa fueron los primeros en diseñar
una política difusora de todos los llamados "juegos ingleses"
en nuestro medio. Dedicaron especial atención al fútbol, transformado
en practica cotidiana para escolares exalumnos, tanto ingleses como pertenecientes
a la elite dirigente criolla, y además organizaron la liga oficial2
. Sumada a ésta, la práctica institucionalizada del fútbol
hacia fines de la primera década abarcó al universo de las ligas
independientes; junto a estos dos ámbitos comenzaba a emerger el del
fútbol informal jugado en calles y espacios baldíos.
Desde los primeros años del siglo XX la dirigencia de la liga oficial
se abocó a una política de difusión del fútbol.
Para esto organizó seleccionados nacionales y encuentros contra otros
combinados como por ejemplo contra los uruguayos, así como la visita
de equipos extranjeros, en especial ingleses. Según las crónicas
estos partidos fueron presenciados por varios miles de espectadores. Desde
los últimos años del siglo XIX su práctica se fue extendiendo
hacia otros sectores sociales. De esta manera, y estrechamente ligado al nacimiento
del espectáculo y a la fundación de clubes, el fútbol
se fue diseminando como una moda por buena parte de la sociedad juvenil y
masculina de la ciudad.
Si se revisan los trabajos dedicados al estudio de los sectores populares
se podrá observar que centraron su atención en otros momentos,
otras prácticas y otros espacios sociales y culturales3 . A su vez,
la historia tradicional del fútbol argentino - generada a partir de
fines de la década del '20 - describe en mayor medida a sus fundadores,
sus ideas y su época que al pretendido objeto de estudio4 . Estos relatos
intentaron reconstruir el pasado de los clubes más populares, creando
una leyenda - con vida propia - referida a la criollización del fútbol
introducido por los ingleses. Así, repetida hasta el cansancio por
todos los que retomaron la temática, se construyó la historia
de un juego anclado en las franjas marginales de la sociedad del momento y
practicado en las orillas espaciales de la ciudad. Los creadores de esta versión
fueron periodistas, todos ellos poseedores de una pluma de reconocida excelencia,
utilizada en la creación de la versión canónica acerca
del nacimiento del fútbol criollo. Estas interpretaciones le dieron
un tono de epopeya con un amanecer emparentado a un origen social humilde.
En estas reconstrucciones - en muchos casos más cercanas a la ficción
que a la historia - se utilizaron algunas de las fuentes disponibles con el
explícito deseo de ilustrar los comentarios con anécdotas curiosas.
Así aparece citado el periódico "La Argentina", para
mostrar los extraños nombres que los jóvenes fundadores dieron
a sus clubes. Sin embargo, desde la perspectiva de la presente investigación,
"La Argentina" es una fuente privilegiada dado que fue un actor
de primer orden en el proceso de popularización del fútbol como
juego competitivo. Es necesario señalar que este periódica cumplió
un papel activo en la organización de la práctica del fútbol
aficionado y constituyó un aporte decisivo en la construcción
del universo de adeptos al nuevo deporte fuera del marco institucional de
la liga oficial. Además, contribuyó a la difusión de
las reglas del juego y a la formación y propagación de una serie
de hábitos y valores que quedarán, de ahí en más,
asociados a la experiencia futbolística5 .
Es preciso recalcar que la popularización del fútbol coincidió
con las etapas iniciales del proceso de formación de los sectores populares
y de su cultura. Habitualmente, esta etapa fue caracterizada a partir de una
serie de elementos disímiles y en difícil convivencia. Algunas
de estas reconstrucciones presentan a los inmigrantes gobernados por el signo
del transplante, substancialmente adheridos a las imágenes de la tierra
lejana y a la búsqueda pertinaz del ahorro mediante agotadoras jornadas
laborales. En otras versiones, los vemos actuar guiados por ideas asociadas
al entrenamiento social de las que aprendieron las razones d la lucha sindical
y política contra un sistema que parecía, a todas luces, injusto6
.
Sin embargo, fue la juventud quien encarnó el proceso de popularización
de la práctica del fútbol a través de la formación
de clubes, muchos de los cuales apenas contaban con once socios. Estos jóvenes
podían ser dependientes de comercios del centro de la ciudad, trabajadores
de los ferrocarriles ingleses, empleados públicos, cadetes de pequeños
almacenes o aprendices de talleres. El juego se propagó rápidamente
entre los estudiantes secundarios, los claustros universitarios y los cuarteles.
Hijos de profesionales y de empleados jerárquicos del aparato estatal
compartieron la dedicación al fútbol junto a otros ubicados
algunos peldaños más abajo en la escala social. Fueron jóvenes
con apellidos italianos, españoles y judíos: situación
ésta que invita a conjeturar sobre la formación de una primera
generación de criollos - en buena proporción- hijos de inmigrantes7
. Los jóvenes trabajadores accedieron, con el correr del tiempo, a
una cuota mayor de tiempo libre. A principios del siglo XX la jornada laboral
tendió a disminuir como efecto de un conjunto de circunstancias; algunas
asociables a modificaciones económicas básicas y otras vinculadas
a la lucha por el logro de reivindicaciones sociales como las ocho horas de
trabajo.
Los momentos de ocio fueron aprovechados de diversas formas: la música
y el baile (hayan sido traídos de Europa o generados en la ciudad y
el campo criollos), la práctica de juegos de azar, las recorridas por
el centro o Palermo, el acceso al teatro popular, junto con el circo ambulante,
y una vez al año, los festejos del carnaval8 . Los vascos trajeron
y difundieron el juego de pelota con sus apuestas. Si bien la pelota vasca
y el turf derivaron en espectáculos atractivos para miles de espectadores,
fueron esencialmente diferentes de los deportes modernos, llamados "juegos
ingleses", los que contenían en su propia razón de ser
el requisito de su práctica.
Así, el fútbol se fue integrando a un conjunto de nuevas experiencias
de sociabilidad, en este caso asociadas sólo a la juventud masculina.
La adopción de la práctica futbolística por los jóvenes
de los sectores populares quedó indisolublemente ligada al esparcimiento
y al uso placentero del ocio, junto a experiencias que fueron más allá
de la mera utilización del tiempo libre como la organización
de clubes de fútbol.
I. Los clubes-equipos
Según la tradición el primer club de fútbol criollo fue
Argentino de Quilmes, fundado en 1899, y River Plate el primer club popular
de la ciudad de Buenos Aires, creado en 1901. Hacia mediados de 1907 se advierte
la expansión de la práctica del fútbol con la existencia
de unas 300 protoinstituciones autodenominadas "clubes" que eran
parte del fútbol aficionado nucleado en torno a "La Argentina".
Una verdadera oleada fundacional se inició con la vuelta del siglo
entre sectores sociales ajenos a la elite criolla y a la colonia inglesa.
Los clubes creados a partir de la segunda mitad del siglo pasado por los grupos
sociales dominantes, eran instituciones que buscaban el mantenimiento de un
status social mediante restrictivas normas de ingreso. Su razón de
ser era la de servir de formato institucional al entrenamiento de sus cuadros
jóvenes mediante la práctica de determinadas actividades, y
construir un ámbito de socialización y de uso del tiempo libre.
La selección de los potenciales asociados se ejerció a partir
del elevado costo de la cuota social y la necesidad del aval de varios socios
de reconocida antigüedad9 .
El clima general reinante en la época alentaba la creación de
asociaciones. En nuestro caso, las prácticas y los discursos a favor
del aglutinamiento institucional fueron emitidos desde la nueva área
de educación física de la escuela pública y privada10
, desde las asociaciones de inmigrantes y desde los propios clubes ingleses
y de la elite criolla. Todos estos factores influyeron en los jóvenes
atraídos hacia la práctica del fútbol que nació
inseparablemente unida a la creación de instituciones. Parece que no
era necesario fundar un club para jugar al fútbol, sino sólo
formar un equipo. Sin embargo, el fenómeno de la difusión popular
de la práctica futbolística aparece encarnado en la apoyatura
institucional del club. Para ser un footballer fue suficiente ser miembro
de un club, y no fue necesario saber jugar al fútbol. Cuando once jóvenes
se agrupaban formando un equipo, dedicaban su tiempo en fundar un club, eligiendo
su nombre, sus dirigentes, el diseño de su sello, etc. Aquí
se puede apreciar el nacimiento del equipo-club. Un club creado para formar
un equipo y poder así competir con otros semejantes en el espacio del
fútbol aficionado. En este universo competitivo, con el tiempo, convivieron
clubes que siguieron siendo sólo un equipo-club, con otras asociaciones
integradas por ejemplo con cinco teams, os sea, con el mismo origen fueron
logrando otro nivel de desarrollo.
La misma dinámica de estos clubes los impulsaba a contar con la mayor
cantidad posible de asociados. Cuanto más socios, más recursos
para engrandecer la institución. La diferencia con los clubes de la
elite o de la colonia inglesa fue notable pues estos hicieron de la restricción
y selección un valor. Contrariamente, los nuevos clubes debieron ensanchar
su base social de apoyo como forma de sobrevivir y si fuera posible, crecer.
Algunas de estas nuevas asociaciones llegaron a constituirse en los clubes
tal como los conocemos ahora pero la mayoría murió en el intento.
Todos fueron creados con el explícito fin de practicar el "nuevo,
noble y viril deporte inglés". Esta reunión de jóvenes
tuvo en la mayor parte de los casos como marco aglutinante el lugar de residencia
común: la cuadra, el vecindario, la parroquia. Los jóvenes definieron
su intención de representar ese espacio urbano, ubicado tanto en las
nuevas áreas urbanizadas como en pleno centro citadino. Por ejemplo,
uno de los muchos avisos informando la fundación de un club anunciaba:
"En el vecindario de la calle Gaona el 24 de Septiembre se formó
un nuevo club denominado Gaona Juniors. Siendo la CD, la siguiente(...) Correspondencia
a Luis Riccio (hijo), Gaona 2148. El field está en la calle Gaona 1453,
entre Cucha Cucha y Pujol. Acepta desafíos para menores de 12 años
de edad, para el domingo 27 del corriente"11 .
Se percibe con claridad a los fundadores del club Gaona, quienes vivieron
tuvieron su cancha en esa calle homónima, y se sintieron representes
del vecindario allí asentado. Pueden advertirse muchos casos (como
por ejemplo los de las calles Venezuela o Saavedra del centro de la ciudad)
distintos del anterior ya que no podían jugar en los lugares en los
que residían, pues no existían espacios vacíos. En estos
casos tuvieron que dirigirse hacia las afueras, hacia los nuevos vecindarios
en busca de terrenos luego acondicionados como canchas. Esta búsqueda
terminó con frecuencia frustrada dado que en ocasiones los espacios
deseados les fueron negados. Muchos de los clubes-equipos carecieron de cancha
propia12 .
No sólo la residencialidad unió a los entusiastas del fútbol,
pues desde el mundo laboral - como en las grandes tiendas o entre los empleados
de empresas ferroviarias - y el mundo católico, también se generaron
clubes de fútbol13.
Los inicios de estas instituciones fueron relativamente semejantes, pero con
el tiempo aparecieron una serie de elementos diferenciadores que dieron como
resultado una amplia gama de variedades desde el precario equipo-club con
sólo once participantes hasta el formado por varios equipos y un conjunto
más o menos estable y amplio de seguidores. También comenzaron
a diferenciarse los clubes inquietos por la promoción de otro tipo
de actividades sociales que trascendieron la práctica del fútbol.
Sin embargo, y a pesar de estas diferencias, se pueden advertir algunas características
comunes: la necesidad de contar con recursos mínimos a través
del cobro de una cuota mensual (excepcionalmente cuotas de ingreso) rifas
y otras entradas extraordinarias, así como una serie de procedimientos
organizativos. Los asuntos del club fueron tratados en reuniones ordinarias
y en asambleas de socios, en las que además se elegía a la Comisión
Directiva. De la lectura de las órdenes del día de las convocatorias
a asambleas se desprenden los problemas vinculados al cobro de la cuita social,
a asuntos relacionados con la cancha, a la inscripción en campeonatos,
a la formación de equipos, a la elección de capitanes-delegados
de el/los equipos del club, y a temas estatutarios variados, como renuncias
o consideración de afiliaciones.
