Tercera
Sección
Índice
de contenidos
9-
El fútbol visto hace 60 años: Rupturas y continuidades. (Dr.
Francisco Belgeri).
10-
El Gráfico y sus distintas miradas sobre el fútbol. (Roberto
Di Giano).
11-
Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del
imaginario del fútbol argentino. (Eduardo P. Archetti).
9-
El fútbol visto hace 60 años: Rupturas y continuidades. (Dr.
Francisco Belgeri.)
Dr. Francisco
Belgeri (Argentina)
Este artículo fue publicado
bajo el título El fútbol como problema social por la revista
El Gráfico, Buenos Aires, 26 de agosto de 1938.
Hace 40 años el fútbol
era considerado como un sport de ingleses o anglo-porteño y se jugaba
solamente en colegios de esa nacionalidad y clubs formados en ellos. Luego,
muchachos de barrio y colegios nacionales lo practicaron como complemento
de la clases de educación física, organizaron equipos similares
a otros colegios. Tal fue el origen de los grandes clubs de la actualidad.
River Plate, en la dársena sur; Boca, en la barriada de ese nombre;
Racing e Independiente, en Avellaneda; Estudiantil Porteño, en el colegio
Nacional Oeste; Porteño, en San José, etc., todos con vida intensa
entonces, algunos la mantuvieron y otros la acrecentaron, menos los clubs
de estudiantes que al finalizar su evolución en las facultades fueron
perdiendo solidez, excepción hecha de Estudiantes de La Plata, porque
fue una fuerza representativa de la afición de esa ciudad.
Los que estamos en la madurez de la vida, sabemos cuán difícil
era hace 35 ó 40 años apartarse un poco del centro de la ciudad,
pues la integridad física estaba siempre en peligro en las canchas
del arrabal. El fútbol llegó a apasionar y por todas las calles
y baldíos se jugaba con pelotas de trapo o goma, y la incidencias se
dirimían a "castaña limpia" o a pedradas.
Cuando esos muchachos crecieron vieron la conveniencia de disciplinarse y
eligieron capitán, para que los dirigiera y representara, y comprendieron
la necesidad de aceptar al referee. Vinieron las ligas independientes con
todos sus chanchullos, pero que significaban un progreso. Esos cuadros alquilaban
o pedían prestado un terreno, hacían un cancha y una pequeña
casilla y se afiliaban a la "Football League"; y los ingleses,
como nosotros los llamábamos, los recibían como afiliados con
bastante desconfianza.
Para disputar el campeonato debíamos trasladarnos a todos los barrios,
y así conocimos bien la ciudad. Yo pertenecía a un club que
jugaba en la Tierra del Fuego, barrio del bajo de Recoleta, en el cual el
Nacional Oeste (hoy Mariano Moreno) tenía su campo de deportes; allí
jugamos hasta 1909, donde últimamente lo hizo River. ¡Avenida
Alvear y Tagle!. ¡Cuántos recuerdos gratos para tantos amantes
del fútbol de todas la épocas!.
Así, obreros y estudiantes nos pusimos en contacto y aprendimos a respetarnos,
no por lo que éramos, sino por nuestra capacidad de jugadores y comportamiento
en el field.
Así nos fuimos vinculando las distintas barriadas y categorías
sociales, animados por el mismo ideal: saber que había guapos y flojos,
buenos y malos jugadores, tanto entre los "cajetillas" como entre los "compadritos". Así nació la
democracia del fútbol al difundirse, pero también la aristocracia
al reconocer y respetar la jerarquía del mejor y más capaz.
Así nos formamos en el fútbol de nuestra época, aprendiendo
a respetar y hacernos respetar.
Formación
de los clubs
Para poder ser aceptados como
afiliados a la Liga se necesitaba tener comisión directiva, un sello,
representante en la Asociación. Empezaba para los clubs incipientes,
la vida de relación y vimos tallar al lado de hombres grandes, flemáticos,
generalmente comerciantes ingleses con su pronunciación peculiar, a
jóvenes estudiantes, empleados y obreros.
De esta mezcla original y pintoresca en que cada uno llevaba opiniones y conceptos,
empezó a formarse la base de lo que sería más tarde la
organización y grandeza del fútbol argentino. Los criollos fuimos
suplantando a los ingleses y llegó el momento en que éstos pasaron
al recuerdo.
Hace 30 años, todos nos conocimos -dirigentes, jugadores y público,-
todos sabíamos que los dirigentes o los árbitros hacían
un verdadero sacrificio, gustosos, de tiempo y hasta de dinero. No había
dirigentes improvisados; se llegaba en todos los casos, cuando se había
sido jugador o referee, cuando no se hacían todas las cosas a la vez
y hasta trabajar (poner los arcos, pintar la cancha, etc.). No es de extrañar
que los jugadores de la época hayan llegado a ser hombres útiles.
Han aprendido a administrarse, a saber, que la verdad no es única y
no patrimonio de nadie. Cuántas veces en nuestra precipitación
de jóvenes estudiantes hemos sido corregidos por modestos obreros,
en quienes la experiencia y observación los había colocado en
un plano superior. No había en nuestra época otra jerarquía
que la de la capacidad como dirigente, juez o jugador.
Progreso
del fútbol
El fútbol se ha desarrollado
a pasos gigantescos. Hoy los clubes son verdaderas empresas comerciales; a
pesar de que pretenden ser amateurs -con docenas de empleados, gerentes, administradores-
manejan miles de pesos. Los intereses, desgraciadamente, suelen primar más
que los ideales. Así vemos aquel fútbol que tanto queríamos
transformado. No soy un retrógrado, per sí deseo que la evolución
se haga con justicia, que se piense siempre que es un deporte popular y a
la vez social; que es necesario educar al jugador y las masas; que se paguen
sueldos y primas, pero de acuerdo a lo estipulado en el contrato, que se respete
para que aprendan a respetar, que al que no cumpla se lo castigue para que
sienta todo el rigor de la justicia. Que los dirigentes sepan que el éxito
inmediato no tiene mucha importancia, que tiene el porvenir de mucha gente
en sus manos, desde el punto de vista material y moral y que al informar en
nombre de lo que representan deben hacerlo con la verdad y no con la conveniencia.
El fútbol debe ser escuela de carácter, las incidencias del
juego no deben tener mayor trascendencia. Es un espectáculo para solaz
y no desahogo de pasiones.
Hay
que elevar la moral del fútbol
Nos hemos habituado a que las
agresiones, el insulto soez desde los tablones, sólo merezca un comentario
risueño. Me decía hace unos años un dirigente amigo:
El inclumplimiento de un compromiso en fútbol no tiene importancia
y el que lo realiza puede ser una buena persona. A pesar de mis años,
no he podido acostumbrarme a admitir esto.
La incorrección o inconducta es siempre la misma en cualquier parte
y es imprescindible que reaccionemos de esos desahogos que significan resabios
instintivos, que se castigue con mano dura, no sólo a los atentados
de hecho sino de palabra. Todos lo amantes de este juego sabemos cuán
difícil es presenciar con tranquilidad un match desde las graderías
y emitir una opinión en voz alta a un amigo, sin que el vecino accidental
se crea autorizado a intervenir agresivamente, sin no está de acuerdo
con ella o mejor, con lo que él cree que conviene a su club favorito.
El fútbol debe ser, además de un espectáculo magnífico,
una manifestación de orden social. Hay un verdadero problema a encarar,
con energía y decisión, si no queremos seguir presenciando espectáculos
repudiables. En fin, debe haber premura en evitar la bancarrota moral en que
se precipita nuestro deporte predilecto.
10-
El Gráfico y sus distintas miradas sobre el fútbol.
Roberto Di Giano
Lic.
en Sociología, Universidad de Buenos Aires, Universidad de Morón.
Artículo publicado en La
Marea, revista de cultura, arte e ideas, diciembre-marzo de 1996
Hay amplias coincidencias en cuanto
al importante papel que juegan los medios de comunicación en la producción
y difusión de nuevos patrones de comportamiento e ideas.
En tal sentido podemos, hoy, reflexionar sobre el modo en que, ya a inicios
de los 60, se trató de construir un nuevos modelo en el ámbito
específico del fútbol, realizando un análisis retrospectivo
del discurso que circuló entre los años 1962 y 1963 en una revista
especializada de amplia difusión en nuestro país: El Gráfico,
producida semanalmente por editorial Atlántida.1
Se visualizan en esta publicación de larga trayectoria (su primer número
data de 1919) dos etapas diferenciadas dentro del período considerado.
En la primera de ellas, que abarca un amplio tramo del año 1962, el
discurso de la revista contiene una de las respuestas posibles a las difíciles
condiciones que planteaba el proceso de reculturización que se estaba
llevando a cabo en el fútbol nativo desde comienzos de la década
con la afirmación retrospectiva de los valores futbolísticos
tradicionales. Muchos son los enfrentamientos que sostuvo el semanario en
este trayecto con diversos agentes del campo deportivo que ya adherían
a las nuevas tendencias.
La etapa siguiente está marcada por las fuertes modificaciones que
se produjeron en el lenguaje del semanario, que se convirtió en uno
de los voceros principales de la nueva manera de percibir y evaluar el deporte,
manera que si bien indudablemente se va a articular con expectativas preexistentes,
no menos indudable será el papel que cumplirá como constructora
de un público futbolístico modernizado.
1. La mirada romántica
En la primera etapa de la revista El Gráfico dentro del período
de estudio, se visualiza en diversas notas la tendencia a afirmar nuestro
estilo futbolístico. El discurso del semanario, de fuerte sesgo pedagógico-moral,
está dirigido a un público con rasgos todavía tradicionales,
pero inquieto por las transformaciones que se operan en el ambiente deportivo
local. Concretamente, el periodista Dante Panzeri, que contagia su estilo
a la revista, se opone a la creencia de que para mejorar se debía mirar
hacia afuera. Su propuesta, en cambio, consiste en tener en cuenta nuestra
mejor historia futbolística, tal como se desprende del modo de evaluar
el desempeño de los equipos en el Campeonato Mundial de Chile. Con
el rescate de elementos generados en fases anteriores -que aún seguían
teniendo vigencia pero no podían ser expresados plenamente- trata de
poner un límite a la nueva visión deportiva:
"... en este Mundial (...) Hemos aprendido que tenemos que volver
a aprender lo que los 'modernos' nos dijeron que era necesario desaprender" (13/6/62)
El mensaje del semanario tiene una resonancia romántica demasiado evidente;
frente a la ofensiva cosmopolita destructora de la especificidad deportiva
argentina, la revista ofrece una visión del pasado para que sea ratificado
en el presente y que además sirva para indicar el rumbo del futuro.
De acuerdo con esta mirada, no existe un estilo único para jugar al
fútbol que pueda ser aplicado a todos los países, sino que cada
uno de ellos debe afirmar un estilo propio de acuerdo a sus tradiciones. Así,
en el escenario deportivo local, debe volver a primar la improvisación
de los jugadores talentosos y no las planificaciones rigurosas y las ataduras
inútiles impuestas a los deportistas, que consecuentes con el proceso
de racionalización -extendido en el sistema deportivo europeo y en
génesis en la Argentina- tienden a garantizar un carácter más
previsible del desarrollo de los encuentros:
"Hemos aprendido a convencernos que el fútbol es, primero
JUGADORES, jugadores que sepan..." (13/6/62)
La revista extiende el tránsito del fútbol tradicional al fútbol
moderno como un camino hacia la deshumanización, centrando la crítica,
entre otras cosas, en el rol protagónico que asumen los directores
técnicos y sus sistemas de organización:
"El 'fútbol moderno' no admite hombres. Exige piezas. Muñecos.
Robots. Títeres para ese maquinista de la mecánica (...) Es
él, el D.T., el dueño de las piezas mecánicas" (15/8/62)
Una de las características del semanario en esta etapa, consiste en
realizar comentarios con tinte irónico respecto de las transformaciones
que se estaban produciendo en el ámbito futbolístico en nombre
de la modernidad. Es el caso del periodista Osvaldo Ardizzone -que posteriormente
se convirtió en una figura reveladora del cambio producido en la revista-
cuando describe la imagen que brinda el entrenador de la selección
nacional para el Campeonato Mundial de Chile, Juan Carlos Lorenzo:
"Un buzo azul. Dos siglas blancas en el pecho. Una toalla en el cuello.
