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Segunda Sección

 

 

Índice de contenidos

 

4- Los nombres de los clubes de fútbol. Buenos Aires 1880 - 1930. (Julio Frydenberg).

5- El fenómeno inmigratorio y el fútbol. (Roberto Di Giano).

6- Agnósticos y creyentes, proletarios y bacanes. (Osvaldo Bayer).

7- El nacimiento del fútbol profesional argentino: resultado inesperado de una huelga de jugadores (Julio Frydenberg).

8- Peronismo y fútbol. El triunfo sobre Inglaterra en 1953 (Roberto Di Giano).

 

 

 

 

4- Los nombres de los clubes de fútbol. Buenos Aires 1880 - 1930.

Julio David Frydenberg (Arg.)

"En contestación a lo publicado en su periódico por nuestro homónimo sobre el asunto del nombre, el Independiente F.C. fundado en 1903, ha resuelto la Comisión Directiva de este club no cambiar por concepto alguno la denominación adoptada; pero acepta jugar un partido por el nombre, en nuestro field."

(Carta publicada en la sección deportes del diario "La Argentina" el 8 de junio de 1905)


1. INTRODUCCION


El fútbol llegó a Buenos Aires hacia fines de la década del `60 del siglo XIX mientras se asistía a la constitución del Estado y de la Nación Argentina. Desde esa fecha hasta fines de ese siglo, su práctica fue ejercida dentro de la colonia inglesa, sus escuelas, sus empresas y en algunos pocos clubes junto con grupos de la élite criolla local. La llegada del deporte a los sectores populares coincidió también con un tiempo inaugural: la popularización de la práctica del fútbol fue simultánea con la formación misma de los sectores populares modernos en la ciudad.

Los actores y los discursos que competían en los momentos de máximo apogeo de la oleada fundacional de clubes de fútbol eran desde grupos anarquistas, sindicalistas revolucionarios y socialistas hasta la nueva tradición patriótica, elaborada desde el aparato estatal para homogeneizar una sociedad formada en buena proporción por inmigrantes recién llegados hasta los grupos nacionalistas y la iglesia.

El fútbol -como práctica convocante de buena parte de los sectores sociales- fue escenario de la configuración de una amplia gama de fenómenos y muy especialmente de los que integran el mundo simbólico. El análisis del perfil con el que se adoptó el fútbol puede ser una vía para introducirnos en la percepción de los climas vividos en distintos momentos. A la vez, el mismo fútbol fue generador de hábitos, sentimientos y valores que conformaron a la propia cultura.

Si observamos el lugar que ocupó (y que ocupa) en la sociedad argentina a partir de los últimos años del siglo XIX, puede advertirse la pertinencia del acercamiento al fenómeno del fútbol. En este sentido vale recalcar el papel cumplido por este deporte en la creación de lazos identitarios.

La popularización de la práctica futbolística se produjo durante la primera década del siglo XX, a partir de la fundación de una gran cantidad de equipos-clubes. El acto original creador de estas protoinstituciones tensó los espíritus de sus jóvenes fundadores, y en esa acción nucleante se expresó, en buena proporción, la carga de sentimientos y valores amasados en la corta experiencia de vida de esos noveles "footbollers". Esta afirmación se funda en la base empírica acumulada tanto en esta investigación como en otras y, consecuentemente, permite sostener que el rastreo de los nombres elegidos en la escena inaugural puede ser de gran valor heurístico.

Los nombres elegidos al fundar los clubes de fútbol pueden ayudar a formar una idea más clara de las ideas y sentimientos que movilizaban a esos jóvenes. Es decir, podría ser una vía de entrada para testear un universo difícil de asir cuando miramos el pasado. Su análisis podría brindar algunas pistas acerca de los distintos recortes identitarios nucleantes, el horizonte mental y emocional de la juventud porteña a lo largo del tiempo.

Este recorte del objeto de estudio debe entenderse como un aporte, como un intento de acercamiento a la comprensión de un clima, del ambiente cercano al de la juventud masculina porteña, que a medida que entramos en el siglo XX fue abrazando la práctica del fútbol. Ello presenta un elemento atractivo que vale la pena investigar ya que permite un acercamiento al fenómeno de la recepción, reelaboración y producción cultural. En todo caso, su valor reside en que al evaluar los nombres elegidos al fundar los clubes estamos escuchando la voz diáfana de los jóvenes. 1

En otro trabajo intentamos acercarnos al carácter que tuvo la competencia dentro del espacio del fútbol aficionado. Este fue en gran medida gobernando una rivalidad-enemistad asociada a la defensa de lo propio. Los jóvenes decían ser representantes y defensores de ciertos elementos nucleantes como por ejemplo la cuadra, la esquina o el vecindario. La presencia de estos valores en el ambiente de la práctica del fútbol de los sectores populares incidió a la hora de evaluar el peso relativo que para estos jóvenes tenía la elección del nombre del club.

Este estudio se ha edificado con la información aportada por dos series de datos:
· la lista de nombres de clubes que alguna vez pertenecieron al fútbol oficial a lo largo de los años comprendidos aportando un elemento diacrónico. La serie abarca un momento y un espacio que contiene a los clubes existentes desde la aparición del fútbol en los últimos años de la década de 1860 hasta 1930, en el área metropolitana y parte de la provincia de Buenos Aires 2. La lista incluye la información -completa o no- de los clubes (de los que se tiene memoria) que participaron en la liga oficial. Los datos de los clubes seleccionados son: nombre definitivo, nombres alternativos que se barajaron a la hora de crearse, fecha de fundación, fecha de incorporación a la liga, origen social de los fundadores del club, razón social y lugar de origen. 3

· lista de nombres de clubes de fútbol aficionado en 1907 a partir de los datos de la sección deportiva del diario "La Argentina", espacio periodístico utilizado por los nuevos clubes y ligas independientes para informar sobre el universo de competidores, desde fundaciones de clubes hasta los desafíos y "fixtures". Este espacio generado por "La Argentina" abarcó desde 1903 hasta 1907, de allí que tomamos la información de esta última fecha por ser el momento de máximo despliegue del fútbol aficionado 4. Sólo un pequeño porcentaje de éstos aparecen en el listado de la primera serie de datos. Sucede que aquellos son clubes que estuvieron alguna vez afiliados a la liga mayor pero un 80% de los equipos que aparecen en los avisos de "La Argentina" nunca se afilió a la Liga oficial. Muchos eran equipos de adolescentes que según los encargados de la sección "sportiva" del diario tenían dificultades para escribir en forma legible.

En su mayoría fueron clubes-equipos de vida efímera, no dejaron historia a la cual recurrir para poder tipificar su posible origen social. Ninguno es de la colonia inglesa ni de la élite criolla. Pero no surgen datos para avanzar mucho más. Aproximadamente el 95% de todos los equipos son de la Capital Federal. Hacia 1907 no había un corte absoluto que diferenciara a los clubes incluidos en estos avisos y los del listado de la primera parte de origen popular. Para pertenecer a la liga había que tener cancha propia con instalaciones mínimas -que eran inspeccionadas- sello y libro de actas. Para publicar un aviso en "La Argentina" o participar en las ligas independientes solo exigían el pago del espacio y/o de la cuota de ingreso a la liga, escribir la nota de un sólo lado de la hoja, tener sello y una dirección para poder enviar correspondencia. Si bien existía cierto grado de diferenciación -más que nada con los clubes de empresas (como F.C. Oeste) o de empleados medios (como Racing Club)- hacia esta fecha muy pocos de los que más tarde serían populares habían logrado la afiliación, sólo River, Argentinos Juniors, Independiente y Boca Juniors.

Como puede verse, una serie permite una visión diacrónica, incluyendo al fútbol practicado por distintos sectores sociales, mientras que la segunda se acerca a una fotografía, situada en 1907, del mundo de los jóvenes de los sectores ajenos a la colonia inglesa y a la élite criolla. Si bien son dos muestras cuyos datos no pueden cruzarse dado que se refieren a objetos distintos, la idea es saber cuán lejanas están entre sí, especialmente si la segunda se ajusta o no a la primera. El procedimiento intentará tomar las dos series de datos para tentar posibles relaciones. En este análisis del material empírico no realizaremos conclusiones apresuradas. En muchos casos sólo se expondrán los datos hallados, dejando abiertas las posibles relaciones e interpretaciones, ya que no se intenta aquí llegar a conclusiones definitivas. El objetivo es dar a conocer los resultados cuantitativos de la investigación y extraer algunas ideas provisorias.

El trabajo seguirá el siguiente camino: en primer lugar el paneo de los nombres elegidos al fundar los clubes, luego nos detendremos en la "razón social" adosada (por ejemplo: "Football Club" o "Club Atlético"), finalmente -y más cercano al análisis cualitativo- mostraremos la insistencia en la elección de alguna fecha especial a la hora de fundar un club, así como los nombres alternativos propuestos en el momento de la decisión.


2. LOS NOMBRES ELEGIDOS AL FUNDAR EL CLUB


Veremos los cambios que se produjeron a través del tiempo en la elección de los nombres, así como algunos de los elementos más genuinos que permiten observar el ambiente de los sectores populares en el que se desarrolló la ola fundacional de principios de siglo XX. De esta manera surge cómo a lo largo del tiempo aparecen algunas líneas que denotan continuidades junto con posibles rupturas.

2.1. ARGENTINO/S: Este nombre fue usado entre 1900 y 1910. Apareció por primera vez hacia fines de siglo XIX con la intención de diferenciarse de los clubes ingleses, aunque no tuvieron un origen popular. Es el caso de Argentinos de Quilmes 5. Otra situación fue la de Argentinos Juniors, así como la de Argentinos de Vélez Sarsfield. En el primer caso -Argentinos de Quilmes- aparece claro el intento de distanciarse de los ingleses. En el segundo caso ¨de quiénes querían diferenciarse los jóvenes fundadores al llamarse "Argentinos"? Tal vez, sus intenciones fuesen las de despegarse de las organizaciones creadas en torno de los intereses étnicos emergentes de la inmigración masiva. A esta conclusión hay que sumar la ascendencia de los mismos fundadores: buena parte de ellos eran hijos de inmigrantes. Es decir, llamarse "Argentinos" en ese momento ya no remite a la diferenciación con el juego y con los jugadores ingleses sino más bien a la segregación de un universo simbólico no argentino, que podemos relacionarlo con el de los inmigrantes. Si hubo un uso para diferenciarse de los ingleses, en ese caso no es posible distinguir claramente el origen social de esos clubes. Sin embargo, fueron los jóvenes nacidos de los nuevos sectores populares porteños quienes sí parecen haberlo elegido como opción diferenciadora de las aglutinaciones grupales de inmigrantes. 6

También en la primera década del siglo XX apareció el calificativo, argentinizando algo que en su origen no lo era, por ejemplo Peñarol Argentino, Albion Argentino; o que necesitaba de la especificación: por ejemplo, Sport Argentino, Sol Argentino, Porvenir Argentino, Juventud Argentina. También desde la argentinidad se reafirmaba la pertenencia, como Argentinos del Norte, Argentinos Unidos de Barracas.