Estos jóvenes asumieron voluntariamente una serie de responsabilidades
surgidas de la necesidad de proveer los bienes materiales apropiados para
sus equipos, y además participaron de un nuevo universo simbólico
y conductual. En este aprendizaje (y su consiguiente entrenamiento en prácticas
participativas) tuvieron en cuenta normas de funcionamiento democráticas
en las que no escasearon los enfrentamientos entre asociados, entre clubes
o entre éstos y las ligas independientes. Al promediar la primera década
del siglo XX, este espacio creado por los nuevos clubes se fue ampliando y
complicando. Las desapariciones, refundaciones y algunas deserciones en masa,
fueron permanentes.
La proliferación de clubes fue un fenómeno advertido y criticado
desde las columnas de "La Argentina"14 . Los críticos
hicieron hincapié en que el afán participativo introducía
la nociva práctica de la extrema colegiación de la dirección
del club. Si al acto fundacional concurrían quince personas, doce terminaban
con cargos directivos. Quienes se erigieron en sabedores de las más
eficientes maneras de organización promovieron Comisiones Directivas
formadas por un reducido número de socios. Además, criticaron
la aparición de formas poco estables de organización nacidas
de la idea (y la consecuente práctica antojadiza) de fundar para jugar.
Parece que la amplia mayoría quiso jugar al juego de la asociación
junto con el del fútbol. Ambos juegos nacen emparentados con la asunción
de responsabilidades y deberes; con la iniciativa y las ganas de formar parte
y por seguir siendo dueños de los destinos del club que crearon.
Conviene poner el acento en la presencia de la práctica representativa,
por delegación, resultado de un costoso aprendizaje. Los equipos-clubes
se vieron inmersos en un proceso de selección no deseado y con el tiempo
se fueron decantando los clubes que sumaron, a las necesarias prácticas
representativas, una base social más amplia atraída por la propia
pasión por el fútbol o por la promoción de diversas prácticas
sociales, en este caso vinculadas al uso del tiempo libre.
II. Los socios-jugadores
Quienes desearon ingresar a este nuevo mundo construido por los jugadores
aficionados debieron poseer un umbral de condiciones: tiempo disponible y
dinero como para costearse la cuota mensual. Tuvieron que formar parte de
un equipo que tuviera un formato de club. La presencia de la figura del socio-jugador
o del jugador-socio marca el estadio en el que se encontraba la naciente franja
de la práctica futbolística. En suma, es posible observar la
forma en que se autoconvocaron para competir contra otros asociados para jugar15
. La concepción que tuvieron de la condición de socio puede
detectarse a través de los límites que le impusieron. Los clubes
no sólo sancionaron a un socio por no pagar sus cuotas o por la violación
de normas estatutarias sino también por faltar a los partidos dejando
al team en inferioridad; en este caso la pena era su exclusión del
equipo, sinónimo de expulsión del club16 . Debajo del socio-jugador
emergió la figura del "simpatizante", quien estuvo a un escalón
de llegar a ser "player". Algunos clubes - aún dentro
del marco del fútbol amistoso - tuvieron una franja de simpatizantes
cercanos que hicieron las veces de público y de potenciales integrantes
del equipo.
Hubo también jugadores que anunciaron su cambio de club mediante avisos
publicados en "La Argentina". Además, se pueden
ver capitanes que renunciaron a su cargo y simultáneamente -en la misma
página- asumieron la secretaria de otro club; o a vocales expulsados
que asumían como capitanes en otro equipo. Se observan también
avisos de clubes solicitando jugadores para poder completar la lista de players,
uno de los requisitos solicitados por las ligas independientes. Es decir,
existió un pequeño ejército de competidores, entre quienes
puede advertirse como la competencia solía aparecer como un fin atractivo
en sí mismo, sin un anclaje identitario grupal o territorial que pudiera
definir -en principio- su integración a un club determinado.
En resumen tenemos a los jugadores-socios, a los simpatizantes, a los "mercenarios"
de la competencia, al público de los partidos de la liga oficial y
los encuentros internacionales (público del espectáculo, tal
como existió por entonces), y al jugador de la liga oficial. Los escasos
espectadores de los partidos amistosos también lo fueron del naciente
espectáculo futbolístico. Además, el jugador de la liga
mayor podía ir a observar a los aficionados-aprendices. Hubo varias
denuncias acerca de inclusiones ilegales de footballers de equipos de la liga
oficial en teams de alguna liga independiente. El público del espectáculo
estuvo formado en gran medida por los jóvenes participantes del fútbol
aficionado. Frecuentemente las ligas independientes determinaron suspender
los partidos programados para el día en el que se disputaba simultáneamente
algún partido oficial de singular atractivo especialmente si se trataba
de los internacionales17 .
Estos jóvenes tomaron como modelo a sus ídolos de la Asociación
y aspiraron llegar a su altura pretendiendo que su club-equipo pudiera afiliarse
a la liga. En el camino entregaron parte de su tiempo y esfuerzo y tal vez
se los pueda calificar como "militantes" del fútbol.
La energía empleada estuvo dirigida hacia la materialización
del espacio necesario para construir la competencia tal como ellos la concibieron.
Por ejemplo, organizando partidos amistosos, desafíos y torneos, todo
lo cual implicó un trabajo extra. A veces los militantes se vieron
ante una forzada e incómoda opción: jugar u organizar los torneos.
Debido a la multiplicación de tareas les resultaba materialmente imposible
cumplir las dos funciones. Así, muchos debieron abandonar la idea de
competir en los torneos creados por ellos18 .
La militancia también implicó estar al tanto de la información
aparecida en la sección deportiva de los medios periodísticos,
en especial en "La Argentina". Sus páginas se transfaron
en material de estudio indispensable para manejar el movimiento global del
fútbol amistoso. Las comisiones directivas (CD) de los clubes necesitaban
conocer exhaustivamente el ambiente para poder elegir a sus adversarios y
a las competencias en las cuales participar.
Otra tarea que requirió mucha atención era la vigilancia propia
y ajena del cumplimiento de las reglas del juego, y de la organización
de la competencia. Fue imprescindible un sistemático ejercicio, una
permanente puesta a prueba del concepto y los valores de lo que se consideraba
o no justo. Los jóvenes incorporaron estas formas de relacionarse en
medio de eternas discusiones reglamentarias19 . La recurrente vocación
formalizadora, reglamentarizadora, que parece excesiva, puede entenderse como
un medio de hacer que lo extraordinario y lo nuevo tuviera un respaldo que
permitiera su pasaje al mundo ordinario. El aprendizaje de las reglas del
juego puede observarse en una carta dirigida por el Club Independencia, acusando
al Club General Las Heras de varias irregularidades:
"el juez iba a favor del club Gral. Las Heras (...) pero nosotros
como en ese momento no teníamos derecho de protestar, pues en el momento
del juego el juez es el que manda, pedimos ahora que se haga justicia y por
eso queremos que se anule y que efectúe el día 27 del corriente
en el ground del Independencia que posee en la calle Segurola y Hermes"20.
La mención sobre la prohibición de protestar en presencia del
juez, sugiere que estos jóvenes acabaron de estudiar el reglamento
y acto seguido jugaron ese partido. Este aprendizaje sugiere la aparición
de un ejercicio forzado. Así, este primer momento remite a un apego
artificial a la letra del reglamento. Además, la situación se
agravaba dada la necesidad de tener un ojo puesto en la evaluación
de la forma en la que otro novato -el juez- administraba justicia.
El aparato normativo, además de hacer posible el propio juego, emergió
como amparo legítimamente y como respaldo de autoridad, sumando a la
voz del periódico que cumplió también esa función.
Durante la primera década del siglo la discusión sobre los reglamentos
se situó en un primer plano. Más adelante, irá perdiendo
fuerza a medida que las reglas del juego sean socialmente aprendidas, y así
transmitidas de generación en generación sin necesidad de tener
en cada hogar una copia del texto normativo. Hacia principios de siglo, este
aprendizaje implicó un esfuerzo asumido en un espacio público;
una vez incorporado al universo simbólico común, se perpetuó
a través del mundo cotidiano.
Cabe detenerse en el modo en que consideraron a los reglamentos. Llamaron "reglamento", por un lado, al conjunto de reglas que definen
al juego, y por otro, al estatuto que pauta la organización interna
de los clubes y las relaciones entre ellos en las ligas. La generalidad de
los participantes los entendieron formando una unidad. Sin embargo puede suponerse
que existen dos conjuntos de normas totalmente diferentes: el que codifica
las reglas del juego -explicitadas por los ingleses a partir de mediados de
la década de 1860, con posteriores modificaciones-, y el formado por
normas que rigen la organización de quienes desean jugar: por ejemplo,
no estaba escrito que en "matches" los amistosos se debían
jugar partido y revancha; tampoco que lo clubes tenían que contar con
una Comisión Directiva, o que ésta estuviera obligada a llamar
a asambleas extraordinarias para renovar sus miembros. A pesar de lo cual
estos jóvenes creyeron que esas prácticas estuvieron incorporadas
al conjunto de normas reguladoras de la competencia futbolística. Esta
relación unívoca parece ser consecuencia del estrecho vínculo
que tuvieron los fenómenos de la difusión de la práctica
del deporte y la 'necesaria' fundación de un club para poder jugarlo.
En este proceso lo nuevo comienza a tornarse natural y obvio, un camino cubierto
a través de la práctica de la competencia y de una larga serie
de debates y disputas generadas por ella.
III. La competencia
A partir de los primeros años del siglo XX se generó el proceso
de popularización de la práctica del fútbol, una de cuyas
vertientes se fue cristalizando en la formación del llamado "football
aficionado", franja integrada por distintas formas competitivas:
los partidos "amistosos", los "desafíos
por objetos de arte", los "torneos" organizados
por clubes o instituciones y por último, las "ligas independientes".
La mayoría de los clubes-equipos participó simultáneamente
en más de una de estas competencias. Es decir, jugaron partidos amistosos
y desafíos, mientras participaron en algún torneo o en alguna
liga independiente21.
Este universo se fue construyendo en la práctica deportiva y, a su
vez, fue guiado -en buena medida- por el diario "La Argentina".
En 1904, a pocos meses de organizada la sección deportiva, la redacción
creó algunas subsecciones: "Football amistoso", "Desafíos",
"Torneos", "Ligas"; además de los "Avisos
de los Clubes" con noticias sobre la vida interna de las instituciones.
En la construcción de este universo competitivo aparecieron una serie
de prácticas que conviene considerar pues a partir de ellas se puede
evaluar la concepción que estos jóvenes tuvieron de la competencia
y los valores que ésta, a su vez, hizo visibles.
Al examinar el fútbol aficionado encuadrado en las ligas independientes
puede apreciarse un clima intemperante. En las crónicas periodísticas
de muchos de los partidos se percibe la tensión provocada por insultos,
brusquedades y toda una gama de conductas "poco caballerescas".
Quienes poseyeron cancha propia gozaron de la ventaja del apoyo de un escaso
aunque activo público. Estos espectadores generaron -a menudo- violencia
física o de palabra, sobre árbitros y/o jugadores visitantes
en pos del triunfo del equipo de sus simpatías22. Esta postura excesivamente
atenta al logro de la victoria se observa también en la paradójica
insistencia de jugadores de los partidos amistosos (fuera de cualquier torneo)
por "cobrar los dos puntos", y la consecuente actitud docente del
diario que insistía en explicar que en el fútbol amistoso no
había puntos en juego.
Otra situación que puede observarse en repetidas ocasiones es la publicación,
por parte de los ganadores, de los resultados de los partidos en la sección "Matches jugados" de "La Argentina".