Gafas oscuras. Peinado cuidadoso (...) Un diploma de D.T. procedente de las
Europas" (31/1/62)
2. La modernización del discurso deportivo
La desvinculación de Panzeri -anunciada en El Gráfico el 12/9/62-
da lugar a una nueva etapa, donde en un primer momento se visualiza un duelo
de estilos. Esto puede comprobarse, por ejemplo, cuando un nuevo integrante,
el periodista J. C. Pasquato (Juvenal), incorpora al semanario un discurso
con un sesgo técnico que está más de acuerdo con los
vientos de renovación que soplan desde el extranjero, mientras que
Ardizzone, manteniéndose en la línea anterior, da una visión
distinta del mismo tema, en este caso, del goleador Luis Artime:
"No es, ni sé si llegará a ser un buen dominador de
la pelota, pero no cabe duda que puede convertirse en un jugador importante
para cualquier equipo que integre" (7/11/62, Juvenal)
"Torpeza en vez de habilidad (...) Los mismos técnicos que 'sienten'
el otro fútbol los admiten como un 'mal necesario' en esta supuesta
evolución conceptual" (7/11/62, Ardizzone)
Como consecuencia de esta tensión entre dos posturas antagónicas,
entre lo que implica el fútbol moderno y el fútbol tradicional,
la oferta periodística se diversifica. De esta manera, la revista estaba
en condiciones de captar franjas importantes de un nuevo público -los
iniciados en las nuevas formas deportivas, que podían identificarse
con un discurso que los ponía a tono con otras modernizaciones que
marcaban la época- al tiempo que no se desvinculaba a sus seguidores
habituales. Había para todos los gustos.
Los mensajes del periodista modernizante, Juvenal, motivan al público
a que favorezca las posturas de cambio en los análisis de diferentes
aspectos de nuestra historia futbolística. Apuntando a lograr coincidencias
en las formas de imaginar el deporte, se presenta al modo de jugar argentino
como demasiado específico, una especia de rémora que nos impide
tener acceso al paraíso moderno:
"Es hora de que comprendamos que este fútbol ceremonioso,
aburrido, lento (...) no está en condiciones de confrontarse con el
fútbol dinámico, consistente, veloz, de gran ritmo de acción,
que se practica en otras partes de la tierra" (17/7/63)
Esta lucha simbólica, entablada por el productor intelectual de la
revista mediante calificaciones adversas (por ejemplo: lento/veloz) apunta
a consolidar en el público un esquema de percepción y evaluación
que sea más armónico con la visión deportiva que se había
expandido en los países europeos. Es como ha señalado Bourdieu: "El campo de las prácticas deportivas es sede de luchas, donde
está en juego, entre otras cosas, el monopolio para imponer la definición
legítima de la actividad deportiva".2 Así, al mismo
tiempo que el semanario se encarga de invalidar, a través de la desconfianza
y el desprecio, las características del fútbol local, trata
de despertar afecto y admiración por un modelo que se ha consolidado
fuera de nuestras fronteras.
El periodista que representaba en la publicación el otro polo "ideológico",
Osvaldo Ardizzone, con el correr de los meses se fue solidarizando con la
nueva línea de la revista. De esta manera la revista ofrece a sus lectores
un discurso más homogéneo, pudiendo llevar a cabo, con un nivel
de coherencia superior, una disputa con las visiones tradicionales. Uno de
los argumentos que utiliza Ardizzone para persuadir a los actores del fútbol
de los beneficios de la mutación deportiva, es que las ideas deben
evolucionar. La ruta del progreso, que elige e invita a recorrer, no está
marcada por dinámicas endógenas sino por la fascinación
ante un modelo externo que -luego de su metamorfosis intelectual- considera
exitoso. Con su nuevo discurso intentará movilizar el rico juego de
las culpabilidades, poniendo el acento en el tipo de mentalidad del jugador
nativo:
"El jugador argentino necesita una cura mental, una higienización
de principios, una revolución de ideas" (27/11/63)
Así, el lenguaje de un semanario de tanto prestigio en el ámbito
deportivo nacional, porta un modelo futbolístico fuertemente homogeneizante,
que se le presenta al jugador como una actividad externa, y el efecto sobre
él no puede sino ser coercitivo. El deportista considera significativas
las calificaciones de El Gráfico, que tanto le restringen como le facilitan
la imagen que tiene de sí mismo, constituye el tejido más débil
de este entramado, encontrándose generalmente desprovisto de recursos
lingüísticos y culturales para hallar respuestas satisfactorias
que apunten a defender su individualidad. De esta manera, el intento de desestructuración
de la identidad del jugador argentino, promovido por la revista, se convierte
en uno de los elementos centrales para expandir, paralelamente, ciertas ideas
y patrones de conducta mediante los cuales el futbolista nativo podrá
pertenecer al mundo deportivo civilizado.
3. El camino difícil
El modo de concebir la modernización en el fútbol, que la revista
alienta luego de lograr una marcada uniformidad de criterios entre sus miembros,
es presentado a los lectores como el más pertinente para nuestro país.
Un rasgo central de este trayecto, lo constituye la creencia de que aquello
que los productores intelectuales del semanario consideran un desarrollo deportivo
adecuado, tiene que reflejarse también en todos los demás actores
del fútbol.
Pero la complicada tarea de proponer un "nosotros" en un
ambiente teñido por una fuerte crisis, afronta muchos inconvenientes.
La revista El Gráfico, al percibir alguno de los efectos negativos
que acarrea el proceso de modernización acelerado y excluyente que
está ayudando a tejer en el fútbol nativo, da un paso atrás
y se define, en un momento, en contra del papel privilegiado que la organización
asume en esta esfera. Es así que trata de rescatar para ese presente
deportivo ciertas características que había confiado en el pasado:
"... ante el peligro de que nuestros delanteros pierdan su personalidad
absorbidos por una ciega sumisión al trabajo colectivo no vacilamos
en admitir y hasta exigir una razonable cuota de aquello que hasta no más
ayer censuramos" (9/10/63)
Es que "el modelo universalista que se intentó imponer en
el campo futbolístico para reemplazar la forma deportiva local, encuentra
serias dificultades para desarrollarse tal cual la panacea imaginada por los
teóricos modernizantes". De modo, entonces, que recorrerá
un camino que será mucho más incierto y conflictivo que el pensado
por ellos y que, entre otras cosas, trae aparejado que algunos elementos tradicionales
tengan que ser rearticulados, ahora de manera incómoda, en una cultura
futbolística que transgredía fuertemente la memoria colectiva
de los argentinos.
Notas:
1. Este estudio está
focalizado en las notas del semanario que tematizan el fútbol, no teniéndose
la pretensión de extenderlo a otras actividades deportivas que también
cubre la revista.
2. Pierre Bourdieu: Sociología y Cultura, Grijalbo, México,
1990, pág. 200
11-
Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del
imaginario del fútbol argentino.
Eduardo P. Archetti (Argentina)
Department and Museum of Anthropology,
Faculty of Social Sciences, University of Oslo
Artículo publicado originariamente en Desarrollo Económico -
Revista de Ciencias Sociales,
vol. 35, Nº 139 (octubre-diciembre 1995), pp. 419-442, Buenos Aires.
l.e.p.archetti@ima.uio.no
Cornwall
y Lindisfare (1993: 12) señalan, justificadamente, que las diferentes
imágenes y conductas contenidas en la noción de masculinidad
no son siempre coherentes y pueden aparecer como contradictorias e indeterminadas.
En este artículo el significado de lo masculino, referido al fútbol
argentino, será analizado desde esta perspectiva. Desde 1984 y hasta
la actualidad, de manera intermitente, he estado trabajando sobre el significado
del tango y del fútbol argentino en la construcción de mundos
morales masculinos. El trabajo de campo tradicional antropológico,
especialmente en el fútbol, ha estado combinado con el intento de reconstrucción
histórica a partir de la lectura, algunas veces penosa pero la mayoría
de las veces agradable, de revistas, semanarios deportivos, diarios, libros
"populares", poesía "seria", letras de tango, historias
de dudosa calidad académica, historias más pretenciosas, autobiografías,
memorias y ensayos/artículos en donde el fútbol y el tango aparecían
tematizados. Esta reconstrucción es definitivamente parcial porque
no he trabajado con el material radiofónico -riquísimo en el
caso del fútbol como en el del tango- y televisivo. La heterogeneidad
de mis fuentes es pertinente para analizar los procesos y los mecanismos a
partir de los que en la memoria popular, la memoria de mis informantes, se
articula lo oral con lo escrito y lo escuchado con lo visto.
En trabajos anteriores sobre el mundo masculino del fútbol me he concentrado
en las canciones escuchadas y recopiladas en los estadios, en las historias
escritas y escuchadas y últimamente, en las reflexiones morales de
los aficionados (Archetti, 1991, 1992, 1994 a, b, c; Archetti y Romero, 1994).
En este artículo me concentraré en el análisis del material
escrito del semanario El Gráfico. Fundado en mayo de 1919 en Buenos
Aires, era, en sus inicios, literalmente una revista gráfica "para
hombres". Publicada por Editorial Atlántida, que además
publicaba con gran éxito revistas para chicos y para mujeres, en El
Gráfico se mezclaban, en dosis desiguales, noticias políticas,
fotos de actualidad, deportes, fotos de artistas, reportajes sobre actividades
de tiempo libre y al aire libre. A partir de 1921, El Gráfico, paulatinamente,
se transforma en una revista de deportes, aunque las fotos de mujeres artistas
y cantantes, e incluso algunos atrevidos desnudos de bailarinas desconocidas
y supuestamente extranjeras, se mantendrán hasta finales de la década
del '20. La tirada de El Gráfico aumentará en esta década
y se estabilizará en los 100.000 ejemplares en la del '30. La revisa
alcanza su apogeo a partir de mediados de los '40 y hasta mediar los '50,
con una tirada de 200.000 ejemplares por semana.
El Gráfico, hasta bien entrada la década del '50, era una verdadera
revista de deportes en la que el espacio dedicado al fútbol era muy
importante. Sin embargo, los otros deportes, como el automovilismo, el polo,
la natación y el boxeo, en los cuales los argentinos se destacaban
internacionalmente, estaban también cubiertos. La revista, en sus comienzos,
es un vocero de la ideología modernista en boga: énfasis en
la importancia de la educación física para conservar la salud,
nociones de higiene, recomendaciones sobre la mejor dieta a seguir y cómo
evitar enfermedades, la pertinencia de cultivar y desarrollar hobbies, como,
por ejemplo, el aeromodelismo, el énfasis de la participación
de la mujer en el deporte y, sobre todo, el acento persistente en el aspecto
moral y educativo del deporte. Según El Gráfico el deporte debía
ser entendido como la actividad moral del cuerpo, ya que desarrolla en sus
practicantes un código de conducta estricto debido a la existencia
de reglas, controles y sanciones. Una actividad corporal, producto de la fantasía
y la creatividad individual, no sometida a reglas estrictas, es definida como
un juego y no como un deporte (El Gráfico, 1927, 394: 18).
El Gráfico puede ser, sin lugar a dudas, considerado como el semanario
deportivo producido por la clase media con más influencia en la Argentina.
El análisis de esta revista es, en consecuencia, el análisis
de la construcción del imaginario masculino de clase media. Su carácter
de hegemónico no puede, indudablemente, discutirse, pero no su influencia
decisiva en la definición de los campos de reflexión morales
masculinos. Los periodistas de El Gráfico, excelentes escritores en
su mayoría, reflexionan como miembros de la clase media pero, al mismo
tiempo, permiten la expresión y la difusión de las voces, las
imágenes y las performances de los jugadores de fútbol y otros
deportistas, especialmente boxeadores que, en su gran mayoría, pertenecían
a la clase media baja rural o urbana o, directamente, a los sectores populares
urbanos más desfavorecidos. La transformación de éstos
en "héroes" o "villanos", en "modelos" a seguir o no, o el análisis cuidadoso
de sus performances, son un ejemplo de un proceso de construcción simbólica
de lo "nacional" a través de la examinación
de las virtudes masculinas deportivas. El término "nacional" será usado para indicar que en la narrativa de El Gráfico a
las voces, desempeños, éxitos o fracasos populares se une la
reflexión intelectual de los escritores y periodistas de clase media.
Esta confluencia, según mi opinión, es menos notable en las
revistas especializadas para mujeres o en los semanarios de carácter
más político o literario, en los que las voces dominantes serán
de clase media o alta.
La preocupación por lo nacional y lo masculino en El Gráfico
no es única en ese momento especial de la historia argentina. La migración
masiva de extranjeros, unida al crecimiento económico rápido,
a la urbanización acelerada y al crecimiento de una gran ciudad como
Buenos Aires, transforman "lo argentino" en problemático.