Otro de los temas que surgen es el uso del singular o del plural. Así, con el club Argentino de Quilmes aparecía el uso en singular de "Argentino", mientras que el plural puede verse en Argentinos Juniors o Argentinos Unidos de Vélez Sarsfield. Podemos pensar que el plural indica un compromiso de cada uno de los participantes, denotando acción y participación.

Es interesante lo que ocurrió hacia 1910 cuando se fundaron los clubes Argentinos de Temperley y Argentinos de Bandfield, dos localidades cercanas entre sí, ubicadas hacia el Sur a pocos kilómetros de la Capital Federal. En 1933 el Club Temperley nació como fusión de ambos, pero el nombre que le pusieron no comenzaba con un "Argentinos de...", sino sólo se llamó "Temperley". Habían transcurrido veinte años. Si en 1910 parecía necesario llamarse "argentinos", en 1933 esto no se encontraba dentro del horizonte de posibles nombres a elegir, era redundante.

2.2. UNIDOS, UNION, DEFENSORES:"Unidos de" o "... Unidos" y "Unión". Al igual que en el caso anterior, aquí también fueron elegidos así en la primera década del siglo XX, y buena parte de sus orígenes pueden vincularse a los sectores populares 7. Es curioso observar cómo "Unidos" apareció hacia principios de siglo, mientras que "Unión" fue elegido luego de 1915. "Defensores" fue una constante a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX. 8

Autodenominarse Unidos remitía a una referencia al mismo agrupamiento, al propio hecho asociativo. Sin embargo quien se definía "Defensor de" aludía, en principio, a dos significados claros: indicaba posicionamiento en la intención de representar al espacio nucleante (en general vinculado a un territorio) frente a otros posibles competidores en la representación; por otro lado denotaba la actitud de quien se está aprestando a competir, a rivalizar con otro que defiende otra entidad. O sea, desde la misma creación del equipo-club se está pensando en enfrentar a otros. Casi podría decirse que es su razón de ser. Estos dos significados tienen una ubicación temporal diferente. Hacia principios de siglo, se llamaron "Defensores" quienes deseaban diferenciarse de sus pares del mismo vecindario, con los que competían en la posibilidad de ser representantes del lugar. Más tarde, en la década del `20, sólo se llamarán "Defensores" los que -junto con los que también eligieron "Unión"- se posicionaban frente al conjunto de localidades y barrios.

Si agrupamos "Argentinos", "Defensores", "Unión" y "Unidos" vemos claramente la intención de identificarse alrededor de un territorio vecinal. Siempre aparecen vinculados al nombre de un vecindario hacia principios de siglo o de una localidad suburbana hacia los años `20. Vale pensar que si los Argentinos intentaban diferenciarse de los no Argentinos, los Defensores y los Unidos deseaban distanciarse de rivales y vecinos.

 

Buenos Aires. Setiembre 1996

 

 

 

5- El fenómeno inmigratorio y el fútbol.

Roberto Di Giano* (Argentina)

* Sociólogo


Artículo publicado en el Revista La Marea, Nº 13, Buenos Aires.


Por la época del Centenario todavía resonaba con cierta potencia el eco de una idea-fuerza de larga duración en la Argentina. Era aquella que sostenía que la inmigración se convertiría en un importante factor de civilización para nuestra sociedad, sobre todo si aquellos que venían de ultramar eran anglosajones. Según esta línea de pensamiento, los nativos carecían de las actitudes necesarias para facilitar la construcción de una sociedad moderna al estilo de los países europeos más avanzados.

Si bien la mayoría de la elite vernácula consideraría por mucho tiempo que para desarrollar un modelo económico liberal con fuertes rasgos extranjerizantes había contingentes humanos de mejor calidad que otros, evaluaba también, en forma más amplia, que para modificar substancialmente la fisonomía tradicional de nuestro país era igualmente un factor positivo atraer europeos de otras naciones menos "adelantadas". De esta manera miles de italianos y españoles invadirían año tras año nuestras playas.

Pero también para estos años que bordean el Centenario hay consenso, dentro de la elite política y económica, que vienen muchos inmigrantes revulsivos, que nos e afirman como agentes del progreso, tal cual se había teorizado, sino más bien como elementos de perturbación de ese orden social pergeñado por ella en su acotado círculo intelectual. Y este cambio de sensibilidad respecto del fenómeno inmigratorio quedaría expresado en la Ley de Residencia (1902) y más tarde en la Ley de Defensa Social (1910), donde se establece que al Estado argentino le corresponde actuar expeditivamente para separar a los elementos buenos de los malos.

En lo que respecta específicamente al ámbito futbolístico local, el peso de la cultura anglosajona seguía siendo fuerte en aquella época. Es que había sido durante años el gran paradigma a imitar para los miembros de la elite argentina, que se había volcado con entusiasmo a disfrutar de este atractivo deporte traído al país por los ingleses, quienes conformaron en 1893 la primera Liga de Fútbol.

De esta manera, integrantes de la clase dirigente organizarán clubes deportivos a la manera de los que habían constituido los ingleses radicados en el país. En ellos se establecían claras pautas de discriminación mediante exigentes requisitos para asociarse y, específicamente en la práctica deportiva, se sostendrá a rajatabla el fair play. Como explica Julio Frydenberg: "elitismo y fair play aparecieron fuertemente unidos". 1

 

Los clubes populares

Por otro lado, en los primeros años de este siglo se produciría la gran expansión de clubes generados desde los sectores populares, que tendrán un carácter abierto y estarán distanciados de la lógica del fair play en lo que se refiere al desarrollo del juego, ya que sus deportistas van adoptando otro tipo de actitudes y conductas más relacionadas con su propio contexto social.

Precisamente, el objeto de este artículo es describir y, a la vez, reflexionar sobre el modo en que perciben los sectores privilegiados de la sociedad argentina este proceso de expansión del fútbol en el seno de los sectores populares, proceso mayormente liderado por los hijos de inmigrantes españoles e italianos -también criollos- que se estaba verificando en los primeros años de la década de 1910.

Para ello se analizará el discurso que circuló durante el año 1913 en la sección Sport, y dentro de ella más concretamente el sostenido en el espacio dedicado al football, en uno de los diarios de mayor prestigio y difusión de la época: La Nación 2 . Fundado en 1870 por Bartolomé Mitre, un conspicuo representante de la clase dirigente argentina a la que el diario expresaría en muchos aspectos, aunque siempre afirmando rasgos propios. En lo que respecta específicamente al fútbol, el periódico nos brinda un aporte interesante al desplegar un doble juego. Por una parte, informa a sus numerosos lectores sobre las vicisitudes de los campeonatos locales (da la información de los equipos y hace comentarios de los partidos); por otra, ofrece su punto de vista sobre diversas cuestiones relacionadas con el desarrollo del fútbol en nuestro país, con la intención de educar a los lectores, siendo éste un objetivo importante del diario. Así, el matutino combinará muchas veces la explicación y lo normativo, siendo esta última cuestión la que más nos interesa en este artículo.

El año elegido para nuestra reflexión es muy importante, porque a partir de 1913 se empieza a profundizar un quiebre cultural importante dentro del ámbito futbolístico. Un equipo surgido de los sectores populares alcanza el título de campeón del torneo de primera división organizado por la Asociación Argentina de Football 3 . El equipo del Racing Club desplaza de ese lugar privilegiado a quienes lo venían ocupando habitualmente hasta entonces: Alumni, típico equipo de ascendencia inglesa, y Quilmes, un club formado por miembros de la elite criolla al modo de los ingleses, y que recibe en su equipo a algunos jugadores de Alumni cuando éste se retira de la competencia en 1912.

Es a partir de entonces que empieza a predominar este tipo de clubes en Argentina. Se convierten en ámbitos de sociabilidad en los cuales se integran hijos de inmigrantes italianos y españoles con criollos de sectores medios y bajos. Estas asociaciones serán teñidas desde un principio por aquella imagen estereotipada construida por los sectores hegemónicos, que subestiman la capacidad de estos contingentes humanos populares.

En este momento específico, cuando están coexistiendo formas futbolísticas que responden a contextos sociales diferentes (por un lado, el de una pequeña minoría que se autodesigna como "gente decente" y, por otro, el de los integrantes del resto de la población), La Nación va a criticar a un tipo de jugador que se está afirmando cada vez con más empuje dentro de la franja joven de los sectores populares, el denominado "crack".

Como parte de una estrategia desvalorizante, el matutino va a comparar las características que posee este personaje, que estaba alcanzando un reconocimiento popular, con otros ya jerarquizados en el ámbito deportivo tradicional. Uno de éstos fue Jorge Brown, integrante del equipo Alumni (que estaba conformado por ex alumnos de uno de los colegios ingleses instalados en el país). Otro fue Rithner, del Club Porteño, una institución creada tomando a Alumni como paradigma, en la que participaban ingleses junto a nativos de abolengo.