Los vencedores conquistaron un tácito derecho a publicar su triunfo
en el periódico. El consecuente abuso provocado por la aparición
de resultados fraguados (tanto de partidos jugados como de otros inexistentes)
originó la prohibición de esta costumbre por parte de las ligas.
En los partidos amistosos quien creía haber sido perjudicado por la
publicación de una falsedad, replicaba inmediatamente desafiliando
al club que había publicado el aviso, dando lugar a los llamados "desafíos
por objeto de arte de un determinado valor". O sea, se jugaba por
un trofeo en especie que generalmente consistía en estatuas, pinturas
o tinteros. Esta instancia no era sino el comienzo de otras tantas polémicas
y, en muchos casos, generadoras de largas enemistades. Acordado el desafío,
los clubes negociaban las condiciones del match, por ejemplo: el visitante
solía llevar al árbitro y el local al público. En el
marco de un clima poco amistoso, puede imaginarse fácilmente que este
tipo de arreglos sólo prolongaba y exacerbaba las desavenencias que
habían motivado el desafío.
Otro de los elementos conflictivos fue la actuación de los árbitros.
Cuando se evaluó a sus fallos como parciales, quienes se sintieron
perjudicados -por supuesto- reaccionaron inmoderadamente. Otros debates surgieron
por la forma en que se integraron los equipos de las distintas categorías
que integraron las ligas estructuradas de acuerdo a las edades y cualidades
deportivas de sus miembros. Los jóvenes aficionados tuvieron edades
que fueron desde los 12 años hasta los 20 años. También
en este caso fue evidente la búsqueda de ventajas extradeportivas con
el propósito de alcanzar la victoria. A partir de ello se hizo obligatorio
presentar la documentación pertinente para probar fehacientemente la
edad de los jugadores de los planteles23.
La búsqueda de paridad de condiciones en la competencia fue una aspiración
permanente, que puede ser testeada en las declaraciones de ligas, redactores
y algunos lectores del periódico. Pero fue difícil de conseguir
porque en realidad fue sistemáticamente aludida por una buena porción
de los participantes. Por ejemplo: los clubes que tuvieron más de un
equipo a menudo inscribieron en las Ligas a su mejor conjunto con el Nº
II o III y no con el I para que éste no jugase en la primera división
del torneo y así estar en mejores condiciones para ganar en una división
menor. Si un club tenía un solo equipo aparecían eternas discusiones
porque el club no lo llamaba equipo I sino, por ejemplo, III y lo anotaba
en una división menor. También originó disputas, desafiliaciones
y expulsiones de liga la fraudulenta integración de equipos de divisiones
menores con jugadores de la liga mayor, situación expresamente prohibida
en todos los reglamentos.
Las ligas independientes necesitaron del respeto hacia una serie de instancias
organizativas, entre las que se encontró la confección de una
constancia del partido jugado. En esta "planilla" debía aparecer
la fecha y el horario del partido, la integración de los equipos y
las firmas de los capitanes y del árbitro. La firma de la planilla
también generó problemas: por ejemplo, si un equipo creía
haber sido perjudicado podía "impugnar" el partido
escribiendo la palabra "protesto" en la planilla. Si recurría
a ese procedimiento tenía que abonar una suma de dinero; luego el pleito
se elevaba a la Comisión de Protestas de la Liga. Si ésta fallaba
a favor del reclamante, le devolvía el dinero y actuaba sobre el caso,
de lo contrario se quedaba con el deposito pagado. Muchos equipos discutían
si la planilla debía ser firmada cuando se deseaba protestar el partido
y más de un equipo fue expulsado por no firmarla. La instancia judicial
de impugnar el partido por uno de los competidores, concebida por todos los
reglamentos de las ligas independientes, fue uno de los motivos por el que
se frenó el normal desarrollo de algunos campeonatos. Algunas ligas
nacieron con el sólo fin de obtener ingresos a expensas del arraigo
de la moda futbolística. Sus finanzas fueron positivas si lograban
atraer a muchos competidores y cobrarles a todos las cuotas de inscripción;
también cuando muchos partidos eran "protestados" durante el campeonato y pocas protestas fueron atendidas y finalmente cuando
los premios valían menos de lo anunciado antes de la iniciación
del torneo.
Otro caso de búsqueda de ventaja extradeportiva se relaciona con partidos
no jugados y que sin embargo tenían un ganador. Se consideraban a sí
mismos vencedores quienes imputaban a sus competidores -perdedores- por ejemplo,
por llegar cinco minutos tarde contraviniendo el límite temporal de
espera fijado por el reglamento de la liga24. No fueron pocas las acusaciones
contra las direcciones de las comisiones directivas de algunas de las ligas.
Estas denuncias iban desde favorecer a algunos de los equipos en detrimento
de otros, hasta el desconocimiento de la confección de una tabla de
posiciones25.
IV.
Los valores
En las actitudes señaladas
puede observarse la presencia de una permanente urgencia por vencer, junto
a un impulso - difícil de resistir - por exhibirse como triunfador
ante el conjunto de los potenciales rivales. Para conseguir el éxito
se apeló a una amplia gama de medios, desde argucias reglamentarias
hasta reacciones cargadas de brusquedades. En las fuentes consultadas aparece
recurrentemente evaluada la presencia en la competencia por una parte de la
caballerosidad, la diversión y el desinterés, y por otra, la
vergüenza y la deshonra. En una de las muchas polémicas entabladas
por representantes de clubes a través de las cartas de lectores, pueden
testearse acusaciones como la siguiente:
"El Sr. Trabucco no es un aficionado, no, es uno de los tantos que
juegan al football por decir "a mí nadie me ha vencido".
¡Nosotros lo hemos vencido! (...) Si alguna de mis palabras (lo) ha
ofendido, el Sr. Trabucco ya sabe donde me puede encontrar. Nicolas Rubercampf,
Capital del IV team del C.A. Liniers. Laprida 1218"26.
Evidentemente se percibe un clima cargado de excitación provocado por
la avidez de triunfos y por los deseos de notoriedad. Algunos consideraban
valioso aparecer en las páginas de "La Argentina" no
sólo ganando sino desafiando a diestra y siniestra como signo de hombría
y "guapeza"27. La competencia y el exitismo combinados
con el deseo de 'defender' cierto elemento integrador e identitario devinieron
en una rivalidad con un tono diferente a la diseñada por los valores
del sportivismo28. En este sentido, la observación de otro caso puede
brindar una noción más acabada del clima reinante: la primera
aparición en "La Argentina", dentro de la sección
deportiva, de la subsección "correspondencia" fue una carta
polémica en la que se hacía referencia a una disputa originada
en torno a desafío no aceptado. Los clubes Porteños de Flores
y Estudiantes de Flores discutieron a través de las páginas
del diario:
[Dirigiéndose al director del periódico], "Al mismo
tiempo comunico a Ud. para mayor claridad en lo que digo que soy capitán
del 1er. Team de este club y en tal carácter he desafiado varias veces
al club Porteño sin estos haber querido aceptar, reconociendo nuestra
superioridad y han informado a Ud. de esa manera no por equivocación
sino porque no nos pueden desalojar del puesto que ocupamos en esta parroquia"29.
Aquí, la competencia deportiva implicó el entrenamiento entre
clubes de un mismo vecindario. Cuando el choque se producía, se ponían
en juego valores como el ser el mejor de todos, y consecuentemente, la difusión
de esta certeza a todo el universo generado por la competencia futbolística.
Esta rivalidad podía nacer de un choque entre vecinos, o sea, entre
clubs-equipos con sus secretarías y canchas ubicadas a pocas cuadras
uno del otro. Entre estos jóvenes, aparecía la defensa del universo
local, y si la competencia era entre vecinos de un mismo vecindario la puja
se centraba en quien representaba, quien defendía mejor al pequeño
territorio común.
A pesar de ser ésta la tendencia dominante, hubo enfrentamientos y
agudas rivalidades que nada tuvieron que ver con proximidades o lejanías
territoriales. Estas disputas parecen haber sido consecuencia de una omnipresente
excitación provocada por la competencia. Es posible advertir cómo
los aprendices de deportistas debatieron por ejercer el papel de paladines
de su pequeño universo y la rivalidad frecuentemente devenida en enemistad
se fue adoptando en la competencia futbolística. La participación
en torneos y ligas implicó formar parte de un espacio común,
donde compitieron todos contra todos. Este interés por posicionarse
en la totalidad del mundo competitivo se realizó a través del
sentimiento de la defensa de lo "pequeño", lo grupal y lo
vecinal. La práctica futbolística se fue transformando en vehículo
de reconocimiento de lo propio y de lo ajeno, esto último percibido
como amenazante. Ser miembro del ambiente futbolístico significó
participar de ese universo simbólico gobernado por la rivalidad - enemistad.
La amplitud del fenómeno puede cotejarse a través del siguiente
ejemplo: frecuentemente uno de los dos competidores era arrastrado a un terreno
al que no deseaba ingresar.
"En La Argentina del 22 del corriente vi con sorpresa que el Club
Charleston desafiaba por un objeto de arte al Argentino Jrs. Ahora bien, como
nos piden una respuesta se la daremos diciendo que el Club Argentinos Jrs.
No fue fundado para jugar por interés sino para desarrollar el viril
juego entre sus asociados; pero en vista de que podrían tacharnos de
no querer jugar por el objeto por miedo a ser vencidos, por eso aceptamos
el desafío en todas sus partes rogando al capitán del Charleston
se sirva pasar por la secretaría. Luis Bianchi".30
El carácter que fue adoptando la competencia ejerció una enorme
presión y terminó por instalarse. Cuando la rivalidad-enemistad
aparecía su empuje obligaba a incorporarla. Podía resultar embarazoso
quedar al margen de ella pues quedaban en ese caso opciones difíciles
de seguir: navegar en el mar del deshonor y la vergüenza, o abandonar
el fútbol, la calle y la vida juvenil.
El desnudo deseo de triunfo, adosado a una rivalidad entre clubes teñida
de animadversión, fue percibido por algunos periodistas como una amenaza,
una temida tendencia que podía formar tradición31. En la experiencia
de la lucha competitiva se fueron formando una serie de conductas y códigos
comunes entre quienes participaron de este universo competitivo. Emergieron
modos y estilos propios de la competencia trocada en enemistad. Para ello
requirieron ciertas estrategias, como mostrar caras largas y preocupadas frente
al adversario. Debieron ver al competidor como un cuasi-enemigo. Competidor,
rival y enemigo se fueron homologando.
Con estas formas y contenidos se fue definiendo la participación de
estos jóvenes en el nuevo espacio social generado en la práctica
competitiva. Esta experiencia quedó añadida al universo simbólico
del fútbol inaugurado hacia principios de siglo. Pero el deporte moderno
llegó al país adherido al sistema de valores del fair play,
heredado de sus creadores ingleses. El fair play era identificado con el juego
caballeresco, con un compromiso ético individual aprendido durante
años de educación formal e institucional. Era una actitud interna
dirigida a controlar los actos y las emociones e incorporada a través
de una rígida vigilancia externa modeladora de la niñez y la
juventud; una actitud que dibujaba cuerpos y almas de los futuros dirigentes.
De procedencia inglesa, este tipo de diseño del curriculum educativo
tenía también entre nosotros algunos entusiastas:
"Los ejercicios físicos son un amplio campo de estudios de
los caracteres y de experimentación para el educador y la sociedad;
allí se revela el niño con todos sus defectos y virtudes, sin
reatos ni hipocresías que equivoquen su dirección educativa;
ellos preparan la euritmia plástica para las agitaciones de la vida,
y son fuentes de buenas costumbres y de patriotismo austero".32
El deporte moderno nació - en buena medida - como un intento por construir
mecanismos eficaces para la reproducción de la dirigencia de la burguesía
inglesa, a través de sus colegios que se dedicaron a entrenar a los
futuros dirigentes en la escisión del mundo afectivo y del universo
de las decisiones, buscando que el primero no contaminase al segundo33. La
educación anglosajona generó una pedagogía inmersa en
la competencia y asimiló dentro de la institución escolar muchos
de los valores presentes fuera de ella.