El mundo literario, a través de sus escritores, y el mundo político,
a partir de los ensayistas y escritores de carácter nacionalista, van
a reflexionar sobre lo nacional y las virtudes masculinas. Pienso que la comparación
entre estos dos mundos intelectuales, en donde el fútbol remite a lo
popular, es imprescindible a los efectos de capturar las variaciones y la
complejidad de las imágenes de lo nacional y lo masculino. En este
artículo he de concentrar mi interés en la comparación
con el mundo literario, especialmente con la obra de Borges. Mi intención
es demostrar no sólo la particularidad de fútbol sino su importancia
para la problematización adecuada de la noción de masculinidad
asociada a lo nacional. La dimensión deportiva no ha sido adecuadamente
explorada en las elaboraciones sobre el nacionalismo que toman en cuenta,
de un modo más o menos sistemático, el peso de lo masculino,
lo femenino y las relaciones de género (ver Mosse, 1986; Yuval-Davis
y Anthias, 1989; Parker et al., 1992). Extender la comparación de los
escritores nacionalistas argentinos es pertinente pero excede los objetivos
de este artículo1 . Por lo tanto al lado de los gauchos y compadritos,
arquetipos de la reflexión sobre lo nacional, encontraremos a los futbolistas,
héroes más populares y más reales. Intentaré demostrar
que estas distintas narrativas expresan la temporalidad cultural de lo nacional
y lo masculino y, por lo tanto, remiten a una situación social transicional:
el pasaje de un tiempo y espacio rural a un tiempo y espacio urbano (ver Bhabha,
1990). Esto no se hace sin dificultades ya que, por lo general, la idea de
nación remite a lo pastoral, a las raíces, a un pedazo de territorio
claramente diferenciado y anclado en los paisajes acostumbrados.
Gauchos
y compadritos: la construcción literaria de mundos masculinos
En 1926 Borges sostenía que en la Argentina había una "esencial
pobreza" en la generación de grandes hombre de hacer, de
figuras ideales masculinas:
"¡no se ha engendrado en estas tierras ni un místico
ni un metafísico, ni un sentidor ni un entendedor de la vida!" (1993: 12-3).
La salida para él no eran las opciones ideológicas existentes
y representadas en el "progresismo" y el "criollismo".
La elección del "progresismo" era someterse a ser "casi otros" y la del "criollismo" una
vuelta nostálgica al pasado (1993: 14). Borges reconoce, sin embargo,
la existencia de dos espacios privilegiados, cada uno con sus propias leyendas
y sus ideales masculinos: "la pampa" y "el arrabal".
Borges escribe que esos espacios son arquetípicos y que, por lo tanto,
conviene definirlos como tótem
"en su acepción generalizada de cosas que son consustanciales
de una raza o de un individuo" (1993: 21).
La pampa tiene un símbolo humano: el gaucho. En la transición
desde lo rural, lo pastoral, hasta lo urbano se encuentra el "arrabal",
las orillas de la ciudad, "el paisaje de las afueras",
en donde la figura del "malevo" y del "compadrito" será predominante. En los mundos sociales masculinos imaginados para
el gaucho y para el compadrito el coraje, la bravura y la pronta respuesta
a los desafíos serán las virtudes principales que permiten la
defensa y el reconocimiento público del honor y el respeto2. El poeta
popular Evaristo Carriego, según Borges, reconstruye en su barrio de
Palermo ese paisaje de las afueras en donde:
"había compadritos entonces: hombres de boca soez que se pasaban
las horas detrás de un silbido o de un cigarrillo y cuyos distintivos
eran la melena escapada y el pañuelo de seda y los zapatos empinados
y el caminar quebrándose y la mirada atropelladora" (1993:
27).
En la construcción de esos espacios masculinos Borges deja afuera,
de un modo muy claro, el centro de Buenos Aires como expresión de:
"(lo) babélico, lo pintoresco, lo desgajado de las cuatro
puntas del mundo ...la morería ...y la judería" (1993:
24).
Borges resume su pensamiento de la siguiente manera:
"somos unos dejados de la mano de Dios, nuestro corazón no confirma
ninguna fe, pero en cuatro cosas sí creemos: en que la pampa es un
sagrario, en que el primer paisano es muy hombre, en la reciedumbre de los
malevos, en la dulzura generosa del arrabal. Son cuatro puntos cardinales
los que señalo, no unas luces perdidas" (1993: 25).
Según Borges el gaucho había encontrado su forma literaria perfecta
en el Martín Fierro de José Hernández, y lo que había
que encontrar en 1926 era "un camino de eternidad para el arrabalero"
(1993: 125). Borges hace notar que si
"cualquier paisano es un pedazo de Martín Fierro, cualquier compadre
ya es un jirón posible del arquetípico personaje de esa novela"
(1993: 125).
Buenos Aires debía encontrar su gran verso y sus figuras arquetípicas
masculinas:
"Buenos Aires, pese a sus dos millones de destinos individuales que lo
abarrotan, permanecerá desierto y sin voz, mientras algún símbolo
no lo pueble. La provincia sí está poblada: allí están
Santos Vega y el gaucho Cruz y Martín Fierro, posibilidades de dioses.
La ciudad sigue a la espera de una poetización" (1993: 126).
Sarlo observa que la modernidad literaria en Europa se da como una ruptura
con el pasado mientras que en la Argentina de las décadas de los veinte
y los treinta de este siglo Borges y la vanguardia literaria intentan recuperar
el pasado dándole una nueva función (1993: 17). Una de las posibles
explicaciones de esta diferencia es el peso reconocido de la tradición
en Europa contra su relativa debilidad en la Argentina. Sarlo escribe:
"enfrentados a una tradición fuertemente consolidada, desde la
perspectiva de los nuevos artistas y la nueva poesía las confrontaciones
aparecen como una estrategia necesaria. En la cultura argentina esta relación
general con el pasado adquiere una forma peculiar por la lectura y la recuperación
imaginaria de una cultura afectada por la inmigración y la urbanización" (mi traducción) (1993: 17).
Según Sarlo la obra de Borges debe ser vista como el paradigma de la
literatura argentina. En este paradigma, especialmente en sus tres primeros
libros de poesía, "las orillas" (el arrabal) poseen cualidad
de:
"un territorio imaginario, un espacio indeterminado entre la pampa y
las primeras casas de la ciudad, una topología urbana-criolla, definida
en la formulación clásica de la calle sin vereda de enfrente" (mi traducción) (1993: 21).
En ese espacio, poblado por frigoríficos y carnicerías, el orillero
es un criollo, un argentino nativo cuya fuerza de trabajo semirrural es necesaria
debido a su intimidad con los animales y al manejo del cuchillo. Este, con
el tiempo, se transforma en el compadrito. Si los orilleros son, en su totalidad,
criollos y, en consecuencia, pueden devenir compadritos, la situación
de los inmigrantes es diametralmente opuesta. Sin embargo Borges acepta que
si éstos llegasen a adaptarse a la cultura criolla podían transformarse
en compadritos.
El personaje mítico de la obra de Borges será el compadrito
más que el orillero. Es importante recordar que el compadrito, paralelamente,
se convertirá en el personaje central de un tipo especial de lírica
del tango en donde el modelo de masculinidad estará, fundamentalmente,
basado en la defensa del honor y el rechazo radical a la vergüenza (ver
Archetti, 1994 d). Estos textos serán los preferidos de Borges, quien
rechazará explícitamente los tangos de carácter intimista
y romántico. Borges escribe con cierta contundencia:
"hoy (por 1926) es costumbre sostener que la inapetencia vital y la acobardada
queja tristona son lo esencial arrabalero. Yo creo que no. No bastan algunos
desperezos de bandoneón para convencerme, ni alguna cuita acanallada
de malevos sentimentales y de prostitutas más o menos arrepentidas.
Una cosa es el tango actual, hecho a fuerza de pintoresquismo y de trabajosa
queja lunfarda, y otra fueron los tangos viejos, hechos de puro descaro, de
pura sinvegüencería, de pura felicidad de valor. Aquéllos
fueron la voz genuina del compadrito: éstos (música y letra)
son la ficción de los incrédulos de la compadrada, de los que
la causalizan y desengañan" (1993: 29-30).
Sarlo hace notar correctamente que en la época en que Borges escribía
ya los orilleros y los compadritos habían perdido su agresividad y
sus rasgos más distintivos y formaban parte de una cultura popular
más amplia que se encontraba en formación (1993: 21). Por lo
tanto, la literatura de Borges ubicada en las orillas, con sus personajes
y sus dramas tendrá un tono más bien evocativo. Es posible pensar
que a partir de los años veinte los compadritos, hombres de a cuchillo
y pendencieros, pertenecen ya al pasado. Borges es perfectamente consciente
de esto no sólo porque mucha de su poesía y su prosa alude de
un modo claro al pasado sino porque es capaz de identificar, perfectamente,
los cambios sociales y culturales ocurridos. Borges (1989: 49), en su libro
sobre Evaristo Carriego, al evocar nostálgicamente las transformaciones
en el barrio de Palermo, comenta que los jóvenes en la época
del centenario de la independencia, para 1912, han perdido su habilidad con
el cuchillo y que la pasión por los duelos de honor ha sido reemplazada
por la pasión por la gimnasia y el fútbol.
En la interpretación nacionalista tradicional del Martín Fierro
de José Hernández, la obra fundamental del género gauchesco
(publicado en dos partes en 1872 y 1880), el gaucho Martín Fierro es
el símbolo de las cualidades y virtudes masculinas argentinas (Lugones,
1916). Martín Fierro aparece como un hombre dotado de un gran coraje,
capaz de rebelarse contra la injusticia y poseedor de una extraordinaria fuerza
física. El carácter ambivalente del Martín Fierro y del
gaucho en general ha sido analizado por Ludmer (1988). Ludmer escribe:
"En un mundo en que todo se plantea en términos de fuerza el gaucho
no conoce otra posibilidad de resistencia: su fuerza es la virtud. El concepto
de valentía deriva de la necesidad, lo mismo que el bandidismo: es
una maldición y un destino, no una vocación... se trata de la
definición del hombre macho... la equivalencia del desafío de
los rivales en el canto, y a los rivales animales y hombres, en el espacio
de la propiedad de rodeos y en la güeya del degüello... hay una
conexión necesaria y estructural entre la estructura económica
de la sociedad pastoril y su código oral: si el hombre no es valiente
no pertenece a la comunidad, y debe ser valiente también en la defensa
de su libertad personal, el otro valor de su lengua... Los gauchos son hombres
libres valientes sin tierras que se hacen respetar. Se niegan a someterse,
a servir, defienden esa libertad con la ley del valor (el "alma rebelde"
de Facundo a Sarmiento") y entonces se ven forzados a quedar fuera de
la ley... A la afirmación gozosa del valor y la libertad total como
definiciones del "gaucho" valiente, sigue el lamento por esa misma
definición, desde la ley del servicio o del uso: delincuente" (1988: 161-4).
La literatura gauchesca no sólo ha producido mitos e imágenes
potentes sobre lo masculino que ha condicionado los "tonos" dominantes
de la literatura argentina:
"La poesía gauchesca ha sido un acontecimiento tal en la historia
de nuestra cultura que nos llevó hasta ahora, hasta la muerte de Borges,
a repetir y a elegir uno u otro tono o fragmento para significar que somos
argentinos, y también a reflexionar sobre la literatura política
y la política de la literatura. Nos convenció además
de que la única sanción posible de una obra literaria es la
popularidad absoluta, su fusión con la lengua hablada, su cita inconsciente
en la conversación. La literatura gauchesca dio dos tonos: el desafío
de la lengua violenta y la guerra, y también el lamento por el despojo,
la injusticia y la desigualdad ante la ley" (1988: 223-4).
El carácter ambivalente y complejo de la figura de Martín Fierro
aparece claramente en la oposición entre "desafío" y "lamento". Los nacionalistas aristocráticos como
Lugones recuperan al gaucho del "desafío" como modelo
masculino mientras que los anarquistas verán en él al rebelde
que lucha contra la injusticia, transformando, de esta manera, el "lamento" en rebeldía. Sarlo resume esta contradicción:
"Curiosamente, la elite criolla consiguió transformarlo en un
epítome del carácter nacional (dejando de lado su naturaleza
rebelde), mientras que los anarquistas de origen inmigrante lo transformaron
en un modelo e inspiración para la rebeldía social. De esta
manera cualquiera que escribiera en las primeras cuatros décadas de
este siglo tenía que examinar y luchar con el mito del gaucho, ya sea
para rechazarlo, retrabajarlo o adoptarlo. Tanto la vanguardia intelectual
como los anarquistas usaron el nombre de Martín Fierro para dos revistas
importantes: el suplemento cultural de un diario anarquista, al comienzo del
siglo, y una revista literaria, publicada en la mitad de los veinte por poetas
y escritores jóvenes, entre ellos Borges" (mi traducción)
(1993: 38).
Borges, sin embargo, creía que Lugones exageraba al transformar al
Martín Fierro en la obra representativa de la épica nacional.