De allí, que el diario La Nación se dirija de la siguiente manera a sus lectores cuando describe a ese original deportista, el crack, que devendrá con el tiempo en un arquetipo fundamental del fútbol criollo:

"No es éste un excelente jugador. No es un Rithner o un Jorge Brown, que a dichos jugadores se los coloca en posición superior porque además de su juego, por su espíritu deportivo están colocados en un plano superior..." (27.1.1913)

Es decir que este exquisito jugador, surgido de la cultura popular, es mirado por el matutino con suma desconfianza -es que se parte del presupuesto de la superioridad de la cultura deportiva anglosajona frente a la insuficiencia de la nuestra-, y merece la reprobación del diario pese a que muchos aficionados levanten su figura:

"el crack es un jugador de renombre entre cierto público afecto a las piruetas de éste, ineficaces siempre, que no pasa la pelota y a veces marca los tantos de bonita forma con mucho dribling, por su solo esfuerzo..." (27.1.1913)

De esta manera La Nación ofrecía a sus lectores, además de la habitual información deportiva, su punto de vista con el objetivo de influir y orientar la percepción y evaluación colectiva. A ese estilo de juego que florece en el ámbito de los sectores populares le asigna una imagen negativa:

"El crack no es un jugador eficiente (...) Se hace rogar, impone condiciones, llega a pedidos a veces reñidos con el sport, los días de match es necesario ir a la casa a buscarlo para que juegue (...) y una vez en el field o es un negligente o riñe con el contrario..." (27.1.1913)

El matutino construye así una imagen estereotipada de este jugador argentino de reciente formación, que va a trascender el mero rol de futbolista alcanzando también su vida privada. Sus principales rasgos serán la pereza y la irresponsabilidad, elementos éstos que lo distancian absolutamente de la ambición y del empuje del jugador de ascendencia anglosajona, que es el modelo por excelencia. Otra crítica de La Nación apunta a los nombres "raros" que eligen los miembros de los sectores populares cuando fundan clubes de fútbol:

"...se habrá notado más de una vez la despreocupación y la falta de criterio que rigen al denominar las nuevas asociaciones (...) Llamar a un club 'Los hijos del sol', por ejemplo, sería sencillamente ridículo. Más que denominación para un club de esa clase, sería un buen nombre para una institución recreativa o carnavalesca..." (20.3.1913)

Así, entonces, podemos visualizar cómo en aquella época La Nación establece una serie de calificaciones negativas sobre algunos aspectos relacionados con la estructuración de estas nuevas asociaciones deportivas, que conllevan en forma incipiente, concretamente en la práctica futbolística, una nueva manera de jugar que irá justificando con los años un rostro propio (además del establecimiento de actitudes y comportamientos singulares de los jugadores fuera y dentro de la cancha).

Este diario, de larga trayectoria en nuestro país, intenta de este modo cumplir un papel normativo en muchos aspectos, amparado siempre en ese fuerte referente que constituye, para él y para la elite argentina en general, la cultura deportiva anglosajona.

 

Notas

1. Frydenberg, Julio, "Redefinición del fútbol aficionado y del fútbol oficial. Buenos Aires, 1912", en Alabarces P. Di Giano, R. Frydenberg, J. (compiladores): Deporte y Sociedad, Eudeba, Buenos Aires, 1998, pág. 51.


2. Es interesante resaltar que el matutino La Prensa, que junto a La Nación se había constituido en uno de los diarios más importantes del país, había nacionalizado el término inglés sport al denominar a la sección respectiva: Deportes.


3. La Asociación Argentina de Football fue la única entidad rectora de este deporte desde el año 1893 hasta mediados de 1912, cuando a partir de una escisión producida en su seno se conformó la Federación Argentina de Football. El diario La Nación, que daba permanentemente información sobre las dos ligas, aprueba el funcionamiento de ambas, ya que, según su propio argumento, genera una sana competencia que el matutino asocia a una mayor democratización del ámbito futbolístico, pues, antes de 1912: "la Asociación imperaba sin ningún rival al frente. Acaso por esto no se vio en ella el espíritu de iniciativa necesario para un progreso firme y decidido..." (9.9.1913)

 

 

 


6- Agnósticos y creyentes, proletarios y bacanes.

Osvaldo Bayer

 

Texto publicado en el libro Fútbol Argentino, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1990.

 

En las dos primeras décadas del siglo, en apenas una generación, el fútbol se había acriollado definitivamente, igual que los hijos de los inmigrantes europeos. En cada barrio nacían uno o dos clubes. Se los llamaba ahora Club Social y Deportivo, que en buen porteño significaba "milonga y fútbol".

Los anarquistas y socialistas estaban alarmados. En vez de ir a las asambleas o a los pic-nics ideológicos, los trabajadores concurrían a ver fútbol los domingos a la tarde y a bailar tango los sábados a la noche.

El diario anarquista La Protesta escribía en 1917 contra la "perniciosa idiotización a través del pateo reiterado de un objeto redondo". Comparaban, por sus efectos, al fútbol con la religión, sintetizando su crítica en el lema: "misa y pelota: la peor droga para los pueblos".

Pero pronto debieron actualizarse y ya en la fundación de clubes de barriadas populares aparecieron socialistas y anarquistas. Por ejemplo, el Club "Mártires de Chicago", en La Paternal, llamado así en homenaje a los obreros ahorcados en Estados Unidos por luchar en pos de la jornada de ocho horas de trabajo. Fue el núcleo que años después pasó a ser el club Argentino Juniors, un nombre menos comprometedor. También en el club "El Porvenir", como el nombre lo muestra, estuvo la mano de los utopistas. Y el mismo Chacarita Juniors nació en una biblioteca libertaria precisamente un primero de mayo, la fiesta de los trabajadores, en 1906.

Por último, los viejos luchadores -ante el entusiasmo de sus propios adherentes ideológicos frente al nuevo juego- resolvieron cambiar de actitud y llegar a una nueva conciencia: practicar el fútbol, sí, porque es un juego comunitario donde se ejercita la comunicación y el esfuerzo común; pero no el fútbol como espectáculo, que fanatiza irracionalmente a las masas.

El fútbol siguió creciendo. Los tablones de las tribunas se iban superponiendo para dar cabida a más espectadores. Pero así como los argentinos jugaban cada vez mejor en el verde, así comenzaba a complicarse la organización fuera de la cancha. Los dirigentes juegan sus propios partidos y empiezan los cismas, las sospechas de árbitros comprados; los intereses creados van ocupando el lugar de lo que poco antes había nacido como deporte por el deporte mismo. El fútbol se capitaliza. A los jugadores -amateurs hasta es momento- se los retiene en los clubes por dinero, y los clubes que tienen dinero atraen a los mejores de los clubes pobres. Aparecen ya, a comienzo de los veinte, las categorías de clubes grandes y clubes chicos.

Pero, mezquindades aparte, el fútbol gana fronteras; primero hacia el interior, con los rosarinos, quienes quieren hacer en Rosario la capital del fútbol y juegan partidazos con los porteños. Luego, cruza el Río de la Plata y el duelo argentinos-uruguayos da origen a una rivalidad donde ya se habla de virilidad y debilidades, de "padres" e "hijos". Pero pese al antagonismo hay un término que los hermana y los hace inconfundibles: "fútbol rioplatense". Es la palabra mágica que evita la enemistad. Fútbol rioplatense: una manera distinta de jugar que va a dar que hablar al mundo.

En 1919 llega Boca. Primer puesto y una hinchada de oro que ya empieza a ser el jugador número 12. Nacía un mito y una realidad que tuvo su origen en un banco de la plaza Solís, del barrio genovés, cuatro años después que River. Sus modestos fundadores anduvieron de baldío en baldío, hasta lograr una canchita detrás de las carboneras Wilson, en la isla Demarchi. Desalojados de allí fueron a refugiarse a Wilde. Por último, luego de deambular de nuevo por la Boca fueron a parar, en 1923, a Brandsen y Del Crucero, el anticipo de la "bombonera". Azul y oro, la camiseta, y con los jugadores cuyos nombres pasan a ser historia: Tesorieri, Calomino, Canaveri y Garassino, quien jugó en los once puestos. 1920 une a los que serán eternos rivales. Campeones Boca y River, River y Boca. Uno de la Asociación; el otro de la Amateur. Los espectadores van a ver, más que a sus equipos, a sus ídolos.

Uno de ellos es Pedro Calomino, a quien los hinchas boquenses le gritan en dialecto xeneixe: "¡dáguele Calumín, dáguele!". Pero Calomino no se deja influenciar: se planta en la cancha, indiferente a las tribunas ansiosas de sus fantasías. Y cuando le pasan la redonda arranca por la punta, parece que frenara pero sigue dejando rivales que corren engañados para otro lado, cuando se caen. Y si un defensor se le pega, le hace "la bicicleta".

El otro ídolo es Américo Tesorieri: "Mérico", para la hinchada. Lo quieren ver saltar. Y Mérico les da el gusto: fino, flexible, plástico, es un elegante felino que complementa las curvas de la pelota con movimientos de ballet. Es un clásico, un arquero con música de Mozart.

Pero los riverplatenses también pueden presentar a su crack. Arquero, además. Es Carlos Isola, apodado "el hombre de goma" por su extraordinaria agilidad. Con increíble golpe de vista no ataja los goles, los adivina. Es más bien un artista de circo, trapecista y malabarista a la vez.

¿Quién de los dos, Tesorieri o Isola iban a representar a la Argentina en el Campeonato Sudamericano de 1921, en Buenos Aires?. Tesorieri, el de Boca, es el preferido. Y lo demuestra: el arco, invicto en todo el torneo. El final no podía ser de otro modo: Argentina y Uruguay. Y el gol de oro del uno a cero lo conseguirá Julio Libonatti, el rosarino. Un gol que enloquece a los 25.000 espectadores. Sí, 25.000 espectadores que consagran al fútbol como al espectáculo del pueblo.

Como no hay alambradas, el público invade la cancha en la pitada final, carga a sus hombros al héroe de Rosario y grita: "¡al Colón, al Colón!". Así es llevado el héroe desde el estadio de Sportivo Barracas hacia el centro. Pero a mitad de camino hay algunos a quienes el Colón les parece insuficiente y gritan: "¡A la Rosada, a Plaza de Mayo!". Y allá va la muchedumbre con el gladiador triunfante en hombros, a quien quieren consagrar César.

Pero Julio Libonatti no actuará ni de tenor ni en el escenario del Colón ni jamás traspasará el umbral de la Rosada. Lo comprarían los italianos para que juegue en el Torino. Así se iniciaba el éxodo de los mejores, un desangre colonial que todavía hoy -y más que nunca- sufre el fútbol criollo.

Huracán se llama el equipo que viene de un barrio proletario, Nueva Pompeya. La insignia es un globito, el globo de Jorge Newbery, el gentleman del aire que nunca volvió de su último viaje. El nuevo club se fundó en la vereda, y se escribía Huracán sin H. Poco conocimiento de la gramática pero mucho de la gambeta. En 1921 y 1922 se coronaron campeones de la Asociación Argentina. Tenían un crack indiscutible: Guillermo Stábile. Lo llamaban "el filtrador" porque venía desde atrás, en el ataque, y estaba adelante siempre para definir cuando la pelota llegaba al área. Más tarde, Stábile sería uno de los primeros que ejercería una nueva profesión: la de entrenador de fútbol.