En nuestro país los educadores ingleses moldearon estos proyectos educativos
en los colegios de la colonia británica. Por ejemplo, el principal
promotor de la organización de la competencia futbolística en
la Argentina fue Alejandro Watson Hutton; también director de la escuela
inglesa más importante de Buenos Aires, la English High School (EHS).
Este maestro, comentaba algunas normas que imponía a sus alumnos:
"En una escuela selecta.... Las faltas de carácter y conducta
(...) traen como consecuencia la inmediata expulsión. Merece la atención
especial la formación del carácter de los alumnos y cada uno
de ellos individualmente es merecedor de la fiscalización del Rector.
(No pretendemos) formar sabios, sino hombres capaces, con nociones precisas
de la caballerosidad y de la hidalguía, "gentlemen" es una
palabra. Ese es el espíritu del EHS".34
El director de la escuela más tarde propulsor de la liga oficial y
del famoso Alumni se vanagloriaba de la férrea disciplina reinante,
tanto en el aprendizaje en general como en la práctica deportiva, en
especial en lo atinente a la incorporación de la moral del sportman
por parte de sus alumnos-players. Según los relatos que han sobrevivido,
Watson Hutton solía cumplir el papel de referee y además
aplicaba las penas correspondientes a los infractores. Cuando sus alumnos
jugaban contra estudiantes de otro colegio y uno de los suyos cometía
un foul fuerte lo expulsaba, luego lo sancionaba y no podía jugar durante
un mes, obligándolo a ver los partidos sentado sólo, al margen
del equipo35.
El fútbol, junto con el resto de los deportes modernos, nació
adherido a una impronta particular: el fair play36. Así fue incorporado
en Buenos Aires, por los jóvenes players ingleses - alumnos o ex alumnos
de los colegios ingleses -participantes de la liga oficial hacia principios
de siglo-.
Desde fines del siglo XIX, la iniciativa de los educadores ingleses de introducir
la práctica de los "juegos ingleses" fue seguida
con atención por autoridades escolares argentinas. Sin embargo, en
el país la situación se presentó contradictoria, no sólo
en los modelos curriculares sino también en la práctica. Durante
las últimas dos décadas del siglo pasado compitieron tres propuestas
y tipos de prácticas vinculadas a la actividad física escolar.
Ellas fueron, en primer termino, la militarista - asociada a la formación
del ciudadano para la defensa de la patria con el consiguiente peso en la
disciplina y las formaciones grupales rígidas. En segundo lugar, apareció
la educación competitiva inglesa sustentada en el aporte de los juegos
ingleses; y por último la actividad física no competitiva, a
la manera de las escuelas nacionales suecas, francesas y alemanas, basadas
en los dictados de la pedagogía, la fisiología y el higienismo.
Fruto de debates en el seno de la institución escolar triunfó
la última de estas líneas encabezada por el Profesor Enrique
Romero Brest quien diseño el curriculum de la educación física
dominante durante decenios37. Su intención explícita fue la
de evitar el contacto del ámbito escolar con la competencia, dado que
esta era vista como puerta de entrada a conductas y valores corruptos expresados
en la calle por el fútbol. Este, a los ojos de estos educadores, quedó
unido a la forma y el contenido que había adquirido su práctica
entre los jóvenes porteños38. Así, las pasiones de la
competencia quedaron fuera del marco institucional, formal, de la escuela.
Según la óptica de estos educadores, el fútbol fue relacionado
con las peores deformaciones de los deportes competitivos. Los diseñadores
de los programas docentes de la escolaridad primaria y secundaria deseaban
que la escuela no se contaminara con las prácticas y valores callejeros.
En realidad, los mismos jóvenes que ocupaban parte del día en
sus tareas escolares, dedicaban otros momentos a "jugar a la pelota"39.
La calle fue naturalmente el espacio ganado por el fútbol.
Conviene señalar que la competencia implicó la existencia de
reglas y de un marco jurídico que pusiera límites aceptados
por todos los participantes. El fair play significó la vigencia de
esas reglas, pero con el aditamento de determinados valores morales internalizados
y encarnados en determinadas conductas deportivas. El fair play supone la
existencia de la competencia, pero ésta no implica necesariamente la
presencia del fair play.
Como se puede observar hasta aquí, en el fútbol practicado por
los jóvenes en las ligas independientes la rivalidad exacerbada , el
antagonismo y la enemistad ocuparon un lugar destacado mientras que el juego
caballeresco, tal como lo diseñó el modelo del deportivismo
inglés actuó detrás de la escena, como un telón
de referencia40. En la práctica deportiva de los sportmen y que hacia
principios de siglo pudo verse en el incipiente espectáculo futbolístico
en fair play funcionó como modelo ético internalizado por los
jugadores, sin embargo esa práctica competitiva no siempre funcionó
de acuerdo a sus preceptos. Es decir, sucedieron en la liga oficial muchos
casos de violación de las normas del fair play. Pero su transgresión
puso en cuestión la misma posibilidad del juego, es decir el fair play
era asimilado al juego mismo. Más tarde, con la difusión de
la práctica hubo un desplazamiento del eje valorativo desde el juego
hacia el triunfo, y uno de los objetivos del presente trabajo es hacer notar
la emergencia de esa transición. Es sintomática el comentario
de un comentarista defensor del fair play:
"La Cultura Sportiva. No tenemos sports. Rencores y no rivalidades:
(...) [No hay] sentimientos caballerescos (ni) cultura social. La rivalidad
sportiva es un estímulo. [Pero la rivalidad que se encuentra aquí]
no es una rivalidad en el sentido que consiga elevarnos sino que simple y
puramente es (...) perniciosa y denigrante para el individuo que la posee.
Una rivalidad que tiene animosidad al adversario. No es ya la satisfacción
de haber vencido en buena ley. Aquí ambicionamos el triunfo (...) para
podernos considerar más que nuestros adversarios y poder decirles más
adelante "yo valgo más que tú". Aquí se ambiciona
la victoria como un medio de reclame para conquistar renombre, título
por el cual muchas veces se desciende hasta el fraude y los malos ardides.
No tenemos cultura sportiva (...) nos hallamos en un plano inferior por eso.
En el football - que hemos dado en llamar nuestro juego nacional en atención
a la cantidad de gente que lo practica - suceden casos de falta de educación,
casos que repugnan el presenciarlos".41
Quien firmaba el editorial era J. Watson, director de la sección deportiva
de "La Argentina" desde fines de 1907. Estaba escandalizado por
el tomo que había adquirido la competencia entre los nuevos practicantes
del juego en Buenos Aires. Su presencia significó un cambio en la línea
seguida hasta entonces por la sección deportiva, con el consiguiente
abandono del papel que hasta entonces había cumplido el diario en la
construcción del espacio del fútbol aficionado. Desde entonces "La Argentina" se diferenció poco del resto de la
prensa porteña que sólo seguía la vida de la liga oficial
de fútbol.
Los valores del fair play y las prácticas emergentes, que en el origen
del deporte en el país se asociaron a la colonia inglesa y la elite
criolla, fueron con el tiempo enarbolados o encarnados por otros grupos o
instituciones. El fair play nació adherido al elitismo de los primeros
años de la liga oficial que mantuvo un número selecto de clubes
en la primera división. Sin embargo, los ingleses fueron abandonando
la dirección de los destinos del fútbol (hacia mediados de la
primera década) y la práctica pública del fútbol,
lo que sucedió en 1916 cuando el Belgrano Athletic Club descendió
y se desafilió de la liga. Estos clubes que en su origen fueron creados
por ingleses y los selectos clubes de elite criolla que mantuvieron inalterable
su práctica societaria elitista, fueron renunciando a la participación
en la liga mayor. El abandono de la práctica del fútbol por
la colonia inglesa y por la elite se puede asociar a un intento descontaminante,
a un rechazo a participar en un mundo que aparecía descontrolado y
vulgarizado. De ahí en más, no fue una parte de los actores-futbolistas
quienes velaron por el cumplimiento del fair play; ya no hubo jugadores que
lo sintieron como propio. Sus valores fueron sostenidos exclusivamente desde
fuera de la cancha, a través de controles aplicados por la organización
del fútbol oficial. Si en 1916 no quedó en la liga oficial ningún
club de origen inglés o cercano a la elite dirigente, algunos de sus
personajes continuaron durante mucho tiempo asociados a la dirección
de la Asociación42. Estos, juntos con el periodismo de la gran prensa
porteña cumplieron el papel de controlar la práctica del deporte
de quienes no fueron educados bajo las normas del fair play.
Hacia fines del siglo XIX el espacio generado por los players y sportmen ingleses
fue un modelo imitado por los jugadores aficionados. A través de la
observación de esa práctica y de ese estilo de competencia,
los jóvenes de los sectores populares gustaron del fútbol e
intentaron aprender sus reglas y copiar a quienes comenzaban a transformarse
en sus ídolos deportivos. Sin embargo, estos noveles jugadores, en
el proceso de adopción de la práctica de los deportes modernos,
fueron adecuando, modificando, algunos de los valores impregnados a estos
juegos desde sus orígenes. Si para el sportman la competencia y el
fair play estaban estrechamente unidos, ante nuestros jóvenes futbolistas
el juego apareció, en muchas oportunidades, carente de sentido cuando
el objetivo - el triunfo y no la competencia - resultaba imposible. Se pueden
observar muchos casos de equipos que se retiran antes de terminar el match
por que estaban perdiendo y viéndose imposibilitados de revertir la
situación optaron por abandonar la lucha; esta hubiera sido una solución
repugnante para un sportman. En la práctica competitiva de los sectores
populares se advierte la modificación de esa actitud. Emerge un conjunto
amplio de prácticas y valores que remiten a un arco que iba desde el
propio fair play hasta la búsqueda del triunfo sin interesarse siquiera
por haber jugado. Además, existió un esfuerzo por aparecer ante
el "mercado de clubes" como un eterno ganador. Una forma
de hacerlo era publicar campañas "fabricadas"43.
Cabe subrayar que hubo un modelo: el del deporte inglés, transferido
luego al incipiente espectáculo futbolístico. Los jóvenes
admiraban al Alumni, a los gentlemen44. Pero en la realidad construida desde
la práctica competitiva cotidiana, apareció una constante puja
entre la pretensión del juego limpio y la explosión de rivalidad
con ánimos caldeados y cierta dosis de violencia. Este tipo de competencia
y rivalidad nacida dentro de la cancha se trasladó al mundo extradeportivo.
A diferencia de la propuesta ascética comenzó a vivirse el fútbol
(la competencia) las veinticuatro horas del día. Mientras los noveles
footballers tiñeron de rivalidad-enemistad sus vidas, los impulsores
del fair play promovieron el hábito del "tercer tiempo",
momento de confraternización con el ocasional competidor una vez terminado
el juego45. En la práctica competitiva de los sectores populares era
difícil imaginar una relación amistosa con los adversarios fuera
de la cancha al finalizar el partido; o por lo menos, esto se presentaba como
un problema. Si se observa con cierto detenimiento, entre los valores más
prestigiados para aquéllos jóvenes footballers apareció
el honor. Sin embargo, también para el sportman el honor tuvo un lugar
destacado. Sucede que hubo un desplazamiento entre lo considerado como honor
por el fair play y lo considerado como honor para los jóvenes footballers.
Por un lado se encuentra el honor asociado al cumplimiento de las normas éticas
acopladas a la conducta deportiva, mientras que por el otro, el honor es vinculado
al triunfo, o como contracara, a la vergüenza y a la humillación
de ser visto como derrotado. En un costado aparece adherido al deportivismo
y, en el otro, a la victoria.