Borges observaba que Martín Fierro, un gaucho lleno de contradicciones,
es, desde luego, imperfecto. Los héroes épicos deben ser, por
el contrario, perfectos. Borges concluía que era necesario liberar
al Martín Fierro no sólo de la interpretación de Lugones
sino también de otras interpretaciones (ver Sarlo, 1993: 38-42).
Los compadritos de muchos tangos serán reemplazados en la lírica
de tango más importante de los años '20 y '30 por los personajes
románticos que en las tardes, pero sobre todo en las noches, pasan
del arrabal al centro y se pierden en los bares, en los teatros y en los cabarets
de la calle Corrientes. Para estos hombres el código moral del honor
y la vergüenza presente en la aceptación de todo desafío
violento y en la condena sin miramientos de toda traición, será
reemplazado por el lenguaje del amor romántico (ver Archetti, 1994
d). Esta será una de las transformaciones radicales del tango que jamás
convenció a Borges. El "lamento" se transforma en una queja
individual y no da lugar a la rebeldía, a la defensa del honor a través
del duelo y a la lucha contra la disciplina social impuesta por el peso de
las leyes y la burocracia del estado nacional naciente. El compadrito borgeano
da lugar al "hombre que está solo y espera" de Scalabrini
Ortiz. Pelear deja de ser una fiesta. Esta será una de las transformaciones
más importantes del modelo masculino en la literatura popular y urbana
de los '30 en Buenos Aires. En el centro y en los barrios de Buenos Aries
el tango será la música dominante y uno de los espacios privilegiados,
tanto simbólico como social, de reflexión y práctica
de las relaciones de género en el uso y goce del tiempo libre. En este
espacio las mujeres van a ser el centro de la construcción de un mundo
imaginado popular masculino.
El otro gran espacio de la construcción de imágenes masculinas
será el fútbol. El análisis de El Gráfico en los
años '20 y '30 me va a permitir reflexionar sobre un conjunto de procesos
culturales que están presentes en las discusiones políticas
y literarias de la época. Los redactores y periodistas del El Gráfico
participan, a su manera e indirectamente, de esos debates. Los textos que
voy a comentar no son muchos porque hay pocos textos "filosóficos" con intención histórica que tienen esa calidad. Esos textos
tempranos se transforman en el eje de la interpretación histórica
de El Gráfico y nunca fueron cuestionados. Su análisis es relevante
porque todavía siguen siendo de gran influencia en la reproducción
del imaginario histórico del fútbol argentino3. En primer lugar,
el énfasis de mi análisis estará puesto en la importancia
de encontrar un campo específico de la cultura popular en donde el
fútbol esté acompañado por otras manifestaciones culturales,
en este caso el tango, el producto cultural más evidente de la ciudad
de Buenos Aires. En segundo lugar, en la necesidad de explorar la importancia
de lo "criollo" en la creación de un estilo nacional
de jugar al fútbol. Finalmente, en el examen, a partir de la imagen
y el estilo de jugadores con nombre y apellido, de la construcción
de un mundo de virtudes masculinas contrapuestas. En este espacio social la
construcción de lo masculino nacional se hará en contraposición
con otros estilos masculinos que se definirán como "extranjeros".
El fútbol ayuda a construir la imagen de "uno" a
partir de las diferencias con el "otro" o los "otros" masculinos en plural. En el fútbol no hay lugar para lamentarse por
la pérdida de una mujer, como en el tango, pero sí por la pérdida
de un estilo, de lo que se concibe como típicamente criollo o argentino,
o por la pérdida de un torneo importante que hubiera hecho posible
la ratificación de un estilo. En el mundo social y simbólico
del fútbol, convertido en modelo y espejo de lo nacional, las derrotas
o, en su caso, los triunfos y el estilo no suelen ir juntos. En otras palabras,
es posible imaginar un triunfo traicionando el estilo o una derrota respetando
el modo tradicional de jugar. El estilo tiene que ver con las raíces
y no con los resultados transitorios. Veamos más de cerca algunos de
mis hallazgos.
El
fútbol y el tango como productos de la cultura del arrabal
En la década del '20 Buenos Aires es la ciudad del tango y del fútbol4.
No hay ninguna otra ciudad argentina que pueda mostrar esa creatividad cultural.
Los procesos de identidad popular pasan no sólo por la política,
en el momento en que la democracia masculina comienza a consolidarse (las
mujeres no obtendrán el derecho al voto hasta 1947) y los hombres participan
activamente en la construcción de los partidos políticos y el
movimiento sindical. La elección de la orquesta y los cantantes de
tango favoritos y la identificación del equipo de fútbol favorito
serán también actividades muy importantes. Prácticamente,
cada barrio tiene su club de fútbol. Es la época del auge de
clubes que posteriormente, y sobre todo en el momento de la profesionalización,
a comienzos de la década del '30, han de perder importancia, como por
ejemplo, San Telmo, Barracas Central, Defensores de Belgrano, Sportivo Barracas
y Sportivo Dock Sud. Al lado de estos existen ya consolidados los clubes clásicos
del período profesional como River Plate, San Lorenzo de Almagro, Huracán,
Vélez Sársfield, Racing, Argentinos Juniors, Chacarita Juniors,
Atlanta, Independiente, Ferrocarril Oeste y Platense. Todos estos clubes fueron
fundados entre 1901 y 1912. Cada club tiene su estadio, una peculiaridad que
la Argentina comparte con el fútbol británico, y su sede social
y deportiva. Las sedes sociales, en muchos casos con bibliotecas importantes
y salas de teatro, van a articular gran parte de la actividad cultural y recreativa
de los barrios: bailes populares, fiestas sociales (casamientos, bautizos,
días nacionales de las diferentes comunidades étnicas), festivales
de teatro y bailes de carnaval, muy en boga en esa década.
El tango y el fútbol pasan a ser pasatiempos importantes a la vez que
permiten el ingreso activo de Buenos Aires en el proceso creciente de globalización
del tiempo libre. Clubes de fútbol europeos visitarán regularmente
Buenos Aires desde 1904 y clubes argentinos saldrán de gira por Europa
y América a partir de 1925. Desde 1921, con la partida de Julio Libonatti,
jugadores argentinos ser convertirán en profesionales en clubes europeos,
principalmente italianos. Paralelamente, el tango se convierte en una de las
músicas preferidas de los europeos y las orquestas argentinas y los
cantantes más populares comienzan a salir de gira al extranjero. Carlos
Gardel triunfa en España en 1927 y en 1928 "conquista" París.
Buenos Aires pasa a ser la ciudad del tango y del fútbol.
Borocotó, uno de los periodistas estrella de El Gráfico, escribe
en 1928 uno de los artículos canónicos sobre las relaciones
entre el fútbol y el tango. Borocotó se pregunta por qué
"los pueblos del Plata" (incluyendo a Montevideo) aman el fútbol
y responde:
"... (el fútbol) espectáculo moderno, de acción
continuada, de belleza pasionante y de improvisación continua de situaciones,
condimentado con ese granito de pimienta criolla, nuestro ingenio lo condicionó
para poder gustarlo. Lo necesitaba y podemos asegurar que las habilidades
criollas son las que decidieron ese amor que le profesamos. De por sí
solo, aquel football inglés técnico, pero monótono, no
habría logrado ejercer influencia requerida por el espíritu
de nuestras multitudes. Carecía de ese algo típico que nos llega
a lo hondo, que nos enronquece la voz en un grito que surge del corazón
cuando la pelota es recogida por la red temblorosa: y tuvimos que adornarlo
con el dribbling que encandila las pupilas y nos produce una inefable satisfacción
interior, pues comprobamos que es patrimonio de estas tierras; y debimos hacer
sus combinaciones más espectaculares" (1928, 467: 7).
Desde su perspectiva, el amor al fútbol se convierte en algo propio
sólo si los argentinos saben crear algo nuevo, son capaces de aportar
algo nunca visto. La apropiación de algo que viene desde afuera se
conceptualiza como un acto eminentemente creativo. Los argentinos se apropian
del fútbol y, al hacerlo, lo recrean. Este proceso de criollización
(Borocotó alude al "granito de pimienta criolla")
lo trataré más adelante, pero es importante mencionarlo aquí
para entender la relación con el tango. El fútbol es una creación
inglesa, y en ese momento histórico los ingleses no sólo son
los maestros indiscutidos del juego -jamás han sido vencidos en Wembley-,
sino que, además, tienen una liga profesional admirada por el mundo
entero. El tango, por el contrario, es una creación típicamente
argentina y rioplatense (no hay que olvidar, en esta época, el paralelismo
entre Buenos Aires y Montevideo: se habla castellano con el mismo acento y
el fútbol y el tango ocupan un ligar privilegiado en el mundo popular
urbano). En consecuencia, Borocotó tiene que transformar el fútbol
en "algo nuestro" con la misma validez que el tango y para
ello tiene que observar comportamientos similares en los dos campos 5 . Los
argentinos introdujeron al fútbol:
"el condimento agradable de esta raza aún no definida que hace
trepidar las instalaciones de los fields, que improvisa un saludo formidable
agitando los pañuelos, que organiza manifestaciones ruidosas en homenaje
a los triunfadores y que llora secretamente amores truncados, productos de
su imaginación la mayoría de las veces, cuando el alma de los
bandoneones musita condolidas plegarias a la percanta que se fue del bulín,
llevándose consigo el trino de su risa de cristal" (1928,
467: 8).
El fútbol y el tango constituyen los mundos populares de Buenos Aires
de una manera ineludible: en el fútbol se mezclan los placeres estéticos
y los afectos tradicionales de barrios mientras que en el tango los sentimientos
y la sensualidad predominan. Borocotó escribe:
"El football es el deporte colectivo del criollo; el tango su música.
¿Difieren fundamentalmente estas dos predilecciones? La primera constituye
un placer estético asociado a una cuestión de intereses afectivos,
de tradiciones de clubs y barrios; la otra es la parte netamente sentimental
o con algo de sensualismo..." (1928, 467: 8).
Borocotó va a enfatizar que en el amor al fútbol no están
sólo los hombres. El amor al tango por parte de las mujeres permite
que éstas se introduzcan en el mundo de fútbol adorando a los
mejores jugadores. Esto sería impensable sin el amor profundo de los
hombres por el fútbol. Este amor compartido por hombres y mujeres es,
según Borocotó, una garantía de la supervivencia de estas
dos pasiones populares:
"...al rezongo de los bandoneones y al comenzar los violines a quejarse
de penas ignoradas o fingidas, la pista se cubre de parejas que con placer
inefable se dejan arrullar por la música que tiene la lamentación
de la vidalita. Puede verse entonces a la milonguita que reclina su cabeza
sobre el pecho del bailarín y, entonando los párpados sueña
con algo impreciso y vago, con un amor pasado, con él endulza sus actuales
momentos, o con el que siempre espera en cada mañana. Su compañero,
con gesto displicente, dibuja sobre el piso del salón las más
variadas filigranas. ¿No son estos personajes los mismos cuyas pupilas
deben ansiosamente las jugadas brillantes del football? ¿No es esa
milonguita clásica la que adora a "Tarasca", Piendibene o
a otros ídolos?... Quizás el creciente cosmopolitismo, el ritmo
acelerado de la época u otra razón de importancia logren cambiarle
con la presentación de problemas más serios que los actuales;
empero, no existe ahora una base que permita suponer pronto cambio. El tango
y el football es posible continúen en su privilegiado puesto durante
muchos años, o acaso para siempre, que es lo más factible" (1928, 467: 8).
Borocotó insistirá que tanto el fútbol rioplatense como
el tango van a sobrevivir porque al margen de la devoción local han
sido reconocidos y aceptados en Europa. Lo local al transformarse en global
consolida la imagen creativa del rioplatense. Borocotó observa que
"El tango hace rato que se abrió cancha en París. Salió
de los arrabales, de los mismos en que se formaron los footballers; fue introducido
en los salones que le despreciaban y luego extendió su reinado hacia
la Ciudad Luz. Puede decir con orgullo y parodiando a Carlos V 'en mis dominios
nunca se pone el sol'. Al deporte popular del Río de la Plata estaba
reservada una suerte igual. Llevó al viejo continente lo que no habían
lucido los ingleses. Y contra la fuerza de los corpulentos adversarios, el
criollo sorteó obstáculos y marcó goals. El físico
musculoso se estrelló contra la habilidad, contra la clase y ante millares
de espectadores que deseaban verlos perder, bordaron sus nombres, argentinos
y uruguayos, para que quede el recuerdo de sus hazañas en el verde
pañuelo de Amsterdam" (1928, 467: 8).