En esa delantera de Huracán campeón también se hallaba otro artillero: Cesáreo Onzari, el del famoso gol olímpico. Será en 1924. Los uruguayos habían consagrado al fútbol rioplatense como "el mejor del mundo" al salir campeones de las Olimpíadas de París. Cuando regresaron, los argentinos los desafiaron y vencieron a los campeones mundiales por 2 a 1, con gol desde el córner de Onzari. Pocos días antes, en Inglaterra, se habían aceptado los goles por tiro de esquina directo. Uno de los goles más hermosos: habría que cobrarlos dobles por la belleza de la curva que hace el balón.

En 1922 otro nombre se consagra. Viene de Avellaneda. Se llama con orgullo Independiente. El nombre libertario contiene mucha protesta. Lo eligieron los cadetes y empleados argentinos de una gran tienda inglesa que no les permitía integrar el equipo de la casa. El nombre que adoptan y el rojo de la camiseta los hace peligroso para algunos. El club nació de una mesa de café del centro, en Hipólito Yrigoyen y Perú. Pero un terreno barato los llevó a Avellaneda, muy cerca de Racing. Y empezó la rivalidad y la identificación con la barriada proletaria. En 1926, el equipo rojo hace realidad el sueño de todos los futbolistas y de los hinchas. ¡Campeones invictos!. ¡No perdieron ningún partido!. Vengaban así el recuerdo del primer match oficial de 1907, cuando perdieron 21 a 1 contra Atlanta.

En el cuadro invicto estaban figuras que fueron directamente al paraíso: aquellos cinco mosqueteros de la delantera: Canaveri, Lalín, Ravaschino, Seoane y Orsi. Nacen los diablos rojos. Sus diabluras en el área levantan las tribunas populares, que los sabe de su misma extracción barrial. El "negro" Seoane los deja parados a todos los adversarios, y "Mumo" Orsi es quien rompe los piolines de las vallas adversarias.

Hasta hay payadores criollos que le cantan al campeón:

Ha de gritar el que puedasiguiendo nuestra corrientehurras al Independiente del pueblo de Avellaneda.

Pero los rojos no hacen olvidar al Boca de 1925, proclamado campeón de honor por la Asociación. Ese año ha jugado en Europa; la gira inolvidable. Los europeos querían ver el fútbol rioplatense que habían puesto de moda los uruguayos. Y Boca no defraudó: 19 partidos jugados, 15 ganados y sólo tres perdidos.

Aunque lo mejor del fútbol argentino anda de viaje por Europa, los hinchas no tienen de qué quejarse, principalmente los de la Academia, que poseen una pareja derecha que no sólo se engolosina con sus malabarismos sino que también mete goles: Natalio Perinetti y Pedro Ochoa. Aquel cantor del Abasto, que ha llegado al centro, le dedica al lucido gambeteador Ochoa un tangazo: "Ochoíta, el crack de la afición".

1927 será el año de la unión del dividido fútbol y el triunfo del seleccionado argentino en el Sudamericano de Lima en toda la línea: 7 goles a Bolivia, 5 a Perú y tres nada menos que a Uruguay. Las puertas estaban así abiertas para ganar el Campeonato Olímpico de Amsterdam en 1928. Los argentinos se sentían fuertes y habían borrado sus complejos con los uruguayos. El seleccionado vuelve desde Lima en tren y el pueblo se concentra en Retiro. La alegría no tiene límites y el presidente Alvear olvida un poco los ademanes aristocráticos y se abraza con los Bidoglio, Recanatini, Carricaberry y Zumelzú, autores de la hazaña.

Pero ya los santos vienen marchando. Llevaban camiseta azul-grana y eran de Almagro. Campeones absolutos en la Asociación, unificada, donde ahora juegan todos contra todos. Nacieron como los "Forzosos de Almagro", atrás de la capilla de San Antonio, y pasaron a llamarse San Lorenzo, en homenaje al cura Lorenzo Massa, incansable alentador de los muchachos. Actualmente algunos hinchas menos devotos sostienen que el nombre del club se debe al combate de San Lorenzo.

De cualquier manera, agnósticos y creyentes olvidaban sus diferencias cuando los azulgranas meten un gol. Y todos están contestes en llamarlos "los santos", aunque los incorregibles enemigos de barrio cambien el calificativo por el de "los cuervos".

De "los santos" pasaron a ser "los gauchos de Boedo" y también "el ciclón" por aquella delantera que los llevó a la cumbre en el 27: Carricaberry, Acosta, Maglio, Sarrasqueta y Foresto.

Su rival de siempre, Huracán, le quitó el campeonato de 1928, pero al año siguiente el campeón vino de La Plata, de ahí "El expreso". Gimnasia y Esgrima. Origen de alcurnia. Caballeros de la alta sociedad platense que querían ejercitase en deportes viriles. Entre ellos encontramos a Olazábal, Perdriel, Alconada, Huergo, Uzal, Uriburu y un nombre para no olvidar; Ramón L. Falcón, el posterior jefe de policía, autor de la masacre de obreros de Plaza Lorea, el 1º de mayo de 1909.

Los señores juegan al fútbol con los marinos ingleses en el puerto próximo. Pero los años pasan y los apellidos ilustres son reemplazados por más populares y ya en las tribunas se mezclan los estudiantes platenses con los hombres emigrados de las pampas cercanas. El campeón alista a dos figuras que cumplirán una brillante trayectoria: el back Delovo y el delantero Francisco Varallo.

El fútbol y el cine se han convertido en las diversiones preferidas del porteño. Los cines se van abriendo en los barrios, y los clubes han salido definitivamente del potrero. Los tablones ya van siendo mal mirados por los clubes más ricos que van siendo tentados por el cemento. Independiente inaugura su estadio con capacidad para cien mil espectadores.

Pero no sólo al cine y al fútbol van los argentinos. En 1927, al igual que en todas las ciudades del mundo, el pueblo se vuelca a las calles para protestar por el asesinato de dos obreros; Sacco y Vanzetti, que son condenados a la silla eléctrica por la justicia norteamericana.

 

 


 

7- El nacimiento del fútbol profesional argentino: resultado inesperado de una huelga de jugadores.

Julio Frydenberg.

 

En momentos en que terminaba la temporada de fútbol de 1930, en abril de 1931 los jugadores de fútbol de la liga oficial, la Asociación Amateur Argentina de Football (AAAF) organizaron una huelga exigiendo la libertad de pasar de un club a otro sin la necesidad de la autorización de ambos clubes. Es decir, querían que se acepte la posibilidad de cambiar de club contando sólo con la aprobación del nuevo club que los recibirían.

Hasta entonces existía un sistema mediante el cual un jugador podía pasar de club con el consentimiento de ambas instituciones -no existía el pase libre. Si el jugador abandonaba su club y recalaba en otro sin el consentimiento del de origen, debía ser sancionado: no podía jugar en la categoría a la que pertenecía durante un período de dos temporada. Este castigo fue llamado "cláusula cerrojo o candado". Un acuerdo "de caballeros" entre los dirigentes de los clubes impedía la sustitución de la cláusula cerrojo por el pase libre.

Cuando la huelga se inició, al finalizar el torneo de 1930, la Asociación debía cumplir un compromiso de jugar un partido con la selección paraguaya en Asunción. Debido a que muchos jugadores seleccionados no se alistaron en el equipo nacional, plegándose a la huelga, fueron sancionados con la suspensión de su fichaje. Así, la lucha de los jugadores pasó a tener dos reivindicaciones: el pase libre y la amnistía para los jugadores penalizados.

Desde hacía muchos años el fútbol oficial estaba dominado por el llamado profesionalismo encubierto o amateurismo "marrón". Los mismos traspasos de jugadores tenían, en buena parte de los casos, causales económicas y no lealtades o afinidades afectivas. Si bien la práctica se generalizó desde principios de la década del '20, apareció mucho antes, y era tema de debate permanente en el país y en la Europa Continental1 .

El pago a los deportistas podía hacerse al estilo de un premio después de cada partido o sumado a un pago mensual en dinero. Consecuentemente, todo esto producía serios problemas administrativos a las entidades, que debían dejar constancia de las salidas así como de las entradas en dinero de sus respectivas contabilidades y balances. Otra forma muy difundida era la de ubicar al jugador en una institución pública o privada en la que aparecía como empleado, pero a la cual jamás asistía2 .

Algunos de los que reflexionaron en torno al nacimiento del profesionalismo en el fútbol argentino vieron unidos por una línea causal única, como el desenlace de un mismo conflicto, las reivindicaciones de los deportistas en huelga y la profesionalización del fútbol3 . En realidad, no parece haber existido conexión alguna entre ambos fenómenos. No existió una relación causal directa entre la huelga y la decisión de decretar el profesionalismo, a no ser que se crea, tal como se ha sostenido en el pasado, que el profesionalismo apareció para frenar las extremas exigencias de los jugadores4 . Cabe subrayar la superposición de dos conflictos: la huelga, por un lado, y el que giró en torno a la decisión de organizar el profesionalismo, este último en medio de una lucha enconada entablada entre los mismos dirigentes del fútbol.

Fueron conflictos cruzados así como lo fueron sus derivaciones. Finalmente, quedaron satisfechos casi todos los reclamos: se otorgó el pase libre y se impuso el profesionalismo. Pero tal como suele suceder en los procesos sociales las nuevas realidades emergen de forma muy distinta a los planes y las voluntades.

Tal vez, relatar la secuencia en la cual se fueron dando los hechos podría arrojar más claridad: a la preexistencia de cláusula cerrojo y el marronismo le sucedieron las pretensiones de los jugadores y convocatoria a una Asamblea general de la Asociación Mutualista de jugadores de football; de esa reunión partieron los jugadores en una marcha hacia la Casa Rosada para concretar una reunión previamente solicitada y pedir la mediación del nuevo presidente, quien aceptó hablar con un periodista y vocero de los huelguistas5 . El General y Presidente Provisorio Uriburu demostró darle poca importancia al tema y lo derivó al Intendente Guerrico, quien citó a los presidentes de los clubes para el 27 de abril. En esa reunión, les dijo que la "huelga y el profesionalismo estaban unidos", y conminó a los dirigentes a resolver los problemas6 .