Recapitulando, los jóvenes futbolistas fueron tomando distancia del
sistema ideológico y ético procedente del deporte inglés
pues éste no pareció ajustarse a sus necesidades. Ese modelo
se constituyó en referente distante y, sin sustituirlo totalmente,
fueron dando a luz unas prácticas y unos valores en muchos aspectos
conflictivos con aquél. Si se toma cierta distancia del fenómeno
puede advertirse en los inicios del siglo XX una sociedad inmersa en tensiones,
choques de identidades y aspiraciones, por ejemplo originadas en el Estado,
en el universo inmigrante, la cultura de lucha sindical y política,
y en el naciente apego al mundo local. Se percibe la búsqueda de un
lugar firme en esa sociedad móvil. La reiterada imagen de una sociedad
poseedora de una fuerte movilidad vertical y horizontal, puede retocarse tiñéndola
de agria competencia, rudezas y violencia. Si para hacerse de una geografía
propia se fundaron clubes, el movimiento generador de nuevos lazos identitarios
fue posible chocando con pares que actuaron de manera similar, a través
del medio provisto por la competencia futbolística. La calle proveyó
las lecciones de una lucha muchas veces implacable, de los códigos
del honor, de las formas de conducirse en grupos, de las poses varoniles.
Tal vez puede sugerirse que en las canchas se expresó este mundo, intransitable
con las ataduras del fair play. El posible que la adopción del fútbol
coincidirá con la necesidad de estos jóvenes por participar,
por hacer notar sus propias necesidades y ansiedades. El inicio del proceso
de popularización de la práctica del fútbol emergió
dotado de un fuerte compromiso emocional; siendo el mismo universo afectivo,
a su vez, reconfigurado en la competencia. Una buena porción de los
hábitos símbolos y valores que los sectores populares hicieron
propios, fueron amasados por ellos a partir de referentes aportados por sistemas
ideológicos o por prácticas elaboradas y difundidas por otros
sectores sociales. Al usarlos, en un proceso de apropiación, los fueron
redefiniendo, moldeándolos en una operación creativa cuyo resultado
aparece con frecuencia muy distante del modelo primitivo46. El fútbol,
que en su origen intentaba ser método de disciplinamiento juvenil,
fue recreado por la acción de los jóvenes en la calle, escenario
que prestigiaba la búsqueda de la ventaja extracompetitiva, la picardía
y cierta dosis de "fanfarronería" portadora de seguridad.
Esta serie de elementos parecen haber sido armas de uso recurrente en la vida
juvenil-masculina-porteña. El rastreo de sus procedencias exceden los
límites del presente trabajo y forman un campo abierto para desarrollar
en futuras investigaciones. Sin embargo se puede señalar que estos
valores y experiencias quedaron adheridas a nuevas formas de sociabilidad
donde la calle (la cuadra, la esquina), el club, y un poco más tarde
el café, fueron formando un conjunto unitario de elementos. Se inauguraron
estos espacios urbanos de reunión al margen de la presencia femenina
y formados simultáneamente con la transformación de la ciudad,
donde se fue rompiendo la primitiva unidad espacial entre el lugar de trabajo
y el de residencia, proceso incentivado por la expansión de la red
tranviaria.
Por su parte, el fútbol practicado en los vecindarios porteños
fue quedando adherido a sus conexiones con el mundo de las pasiones. Con la
práctica futbolística se presentaron una serie de hábitos
y sentimientos que fueron transmitidos generacionalmente. Sin embargo, los
jóvenes que se han visto actuar hasta aquí no fueron - en su
inmensa mayoría - iniciados por sus padres en la práctica del
deporte, mientras que ellos originaron una tradición al transmitir
a sus hijos la práctica y los valores adheridos al fútbol.
En medio de un climax teñido de búsquedas de lugares propios,
grupales o individuales, la rivalidad-enemistad contagió las prácticas
de los roles masculinos y sus valores asociados como la guapeza y una honorabilidad
vinculada al éxito. Por otro lado, el asociacionismo significó
participación entre iguales bajo un objetivo común. Sin embargo,
junto a las prácticas competitivas y valores descriptos arriba, fue
también vehículo de protagonismo individual, y otra de las vías
de acceso hacia la adquisición de prestigio social en el marco de una
sociedad que fue cambiando vertiginosamente.
Los jóvenes de los sectores populares adoptaron la práctica
del fútbol organizándose en asociaciones para competir contra
otros socios-jugadores también agrupados en torno a clubes-equipos.
El principal eje convocante fue la defensa de un pequeño mundo, en
su mayor parte relacionado con el espacio físico urbano de residencia.
Se trataba de "defender" y de representar a ese universo
de pertenencia contra el resto de los competidores. Esta experiencia apareció
asociada junto a nuevas prácticas y valores, en buena medida distanciados
del fair play con los que había venido unido el deporte desde su origen.
El fútbol fue en espacio de creación de rivalidades-enemistades
dotadas de un clima tenso y a veces violento. Fue una práctica apropiada
por los sectores populares y simultáneamente resignificada, extirpándole
algunos elementos, recreando otros e inventando unos nuevos. El fútbol
- a partir de este proceso- quedó de manera decisiva incluido dentro
del conjunto de hábitos y ámbitos de vida de los sectores populares.
Fue vivido intensamente, ocupando una importante franja de su mundo cultural.
Notas:
1. Los sectores populares, a
partir de su anclaje en la realidad económico-social, comprendían
un conjunto amplio de grupos integrados por trabajadores de todas las ramas
de la actividad económica urbana, empleados de comercios y estatales,
hasta pequeños comerciantes y profesionales.
2. Llamo "liga oficial" a la institución creada por el educador
Alejandro Watson Hutton en 1893 y que organizó desde entonces los campeonatos
de la primera división del fútbol nacional. La liga tuvo una
vida turbulenta y fue conocida a lo largo del tiempo bajo distintos nombres:
"Argentine Association Football League" en 1893, "Argentine
Football Association" en 1903, "Asociación Argentina de Football"
en 1907, momento en el que se adopta el castellano tanto para las comunicaciones
escritas como para sus reuniones internas.
3. J. Scobie, 1977: Buenos Aires, del centro a los barrios 1870-1910 Hachette,
Bs. As.; O. Yugnovsky, 1974: Política de vivienda en la ciudad de Buenos
Aires (1880-1914) en Desarrollo Económico, Julio; D. Armus, 1990: Conventillos,
ranchos y casas propias en el mundo urbano del novecientos en Mundo urbano
y cultura popular, Ed. Sudamericana, Bs. As. El tema de las condiciones de
vida fue tratado en L. Gutiérrez, 1981: Condiciones de vida material
de los sectores populares en Buenos Aires 1880-1914 en Revista de Indias,
vol. XLI, ene-feb.; L. Gutiérrez, y J. Suriano 1984: Vivienda política
y condiciones de vida de los sectores populares, Bs. As. 1880-1930, I Jornadas
de Historia de la Ciudad de Bs. As., MCBA. Para un panorama de las distintas
tradiciones con las que vinculan a los sectores populares porteños,
L. A. Romero y L. Gutiérrez 1985: La cultura de los sectores populares
porteños (1920-1930) en Revista Espacios Nº2, Facultad de Filosofía
y Letras UBA, julio/agosto Bs. As.
4. Los trabajos más representativos de la historia tradicional del
fútbol argentino son: E. Escobar Bavio, 1923: Historia del fútbol
en el Río de la Plata. Sports, Bs. As.; E. Olivera, 1932: Orígenes
de los deportes británicos en el Río de la Plata, Bs. As.; Historia
de los cinco grandes del fútbol argentino s/f, Ed. Castroman Hnos.,
Bs. As.; R. Lorenzo (Borocotó) et allí, 1956: Historia del fútbol
argentino Ed. Eiffel, Bs. As. En los años setenta y ochenta, basados
en los ya nombrados, aparecieron: J. Puente, 1971: El fútbol Vida y
milagros de nuestro pueblo, Nº41, CEAL, Bs. As.; J. J. Sebreli, 1980:
Fútbol y masas Ed. Galerna, Bs. As.; H. De Marinis, 1982: La pasión
futbolística en cuadernos de historia popular argentina Nº1, CEAL,
Bs. As. Finalmente el trabajo estadístico más completo acerca
de la época amateur, J. I Wanzuk, 1993: Historia del fútbol
amateur argentino Bs. As.
5. "La Argentina" se editó por primera vez en Buenos Aires
hacia fines de 1902, mientras que su sección deportiva data de 1903.
Apareció los martes y viernes por la tarde hasta 1907 y desde esa fecha
fue editada todos los días. La política editorial del periódico
intentó producir un acercamiento con el público lector. Con
este propósito, incentivó un ida y vuelta de información,
como la publicación de avisos laborales y un fluido contacto epistolar.
Gran parte de los nuevos "footballers", para armar su programa de
partidos, usaban al periódico. Avisaban al diario para desafiar a otros
competidores, de quienes esperaban respuesta o leían la sección
deportiva para enterarse contra quienes debían jugar, cuando una liga
independiente anunciaba su programa de partidos. Toda esta serie de características
transforman a la sección deportiva del diario en cuestión, en
una fuente de gran valor para los fines de la investigación. Sólo
"La Argentina", y unos años más tarde "La Mañana",
dedicaron espacio al fútbol aficionado. La gran prensa porteña
sólo percibió a los sectores populares -en el marco del fenómeno
del fútbol- en su papel de público del incipiente espectáculo,
tema que no abordaré en este trabajo. A su vez, los periódicos
socialistas y anarquistas de principios de siglo tampoco incluyeron noticias
al respecto; por el contrario, se opusieron a la práctica activa del
fútbol, al percibirlo como un elemento portador de nocivas influencias.
6. Los trabajos de la historiografía profesional han tendido a complejizar
esta perspectiva. El presente estudio se enmarca dentro de esta orientación
e intenta dotar a esa imagen de mayor vida. Cabe destacar que en este esquema
bipolar queda poco lugar para imaginar la existencia de jóvenes movilizados
por el fútbol, en el marco de los esfuerzos por ascender socialmente
y/o de luchar contra el sistema socio-político imperante.
7. La temática referida al desarrollo de la ciudad, al uso y a las
nociones que de ella se fueron formando los jóvenes aficionados, no
se tratará en este trabajo. A pesar de lo cual, vale mencionar que
la formación del mundo de la competencia deportiva ayudó también
a ampliar el conocimiento y el uso del espacio urbano. Las ligas independientes
incluyeron clubes asentados en zonas distantes entre sí. Los equipos
que participaban en estos torneos debían recorrer la nueva trama que
iba adquiriendo la ciudad. El movimiento urbanizador fue abarcando vecindarios
cada vez más alejados del centro, merced a la expansión de la
red tranviaria y a la subdivisión y lotes de terrenos. Quienes vivían
en el centro de la ciudad necesitaban movilizarse hacia los bordes urbanos
para encontrar un lugar apto para jugar, mientras que los residentes de los
nuevos vecindarios gozaron de la comodidad de vivir cerca de sus respectivas
canchas. Para los fines de la presente exposición vale tener en cuenta
que jóvenes de todas las áreas urbanizadas participaron de este
nuevo mundo competitivo.
8. Respecto del uso del tiempo libre: O. Troncoso, 1971: Buenos Aires se divierte,
Historia popular, Nº36, CEAL, Bs. As., y 1983: Las formas del ocio en
Historia de cuatro siglos, T II, Abril, Bs. As. Sobre el criollismo, el circo
criollo y el teatro popular ver: A. Prieto, 1988 El discurso criollista en
la formación de la Argentina moderna, Ed. Sudamericana. Bs. As.; Seibel,
1982: Los cómicos ambulantes, CEAL, Bs. As.
9. A todo lo que se le suma, en muchos casos, la imposibilidad del ingreso
femenino. Podría arriesgarse una tipología de clubes existentes
hacia principios de siglo XX en Buenos Aires según el origen de sus
fundadores y sin tener en cuenta el curso de su evolución posterior.
Así estarían los clubes que agruparon a alumnos y ex alumnos
de escuelas inglesas (como el Buenos Aires High School, luego Alumni), los
más o menos exclusivos creados por la élite criolla (como Gimnasia
y Esgrima de Buenos Aires) o por empresas (Ferrocarril Oeste); luego aparecerían
los generados por empleados de casas comerciales y los fundados por jóvenes
de los vecindarios porteños. Este trabajo se ocupa básicamente
de estos últimos dos casos.