Borocotó alude a la final de fútbol de los Juegos Olímpicos
de Amsterdam en 1928 que fue jugada entre argentinos y uruguayos. Es esa época,
antes de que se organizara la primera Copa del Mundo en 1930, los Juegos Olímpicos
eran considerados "campeonatos mundiales". Uruguay había
ya ganado en París en 1924 y se repetirá su hazaña en
1928. Los argentinos participan por primera vez en 1928 llegando a la final.
Para decidir el ganador se jugaron dos partidos. En el primero empataron uno
a uno y en el segundo ganaron los uruguayos dos a uno. No es de extrañar,
entonces, que Borocotó termine su artículo del siguiente modo:
"...los mismos que se apilan en el tango 'apilaron' a los europeos, quienes
nos dirán ahora que somos sus descendientes. De acuerdo. Pero como
es del labrador el árbol que éste plantó en la Pampa.
El tango quejumbroso, el ombú legendario, el cimarrón compañero
de confidencias, el chiripá bordado, los cielitos que cantaron los
Santos Vega, el alma rebelde que heredamos del montonero, la Pampa hospitalaria,
los consejos del Viejo Vizcacha, el tintineo de los nazarenos y otras cosas
muchas que me callo, siempre las hablamos considerando bien nuestras: pero
no estábamos seguros que también pertenecían al mejor
football del mundo" (1928, 467: 8).
Borocotó enumera las "cosas bien nuestras" en un
estilo casi borgeano y comienza por las "cosas" de la pampa.
El gaucho y sus diferentes contextos definen lo "nuestro":
el ombú en donde esconderse del sol, el caballo compañero, su
ropa de fiesta, la música cantada por Santos Vega y su actividad rebelde
en las montoneras. Borocotó no tiene la visión sarmientina del
gaucho civilizado por su pasaje en el ejército nacional. La pampa es,
además, hospitalaria, generosa porque ha recibido tantos inmigrantes
y los ha aceptado, los ha convertido en "propios". Borocotó
acepta que el mundo rioplatense y sus equipos nacionales de fútbol
están llenos de hijos de inmigrantes, hijos de europeos, pero éstos
ya son bien criollos. Para Borocotó las raíces están
evidentemente en la pampa, y de esa manera presenta lo que era comúnmente
aceptado en esa época: la imagen pastoral de lo nacional. Sin embargo,
vemos el arrabal a través del tango y muchos de sus jugadores de fútbol
nacidos allí que harán famosa a la ciudad de Buenos Aires. La
pampa y el arrabal aparecen unidas casi del mismo modo que en la representación
de lo nacional que hace Borges. Las diferencias existen ya que Borocotó
acepta el tango "quejumbroso", o sea el tango no querido
por Borges, y define al fútbol como algo bien argentino y rioplatense.
Borocotó y Borges participan, cada uno a su manera y en su ámbito
literario específico, del debate sobre lo nacional y popular. Aceptan
que lo nacional tiene que ver con la pampa y con una cierta zona de la ciudad
de Buenos Aires. Desde esta perspectiva el territorio de lo nacional aparece
circunscripto a Buenos Aires y sus alrededores, o sea la pampa húmeda,
ya que Buenos Aires puede ser correctamente concebida como la capital de la
pampa húmeda (y sólo posteriormente del país). El mundo
social del tango y del fútbol va a definir desde la perspectiva de
lo popular campos culturales desde donde el mundo masculino producirá
sus imágenes, sus ritos y sus héroes. Los grandes clubes de
fútbol de Buenos Aires han de convertirse en "clubes nacionales" y eso a pesar de la tradición futbolística de las ciudades de
Rosario y La Plata. Un club grande de Buenos Aires, Boca Juniors o River Plate,
pertenece a la Nació, es una suerte de patrimonio nacional, mientras
que los clubes importantes de otras ciudades, Rosario Central o Estudiantes
de la Plata, serán percibidos como clubes de "provincia".
Es altamente probable y deseable ser hincha de River Plate y vivir en La Quiaca.
Mucho más raro será encontrar un hincha de Rosario Central,
no nacido en Rosario y sin padres rosarinos, en Ushuaia.
Según Borges (1993: 25), la pampa y el arrabal deben ser los espacios
que generen una lírica y una literatura nacionales ya que ni las montañas
o el mar argentino han sido vistos por los poetas. En el análisis de
Borocotó la pampa existe de un modo concreto porque de ella vienen
las raíces (las tradiciones) que transforman a los hijos de inmigrantes
en criollos, pero el espacio privilegiado será el arrabal (y la ciudad)
en tanto productor de una cultura popular urbana en donde los ídolos
y los héroes vana nacer en el tango y en el fútbol. Borocotó
enfatiza, por otro lado, que los éxitos futbolísticos en los
juegos olímpicos de Amsterdam así como la aceptación
y el triunfo del tango en París demuestran que Buenos Aires (y la Argentina)
es capaz de producir "cosas nuestras" aceptadas y reconocidas
por todo el mundo. El tango y el fútbol aparecen entonces como las
contribuciones argentinas en la construcción, en esa época,
de un espacio global corporal del tiempo libre que trasciende las fronteras
nacionales. De esa manera Buenos Aires, una ciudad tan cosmopolita como Nueva
York y Johannesburgo en la década del '20, va generando su propia mitología
y con ello dejando en la oscuridad al resto del país.
El
fútbol como un producto y un ejemplo de lo criollo
A partir de 1928 El Gráfico desarrolla la teoría de las dos
fundaciones del fútbol argentino: la primer fundación será
británica y la segunda será criolla. Uno de los argumentos utilizados
alude al origen étnico de quienes lo practicaban en los equipos más
famosos y, a la vez, integraban el equipo nacional. En la fundación
británica, desde 1887 hasta 1912 -cuando se quiebra la hegemonía
del club Alumni, el "glorioso club británico"-,
los jugadores de origen británico predominan:
"...fueron ingleses venidos al Río de la Plata los primeros
que practicaron el juego y siguieron practicándolo sus hijos incorporados
en colegios ingleses tal cual se hace hoy con otros deportes como el cricket.
Tuvo pues el football rioplatense su origen inglés en sus primeras
prácticas y la primera lección de técnica superior estuvo
a cargo del Southampton, y luego el Nottingham Forest, Everton, Tottenhan
Hotspur, etcétera. Todo completamente inglés, como puede verse
y apreciarse en nuestros famosos cracks de nuestra iniciación en el
football que se llamaron Brown, Weiss, Lett, Ratcliff, Buchanan, Moore, Mack,
Leonard, Watson Hutton y tantos otros cuyos nombres no difieren en nada de
los que practican el football en la Rubia Albión" (mi subrayado)
(El Gráfico, 1928, 470: 15)6.
La fundación criolla comienza en 1913, cuando el Racing Club, sin un
solo jugador de origen británico, conquista el campeonato de primera
división por primera vez. A partir de ese momento los clubes "británicos" pierden su peso futbolístico y sus jugadores desaparecerán de
los equipos nacionales. Según El Gráfico este cambio ha sido
posible ya que:
"...cuando el football comenzó a difundirse, dejaron de ser
los cracks nombres británicos para transformarse en apellidos puramente
latinos, especialmente italianos y españoles, como García, Martínez,
Ohaco, Olazar, Chiappe, Calomino, Laforia, Isola, etcétera" (mi subrayado) (El Gráfico, 1928, 470: 15).
Es interesante observar que lo "criollo" se define a partir
de la predominancia de apellidos españoles e italianos. Lo "criollo"
pasa a ser una fundación de los hijos de inmigrantes "latinos".
Los hijos de inmigrantes "ingleses" nunca fueron concebidos
como "criollos", no se transformaron en "criollos" jugando al fútbol. ¿Cómo explicar estas diferencias?
El razonamiento puramente genealógico da lugar a un razonamiento fundado
sobre estilos de jugar. Los estilos, a su vez, van a estar basados en las
diferencias étnicas conceptualizadas como diferencias de carácter
y en la forma en que se estructuran los sentimientos y las prácticas
corporales. Luego de que los hijos de inmigrantes latinos hayan hechos suyo
el fútbol, a partir de mediados de la primera década del siglo,
El Gráfico explica:
"...es lógico que con el correr de los años, toda la
influencia sajona del football haya ido desapareciendo para dar paso al espíritu
menos flemático y más inquieto del latino... Inspirados en la
misma escuela que los británicos, bien pronto los latinos fueron modificando
la ciencia del juego e hicieron una propia, hoy ampliamente reconocida...
ella se diferencia de la inglesa en que es menos monocorde, menos disciplinada
y metódica, pues no sacrifica el individualismo en homenaje a la suma
colectiva de los valores. En el football inglés todo tiende a destruir
la acción personal para formar un todo sólido, de manera que
un team no se cuenta por sus hombres separadamente, sino para la acción
uniforme de todo un conjunto. De ahí que el football británico
será realmente poderoso y tenga la fuerza regular e impulsiva de una
verdadera máquina, pero es monótono porque siempre es igual
y uniforme. El football rioplatense, en cambio, no sacrifica enteramente la
acción personal y utiliza más el dribbling, el esfuerzo personal
generoso, tanto en los hombres de ataque como de defensa, por consecuencia,
un football más ágil y vistoso" (mi subrayado) (El
Gráfico, 1928, 470: 15).
En este texto aparecen un conjunto de oposiciones simétricas que serán
sistemáticamente desarrolladas por El Gráfico. Lo "británico" aparece identificado con lo flemático, la disciplina, el método,
lo colectivo, la fuerza y el poder físico7. Estas virtudes ayudan a
concebir un estilo como una "máquina", es decir
repetitivo. El autor reconoce que este estilo permite conceptualizar el fútbol
británico como "perfecto", es decir industrialmente perfecto.
Lo "criollo", gracias a la influencia latina, es exactamente
lo contrario: inquieto, individualista, menos disciplinado, basado en el esfuerzo
personal, ágil y virtuoso8. Gracias a estas características,
concluye el autor, es posible imaginar al fútbol rioplatense como imperfecto
y por lo tanto sujeto a desarrollarse cuando se declare el profesionalismo.
Posteriormente, ya entrada la década del '40, a la idea de "máquina" se opone la idea de "arte", en el sentido de la interpretación
artística musical. Se dirá que los argentinos no "juegan
al fútbol" sino que "tocan fútbol",
ya que son como virtuosos que tocan el piano o el violín. Por ello,
un gran equipo de fútbol será como una orquesta compuesta por
grandes individualidades (El Gráfico, 1941,1124: 18). Lo típico
del fútbol argentino pasará a ser el toque de pelota, el toque
corto y veloz.
Es necesario retener virtudes corporales opuestas que, identificadas como "británicas" y "criollas" han
de sufrir una posterior transformación. Las virtudes corporales inglesas
aparecen asociadas a "la fuerza y el poder físico" mientras que las virtudes de los criollos tienen que ver con la agilidad y
la virtuosidad de los movimientos. La metáfora de la "máquina" como opuesta a la creatividad individual es una constante en el imaginario
futbolístico argentino. Lo "británico" se
asocia a lo industrial y lo "criollo" a un sistema social
preindustrial. Frente a la máquina, o sea lo repetitivo, lo típicamente "criollo" debe ser el "dribbling". El "dribbling", que luego se llamará "gambeta" (palabra que viene de la literatura gauchesca y alude al movimiento del avestruz
al correr), es algo eminentemente individual y no se puede programar, es lo
opuesto al juego industrial colectivo de una máquina.
Para 1928 lo "criollo" ha adquirido características
propias. La "fundación" del "estilo criollo" tiene que tener una fecha, un actor y un evento preciso: el Racing Club que
en 1913 desaloja como campeón al Alumni, el club hegemónico
por años y años, representante no sólo de la "fundación" británica del fútbol sino también del "estilo
británico". Uno puede concebir un estilo propio de jugar
al fútbol como algo realmente imaginario, pero, por lo general, sale
de la comparación con otros estilos como los textos arriba citados
lo indican9. Sin embargo, entre 1913 y 1928 transcurren quince años
y es posible imaginar que el pasaje del estilo británico al criollo
se fue haciendo de un modo paulatino. En esa transformación la mirada
del "otro lejano", los europeos, y del "otro cercano",
los uruguayos, será importante.
El Gráfico (1923, 190: 4) sostiene tempranamente que el fútbol
llegará a ser el deporte fundamental en la Argentina, ya que permite
que una nación se exprese a través de su equipo nacional. Esto,
enfatizan, no puede darse a través de los deportes individuales. Participar
del equipo nacional exige a los jugadores elegidos una alta conciencia nacional,
ya que deben postergar sus intereses particulares de jugadores de clubes diferentes.