Si bien la polémica - dentro del marco de los dirigentes del fútbol- entre amateuristas y profesionalistas había aparecido desde los inicios de la década del '10, desde hacía algunos años distintos grupos de dirigentes venían trabajando con la idea de organizar una liga profesional7 .

Luego del encuentro con los gobernantes y la presión ejercida por los jugadores, la abrumadora mayoría de los dirigentes de los treinta y ocho clubes de la primera división de la Asociación estaban definitivamente en favor del profesionalismo, pero la lucha giró en torno al modo de concretarlo. Los clubes más poderosos tomaron la delantera suponiendo que el desarrollo del espectáculo -condición necesaria para el profesionalismo- necesitaba de una liga de pocos y poderosos. Así, construyeron su propia federación, la Liga Argentina de Football (LAF). Esta entidad -ilegal a los ojos de la FIFA- armada por una quincena de clubes, impuso el profesionalismo sin pase libre. Elaboró un contrato tipo y rápidamente puso en marcha el nuevo sistema.

La vieja Asociación Amateur, que quedó vaciada y sólo habitada por clubes más chicos y con pocos recursos, declaró inmediatamente abolida la cláusula que impedía el pase libre de jugadores entre clubes, junto con una amnistía total. Así, la Asociación de futbolistas consideró "ganada" y consecuentemente resuelto el conflicto que había dado origen a la huelga.

 

II


Conviene poner el acento en la singular participación del Estado, al analizar la situación planteada por los jugadores y la consiguiente solución a lo que pareció en algún momento un callejón sin salida.

En principio, es notable el interés de los todos los protagonistas por la opinión y la acción estatal. Los jugadores recurrieron abiertamente al jefe del Estado proponiéndole juegue de mediador en el conflicto. Los canales entre los dirigentes de los clubes y de las ligas oficiales estuvieron abiertos con funcionarios de distintos niveles, en un eterno ida y vuelta. La relación entre Estado y dirigentes de liga puede vincularse al similar origen social y familiar de los personajes. Pero además, con la actuación del Presidente Marcelo T. de Alvear en 1926, laudando diferencias entre las dos asociaciones existentes para logra la unión de ambas, el fútbol se transforma en materia gobernable8 .

Nos encontramos en una situación en la cual la voz del Estado era solicitada y muy bien recibida por todos sectores. Los jugadores no estaban organizados en torno a ninguna bandera política general, y siguiendo el tono de la época radical, vehiculizaron su protesta a través de los despachos oficiales, cumpliendo así el Estado su papel de mediador y árbitro en los conflictos sociales9 .

Tal como se vio arriba, huelga y profesionalización fueron dos problemas que pesaban sobre el fútbol oficial pero sin relación de causa efecto alguna entre ellos. Los jugadores jamás pidieron el profesionalismo, que por lo demás, jamás debatieron en sus asambleas. Los dirigentes recibieron delegaciones de jugadores y se mostraron cerrados a cualquier acuerdo sobre el pase libre. Pero apareció el Estado. Los jugadores en su pintoresca marcha hacia la Plaza de Mayo y entrevistándose con el jefe del Gobierno Provisional. El Intendente Guerrico reuniéndose con los dirigentes de los clubes. En ese encuentro el funcionario unió las dos cuestiones en un solo haz.

El argumento que dominó la reunión entre el alcalde y los dirigentes se basaba en la creencia de que el profesionalismo era deseado por los jugadores. Pensaban que con el conflicto tenía raíces económicas. En definitiva con el profesionalismo, los huelguistas lograrían cobrar más dinero que hasta entonces, y consecuentemente, desecharían el pedido del pase libre10 .

El funcionario conminó a los presidentes a aprovechar la situación del conflicto huelguístico para hacer algo que, por un lado solucionaría la huelga y, por otro, provocaría un cambio notable en la del fútbol oficial, beneficiando a las instituciones.

Tal vez de manera un tanto inesperada para el propio funcionario, la iniciativa produjo en los dirigentes un efecto de liberación de viejas ataduras y prejuicios respecto de la instauración del profesionalismo. El Intendente logró la unidad de los dirigentes de clubes más importantes bajo el paraguas que él mismo brindaba al incentivar la llegada del profesionalismo. Es decir, dio permiso, legitimando la opción por el deporte profesional, como paso necesario para destrabar el conflicto huelguístico y a la vez, reorganizar el espectáculo deportivo.

Los hombres que dirigían el Estado, desde una posición estratégica y formando parte del bloque de poder, ven y actúan direccionalizando al conjunto social11 . La actuación de Guerrico es definitoria para apurar, dar una orientación y una definición a los problemas planteados. Un pequeño esfuerzo, un pequeño gesto ayudó a resolver lo que para los dirigentes del fútbol se presentaba como un dilema. Con una maniobra -tal vez sólo posible desde el lugar que une la (necesaria) pertenencia a una parcialidad y jerarquía estatal- disciplinó, reagrupó a los dirigentes, apuró la reorganización del espectáculo y destrabó la huelga.

Así, a través de su actuación en la serie de reuniones - públicas o secretas- el Estado legitimó la postura en favor del profesionalismo y lo ligó al conflicto de los jugadores12 . De ahí en más los dirigentes no dudaron. Con el tiempo, y durante la misma década los lazos entre los clubes y el Estado se hicieron más fuertes, girando siempre sobre la base de la constitución y desarrollo del gran espectáculo13 . A partir de ese momento, entre los dirigentes, la polémica amateurismo o profesionalismo pasó un segundo plano. Y esto no debería considerarse un detalle irrelevante. La dirigencia de los clubes de fútbol arrastraba el peso de una tradición que emparentaba la práctica deportiva al ideal del fair play y del amateurismo. El profesionalismo tuvo, en líneas generales, "mala prensa". Se pensaba que su llegada implicaría la puerta de entrada de los peores males dentro del inmaculado mundo del deporte14 . . No fue casualidad la aparición de una serie de justificaciones los días posteriores a la creación de la LAF. En la prensa escrita pueden leerse declaraciones en las que los dirigentes sostenían que dedicarían parte de las entradas al mejoramiento de instalaciones, que promovían el profesionalismo para mejorar el espectáculo, que serían los primeros en velar por la deportividad de los jugadores y la imparcialidad en el juego, etc.

 

III


El Intendente mostró el camino que destrabó el trance. Encauzó la acción de los dirigentes y los comprometió a resolver el problema con urgencia.

Los presidentes de los clubes de la AAAF quedaron con la tarea15 . Rápidamente, se dividieron en dos grupos. El primero quedó constituido por la mayoría de los clubes más poderosos, por su caudal societario y de boletería. Las cabecillas de este grupo propusieron un modelo de liga profesional "cerrada", solo integrada por pocos y grandes. Los "rupturistas" o "cerrados" obraron rápidamente y con cierta agilidad. Aprovecharon la oportunidad para dar varios golpes simultáneamente: terminar con la ilusión del pase libre y decretar el profesionalismo. Todo en un movimiento, junto con la creación de una superliga de pocos. Obviamente, para el cambio de las estructuras orgánicas del fútbol federado, no se consultó ni a los socios de los clubes, ni a los jugadores16 .

El segundo grupo de entidades, se formó por los clubes marginados de la LAF y que quedaron en la AAAF. En su mayoría, no eran menos profesionalistas que aquellos, sólo que permanecieron fuera del gran juego. Sin el concurso de las grandes instituciones era impensable abandonar el amateurismo. Ese relegamiento implicó la muerte de varios de esos clubes, o por lo menos, de la práctica del fútbol competitivo dentro de estas instituciones17 .

Respecto del profesionalismo, los dirigentes veían sus beneficios y sus perjuicios. Los primeros implicaban el blanqueo de una situación administrativa intolerable, en la cual, los clubes debían manejar varios sistemas contables paralelos. Además, suponían que con el cambio de sistema, podrían manejar los montos de los pagos a los jugadores, es decir establecer topes para los pases, primas y contratos: una ilusión.

Ideológicamente implicaba un paso riesgoso. Como se vio arriba, el profesionalismo podía aparejar el relajamiento de lo que quedaba por relajar en materia de conductas deportivas dentro de las canchas: un peligro.

A poco tiempo de avanzar la huelga y esbozada la decisión de la nueva organización del fútbol, apareció un fantasma. Un empresario teatral fundó la "Corporación Argentina de Jugadores de Football", a través de la cual se disponía a generar un poco claro emprendimiento mezcla de "empresa, club y equipo", ofreciendo contratos a jugadores con la intención de participar del torneo. Ante esta situación, la Asociación Mutual de Jugadores se declaró en contra de la firma de contratos de sus afiliados con tal personaje. Paralelamente, los dirigentes se inquietaron ante esta aparición: una operación que desde fuera de los clubes intentaba colarse en el universo de competidores, con el sólo y claro objeto de participar de un negocio. A través de varias declaraciones en la prensa, los dirigentes difundieron sus posiciones. En principio, sostuvieron que la aparición del llamado "capitalista" era una estratagema de los jugadores para presionarlos. Luego, cuando la asociación de jugadores declaró no ver con buenos ojos a dicho personaje, los dirigentes sostuvieron la intención de impedir la participación de emprendimientos por el estilo dentro del mundo del fútbol.

Probablemente este empresario haya visto lo mismo que los dirigentes. Una veta, una generosa y extraordinaria posibilidad de entrada de dinero realizada a través de una inversión de relativa significación. En realidad, nadie sabía muy bien cual sería la relación entre la inversión (comprar los pases y arreglar los contratos con los jugadores) y los futuros ingresos. No obstante, y a pesar de algunas dudas, se suponía que se estaba abriendo la puerta a un nuevo escenario económico. En buena medida el optimismo era razonable.

La novedad del profesionalismo, en el marco de la creación de una nueva liga, generó una especie de beneficio económico extraordinario para los clubes más ricos. La LAF quedó fuera de la FIFA, que reconocía como liga oficial a la AAAF, lo cual, habiendo sido deseado o no, generó una ganancia excepcional. La nueva LAF no pagaba el pase de los jugadores por primera vez contratados a ninguna institución, o por lo menos no estaba obligada a ello. Con la escisión, se había roto de hecho el antiguo pacto de caballeros y se había generado otro nuevo, esta vez sólo con los caballeros de los clubes que integraban la LAF. Es decir que, un club como River interesado en contratar a un "crack" como Carlos Peucelle, no negociaba con el club de origen del jugador, el Sportivo Buenos Aires, que no pertenecía a la LAF, sino que lo hacía directamente con el jugador18 . Los dirigentes de la nueva liga establecieron un convenio secreto en el cual se obligaban a no quitarse jugadores entre ellos durante el primer año de vida de la nueva entidad profesional.