10. En 1898, el Ministro de Justicia y Instrucción Pública,
Dr. Luis Belaustegui, dicta un decreto por el cual se torna obligatoria la
enseñanza de los ejercicios físicos en los Colegios Nacionales.
Un artículo del decreto disponía que en cada establecimiento
"...se organizara un club compuesto por alumnos, ex-alumnos..."
11. La Argentina, 25 de octubre de 1907, p. 22.
12. En un principio los clubes tuvieron acceso a terrenos cedidos por particulares
o a espacios públicos baldíos. Con el tiempo, los propietarios
fueron expulsando a los jóvenes de las tierras privadas ahora valorizadas
por la especulación inmobiliaria abierta por el proceso de loteos de
terrenos de la frontera urbanizada de la ciudad en la primera década
del siglo XX. También fueron echados de los baldíos públicos
requeridos para la apertura de calles. En suma, vivieron una situación
precaria que motivó el incesante peregrinaje en busca de un predio
que hiciera las veces de cancha.
13. Los fundadores del Club Atlético Independiente fueron empleados
de un comercio ubicado en las cercanías de la Plaza de Mayo. A su vez,
los del Racing Club fueron empleados ferroviarios.
14. Esta serie de indicaciones aparecieron por ejemplo en un largo editorial
bajo el título de "Consejos. La organización de los clubs"
en La Argentina, 28 de septiembre de 1907, p. 11.
15. En los avisos publicados en "La Argentina" puede verse claramente
esta unidad socio-jugador: "El club Juárez Celman acepta socios
para sus III y IV teams, inscribirse a Jujuy 341 a nombre de Juan Padula,
la cuota es de 0,30$ mensuales". (4 de Mayo de 1907, p. 11) "El
Club FC. Honor y Libertad hace saber a todos los aficionados al viril juego
del football, que se reciben adhesiones para ingresar como socios de este
club, se prefieren que sean buenos jugadores. Se necesitan buenos jugadores
para completar el II team, un goal keeper, tres half backs y dos forwards"
(7 de mayo de 1907, p. 18).
16. El club Trovador Argentino informe que los componentes del team que milita
en la Liga Pellissier deben reunirse en determinado lugar a la hora indicada
para ir a la cancha del contrario. "Nota: todo aquel socio que faltase
se le eliminará del team quedando suplente" (La Argentina, 6 de
setiembre de 1907, página 11)
17. Por ejemplo: "Asociación Porteña de Football. Partidos
Suspendidos. Por solicitud de varios afiliados para poder presenciar la final
de la Copa Competencia de la Liga Oficial, entre Alumni y Peñarol de
Montevideo" (La Argentina, 29 de Septiembre de 1907, p. 15)
18. El Club Buenos Aires organiza el trofeo de fútbol llamado "Copa
Buenos Aires". La institución resuelve: "El team del club
Buenos Aires debido a las muchas preocupaciones de la Comisión Directiva
con el fin de terminar en buena forma sus trabajos finales, no jugará
los matches restantes que le corresponden" (La Argentina, 28 de septiembre
de 1907, p. 11)
19. Por ejemplo: "La CD del Defensores de Belgrano FBC. Comunica a las
Ligas Siglo XX y Villa Crespo que le es imposible afiliarse a las mismas por
no estar de acuerdo con los reglamentos, comunica a la Liga Albion que no
pueden afiliarse a ella por que el team que iba a anotar era el de menores.
La CD (...) solicita reglamentos de las Ligas Nacionales Central y General
Pringles, remitirlos a la brevedad a Monroe 2099 (Belgrano)" (La Argentina,
1 de Septiembre de 1907, p.14)
20. La Argentina, 15 de septiembre de 1903, p. 28.
21. Durante la primera mitad de 1907 aparecieron avisos en las página
de "La Argentina" de las siguientes ligas independientes, en cada
una de las cuales competían no menos de quince equipos equipos: Liga
Central, Sarmiento, Buenos Aires, Barracas, Pellissier, Nacional Central,
Liberal, Quo Vadis, Estímulo al Estudio, Estudiantes, Porteña
y Trinchieri. Junto a éstas se disputaron torneos menores como las
Copas Bahía Blanca, Juárez Celman, Vuelta Abajo, Eureka, Juniors,
Almirante Togo, Argentinos Juniors, Washington Juniors, en las cuales participaban
una cantidad muy variable de equipos, que podían ir desde los seis
hasta los veinte.
22. Debido a los reiterados incidentes, a veces las ligas independientes debieron
modificar la condición de local de un club. Por ejemplo, para evitar
problemas, se decidió que se juegue en terreno neutral, "esta
resolución la ha tomado la CD debido a la gran rivalidad. Jugar en
Talleres es completamente imposible" (La Argentina, 25 de octubre de
1907, p.13). Otros ejemplos curiosos se sucedieron cuando en un partido en
el que el local era vencido, sus partidarios "comenzaron a encender fuego
tras del arco", además de robar la copa en juego (La Argentina,
6 de diciembre de 1906 p.23); o cuando un partido tuvo que terminar antes
de tiempo debido a que "el público que presenciaba el partido
tomó a trompis sin causa al referee" y a algunos jugadores visitantes.
(La Argentina, 17 de mayo de 1906, p.22).
23. Los clubes solían tener más de un equipo y los desafíos
estaban dirigidos a alguno de esos equipos. Por ejemplo, en los desafíos
entablados a través de "La Argentina" el III equipo de un
determinado club desafiaba al III equipo de otro club. A menudo ocurrían
sorpresas como la siguiente: "Correspondencia: Nos escribe el club Relámpago:
Habiendo desafiado al club Villa Klein al IV team del club Relámpago,
este aceptó el desafío, pero para el V team, en la creencia
de que aquellos eran menores de 15 años como lo eran los nuestros,
pero fue todo lo contrario, porque eran hombres de 18 a 20 años. Era
una vergüenza ver jugadores de 13 o 14 años contra hombres; estos
los empujaban con las manos y los lastimaron" (La Argentina, 28 de Septiembre
de 1907, p. 11)
24. La Argentina, 7 de abril de 1905, página 12. Otro caso - y este
sí es excepcional - un club repite que se declara ganador porque su
adversario había escrito su lista de jugadores en lápiz y no
con tinta. (La Argentina, 27 de octubre de 1903, p. 26)
25. La Argentina 14 de mayo de 1906, p. 22.
26. La Argentina 26 de Julio de 1906, p. 19.
27. En este caso, en el intento de frenar tales desbordes la redacción
del diario respondía a una solicitud de publicación de un aviso
en el cual un representante de un club desafiaba a otro: "Señor
Anacleto Subí: No conocemos al Club Trueno Primitivo. Ud. hace muchos
desafíos pero parece que nunca se los aceptan" (La Argentina,
7 de agosto de 1906, p. 20) En otras palabras, "La Argentina" acusaba
al aficionado A. Subí de retar a clubes inventados por sus alardes
de superioridad.
28. El término "sportivismo" es sinónimo de fair play.
Con el deporte inglés, el fair play y la rivalidad deben entenderse
integrando un sólo haz de fenómenos. Para los sportman la rivalidad
debe ser entendida como un circunstancial enfrentamiento entre amigos, que
pude generar tradición competitiva entre rivales. Esta puja fue vista
como condimento muchas veces necesario para elevar el choque deportivo, la
distancia entre los adversarios debía deshacerse sin mediar orden alguna.
Para el esquema de valores del fair play la rivalidad fue aceptada, mientras
que la enemistad fue desaprobada como ajena a la esencia del deporte.
29. La Argentina, 7 de agosto de 1903, p. 20.
30. La Argentina, 25 de septiembre de 1906, p. 19.
31. "Hemos recibido una nota de (la Liga) La Unión Argentina en
la que nos notifica las causas por las que han sido descalificados los clubs
Africanos del Oeste y Chacarita Juniors. Queda terminado el asunto y esperamos
que las relaciones entre los clubs sean un poco más caballerescas,
pues los continuos incidentes que se producen desdicen mucho de lo que deben
ser cultura y educación" (La Argentina, 12 de diciembre de 1907,
p. 13).
32. El Monitor de la Educación Común, mayo 1909, p. 304.
33. Los juegos populares, tradicionales, rituales y festivos fueron transformados
en los colegios de la burguesía inglesa, creando a partir de ellos
los deportes modernos. Estos tuvieron formas y contenidos francamente distintos
a los anteriores. Véase P. Bourdieu 1984: ¿Cómo se puede
ser deportista?, en Sociología y Cultura, Grijalbo; E. Dunning, 1993:
Reflexiones sociológicas sobre el deporte, la violencia y la civilización
en Materiales de Sociología del deporte, Ed. La Piqueta, Madrid.
34. Entrevista a Alejandro Watson Hutton, realizada en 1899, citada en Escobar
Bavio, 1953, Alumni: Escuela de campeones y escuela de hidalguía, Buenos
Aires, p. 35.
35. E. Escobar Bavio, Op. cit., pp. 81 y 99.
36. Vale recordar que la bibliografía tradicional acerca de la historia
del fútbol argentino menciona los partidos jugados por marineros ingleses
en los puertos del país entre tripulantes o entre éstos y criollos.
Esta vertiente inorgánica no generó modelos ni instituciones.
37. Sobre este tema se puede ver: A. Aisenstein, 1994: El contenido de la
Educación Física escolar y la formación del ciudadano.
1880-1930. Mimeo. L. Bertoni, 1995: ¿Debe la escuela formar soldados?
Ejercicios militares o gimnasia integral en la formación de la nacionalidad
argentina a fines del siglo XIX. Ponencia Jornadas Interdepartamentales de
Historia, Montevideo.
38. La Institución escolar fue y es un espacio en el cual se manifiestan
distintos elementos sociales muchas veces en conflicto. Así puede llegar
a entenderse como, si por un lado y tal como se vio, existió una normativa
que apuntaba a excluir los elementos competitivos, por otro, hubo prácticas
se dirigieron en otra dirección (por ejemplo los cuadros de honor,
los torneos intercolegiales). En realidad, el fútbol apareció
excepcionalmente en algunas competencias intercolegiales. De hecho el fútbol,
desde la fundación de los institutos de educación física,
fue dejado de lado del curriculum. Si apareció en los patios escolares
fue por la potencia con que los estudiantes presionaron por practicarlo. Sobre
el tema se puede ver A. Aisenstein op. cit. Además, agradezco los aportes
de la Profesora L. A. Bertoni.
39. En 1898, Romero Brest opinaba que el deporte inglés podía
ser medio eficiente para la educación física. Pero en 1905/6,
cuando él formula el programa nacional, los descarta por considerarlos
vehículos de corrupción moral y de violencia corporal. Al respecto
se puede ver A. Aiseinstein, op. cit. y E. Escobar Bavio, op. cit.
40. En la serie de polémicas aparecidas en la correspondencia, se pueden
detectar muchas referencias al fair play y al exitismo, aunque en ellas sólo
se está dispuesto a adoptar la lógica del fair play como un
recurso argumental, para legitimar una práctica que en realidad poco
había tenido de "juego limpio".
41. La Argentina, 9 de febrero de 1908, P. 15.
42. Sobre la historia de la liga oficial: A. Scher y H. Palomino, 1988 Fútbol
pasión de multitudes y de elites. CISEA. Bs. As.
43. Por ejemplo: "El Club La Prensa desmiente a al Liga Liberal sobre
lo que publica en La Argentina fecha 15 del corriente, donde se dice que el
Club La Prensa jugó 7 partidos y perdió 2, cuando jugó
7 partidos y ganó 7, con goals a favor 64, goals en contra 0"
(La Argentina, 22 de mayo de 1906, P. 22).