Al mismo tiempo el editorialista observa que las diferencias nacionales, las
diferencias entre estilos, se pueden ver mejor en un partido de fútbol
que en cualquier otra competencia deportiva. Podemos leer que:
"Entre los sudamericanos existen ya esas diferencias de estilo. Los argentinos
se han distinguido por rápidas arremetidas a pases largos, terminados
con potentes shots. Un juego muy distinto es el de los uruguayos, quizás
más brillante pero menos eficaz. Pases precisos, cortos, con poco trabajo
de las alas, siempre próximo al arco contrario, aunque sin rematar
bien al ataque. Los chilenos, un juego completamente abierto y violento, carente
aún de táctica, sus hombres hacen derroche de resistencia física.
Los brasileños con táctica semejante a la de los uruguayos aventajan
a éstos en sus tiros al arco hechos a toda carrera. Los paraguayos
tienen un juego semejante al de los argentinos" (El Gráfico,
1923, 190: 4).
En este párrafo debemos retener las diferencias entre argentinos y
uruguayos. Los uruguayos aparecen como más "rioplatenses"
en el sentido que practican un juego individual y brillante menos eficaz que
el de los argentinos. Los argentinos en 1923 todavía se parecen al
estilo "británico", ya que juegan con pases largos
y terminan sus jugadas con potencia y fuerza en los disparos al arco. Ha habido "fundación criolla" pero el estilo está todavía
impregnado de la influencia inglesa. En 1924 a los jugadores ingleses del Plymouth Argyle en gira por Argentina les impresiona que los argentinos
luzcan en su juego características netamente británicas: "velocidad,
empuje y combinaciones" (El Gráfico, 1924, 257: 24).
El triunfo uruguayo en las olimpíadas de 1924 en París y la
gira exitosa, por muchos países europeos, de Boca Juniors, un equipo
de primera división argentina, en 1925, van a confirmar la existencia
de un "fútbol rioplatense" distinto al europeo y
al inglés. Hasta la gira de Boca los argentinos eran más ingleses
que los uruguayos. Los europeos van a ayudar, con su percepción de
las diferencias, en la definición de un "fútbol rioplatense" jugado tanto por argentinos como por uruguayos. La visita de 1926 del Real
Deportivo Español, un club de Barcelona, va a permitir el desarrollo
de la teoría del fútbol criollo como algo diferente. El Gráfico,
sin ninguna modestia, escribe a propósito de la visita del club catalán:
"Consideramos muy algo el valor del football que se practica en nuestro
país -tan alto que sólo apreciamos como superior al football
de los profesionales británicos- y es por ello que dentro de un concepto
severo en la técnica reputemos el mérito de nuestros huéspedes...
deduciremos que el football de España ha adquirido un adelanto sorprendente
que lo coloca casi a nuestra altura, y decimos precisamente casi a nuestra
altura porque tenemos la convicción de que el nuestro es más
técnico, más rápido, más preciso: quizás
carezca de efectividad por la habilidad en la acción individual de
nuestros grandes jugadores, pero el football que practican los argentinos
y que hacemos extensivo a los uruguayos es más bello, más plástico,
de mayor precisión ya que para llegar al arco adversario no se hace
con pases largos y adelantados, terminados casi enseguida, sino que es cada
avance la consecuencia de una serie de acciones breves, precisas, colectivas
de "dribblings" hábiles y pases precisos como una filigrana" (El Gráfico, 1926, 366: 17).
Los jugadores del equipo catalán concurren al estadio a ver el partido
entre Platense e Independiente y al ser interrogados sobre las características
de los jugadores y equipos argentinos dicen:
"...que nuestro football es muy hábil y elegante y los jugadores
argentinos están dotados de grandes condiciones para la práctica
del deporte, pero encuentran que su juego es poco decisivo. Los forwards argentinos
son notables en el pase; el dribbling por su astucia, rapidez y exacta comprensión
del juego, pero no rematan con shots al gol, al que desean aproximarse mucho
para terminar los ataques en lugar de dirigir el shot final más o menos
al llegar al área penal..." (El Gráfico, 1926, 366:
9).
En la percepción de El Gráfico como en la de los jugadores catalanes
la habilidad en el "dribbling" de los jugadores argentinos
aparece como uno de los aspectos fundamentales del estilo criollo. El "dribbling" es una cualidad individual y no colectiva. El estilo colectivo pasará,
en consecuencia, a depender de las cualidades de los mejores exponentes, poseedores
de una técnica superior de "dribbling". El "dribbling" se convierte en el factor que permite pasar de la "fundación" al cultivo de un estilo. El "dribbling" permite corporizar
al estilo. En ese proceso las miradas de los "otros", los
europeos, aceleran este proceso. Al mismo tiempo, los jugadores argentinos
y uruguayos que comienzan a salir a Europa en la década del '20 serán
los grandes "dribbleadores".
En ese contexto y con el estilo propio afirmado, Borocotó, en 1928,
elabora la teoría del "dribbling criollo". Esta
teoría está basada en las cualidades personales de los "pibes
criollos" y su relación con los contextos sociales y espaciales
que les permitieron desarrollarlas (El Gráfico, 1928, 480). En primer
lugar, el "pibe criollo" se dio cuenta al ver cómo
jugaban los ingleses que en ese estilo de juego no había lugar para
la improvisación, para la "imaginación".
En segundo lugar, los "pibes" practicaban el fútbol espontáneamente
en los "potreros" (espacios vacíos de la ciudad,
de distinto tamaño, por lo general chicos, y muy irregulares) sin que
estuviera un maestro presente como era el caso en Inglaterra en donde, según
Borocotó, el fútbol se practicaba fundamentalmente en los colegios.
En los potreros, ante la acumulación de jugadores en un espacio reducido,
la única posibilidad de tener la pelota un cierto tiempo era convertirse
en un "dribbleador" empedernido. En tercer lugar, Borocotó
recuerda que el fútbol argentino se ha hecho conocido en el mundo a
partir del "dribbling" y los jugadores que dejan la patria
para ir a jugar a Europa son los que mejor "dribblean".
Borocotó sostiene, enfáticamente, que hasta esa época
Argentina era conocida en el mundo por haber exportado el valor de sus novillos
congelados y la calidad de sus cereales, "productos no populares" -en el sentido que provenían de las estancias de la clase terrateniente
pampeana-, y que ahora es importante que sea conocida por sus "productos
populares". Uno de esos "productos populares" de gran calidad es el "dribbling" y sus exponentes, los exquisitos
jugadores argentinos de fútbol.
En esta teoría, claramente, el "pibe" (el chico),
sin ningún tipo de enseñanza, es el inventor del estilo "criollo" en el potrero. Esta imagen de Borocotó no sólo señala
que hubo un inicio infantil, como en todo juego, sino que indica la importancia
de la frescura, la espontaneidad y la libertad que se asocian a la infancia
y que, llegada la madurez y con ella las responsabilidades, ha de perderse.
Borocotó propone que se levante en la Argentina, "en cualquier
paseo", un monumento al inventor del "dribbling"10.
Ese monumento tendría que ser:
"...un pibe de cara sucia, con una cabellera que le protestó al
peine el derecho de ser rebelde; con los ojos inteligentes, revoloteadores,
engañadores y persuasivos, de miradas chispeantes que suelen dar la
sensación de la risa pícara que no consigue expresar esa boca
de dientes pequeños, como gastados de morder el pan "de ayer".
Unos remiendos unidos con poco arte servirán de pantalón. Una
camiseta a rayas argentinas, demasiado descotada y con muchos agujeros hechos
por los invisibles ratones del uso. Una tira atada a la cintura, cruzando
el pecho al amanera de banda, sirve de tirador. Las rodillas cubiertas de
cascarones de lastimaduras que desinfectó el destino; descalzo, o con
alpargatas cuyas roturas sobre los dedos grandes deben entrever que se han
efectuado de tanto shotear. Su actitud debe ser característica, dando
la impresión de que está realizando un dribbling con la pelota
de trapo. Eso sí: la pelota no puede ser otra. De trapo, y con preferencia
forrada con una media vieja. Si algún día llegara a instalarse
este monumento seríamos muchos los que ante él nos descubriríamos
como ante un altar" (El Gráfico, 1928, 480: 11).
Chantecler, otro de los grandes escritores de El Gráfico, va a colaborar
también en la elaboración de la teoría de lo "criollo".
El "dribbling", una expresión corporal, va a pasar
a ser una muestra de lo fundamental del "criollo". El "dribbling" expresa la viveza y la picardía criollas frente a la ingenuidad británica
(1928, 467: 16). A la pura imaginación del pibe y la congestión
de jugadores en el potrero, rasgos principales de la teoría de Borocotó,
se agrega definitivamente la picardía. Sin la existencia de la picardía
y la viveza como cualidades no podría surgir el "dribbling" y no habría espacio para la improvisación creadora. Chantecler
sostiene que los británicos son "fríos" y "matemáticos" y que por eso juegan un fútbol "sabio". Al contrario, los rioplatenses al ser "calientes" e "improvisadores" juegan un fútbol "genial".
Asimismo, establece una diferencia entre los rioplatenses: los argentinos
juegan con el corazón, son más agresivos y veloces, mientras
que los uruguayos juegan con la cabeza, son más románticos y
calmos (1928, 467: 16). Sin embargo afirma que, pese a esas diferencias, se
puede hablar de un fútbol rioplatense. Históricamente y por
el hecho de haber jugado la final del "campeonato mundial que son
las olimpíadas":
"...el football rioplatense es el más preciado del mundo, y la
inteligencia puesta al servicio del deporte por un puñado de muchachos
jóvenes y viriles han hecho más por la despreciada América
del Sur que todos los diplomáticos juntos. Ahora se nos considera y
alaba: ahora somos algo" (mi subrayado) (1929, 467: 16).
Aquí vemos el mismo argumento de Borocotó: el fútbol
permite que los argentinos sean "vistos" por el mundo,
sean "recordados" y, sobre todo, "alabados".
El hecho de que argentinos y uruguayos lleguen a la final del primer verdadero
campeonato mundial disputado en 1930 va a confirmar esta teoría de
la supremacía del fútbol rioplatense.
Chantecler va a seguir trabajando en su teoría de la viveza criolla
y su solución será bastante diferente a la de Borocotó.
Borocotó, como hemos visto anteriormente, apelaba a las influencias
criollas pampeanas. En este sentido, algo intransferible y único, la
pampa y su cultura, se naturaliza: el contacto de los hijos de inmigrantes
con la naturaleza (incluso en el potrero) les permite transformarse. Borocotó
será consecuente con su teoría sobre la naturaleza de lo criollo.
En un artículo tardío publicado en 1950 escribe:
"Cada país juega al fútbol como sabe hacerlo y de acuerdo
con el temperamento de sus hombres, con su idiosincrasia, como siente el fútbol.
¿Por qué el pibe nuestro quiere moverla, ablandarla, hacer chiches,
todo lo cual le ha dado ese maravilloso dominio de pelota que más de
una vez resulta poco práctico? Porque nació así. No se
le ocurrió ser así. ¡Es así! Algo habrá
en el aire, en el paisaje, en la sangre, en el asado, en el mate, pero es
así. Y por otros lados el aire, la sangre, el paisaje y la alimentación
son diferentes. No hay una manera de jugar al fútbol. Hay maneras" (mi subrayado) (El Gráfico, 1950, 1618: 48).
Aquí vemos que la manera de jugar viene de la naturaleza, es un don
natural, un jugador criollo nace no se hace. El nacer jugador criollo depende
del aire, de la sangre y la tierra, y de los productos de la tierra: la alimentación
(el asado y el mate). Lo "natural", lo criollo, aparece
como una barrera contra la transferencia cultural, contra la importación
de estilos europeos, que es lo que se está discutiendo en 1950. Borocotó
encuentra una simetría entre ser y sentir: lo natural tiene que ver
con los sentimientos y no con la razón (El Gráfico, 1950, 1626:
46). Desde esta perspectiva los inmigrantes no trajeron nada sustancial que
permitiera esta transformación: sus hijos al nacer en la pampa se hicieron
criollos.
Chantecler, por el contrario, va a elaborar la teoría del "melting-pot",
de un proceso continuo de criollización. Un criollo se hace, no nace,
es el producto de una tradición que se modifica con los aportes individuales.
En un artículo titulado "La viveza criolla característica
principal de nuestro juego", escribe:
"País de inmigración el nuestro, al recibir en su seno
las grandes corrientes de todas las razas, ha ido asimilando cualidades de
cada una para amalgamarlas y darles un sello propio. De ahí la raza
nueva que glosan los intelectuales europeos cuando vienen a estudiar la psicología
de nuestro pueblo y no pueden hallarle una idiosincrasia definida, puesto
que tenemos algo de cada civilización sin pertenecer típicamente
a ninguna" (El Gráfico, 1932, 652: 21).