Además, no teniendo compromisos con la FIFA, los clubes contrataron jugadores extranjeros sin ningún tipo de autorización internacional.

Ese plus originario fue originado por las condiciones de "ilegalidad" en las que se generó el profesionalismo, dentro del marco de las instituciones deportivas locales e internacionales. A su vez, nació una nueva "legalidad", la de los contratos entre clubes y jugadores, legalizando una situación irregular. De este modo, el nuevo marco del espectáculo futbolístico emergió dentro de una transformación paradojal: de la ilegalidad marrón al amparo de las normas legales que rigen el mercado laboral, mientras que del encuadre institucional de las entidades deportivas se pasó a una situación de "ilegitimidad".

Todos estos movimientos dieron gran facilidad a los clubes integrantes de la LAF para desarmar, contratar jugadores y así, reconstruir sus planteles. Pudieron generar un mercado de pases muy flexible. Sin embargo, durante las primeras semanas de fundada la nueva liga, tuvieron serias dificultades para armar los equipos profesionales. El mayor obstáculo radicaba en el escaso tiempo que tuvieron, ya que a los pocos días de creada la LAF se programó el nuevo campeonato. En realidad, la operación que implicó la división de las ligas y el comienzo del campeonato profesional duró los últimos veinte días de mayo de 1931.

 

IV


Cabe señalar que la huelga expresaba uno de los síntomas de la grave crisis por la que atravesaba la estructura institucional del fútbol. En el marco del crecimiento del espectáculo, el profesionalismo encubierto había alcanzado a casi todos los jugadores y no solo a los más destacados. Por otro lado, las instalaciones tanto para jugadores como para el público eran inadecuadas, y se consideraba que la falta de espíritu deportivo había llegado límites que ponían en cuestión al mismo deporte.

En ese marco, los jugadores organizaron un movimiento gremial reivindicativo de corto alcance. No había en su seno opiniones y guías políticas que se destacaran. Y esta situación se puede palpar en el hecho de la concurrencia desenfadada al arbitraje del Presidente de facto Uriburu, que bien puede considerarse un paso difícil de digerir para quien tuviera compromisos políticos, tanto con la UCR como con algún sector de izquierda. En este sentido, resulta interesante mostrar algunos párrafos del irónico editorial firmado por I. Celmais en La Vanguardia:

"El lunes los jugadores tomaron tres importantes resoluciones: declararse en huelga, no ir al Paraguay e ir en cambio a la Casa Rosada y cantarle el himno al Provisorio. Nos imaginamos al General rodeado de los improvisados coristas repitiéndole a voz en cuello el consagrado ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!...Menos mal que los muchachos solo le pedían en realidad sus pases libres"19

Teniendo en cuenta ese marco general, corresponde hacerse una pregunta ¿cuáles eran las razones por las cuales los jugadores deseaban cambiar de club? ¿Qué intenciones tenían para que al evaluar las trabas que existían para hacerlo, decretar la huelga? Y aún más, ¿cómo evaluar el alto acatamiento a la huelga por parte de los jugadores de las primeras divisiones de los más importantes equipos?. Sintéticamente se puede hacer un recuento de los motivos explicitados en las declaraciones de los jugadores organizados: razones afectivas vinculadas a lealtades con los clubes de los que eran hinchas, razones vinculadas a la elección de una institución con instalaciones mejor dotadas, razones asociadas a obtener mayor popularidad jugando en clubes con más adherentes. En suma, razones relacionadas con (poder) "jugar en el club de sus simpatías y conveniencias" 20 .

Sin embargo, lo que los jugadores no dijeron durante la huelga -por lo menos, a través de su Asociación gremial- y sí lo dijeron los dirigentes muchos años después, fue que muchos jugadores deseaban el pase libre (especialmente los más reconocidos) porque ellos cobraban con los pases. Es decir, con el marronismo los pases se compraban y valían mucho dinero. Si no se pagaba el pase, se les abonaba una prima para atraerlos y decidirlos a cambiar de institución21 . La situación que se planteaba era por demás curiosa. Obviamente, resultaba irreprochable hacer una huelga para mejorar las condiciones económicas de su trabajo. Sin embargo, durante la huelga y teniendo en cuenta el marco de ilegitimidad de su actividad retribuida económicamente, esta realidad fue omitida por los jugadores en todas las declaraciones durante la huelga.

Los jugadores organizados en la Asociación Mutualista de footballers nunca fijaron posición frente al profesionalismo. El pase libre lo obtuvieron de una Asociación vaciada, que pretendía así obtener el apoyo de los jugadores en su lucha contra la liga profesional. Los futbolistas quedaron con la opción del pase libre en la pobre Asociación Amateur; o con las primas, premios, sueldos y el pago de los pases -junto con las cláusulas candado y "pactos de caballeros"- de la LAF.

La nueva realidad requería de jugadores con los que había que negociar y firmar los contratos. Algunos dirigentes entrevieron -en su imaginación- que las exigencias económicas de los jugadores pronto podrían transformar el posible escenario en un caos: ¿qué sucedería si no lograban recaudar deacuerdo a los compromisos contractuales contraidos?

A su vez, el espectáculo demandaba jugadores full time, especialistas y talentosos. Las páginas de los diarios de principios de siglo exigían sólo la presencia de sportmans amateurs, que por definición no eran especialistas. Sin embargo, las voces desde el periodismo más reconocido, con el argumento de la necesidad de la excelencia en el juego, hacía mucho tiempo, habían comenzad a exigir especialización. Los jugadores full time debían tener determinados hábitos alimenticios y cierta disciplina sanitaria. Quien pasaba a ser contratado abierta y legalmente, se comprometía abierta y legalmente a eficiencias y eficacias.

Este conjunto de condiciones no se dieron juntas. Hubo permanentes desacoples. Pero ese umbral de demandas y ofertas estaba relativamente cubierto desde hacia algún tiempo antes de 1931. Es decir que, ya en esa fecha el jugador de fútbol era un especialista talentoso cuyo arte o despliegue de fuerzas físicas merecía un pago y cuyo conocimiento del juego había requerido de un enorme esfuerzo y tiempo para su formación desde su más tierna infancia. A esto había que sumarle la magnitud de la selección que se operaba de los miles de jóvenes dispuestos a ocupar el lugar del jugador llegado fruto de la un enorme camino selectivo previo22 .

Si alguno de los dirigentes de la LAF temía a los posibles desplantes de los ahora jugadores-trabajadores, la mayoría sólo pensaba en llenar sus bolsillos y/o los de sus clubes con la perspectiva del crecimiento del espectáculo futbolístico, ya de por sí grande. Naturalmente, la ecuación descontaba la existía un numeroso público. Además, se pensaba en atraer a muchos más. El desarrollo del espectáculo puede medirse en el nivel de convocatoria que propone. Así, el público cumple un papel vital. Sin él, sería imposible que los demás componentes pudieran siquiera ser imaginados.

 

V


Se suele considerar la llegada del profesionalismo como un mojón en el desarrollo del espectáculo futbolístico, siempre considerando las realidades de la sociedad de mercado capitalista argentino, de fines de los años '20. Aquellos fueron momentos marcados por la expansión del mercado interno. En especial en la etapa de bonanzas comprendida entre el final de la Primera Guerra hasta la crisis del '30, cuyos efectos negativos recién comenzaban a sentirse. Algunos de los signos pueden verificarse en el crecimiento del nivel del consumo en general, y de bienes culturales en particular, por parte de los sectores populares. Además, había aumentado el tiempo libre de trabajo del que disponían.

Junto al fútbol estaban creciendo los espectáculos públicos en general, muchos de ellos con décadas de evolución como el teatro, el circo o el cine. También los medios de comunicación de masas se expandieron notablemente. La radio ya tenía algunos años de vida. Crítica y El Gráfico dominaban el mercado editorial popular, formando parte de una desarrollada cultura letrada en aquella sociedad urbana de los años '20. A su vez, los transportes comunicaban con relativa eficacia a los espectadores con los estadios. Por aquellos años aparecieron los primeros colectivos.

La llegada del profesionalismo significó un salto de dimensiones relativas en el espectáculo futbolístico que, visto en perspectiva, revelaba un umbral preexistente de elementos.

En este sentido, uno de los elementos que lo constituyeron fue su armazón rutinaria de eventos previamente acordados por los organizadores, difundidos y luego comentados por los medios de comunicación de masas. Para que el espectáculo se constituya en escenario sistemáticamente convocante fue necesaria la formación de un hábito entre sus asistentes.

Aquellos espectadores eran individuos que formaban enormes masas entrenadas en pagar una entrada, llegar en un horario determinado, conocer las maneras de viajar. Ya existía en Buenos Aires más de una generación acostumbrada a sufrir las incomodidades en el traslado y en las tribunas. Un público que nació, junto con la popularización de la práctica del fútbol desde principios de siglo, siendo de un tipo especial: un hincha23 . Es decir, un público que era o había sido jugador. Un público teñido de hinchismo que recorría tanto al socio del club, al dirigente, o al asistente habitual y que fue un ingrediente nada desdeñable en la conformación del cuadro de variables que incidieron en el desarrollo del espacio dramático y su consecuencia: el profesionalismo y la especialización de uno de sus actores principales.

Así, la habitualidad en coordinación con otros elementos, como el hinchismo, fundó al espectáculo del fútbol como juego profundo y como rito profano24 .

Sin embargo, durante la finalización del torneo de 1930 y el inicio del de 1931 esa costumbre dominguera estuvo en duda. La huelga no permitía contar con jugadores y, naturalmente, alejó parcialmente a los hinchas de las canchas.

En el transcurso de esas semanas de abril y mayo, hubo cierto desconcierto en el público. Esto puede verse en la variabilidad de la cantidad de asistentes a los partidos. En principio, durante la huelga y los intentos de la AAAF de dar comienzo al torneo de 1931, los equipos salían a la cancha con sus planteles diezmados. En muchos casos estuvieron integrados por jóvenes de categorías menores. A veces no llegaron a reunir a once. Hubo muchos partidos suspendidos. El público, conociendo la irregularidad en la que se desarrollaba el torneo así como los anuncios de los partidos a jugarse optó por no llenar las canchas. Por ejemplo, jugaron Boca vs Lanús, con 2000 asistentes que esperaron 45 minutos el comienzo del partido debido a la demora de los dirigentes en conseguir jugadores. "Al entrar los equipos el público ve que no había ningún jugador de primera ni de intermedia", ante lo cual se escucharon algunas protestas25 . Casos similares se vieron en River vs El Porvenir.