44. Alumni, formado por ex alumnos del English High School de A. W. Hutton,
fue campeón de la liga oficial entre 1901 y 1911. Varios son los medios
para contrastar la idea de que el Alumni y los equipos de la liga oficial
fueron ejemplo para los aficionados. En principio, - como se mencionó
arriba - cuando habían grandes enfrentamientos locales o internacionales,
las ligas independientes suspendían sus partidos ante el requerimiento
de los jugadores quienes deseaban asistir a esos acontecimientos. Por otro
lado, en varias oportunidades aparecen en "La Argentina" referencias
a la asistencia de los jugadores de los clubes-equipos aficionados que habían
ido a presenciar partidos de la liga oficial. Otra forma de testearlo es la
frecuente adopción de nombres de clubes ingleses al fundar el club-equipo.
Y por último, el aporte de Escobar Bavio, verificable también
en los medios periodísticos de la época, que sintetiza el clima
del momento en la siguiente frase: "en aquellos tiempos todos éramos
del Alumni".
45. Los sostenedores del fair play han repetido una anécdota ejemplarizadora
en la que se relata como Jorge Brown - capitán del Alumni y la Selección
Nacional - se cruzó con fuerza aunque virilmente en la cancha contra
un adversario que lo miró desafiante. Una vez terminado el partido
Brown abrazó e invitó a tomar el té junto a los otros
jugadores, cumpliendo un ritual establecido entre los sportmen. Esa ceremonia
ejecutada entre los competidores al terminar el partido fue llamada "tercer
tiempo". En la práctica competitiva de la liga oficial durante
la primera década del siglo XX hubo numerosos partidos en los que no
se respetó el fair play. Sin embargo nadie podría sostener que
el ideario del juego caballeresco no reinara entre los iniciadores del juego.
46. Respecto del concepto de "uso" para comenzar a definir a la
popularidad se puede ver A. Cirese 1978: Ensayos sobre las culturas subalternas,
Ed. Palumbo. Para acercarse a la conceptualización de la "cultura
de los sectores populares": R. Williams 1980: Marxismo y Literatura,
Ed. Península; L. A. Romero, 1991: Los sectores populares urbanos como
sujeto histórico, en Boletín de Historia Social Europea, Nº
3, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, La Plata; J.
Martín Barbero, 1987, De los medios a las mediaciones, Ed. G. Gil,
México.
Buenos Aires mayo 1998
2-
Las reglas del juego y la organización de la competencia deportiva
en Buenos Aires (1900-1915).
Julio Frydenberg (Arg.)
"Liga Barracas: ... se llevó a cabo la reunión general
de clubs afiliados a esta serie, en la clual se nombró la comisión
de protestas 1 , que seguirá en la presente temporada, la cual quedó
constituida en la siguiente forma: Presidente, Sol Recreativo; Vice, Albión
Argentino; Secretario, Lázaro Roca; pro, Dos Luceros; vocales, San
Martín de Quilmes, Talleres United, Cambrian AC, Leonardo Pereyra y
Atlético Argentino. Despues se pasó a dividir las secciones,
habiendo una moción para que se hicieran cuatro secciones y otra (para
que se formaran) dos, triunfando esta última por mayoría de
votos, quedando por lo tanto dos secciones, que son las siguientes ..." (La Argentina, 5 de septiembre de 1907, pg. 11)
La condición necesaria para la existencia de cualquier juego está
dada por la aceptación de las reglas que lo constituyen por parte del
universo de jugadores. Sólo si se cumple esta premisa es posible jugar
un juego. Sin embargo en el deporte competitivo existen otro tipo de normas.
Estas son las que establecen las condiciones que deben poseer los participantes
para poder acceder a la competencia y la normativa que establece el marco
organizativo necesario en los deportes modernos.
A partir del análisis del vínculo que establece cada sociedad
con las reglas del juego propiamente dicho puede posicionarse el observador
reflexivo para ver al fútbol como metáfora de la vida social.
Operando de ese modo puede decirse que exite una raíz democrática
en el juego que se vincula con un elemento central de su popularidad: la existencia
de unas reglas que valen para todos por igual, lo que se vincula a su vez
con nociones igualitaristas y de cierto valor de la justicia. Por ejemplo,
la competencia legitima las posiciones del ganador y dictamina quién
es el perdedor a través del desempeño deportivo.
A su vez ubica en un nuevo lugar a la individualidad, por ejemplo, destacando
los méritos de quienes hayan demostrado poseerlos en el desarrollo
de la competencia. 2
De la evolución del conocimiento, popularización y aceptación
de las reglas del juego propiamente dicho no nos ocuparemos aquí. Sólo
diremos que constituye un gran capítulo de la historia del deporte,
y para dimensionar su amplitud puede pensarse en el lugar que ha ocupado y
ocupa el fair play en el fútbol argentino.
En el desarrollo y difusión del deporte moderno, jugaron los dos tipos
de normas. Como se vió, en las primeras todos son iguales ante las
reglas, que a su vez son inmodificables en principio. Las segundas presentan
un ámbito de aplicación más restringido, no universal,
y además están ceñidas a la evolución de las instituciones
que las idean y aplican.
¿Pero que sucedió y que sucede con ese segundo tipo de reglas?
En Buenos Aires existió en las primeras décadas del siglo XX
una permanene disputa por la construcción de ámbitos organizativos
de la competencia futbolística, donde se pudieran objetivar las reglas
del juego propiamente dicho. Esto se puede ver desde los obstáculos
presentados a los aficionados para encontrar terrenos libres y aptos que pudieran
hacer las veces de canchas; así como los problemas vinculados con la
propia organización de los torneos, por ejemplo hallar los instrumentos
legales adecuados para que la fuerza de los equipos que se enfrentaban sea
lo más equilibrada y equitativa posible, también la administración
de justicia deportiva, tal como puede verse en la cita del diario que encabeza
este artículo.
Presentamos ahora un caso ilustrativo de los problemas y las soluciones que
se dieron a la necesaria existencia y posible violación del segundo
tipo de normas. El caso con el que ilustramos el tema es el de una de las
tantas polémicas que aparecieron en el diario La Argentina hacia principios
de siglo en la subsección correo de lectores de la sección deportiva
del periódico. Aquí sólo tomaremos un caso en el que
se discutió la formalización, el cumplimiento, la violación
y por último la intención de incidir por parte de los participantes
en la organización del certamen una vez que este ya había comenzado.
El entredicho se desarrolló durante todo el mes de julio de 1906 y
aparecíó en el diario bajo el siguiente título: Liga
Central de Football vs Club Mariano Moreno.
Las líneas generales de la disputa fueron las siguientes: La Comisión
de Protesta de la Liga acusa de abuso de confianza a los miembros del club
Mariano Moreno debido a la siguiente sucesión de hechos: según
la comisión este club hizo actuar a jugadores del team "B"
en el "C" sin previo aviso. 3 Para subsanar la falta se apersonaron
en la casa del presidente de la liga, Sr. Stange, y aprovechando un descuido
de éste los miembros del club -según la acusación de
los miembros de la liga- dejaron un sobre con una carta prefechada que incluía
el pedido que debía haberse hecho en término. Esto fue descubierto
en el momento, lo que dió lugar a una serie de debates que giraron
en torno a la medida disciplinaria que debía corresponderle al club,
la suspensión o la expulsión de la Liga.
El Mariano Moreno intentó una defensa. El Mariano Moreno acusa a la
liga con el trillado y no menos creible -por lo menos para el que lo usa-
argumento siguiente: los perjudican porque iban ganando la liga, son descalificados
por lo que ellos llaman una falta menor. Acusan a Stange de mentir y también
a su señora esposa, exigen poder defenderse. Y al ver que las razones
no alcanzaban, amenazaron con el uso de la fuerza física a los miembros
de la comisión de protesta.
La Liga ante la polémica por la descalificación cita a una Asamblea
de clubes y por 1 voto se decide descalificar al club (14 vs 13). Esta votación
pone en evidencia la concepción que los clubes tenían de la
falta cometida. Creo que la votación no es lo suficientemente contundente
por que están en juego dos elementos: por un lado la identificacion
con la víctima, en un doble sentido: es acusado quien está por
ganar el trofeo, y es cuestionado por un delito considerado por muchos como
menor, y que bien podría ser ejecutado por alguno de los jueces, pares
del acusado. El final de la polémica fue una Asamblea de la Liga en
la cual votaron los clubes miembros y en la que en ajustado resultado triunfo
la postura oficialista: el Mariano Moreno, terminó expulsado de la
Liga.
La descalificación parece un fusilamiento público. ¿Qué
significa la picardía en este caso? ¿Se está juzgando
el haberla cometido, y el rechazarla como tal? ¿Se trataba de erradicar
ese tipo de conductas? Parece cierto que quienes votaron en contra de la desafiliación
creyeron ver en la actitud del M. Moreno un mal pequeño, un desliz,
una pidardía, un viveza -que si bien todos aceptaban violaba la legalidad-
merecedora de una condena leve. Es decir, no merecía la exclusión
de la competencia. Hasta aquí los hechos. Veremos ahora algunas de
las consideraciones que pueden desprenderse inmediatamente de ellos.
Puede verse que los clubes participantes de la liga se muestran vivamente
tocados por el caso y participan tomando partido, discutiéndolo junto
a la dirección de la liga. Las decisiones se adoptan en asambleas y
votaciones plenarias. Sin duda no siempre los problemas siguieron este curso.
Pero fue una tendencia clara la presencia activa de los clubes en las desiciones
de las ligas independientes, y si se tiene en cuenta que por entonces los
clubes tenían una estructura más o menos demócrática
de organización, puede pensarse en una serie de instituciones en las
que las prácticas participativas fueron frecuentes.
En este caso y mediado por el diario La Argentina es evidente que en esta
liga todos pueden expresarse y participar. Hay que tener presente que este
fue un fenómeno acotado a las ligas independientes en las que participaban
muchos de los que luego terminaron siendo clubes populares. Es decir, en el
segundo tipo de normas la igualación y la participación sólo
se pueden hallar en algunos momentos de la historia del deporte. En la liga
oficial y en la propia evolución de los clubes este tipo de conductas
no existió.
El eje que nos interesa destacar es el de la presencia sistemática
de la lucha por ocupar un lugar destacado en la escenificación del
drama competitivo representado por el desarrollo de un torneo futbolístico.
Hacia principios de siglo el deseo de protagonismo y participación
condujo con naturalidad a la acción a los socios en los clubes y a
sus representantes en las ligas. Si bien es importante no generalizar, lo
interesante es que lo que sí parece haber ocupado cierto espacio ampliado
fue la temática acerca de lo reglamentario. Es decir, el protagonismo
medido por la posibilidad de incidir en el establecimiento de las normas que
reglamenten los torneos, así como de las actuaciones de quienes las
aplicaron.
Si por un lado la existencia de reglas universalmente reconocidas implica
una práctica en la que la igualación social emerge con claridad,
la presencia -por lo menos en su génesis- de ciertos ámbitos
de generación de las condiciones para la aparición de esas reglas
también -aunque por otra vía- aportaron en la experiencia de
la participación democrática. Por último este segundo
tipo de normativa de índole organizativo son permanentemente revisadas
tanto por quienes tienen el poder de hacerlo, se lo arrogan o fueron elegidos
para ello. El costado universalmente igualador presenta el costado de la inmovilidad.
Aquí se abre una veta, una tensión permanente que aparece desde
entonces: la creación de un consenso acerca de las reglas creadas para
organizar la competencia futbolística. ¿Cómo hacer para
que todos las hagan suyas y que las imaginen inmodificables? Especialmene
cuando a lo largo de la historia del fútbol y en la actualidad vemos
que quienes elaboran esas normativas -no sin cierta liviandad- a su vez, las
deshacen con no menos ligereza.
Mientras que el jerárquico institucional presenta permanentes cambios
y actualizaciones, o sea presenta siempre el riesgo de la presencia igualitarista
en la toma de decisiones, lo que induce permanentemente a renovar el ejercicio
del poder. Su propia existencia resulta una invitación al debate acerca
de la conveniencia o no de las reglas de este segundo tipo. Y la naturaleza
jerárquico-institucional de los entes que las dictan y las hacen cumplir,
deja siempre abierta la posibilidad de la apertura de canales tanto para el
choque de intereses, para sometimientos varios, y porque no para experiencias
de renovada participación democrática.