Chantecler considera que, sin embargo, en el desarrollo de la viveza criolla
han habido jugadores de la época británica como Leonard, Carlos
Brown, Carlos Buchanan y Arnoldo Watson Hutton que contribuyeron a modificar
la frialdad británica. Chantecler se va a dedicar a un modo muy minucioso
de enumerar "los productos de la viveza criolla" confeccionando
un diccionario del fútbol criollo: anunciar la jugada y hacer otra,
la bicicleta (un "dribbling" muy especial), pisar la pelota,
provocar el córner o el out, dejar pasar la pelota para que un compañero
la reciba, la chilena, simulacro de ataque, el túnel o caño,
la marianela y, también, lo que llama "astucias de mala ley" (El Gráfico, 1932, 652 y 653). La viveza criolla se convierte no sólo
en una lista de inventos sino, fundamentalmente, es una cualidad que se desarrolló
históricamente. Detrás de cada una de las jugadas mencionadas
suele haber un creador, un jugador criollo que la practicó.
El fútbol es un deporte inglés que fue traído por los
ingleses a la Argentina como al resto del mundo. Una de las diferencias entre
Buenos Aires y muchas otras ciudades latinoamericanas en donde el fútbol
será importante es el peso de los británicos y la cultura británica
en la construcción de la ciudad, la modernización de la economía
argentina y su incorporación al mercado mundial. A comienzos de este
siglo vivían en Buenos Aires casi 50.000 británicos. A éstos
se sumaron los cientos de miles de inmigrantes europeos. Borocotó trató
de construir una teoría del fútbol nacional despojándolo
de lo británico, transformándolo en algo puramente criollo.
Su "tour de force" y su modificación respecto de
la teoría de los nacionalistas es haber vinculado el fútbol
criollo con la inmigración. Los inmigrantes utilizan el fútbol
porque se transforman en criollos heredando los rasgos de los "auténticos
criollos". No hay "melting-pot". Chantecler acepta
la inmigración pero su historia es una historia de vivezas individuales
en donde, incluso, hay espacio para los vivos británicos. Lo criollo
no es permanente, se va haciendo a la marcha en una suerte de "melting-pot" bien logrado. Lo común de estas dos teorías es haber despojado
de lo criollo la fuerza y el coraje al convertir en virtudes máximas
el "dribbling", es decir una jugada que elude el choque
corporal, evita el contacto físico con el rival, y la viveza, la capacidad
de esconder las verdaderas intenciones convirtiendo la vida (el juego) en
simulacros continuos haciendo creer al otro de lo contrario, convirtiendo
el engaño en victoria. Esta teoría no creo que hubiera sido
fácilmente aceptada por los nacionalistas de la época.
Según Sarlo, la solución de Borges al romper con la interpretación
de Lugones de lo criollo será diferente. Borges acepta la inevitabilidad
de la mezcla cultural, del encuentro entre lo americano y lo europeo, pero
advierte sobre lo problemático de las mezclas. Sarlo concluye de esta
manera:
"La mezcla es a la vez indispensable y problemática. Borges
está muy lejos de la solución sintética pacífica
que volvería a la Argentina en un espacio idílico del "melting-pot"
cultural. Por el contrario, toda su literatura está desgarrada por
sentimientos de nostalgia, porque tiene lugar en la frontera entre dos mundos,
en una línea que las separa y las junta, pero que, la literatura de
Borges pertenece a la frontera entre Europa y América: revela distancias
y transformaciones, de la misma manera que la inscripción de lo escrito
separa los espacios de la página de los espacios de la vida" (mi traducción) (1993: 48-9).
El mundo pacífico del "melting-pot" anunciado por
Chantecler será problemático como también lo será
el mundo sustancialista de Borocotó. Lo criollo como una mezcla será
problemático. Lo europeo, el estilo de jugar europeo, opuesto al estilo
criollo, estará siempre presente en el imaginario colectivo argentino.
Uno tiene la impresión al leer El Gráfico de esa época
que el estilo criollo crece, se consolida y se reproduce porque triunfa. Triunfan
sus equipos y los jugadores se van a Europa. Una tradición sólo
se construye sobre la base de triunfos y el reconocimiento de los "otros" que se definen como relevantes. Obsesivamente, El Gráfico pregunta
a los jugadores europeos que visitan el país, a los diplomáticos
europeos estacionados en Buenos Aires, a los jugadores argentinos que juegan
en Europa y a los directores técnicos argentinos que triunfan en el
exterior "cómo nos ven", "qué piensan
en Europa del estilo criollo y los jugadores criollos". El Gráfico
siempre ha de insistir, y creo que correctamente, sobre el hecho de que no
puede haber una tradición sobre la base de derrotas. Una tradición
futbolística no sólo requiere de continuidad histórica
sino, esencialmente, de triunfos. Por lo tanto, ante cada derrota importante
lo que se pondrá en duda es el estilo criollo. En esos momentos de
crisis siempre se intenta importar el "estilo europeo".
Jamás se piensa en importar el "estilo brasileño",
ya que se parte del supuesto de que eso es imposible. Implícitamente
se reconoce la influencia africana que no existe en la Argentina. Importar
lo "europeo" no es sino, quizás, cambiar el sentido
de las mezclas y reconocer que, después de todo, los argentinos descienden
de los barcos que traían los inmigrantes al Río de la Plata.
Al importar lo europeo, las tácticas y las disciplinas europeas, los
argentinos reconocen una parte importante de ellos y viven la "mezcla",
en el sentido borgeano, de un modo contradictorio. Las contradicciones entre
lo criollo y lo europeo aparecerán con mayor claridad cuando nos concentremos
en las descripciones de las virtudes individuales de algunos jugadores.
Las
virtudes masculinas individuales
Hemos visto la importancia del espacio en la construcción de tipos:
la pampa y el gaucho, el arrabal y el compadrito. En el fútbol ya hemos
visto que el espacio es el potrero. Sin embargo, y para ser más correctos,
El Gráfico, especialmente Borocotó, va a igualar el potrero
con el "baldío". Un "baldío" es
un pedazo de tierra irregular de la ciudad sobre el que todavía el
cemento no ha avanzado. Del baldío y del potrero saldrán los
jugadores de fútbol argentinos. No salen ni de los patios de los colegios
primarios y secundarios, ni de los clubes, es decir de espacios controlados
por maestros y directores técnicos. El baldío es como la pampa
y el arrabal, un espacio de libertad. Los grandes jugadores serán,
en consecuencia, productos puros de esa libertad que les permite improvisar
y crear sin las normas o reglas impuestas por los expertos y los pedagogos.
Mientras se reflexiona sobre el estilo criollo se construyen estampas de jugadores
que van a funcionar como arquetipos de esos valores. La semblanza de Borocotó
de Carlos Peucelle, un jugador mítico presente en el equipo del mundial
de 1930, es paradigmática. Borocotó titula a su artículo
"Carlos Peucelle, ciudadano del baldío" y escribe:
"...es la personificación del potrero, es el ciudadano del
baldío, es el campito que anda... Véanlo en el tranco, en las
ganas de jugar, en la cara risueña y pecosa, en lo que tiene de purrete
travieso y convendrán en que se va elevando el potrero amarrado a la
cincha. Tiene el baldío metido en el alma. Obsérvenlo. Miren
cuando se para en el centro de la cancha con su andar inclinado, revoleando
los brazos y sacudiendo las ondas que le tienen bronca a la gomina. Véanlo
que parece decirles a los muchachos de saquito de piyama que están
contra el alambre: "Esperen que termine esto y vamos juntos pal potrero" (El Gráfico, 1933, 716: 4).
Ser ciudadano del baldío es ser un "hombre libre" en un mundo de iguales. El baldío aparece como la verdad democrática:
Peucelle, luego del partido, puede ir al potrero a jugar un "picadito" con los espectadores. Peucelle tiene el baldío en el alma porque su
cuerpo lo indica: es displicente, descuidado y sin garbo. El potrero es cuerpo,
es materialidad. Peucelle tiene, además, la pinta de un "pibe",
parece un "purrete travieso" y, por lo tanto, no ha perdido
su frescura. Es importante esta paradoja: una virtud masculina importante
es la de conservar, en la medida de lo posible, el estilo infantil y puro.
Peucelle transmite con su estilo la idea de que el fútbol es un juego
y como tal sólo puede ser gozado plenamente cuando se tiene entera
libertad. En el mundo democrático del fútbol los que juegan
son todos "pibes", son todos niños, no están
sujetos a la autoridad de sus padres y han escapado de los colegios y los
clubes, de la autoridad y jerarquías. El baldío no es mundo
de duelistas, no está poblado por gauchos o compadritos dispuestos
a luchar y a matar si es necesario para defender el honor mancillado, es un
mundo de pibes traviesos, pícaros y vivos.
El baldío/el potrero se opone sistemáticamente al pizarrón
y la escuela. A partir de la foto de un "profesor de fútbol",
un jugador internacional inglés, con una pelota en la mano y una varita
frente a un pizarrón que tiene dibujada una cancha de fútbol,
Borocotó comenta:
"Sí señor, sí: el fútbol inglés
será más técnico, más efectivo, lo que Ud. quiera
me da igual. El goal acredita la victoria, pero hay victorias sin pena ni
gloria y existen derrotas que son amplios triunfos a puntos. Reconozco que
la disciplina vale mucho, pero viejo, no me venga con un pizarrón,
por favor... Solamente a los ingleses se les ocurre el fútbol con un
pizarrón. Hay que embromarse... Allá hay que ir a la escuela
para aprender el fútbol, aquí hay que hacerse la rabona en la
escuela. ¡Casi nada! Allá un internacional con la redonda en
la mano y la regla en la otra, frente a un pizarrón; aquí una
de cuero en un campito y muchos pibes haciendo apiladas. Allá la técnica
depurada, severa, concienzuda; aquí la gambeta, la gracia, la improvisación.
En un lado la frialdad de los números y las hipotenusas; en el otro,
la alegría y la emoción del espectáculo... Entre el pizarrón
y el baldío, entre los de allá y lo de aquí, mil veces
los nuestros, aunque pierdan, porque dejarán un cachito de gracia en
cada apilada, un granito de emoción en cada conquista" (mi
subrayado) (El Gráfico, 1931, 614: 6)11.
Esta oposición puede verse en el estilo de uno de los grandes defensores
de la época: Fernando "El Marquez" Paternoster.
Gran jugador del Racing Club, estuvo en el equipo titular del mundial de 1930,
luego triunfó en el Brasil y tuvo una carrera exitosa en Colombia como
entrenador. El Gráfico, en una de las muchas notas sin firma, lo define
de la siguiente manera:
"Hay algo de inglés en su colocación impecable pero se
sudamericaniza en la elasticidad de sus quites, en la falta de premura por
rechazar y, sobre todo, en su postura indolente... Basta decir que es argentino
para comprobar que no ha estudiado teoría, aprendiendo por pizarrón...
Fue de los del potrero; su falta de corpulencia le indicó la necesidad
de arreglárselas con maña; y maña eficaz no es otra cosa
que muestra de inteligencia... Tiene limpieza de prestidigitador, rapidez
hecha de agilidad y concepción instantánea" (mi subrayado)
(El Gráfico, 1931, 619: 5).
Paternoster tiene la indolencia de Peucelle, no es un producto de la escuela,
o sea del trabajo y la disciplina, sino del potrero, o sea el reino de la
libertad. La indolencia es siempre vista como una gran virtud. Zumelsu, un
jugador, también del equipo de 1930, es definido del siguiente modo:
"Es el monumento del criollo: entre aristocrático y haragán,
está en la cancha con señorío, pero sin preocupaciones.
Pasea. Y a cada momento se agacha a atarse los botines" (mi subrayado)
(El Gráfico, 1931, 633: 16).
En la caracterización de Paternoster se menciona explícitamente
su reducido tamaño físico. En la relación entre estilos
y cuerpo, Paternoster compensa su escaso tamaño con su habilidad y
técnica. El autor de la nota sólo confirma, con un caso muy
especial, la teoría desarrollada por Chantecler, algunos años
antes, sobre la necesaria relación entre cuerpo y estilo. Según
Chantecler el estilo europeo -que se caracteriza por ser pesada, lento, fuerte,
disciplinado y armónico en la acción colectiva- necesita de
hombres "grandes y fuertes". El estilo criollo -que se caracteriza
por ser liviano, veloz, afiligranado, mayor habilidad individual y menos acción
colectiva- necesita de hombres "pequeños y débiles" (El Gráfico, 1928, 467: 21).