Una situación notable se registró en Huracán vs Sportivo Buenos Aires. Los titulares del Sportivo decidieron finalmente presentarse luego de una reunión de última hora en el vestuario. En cambio, Huracán fue integrado por jugadores de las divisiones inferiores. El público de Huracán reaccionó hostilizando a los jugadores del Sportivo. Les gritaban "carneros" y hubo desbandes en la tribuna popular26 .

La segunda fecha jugada el 17 de mayo tuvo un destino aún peor. La mayoría de los partidos fueron suspendidos.

Sin embargo, dos días después se fundaba la Liga Argentina de Football y el domingo 31 de mayo de 1931 se concretó el inició el torneo profesional. El público volvió a los estadios. Finalmente, pudo volver a girar la rueda, ahora aceitada, del espectáculo secuencialmente construido.

 

Notas

1. Desde 1913 hubo problemas relacionados con el pago a jugadores por parte de los dirigentes, así como exigencias económicas desde los jugadores. Ver Historia del fútbol argentino, Ed. Eiffel, 1955. Ramírez, Pablo, Historia del fútbol argentino, Ed. La Nación. Para la evolución del amateurismo al profesionalismo en Europa, ver Wahl Alfred, Historia del fútbol, Ed. B., Barcelona, 1997.


2. Si bien la primera liga de fútbol profesional data de mediados de 1880 en Inglaterra, en la Europa Continental los tiempos fueron muy similares a los de la Argentina y Brasil (1933): Austria en 1924, Checoslovaquia en 1930 junto con Hungría, Francia en 1932. Ver Wahl A. op. cit.


3. Tanto Dante Panzeri (La Opinión, 23/5/1976) desde una óptica "progresista", como desde otra perspectiva el grupo de periodistas que redactaron la famosa "Historia del fútbol argentino" (Ed. Eiffel, 1955, pp. 423-7), coinciden en esta visión del fenómeno. Además de los párrafos dedicados al tema en la canónica Historia del fútbol dirigida por Borocotó y en la nota de Panzeri veinte años después, el tema aparece también en Scher A. y Palomino H. "Fútbol pasión de multitudes y de elites", CISEA, Bs. As., 1988.


4. Ver Historia del fútbol argentino, Ed. Eiffel


5. Esto sucedió el 13 de abril de 1931. Simultáneamente a la marcha de los jugadores a la Casa de gobierno, existía el estado de sitio y las cárceles contenían a varios presos políticos.


6. Nota de Dante Panzeri aparecida en La Opinión (23/5/1976), en la que recoge vivencias del dirigente de Boca y la Asociación en 1931, Luis Salessi, así como la del dirigente de los jugadores Hugo Setti.


7. La Vanguardia, 26/4/1931, p. 5


8. Ver Scher A y Palomino H, op. cit.


9. La decisión de recurrir a la mediación de Uriburu apareció en el periódico socialista La Vanguardia del 14/4/1931 informando acerca de la realización de la asamblea de jugadores y que "finalmente resolviose enviar una nota al Presidente Provisorio Uriburu, a fin de que interpusiera su influencia para obtener el levantamiento de las sanciones y la reglamentación de los pases libres. En manifestación los jugadores se dirigieron a la Casa Rosada. Una comisión se entrevistó con el jefe del gobierno provisorio que se comprometió a allanar las dificultades que existen entre jugadores y directivos".


10. Esta impresión puede desprenderse de las declaraciones del dirigente Salessi, en La Opinión 23/3/76


11. Sobre el tema ver Lechner Norbert, Estado y política en América Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1986.


12. Hubo reuniones "secretas" de los dirigentes con el Intendente. La Nación, 5/5/1931, p. 12.


13. Es el caso de las ayudas crediticias para la construcción de los grandes estadios que en general datan de esa época.


14. Desde principios de siglo vinieron a Buenos Aires equipos profesionales ingleses. En los comentarios acerca de los partidos que jugaron eran habituales las críticas al juego desplegado por los futbolistas pagos por ser demasiado rudos, por no brindar un espectáculo acorde a sus remuneraciones, etc.


15. La Nación, mayo 1931.


16. El editorialista de La Vanguardia, a los pocos días de formada la LAF, señalaba que la implantación del profesionalismo se hacía sin consultar a los socios de los clubes. "Se trata de un cambio fundamental en la estructura de las entidades. Se supone que se contraerán compromisos que no tienen o no se han previsto estatutariamente, que quizá ocasionen pérdidas de prerrogativas que han servido de base a la constitución misma de las entidades que han sido el origen de su engrandecimiento. Y si el negocio se hace en base al plantel de jugadores que se ha podido reunir después de grandes luchas y sacrificios y no menos entusiasmo, justo es ya que no se trata de mercancías, que las cosas se hagan también con la intervención de los jugadores, que son también parte del asunto, para ver si estarían dispuestos a aceptar la nueva situación que se les crea con la implantación del profesionalismo". La Vanguardia, 26/4/1931, p. 5.


17. En 1934 se fusionan ambas entidades en la actual Asociación del Fútbol Argentino (AFA). La creación de una nueva entidad no cambió en nada la estructura de la liga iniciada en 1931.


18. Peucelle, Carlos op. cit., pp. 35/8. El pase de Peucelle costó 10.000 $, que recibió el jugador. El 30% del total los devolvió el jugador a su club de origen -era los que el Sp. Bs. As. había pagado por él un año antes- en una actitud de nobleza y lealtad personal. El valor de Peucelle subió debido a que era requerido también por Boca Juniors, que le ofrecía menos por el pase pero un sueldo mayor.


19. Por aquellos días las cárceles estaban habitadas por presos políticos. La Vanguardia, 16/4/1931, p. 4


20. La Vanguardia, 26/4/1931, p. 5


21. Es el caso de Carlos Peucelle: El Sportivo Buenos Aires le había pagado una prima de 3000 pesos por un año. Peucelle, Carlos, Fútbol Todotiempo, Ed. Axioma, Bs. As, 1975.


22. Las formas y los contenidos que adquiere la calidad "talento" son una construcción social e histórica. Por ejemplo, siguiendo a Archetti A., la segunda mitad de la década del '20 marcó la génesis del estilo de juego criollo, "la nuestra". Por lo tanto, también determinó fuertemente el nacimiento del gusto por determinada manera de jugar, y por lo tanto de lo considerado como condiciones necesarias del talentoso.


23. Ver Frydenberg, J. "Prácticas y valores en el proceso de popularización de la práctica del fútbol". En Revista Entrepasados, Nº 12, Bs. As., 1997.


24. Para profundizar en estos temas se pueden ver autores como: C. Geertz, V. Turner, E. Archetti. Ch. Bronmberger, etc.


25. La Nación, 11/5/1931, p. 10


26. La Nación, 11/5/1931, p. 10

 

 

 



8- Peronismo y fútbol.El triunfo sobre Inglaterra en 1953

Roberto Di Giano (Argentina)
Lic. en Sociología


Trabajo presentado en el IIº Encuentro de Deporte y Ciencias Sociales Facultad de Filosofía y Letras - UBA
Organizado por el Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte - 6 de noviembre de 1999

 

La irrupción del peronismo en la escena política nacional a mediados de la década del 40, representó, en muchos aspectos, una discontinuidad en la tradicional concepción económica que habían impuesto los sectores liberales-conservadores en la Argentina, quienes se habían afianzado definitivamente en el poder a partir de 1880 luego de vencer, a cualquier costo, las últimas resistencias a sus proyectos económicos y culturales.

Los miembros de esta elite se las ingeniaron durante décadas para mantener en sus manos el poder político (vía fraude electoral / intimidación / violencia / soborno), para ejercer más tarde fuertes presiones, cuando lo consideraba necesario, a gobernantes que pudieran distorsionar, en algunos frentes, sus grandes lineamientos en materia económica (así, ocurrió cuando el radicalismo quiso afirmar algunas políticas nacionalistas en determinadas áreas, fundamentalmente en la del petróleo), o para recuperarlo a través de golpes cívico-militares cuando ellos percibían que estaban amenazados sus intereses o de los capitalistas extranjeros con quienes tenían firmes compromisos (como ocurrió cuando derrocaron al gobierno radical en el año 1930 luego de soportar que éste lo venciera en sucesivas oportunidades, en elecciones presidenciales realizadas mediante la nueva ley de voto secreto y obligatorio, sancionada en 1912).

El peronismo limitó, en buena medida, el tradicional peso que habían tenido los sectores económicamente predominantes de la Argentina en las tomas de decisiones fundamentales para el destino de la Nación, siempre estrechamente vinculadas éstas a las expectativas e intereses de los países dominantes a nivel mundial (y más concretamente de Gran Bretaña). Además de enfrentar y reducir con relativo éxito la tradicional influencia británica dentro de nuestro país (para ello, entre otras cosas, se nacionalizaron muchas empresas controladas por capital de ese origen), al gobierno peronista le tocó lidiar con la creciente intromisión de los Estados Unidos, que impulsaba, en estos tiempos, la construcción de un único mundo bajo su liderazgo (es que había salido totalmente beneficiada de su participación en la Segunda Guerra Mundial, ya que al no llevarse a cabo en su territorio le permitió acumular un importante capital científico y tecnológico).

Debido a las variadas presiones recibidas y a diferentes circunstancias nacionales e internacionales, el diseño de las políticas, tanto internas como externas, durante el período peronista que va de 1946 a 1955, sufrirían distintas reorientaciones, llegándose a aceptar momentáneamente algunas propuestas defendidas históricamente por los sectores liberales-conservadores de nuestro país. Pero más allá de la adopción de algunas decisiones de carácter fundamentalmente estratégico que contradijeron en parte la postura clásica defendida por el peronismo de privilegiar ante todo los intereses nacionales, las autoridades peronistas percibieron, en general, a las intromisiones del capital anglosajón como un fuerte obstáculo para afirmar un desarrollo más autónomo del país.