Notas:
1 . Las Comisiónes
de Protestas de las ligas independientes de fútbol tenían como
tarea la de dirimir las cuestiones generadas cuando uno de los competidores
impugnaba un partido por cualquier razón. Generalmente para poder elevar
la protesta a la comisión debían abonar un canon, que era devuelto
si se consideraban justos los reclamos.
2 . La probemática de las reglas del juego y en especial del fútbol
pueden seguirse en el admirable trabajo de Roberto Da Matta, 1982: Esporte
na sociedade, un ensaio sobre o futebol bresileiro. En Universo do Futebol,
Ed Pinakotheke, Rio de Janeiro.
3 . Las ligas abrían distintos torneos con diferentes categorías
de equipos. Estas tenían que ver -aunque no necesariamente- con la
edad de los integrantes de los teams. Los clubes podían inscribir varios
equipos en otras tantas categorías.
Buenos Aires. Abril 1997
3-Nuevos
aportes en torno a la historia del fútbol argentino.
Julio
David Frydenberg (Arg.)
Desde los primeros años del siglo XX, se percibió la enorme
atracción que ejerció sobre los jóvenes -en especial
de los sectores populares- la práctica del fútbol.
Comienzan a aparecer en algunos medios intentos de explicar retrospectivamente
el fenómeno.1
Contemporáneo a la construcción del espectáculo de masas
aparecen las lecturas que intentaban dar cuenta del pasado "futbolero"
argentino, del imán que resultó para los criollos y el nacimiento
de un estilo propio. Así, hacia fines de los años veinte y comienzos
de los treinta, una serie de periodistas de destacada pluma, expusieron sus
ideas al respecto elaborando un relato acerca de los orígenes sociales
e identitarios del estilo criollo. Esta podría llamarse la "historia
tradicional" del fútbol argentino, que culmina su obra en los
años cincuenta. 2
En los años setenta aparecieron otros intentos que no hicieron sino
actualizar las imágenes concebidas por sus predecesores, ciñiéndose
a los mismos fundamentos. 3
Toda esta bibliografía -que forma parte de una lista que podría
ampliarse en títulos aunque no en originalidad- nos resulta más
útil para conocer los ambientes o climas de ideas reinantes entre sus
creadores que para armarnos de una imagen más o menos fiel del objeto
de su estudio. Son trabajos impresionistas donde están articulados
relatos míticos con forma literaria, anécdotas de color y estadística
deportiva.
La vida de los mitos y rituales tienen cierta independencia y lógicas
propias de las cuales se ocupa -en principio- la antropología. El análisis
de la creación y fuerza del mito fundacional del fútbol criollo
argentino no está en el centro de mi búsqueda actual; ésta
sí se encuadra en la tarea de rearmar la historia del fútbol
argentino, ya que por un lado tiene que ver con el intento por rastrear las
prácticas, sentimientos y hábitos de los sectores populares,
y por otro permite dar los primeros pasos a la hora de reconstruir la formación
del campo competitivo en el país. Se trata de un trabajo de largo aliento,
a partir de los hábitos teórico-metodológicos construidos
por la tradición de la comunidad de historiadores, que recién
ahora se ocupa de este tipo de fenómenos en la Argentina.
De aquí en más trataré de mostrar algunas de las imágenes
expuestas por la historia tradicional que han cristalizado en sentido común.
Luego señalaré algunas de las líneas actuales de trabajo
que de alguna manera se distancian de aquel relato primigenio.
¿Cúales fueron los ejes estructurantes de aquellos relatos?.
En principio la asociación del origen criollo del fútbol argentino
con un anclaje en los medios sociales y urbanos marginales; su origen "humilde",
tanto en términos de adscripción a un origen social determinado
como a sus posibles implicancias morales. Vinculado a estas imágenes
aparece siempre la estampa del "potrero" como terreno descampado
poco apto para la práctica del deporte, poblado de "pibes",
figura tipo del proto-jugador. Ambito de plena libertad, aparentemente lejano
a la gran urbe, donde los jóvenes podían dar rienda suelta a
su innata creatividad. ¿Qué mejor pintura para imaginar el nacimiento
de algo tan querido -por su papel de fuente identitaria- como un estilo futbolístico
propio reconocido como tal por propios y extraños?. Emerge una tríada
inescindible: pibe humilde-potrero-gambeta. Como corolario se impuso la versión
de la imbricación entre el nacimiento del fútbol criollo y un
marco espacial que incluiría territorialmente al potrero: el barrio.
Fútbol, clubes y barrios también formaron una unidad en el relato
de quienes construyeron la historia tradicional del fútbol argentino.
Una de las claves que explican las conclusiones de esta narración se
centra en que se tomaron como paradigmáticas las vidas de los clubes
que con el tiempo se fueron transformando en los más populares, cuyo
número no pasa de la docena. El sentido de la historia tradicional
fue justamente el de armar el pasado de estos clubes, narrar a los hinchas
cómo habían sido los orígenes de las instituciones que
tantas pasiones despertaban. Pero... hacia 1907 -por ejemplo- existían
no menos de trescientos clubes-equipos, todos los cuales tenían la
esperanza de participar tarde o temprano de la liga mayor y que hasta tanto
se enfrentaban entre sí en las ligas independientes.
Trataré de mostrar otras posibles reconstrucciones del fenómeno
de la adopción de la práctica del fútbol por los sectores
populares porteños, a través de algunas de las conclusiones
a las que me llevaron mis búsquedas. 4
En principio, el origen social de los jóvenes que jugaban al fútbol
y que no pertenecían a la colonia inglesa ni a la élite dirigente
criolla era diverso: jóvenes empleados de grandes tiendas comerciales,
trabajadores de los ferrocarriles ingleses, estudiantes de las escuelas secundarias
públicas y privadas, universitarios, empleados públicos, etc.
Bien podemos pensar en una generación de hijos de inmigrantes. Por
los datos que tenemos, emerge la imagen de jóvenes que trabajaban y/o
estudiaban, sumándole a esas actividades la ocupación de su
tiempo libre en la tarea de construir el espacio del fútbol aficionado.
Emerge así un espacio social distante de los márgenes de la
sociedad.
Estos noveles "footballers" vivían -en una buena proporción-
en el centro urbano, densamente poblado de la ciudad de Buenos Aires. Durante
las primeras dos décadas del siglo XX la ciudad tuvo un vertiginoso
crecimiento, desde sus viejos barrios, hacia nuevos vecindarios creados a
partir de la extensión de la red tranviaria y los loteos a plazos de
terrenos cada vez más alejados del centro nuclear primitivo. 5
Naturalmente quienes residían en el centro urbanizado no tenían
lugar disponible para armar sus canchas. Debieron retirarse en busca de un
espacio apto para la práctica del fútbol. Es así como
muchos clubes fundados por estos futbolistas no tuvieron cancha propia, o
en el mejor de los casos debieron viajar un largo trecho para jugar en terrenos
propios (que eran alquilados o cedidos por los dueños hasta que llegara
la fiebre de los loteos). En este proceso quienes vivían en los nuevos
vecindarios alejados del centro tenían la ventaja de unir residencia
y cancha.
Es decir, la práctica del fútbol se extendió rápidamente
entre los jóvenes porteños de todos los ámbitos sociales,
hayan sido residentes en el centro urbano como de los espacios más
recientemente poblados. Hubo un tinte común: el movimiento fue ejecutado
por jóvenes. Parece útil pensar en un corte generacional y cultural,
en especial si se lo vincula con una clara distancia que adoptan estos jóvenes
-en gran parte hijos de inmigrantes- con el lejano mundo al cual seguían
adheridos sus padres.
En otro de los estudios realizados he rastreado y clasificado los nombres
dados por los fundadores a los clubes de fútbol hacia el año
1907. El resultado fue por demás demostrativo: casi no existían
referencias a las patrias de los llegados a estas playas; en su mayoría
eran nombres de calles o vecindarios de la ciudad, próceres argentinos
o nombres de clubes de fútbol ingleses.
Para finalizar me detendré en algunos de los valores expresados en
las prácticas futbolísticas de estos jóvenes. Para la
historia tradicional el "pibe" era "pícaro" por
esencia. Pues en apoyo a esa tesis solo podemos decir que en la primera década
del siglo XX -si es que se encontraban en camino de serlo- estaban apenas
adquiriendo las primeras nociones acerca de la picardía.6
Creemos ver un universo donde es más acorde pensar en términos
de formulación, de acercamiento, de aprendizaje a través de
prácticas y experiencias de algunas nociones acerca de lo que debe
ser la justicia aplicada al deporte. En las fuentes pueden verse eternas polémicas
en torno a lo justo o a lo injusto, a lo que se debe o a lo que no debe ser
penado... más que con pícaros, nos enfrentamos a aprendices
de justicieros.
La detección de las experiencias, prácticas y valores puestos
en juego por los sectores populares en la construcción de este espacio
competitivo nuevo, seguramente nos brindará algunas otras sorpresas,
que podremos seguir contrastando con los relatos existentes hasta ahora acerca
de la historia del fútbol argentino.
Notas:
1 . En
la prensa porteña muchos articulistas intentan razonar respecto del
fenómeno desde la temprana primera década del siglo. Sin embargo
no serán estos los voceros que serán tenidos como fundadores
de la reflexión sobre el tema.
2 . Por ejemplo: "Historia de los Cinco Grandes". s/f. Editorial
Castroman; o el trabajo dirigido por Ricardo Lorenzo (Borocotó): "Historia
del fútbol argentino", 1955, Editorial Eiffel, Buenos Aires.
3 . Me refiero a textos que retomaron los argumentos de las historias construidas
décadas anteriores -incluidos en la nota anterior. Por ejemplo: De
Marinis, Horacio 1982: "La Pasión Futbolística". CEAL,
Cuadernos de Historia Popular Argentina Nº 1; Puente, Juan 1971: "El
Fútbol". CEAL, "Vida y milagros de nuestro pueblo" Nº
41.
4 . Dejo de lado a los clubes ingleses, c
reados a partir de las escuelas de
la colonia inglesa, así como los clubes creados por empresas (ferrocarriles,
grandes tiendas, etc.). Sólo nos centraremos en el resto. Los que podríamos
catalogar como clubes originados por grupos asociables a los sectores populares
porteños. Aquí solo me detengo en algunas de las conclusiones
de mis trabajos de investigación en el marco de la beca otorgada por
U.B.A. Buena parte del material empleado provino de las páginas del
diario "La Argentina", que entre 1903 y 1908 dedicó buena
parte de su sección deportiva a publicar avisos de clubes, por los
que nos enteramos de muchos de los vaivenes de sus vidas, efímeras
en su mayoría y todavía vivas las menos.
5 . Los tradicionales barrios porteños como construcciones simbólicas
no aparecen antes de los años veinte. En ninguna de las fuentes revisadas
se encuentra la palabra "barrio". Sólo aparecen: "parroquia",
"vecindario" y "cuadra".
6 . Muestro uno sólo de los múltiples casos que apoyan estas
inferencias. Desde 1903 "La Argentina" participa en la formación
y difusión de valores asociados a la competencia y la rivalidad, por
ejemplo enseñando dónde, cuándo y cómo contestar
una afrenta. Aquí la sección deportiva publica una carta de
un lector y a su vez le responde.
"Correspondencia: Agradecería infinitamente si se dignara contestar
la siguiente pregunta. Habiéndose jugado un partido de football y el
club vencedor se funde o cierra la temporada sin previo aviso al club perdedor:
¿quién gana la revancha? SSS. P. Echeverry. Nota de la redacción:
A Ud. un compañero la pega una paliza y desaparece, ¿quién
gana la revancha?" (La Argentina, 4 de diciembre de 1903, página
26).
Lecturas: Educación Física y Deportes, Año 1, Nº
1. Buenos Aires. Mayo 1996.