Así, el peronismo tuvo una fuerte proclividad a resaltar las actitudes nacionalistas en todos los aspectos de la vida social y a favorecer una participación más efectiva de los sectores populares (a quienes estaba dirigida primordialmente la política del gobierno) en el quehacer nacional. Y esto quedó reflejado, entre otras cosas, en la esfera deportiva donde además de verificarse allí una mayor participación popular se lograron una serie de éxitos que ayudaron a consolidar una imagen positiva del deporte argentino tanto dentro de nuestra frontera como hacia fuera1 .

El objetivo de este trabajo es analizar, dentro de este contexto de revalorización de la experiencia popular, cómo visualizaron los medios de comunicación dedicados al deporte la actuación de la selección nacional de fútbol cuando ésta venciera, a mediados del año 1953, al rival histórico por excelencia dentro de la esfera deportiva: Inglaterra. (Este partido victorioso fue considerado por el gobierno- quién promovió la disputa- y por amplias franjas de la población, la gran revancha de la derrota sufrida por nuestra selección en Wembley en el año 1950 y formó parte de los pocos encuentros de carácter internacional que se disputaron bajo el marco del gobierno peronista. Para cumplimentar con el objetivo explicitado anteriormente se tomarán como referentes principales (aunque no exclusivos) dos importantes revistas de la época: Mundo Deportivo, una publicación ya desaparecida, y El Gráfico, que sigue teniendo aún vigencia en nuestros días. La elección de estos medios gráficos tiene que ver con la posibilidad de cubrir a priori una trama diferente de visiones, ya que uno de ellos –Mundo Deportivo- tiene una fuerte impronta peronista (mas concretamente formaba parte de una amplia gama de publicaciones que el gobierno utilizaba, entre otras cosas, para defender sus realizaciones en diferentes campos), mientras que el otro –El Gráfico- se presenta con un carácter mucho más independiente del régimen peronista, lo que puede ser revelador en cuanto a la expresión de un clima colectivo, en aquel momento histórico.

 

Las miradas de las revistas Mundo Deportivo y El Gráfico

La revista Mundo Deportivo, fundada en 1949 dentro del marco de la cadena oficial de medios (y más concretamente del consorcio editorial Haynes2 , reivindica, en el contexto del enfrentamiento de Argentina con Inglaterra, la especificidad de nuestra cultura futbolística al subrayar el papel determinante que cumplen en el desarrollo del juego la espontaneidad de los jugadores y el despliegue de una variada gama de destrezas por parte de los mismos. Modalidad ésta que Mundo Deportivo evaluaba como contrastante del sistema mecanizado que sostienen como característica principal los ingleses, llevado a cabo por deportistas de estructura física rígida.

De allí que esta cuestión quedara bien sintetizada, según la publicación, cuando se realizaron las dos primeras conquistas del peculiar encuentro disputado por la selección nacional y la inglesa (era la primera vez que actuaba en nuestro país un seleccionado de fútbol de ese origen). Específicamente la revista Mundo Deportivo se refiere al gol convertido a través de un preciso golpe de cabeza por el deportista inglés Taylor y al empate conseguido, de una manera improvisada y bella, por el jugador argentino Ernesto Grillo:

"Una victoria cabal, justa, amplia, histórica, que podría resumirse (...) en la fisonomía de los dos primeros goles: mecánica fría pero oportuna y exacta, en los ingleses; inspiración casi artística, agudeza de criterio, sublimación de la obra colectiva, de los argentinos..." 21.5.1953

De esta manera esta victoria de los futbolistas locales sobre sus pares ingleses vendría a demostrar la superioridad de una forma deportiva en donde prima la imaginación y las picardías sobre otra mucho más rutinaria basada fundamentalmente en el entrenamiento asiduo y la fortaleza física. Es que Mundo Deportivo enfatiza el valor moral y estético del fútbol desarrollado dentro de nuestra frontera que presenta características muy disímiles al del mundo anglosajón:

"Ni el mejor estado atlético puede resistir sin inconvenientes un trabajo exigido por las sutilezas criollas. Los movimientos de cuerpo de los locales contrastaban con la escasa habilidad de las mullidas piernas de los extranjeros (...) más sin ningún recurso para recomponerse en cada ocasión de ser burlados..." 21.5.1953

En cuanto a la mirada de la revista de carácter "independiente", El Gráfico, publicada por Editorial Atlántida a partir de 19193 , puede decirse que sigue en la misma línea argumental tejida por Mundo Deportivo tal como queda visible cuando el semanario enumera una serie de virtudes que según su criterio mostraron los integrantes del ataque argentino en el encuentro disputado con Inglaterra, evaluado de manera emblemática por la comunidad deportiva de nuestro país:

"... capacidad de ingenio creador, admirable manejo de la pelota, dominio en el pase y suma destreza para eludir al rival..." 22.5.1953

Es decir que esta revista de antigua data alude a una serie de elementos que remiten, concretamente, a una cultura estética surgida décadas atrás dentro del marco de los sectores populares, y que actúan eficazmente todavía, en los primeros años '50, como fuente de identidad y cohesión para los mismos. (En un momento histórico en que estos sectores, principales beneficiarios de la política distributiva del Estado, pudieron disfrutar de un clima festivo amparados en la ideología del peronismo que había ampliado considerablemente su lugar en la sociedad). Los productores intelectuales de El Gráfico para resaltar, aún más, las virtudes de los jugadores argentinos se remiten a lo que le han comunicado los periodistas ingleses que vinieron a presenciar el partido: (es que para muchos actores del ámbito deportivo argentino la visión de los europeos se vuelve imprescindible para valorar nuestra propia identidad, y por eso esperan de manera ansiosa la rápida confirmación de los eruditos extranjeros):

"Colegas ingleses con los que hemos conversado (...) nos han expresado su admiración por el juego criollo, tan pleno de sutilezas, y lo que más admiraron fue la elasticidad y velocidad mental que permite a los nuestros captar, concebir y hasta producir las para ellos más impensadas variantes..." 22.5.1953

Es decir que se verifican muchas coincidencias entre la tradicional revista El Gráfico y la properonista Mundo Deportivo4 en cuando a la forma de evaluar la actuación de la selección nacional, que va mucho más allá del mero triunfo deportivo. Es que está referido a un modo específico de jugar que se lleva a cabo en la Argentina (construido por los sectores populares en los primeros años de este siglo mientras era fuertemente desvalorizado por las elites argentinas orientadas culturalmente hacia Europa) y que esta victoria sobre Inglaterra, el rival al cual la mayoría de los argentinos estaban interesados en superar en todos los aspectos, volvió a poner en escena.

 

Apuntes finales

Si bien las revistas analizadas en este trabajo, presentaban, a priori, un grado diferente de autonomía con respecto al régimen peronista ya que una de ellas, Mundo Deportivo, apoyaba abiertamente al movimiento justicialista, mientras que la otra, El Gráfico, aparecía como una publicación con mas" independencia" del mismo, ambas compartieron las mismas creencias y gustos en materia estrictamente futbolística. Es así, entonces, que estas publicaciones -que jugaron un importante papel en aquel momento histórico al ser protagonistas activas de la esfera deportiva-seleccionarían una serie de elementos similares que se habían puesto en juego, según el criterio de ambas en el partido que disputaron Argentina e Inglaterra. Ellos formaban parte de una forma más amplia de percibir y evaluar la realidad futbolística, que tendía, inexorablemente, a aumentar la autoestima de los aficionados argentinos al exacerbar las cualidades de nuestra práctica deportiva.

Es muy probable, además, que muchas de las descripciones realizadas por estos influyentes medios de comunicación-reveladores, en muchos aspectos, de un eufórico clima colectivo- quedaran asociadas, de alguna manera, a la matriz cultural del peronismo que intentaba afirmar rasgos políticos, económicos y sociales propios, conteniendo así, entonces, muchos elementos de ruptura con respecto a las concepciones extranjerizantes fijadas en años anteriores.

 

Notas:

1. Eugenia Scarzanella describe la manera en que contribuyó el gobierno peronista a la expansión del deporte: "...Corredores de automóviles, maratonistas, boxeadores y futbolistas reciben condecoraciones y favores. Se construyen nuevas canchas e instalaciones deportivas. Para los chicos se distribuyen entradas gratis para los partidos y se organizan campeonatos especiales..." (El ocio peronista: vacaciones y "turismo popular" en Argentina (1943-1955) en Entrepasados Nro: 14, 1998).


2. Según la explicación brindada por Raanan Rein: "Esta compañía, anteriormente propiedad de capitales anglo-norteamericanos, se convirtió en manos de las autoridades en una herramienta para difundir la ideología justicialista a diversos públicos específicos..." (Peronismo, populismo y política: Argentina, 1943-1955, Edit. de Belgrano, pág. 122 y 123).


3. Como explica Eduardo Archetti, para la época en estudio el muy influyente semanario El Gráfico: "...era una verdadera revista de deportes en la que el espacio dedicado al fútbol era muy importante. Sin embargo, los otros deportes, como el automovilismo, el polo, la natación y el boxeo, en los cuales los argentinos se destacaban internacionalmente, estaban también bien cubiertos..." (Estilo y virtudes masculinos en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino, en Desarrollo Económico Nro: 139, octubre-diciembre 1995).


4. Es interesante resaltar que ambas revistas, pese a responder a proyectos diferentes, reprodujeron fotografías del presidente Perón en varios de los números correspondientes al año 1953, distinguiéndose Mundo Deportivo por ofrecer notas escritas por Carlos Aloé, puntal de la publicación y a su vez gobernador de la provincia de Buenos Aires, que habitualmente elogiaban el régimen peronista y a su líder.

 

Bibliografía


· Grignon C. y Passeron J. (1989) Lo culto y lo popular. Miserabilismo y Populismo en sociología y literatura, Edic. Nueva Visión, Bs. As.
· Palomino H. y Scher A. (1989) Fútbol: Pasión de multitudes y de elites, CISEA, Bs. As.
· Plotkin, Mariano (1989) Mañana es San Perón. Ariel/Historia Argentina, Bs. As.
· Raanan, Rein (1998) Peronismo, populismo y política: Argentina, 1943-1955, Editorial de Belgrano, Bs. As.
· Rapoport M. y Spiguel C. (1994) Estados Unidos y el peronismo. La política norteamericana en la Argentina: 1949-1955, Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As.
· Rowe W. Y Schelling V. (1993) Memoria y modernidad. Cultura popular en América Latina, Edit. Grijalbo, México.
· Sidicaro, Ricardo (1996) Juan Domingo Perón, Fondo de cultura económica (colección Los Hombres del Poder), Bs. As.

 

 

 

 

 

 

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