Paternoster es un claro ejemplo de hombre "pequeño y débil",
ejemplo de habilidad. La habilidad se opone a la fuerza. Los exponentes del
estilo criollo han de ser "hombres débiles pero con una gran
habilidad". Esto no quiere decir que no existan en el fútbol
argentino de esa época "hombres grandes y fuertes" o que, llegado el caso, un equipo necesite de ese tipo de jugador. Las semblanzas
personales de El Gráfico se van a construir sobre estas diferencias.
En 1940 El Gráfico publica un conjunto de semblanzas de jugadores del
pasado. El autor va a ser otro gran periodista de este semanario, Félix
D. Frascara. Sus notas tienen el sugestivo título de "Cara
y ceca". Veamos algunos ejemplos.
"(Perinetti) fue siempre un cultor de la delicadeza... vio en el
fútbol un entretenimiento, pero también una creación
artística. Jugador de calidad excepcional... en la técnica del
fútbol constituyó una de las auténticas expresiones de
clasicismo... (Carricaberry es la) antítesis completa... Perinetti
el hombre-centro. Carricaberry el hombre-gol. Perinetti expresión máxima
de lo clásico. Carricaberry claro exponente de lo material. Aquél
suavidad, éste la energía... Perinetti fue un tradicionalista
y Carricaberry un innovador. Aquél un objeto de arte, éste una
máquina productiva. Despreció la gambeta y el centro a cambio
de la cortada y el shot... Carricaberry impresiona. Perinetti deleitaba. Cara
y ceca" (El Gráfico, 1940, 1105: 35).
Las dicotomías están claramente presentadas: lo clásico
(tradicional) espiritual se enfrenta a lo material, la suavidad a la energía,
el arte a la máquina, la gambeta al shot y el deleite a la pura impresión.
Frascara concluye vinculando esas cualidades individuales a las características
de los equipos. El Racing Club de Perinetti será llamado "la
academia" (o sea la tradición y lo clásico) mientras
que el San Lorenzo de Almagro de Carricaberry será conocido como "el
ciclón" (o sea la fuerza)12.
Frascara opone los estilos de dos delanteros centros de la década del
'30: Gabino Sosa y Bernabé "La Furia" Ferreyra:
"(Sosa) agotaba todos los medios para llegar al fin con máxima
elegancia... construía lento, delicado, suave... ponía el cerebro
en cada planteo... trabajaba 'a mano'... (Ferreyra) iba bruscamente hacia
el fin sin considerar los medios... fuer siempre un destructor... rápido,
instintivo. Rudo, ponía todo el cuerpo en cada shot... trabaja 'a máquina'" (El Gráfico, 1940, 1107: 4).
Aquí vuelve a aparecer la dicotomía entre "a mano" y "a máquina". Sin embargo el contexto varía
levemente. "Arte" se refería anteriormente a instinto,
improvisación creadora. Sosa aparece como cerebral, o sea es un arquitecto,
es un verdadero artesano que, poco a poco, elabora su obra. Sosa no es necesariamente
un artista sino un artesano, fino y delicado, cerebral y pensador. Ferreyra
es instintivo en el uso del cuerpo y, en ese sentido, es un destructor. La
oposición entre cerebro y cuerpo, como si el cerebro no fuera parte
de la actividad muscular, aparece como irreconciliable. De algún modo
la oposición fundamental entre habilidad y fuerza se transforma en
la oposición entre cerebro y cuerpo.
La siguiente comparación es entre dos medios centros: Zumelsu del Racing
Club y Monti de San Lorenzo de Almagro. Es importante recordar que en el equipo
del mundial de 1930 este puesto estuvo entre estos dos jugadores y finalmente
Monti fue elegido como titular. Podemos leer que:
"(Zumelsu fue) un frac... fue uno de los futboleros más espirituales...
aristocráticos... elegantes en la apostura... indolente. El mismo no
rehuyó el calificativo de "haragán"... quite limpio,
de pase corto, de acción pulcrísima, todo inteligencia... se
divertía... (mientras que Monti) una blusa de operario, tanque, pujante,
nervioso, perecía tallado en piedra... verdadero generador de energías...
batallador incansable, fornida estampa de atleta, recio en la lucha áspera.
Su ambiente fue el combate... batallaba" (El Gráfico, 1940,
1107: 5).
En esta comparación surge un nuevo contraste entre aristócrata
y obrero. Zumelsu porque es espiritual, elegante, no trabaja, es pulcro y
refinado, es un aristócrata. Monti, por el contrario, es obrero porque
trabaja, usa su cuerpo y su fuerza física, genera energías,
es fornido, es un gran batallador y amante del combate. Zumelsu, un aristócrata,
está en la vida para divertirse, mientras que Monti, un obrero, está
hecho para la lucha.
Lo paradójico en estas semblanzas es la aceptación explícita
de distintos tipos de jugadores, cada uno con su estilo, su cuerpo y sus virtudes
masculinas. En el fútbol argentino en esa época, como en la
actualidad por otro lado, los dos tipos coexistían en los equipos y
sus cualidades divergentes no impedían que el público se identificara
con ellos. Las semblanzas son claras y es también clara la conclusión:
el estilo propio, el estilo criollo de jugar, no necesita de la fuerza para
imponerse. Peucelle, Paternoster, Sosa y Zumelsu aparecen como los representantes
de una manera de jugar diferente. La identidad se construye en una doble relación:
se definen los "otros" lejanos y posteriormente los cercanos. Una
vez hecho esto los "otros" cercanos se parecen a los lejanos.
Los contrastes con el fútbol inglés sirven en la representación
de los "otros" cercanos.
A
modo de conclusión
El Gráfico, como he hecho notar antes, pertenece a un conjunto de revistas
modernistas que en la Argentina de esa época difunden ideas asociadas
a la importancia de vivir una vida ordenada, sana, al aire libre y disciplinada13.
Sin embargo, la narrativa del fútbol argentino que desarrolla en la
primera década después de su fundación y los valores
masculinos asociados a ella adquieren un tono claramente antimoderno. Frente
a los valores tecnocráticos y su lenguaje, expresado en la importancia
del "trabajo", la "máquina", la "ciencia" y el "juego colectivo", la narrativa de El Gráfico
opone la "indolencia", el "arte", la "intuición" y el "individualismo".
Estos últimos valores son los que van a definir un estilo nacional
y una tradición criolla. Por lo tanto, la cultura del fútbol
expresada en El Gráfico deriva en gran medida del conflicto entre estos
aspectos modernos y antimodernos. La oposición y el contraste con el
estilo "británico" o "inglés" debe verse
desde esta perspectiva.
El jugador ideal de fútbol, fiel representante del estilo nacional,
aparece bastante alejado del modelo del gaucho y del compadrito en donde el
coraje, la bravura y la fuerza física son determinantes. Hay jugadores,
sin embargo, que pueden tener esas características pero que, de acuerdo
con la narrativa de El Gráfico, no son centrales en la definición
de un estilo nacional. En la narrativa de la revista, el fútbol no
se concibe como un rito de pasaje necesario para que un adolescente devenga
un verdadero hombre. Al contrario, la imagen privilegiada del jugador ideal
es la de un "pibe": el auténtico jugador argentino
no deja nunca de ser un niño.
Si aceptamos la idea de que una nación se construye a través
de sus diferentes narrativas, la comparación entre las estrategias
literarias serias y populares, en este caso representada por El Gráfico,
es pertinente. A través de estas representaciones no sólo aparecen
imágenes diferentes de la masculinidad sino que lo nacional aparece
claramente en toda su ambigüedad e indeterminación conceptual.
Este análisis sería aún más interesante si incluyéramos
en la imagen de lo masculino a los escritores nacionalistas de esa época.
La importancia del poder físico-muscular y espiritual cristiano representado
por un ejemplar padre de familia ocuparía un lugar prominente en esta
narrativa. En los mundos en que se mueven los gauchos, los compadritos y los
futbolistas no hay espacio para una reflexión sobre el rol de la sexualidad
normal y la familia, es un mundo dominado por las relaciones entre hombres
en donde lo central es el duelo, el juego y el deporte.
Espero haber demostrado el rol de El Gráfico en la transformación
del fútbol en un texto cultural, en una narrativa que sirve para reflexionar
sobre lo nacional y lo masculino. Lo mismo debería poder decirse sobre
el resto de la prensas escrita de esa época y desde comienzos de siglo
cuando el fútbol se convierte en uno de los pasatiempos favoritos de
los argentinos y de los porteños en particular. Las citas de El Gráfico
pueden parecer extremadamente largas. Esto se explica no sólo por el
contenido sino por mi intención de mostrar el tipo de prosa empleada.
No debemos olvidar que en esa época la competencia con la radio si
bien existía no era determinante y la televisión no existía.
Los periodistas y escritores deportivos estaban convencidos del poder de representación
del fútbol y con toda razón lo explotaban al máximo.
Borocotó, Chantecler y Frascara, entre tantos otros, desarrollaron
un extraordinario estilo visual y auditivo que es muy difícil de encontrar
en el periodismo deportivo actual argentino. Las descripciones minuciosas
de las jugadas que hace Chantecler son antológicas: el lector puede
ver una bicicleta y oír los aplausos del público ante semejante
hazaña. Leer El Gráfico actual, versión 1994, sería
para muchos de los lectores de este artículo una gran desilusión.
Notas:
Este artículo
fue presentado en el 48º Congreso Mundial de Americanistas, Estocolmo-Uppsala,
4-9 de julio, 1994. Agradezco los comentarios de los participantes del grupo
de trabajo sobre "The Power of Gender Imagery in Latin America"
y especialmente las críticas y sugerencias de Kristi Anne Stølen
y Marit Melhuus. Posteriormente Amílcar Romero, Carlos Ferreira, Rosana
Guber y Sergio Visacovsky leyeron el trabajo y advirtieron un conjunto de
inconsistencias y oscuridades. Agradezco también las sugerencias de
Juan Carlos Torre y las críticas de un anónimo comentarista.
1. Más adelante veremos que los estilos masculinos de El Gráfico
se basan en la exacerbación de la contradicción evidente entre
elegancia y fuerza. Los escritores de El Gráfico van a poner el énfasis
en la elegancia cuando se trata de definir el estilo nacional. Si bien reconocen
la existencia y la importancias de la fuerza física en un equipo, ésta
no será exaltada. Los escritores nacionalistas, por el contrario, van
a insistir en la importancia de la fuerza y el sentido heroico de la vida
(el culto del coraje físico) como elementos purificadores que permiten
mantener el orgullo, la dignidad y la solvencia moral de los hombres (ver
Navarro Gerassi, 1969: 43; Rock, 1993: 18; Ibarguren, 1934: 139; Ibarguren,
1971:31). Sin embargo, el modelo de masculinidad enfatizado no sólo
depende del coraje, sino de virtudes morales vinculadas con el espiritualismo
de inspiración católico.
2. Borges editó en 1945, juntamente con Sylvina Bullrich, un libro
con textos sobre el compadrito dividido en dos secciones: su destino y su
música. En el prólogo Borges escribe: "El compadrito fue el plebeyo de las ciudades y del indefinido arrabal,
como el gaucho lo fue de la llanura o de las cuchillas. Venerados arquetipos
del uno son Martín Fierro y Juan Moreira y Segundo Ramírez Sombra;
del otro no hay todavía un símbolo inevitable, aunque centenares
de tangos y de sainetes lo prefiguran. Por lo demás, la primacía
literaria del gaucho es quizás nominal: en el cuchillero Martín
Fierro (como en Hormiga Negra y en otros paladines congéneres) la gente
cree admirar al gaucho, pero esencialmente admira al compadre, en el sentido
peyorativo de la palabra. Lo prueba el hecho de que el episodio más
familiar de nuestra epopeya (sigo la clasificación de Lugones) es la
pelea con el negro en el almacén" (Bullrich y Borges, 1945:7).
3. La presentación de El Gráfico sobre la fundación criolla,
lo criollo y la aparición de un estilo "nacional" sigue teniendo
vigencia ya que en las interpretaciones más contemporáneas de
la historia del fútbol argentino esta hipótesis es aceptada
sin mucha discusión (ver Bayer, 1990: 21; Cerutti, 1992: 3; Lázaro,
1993; Uzquiza, 1994; Fabbri, 1994; La Nación, 1, 1994). Los textos
"liminares" de Borocotó han sido reproducidos y comentados
con cierta regularidad (ver La Maga, 1994, 2, y Lázaro, 1993) y se
utilizan en escuelas de periodismo como textos canónicos, como, por
ejemplo, en los programas de la prestigiosa Taller Escuela Agencia de Periodismo
Deportivo de Buenos Aires.
4. La práctica del fútbol se extiende tempranamente por la Argentina
y provincias como Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe y Mendoza
tienen clubes y ligas establecidas ya en torno de 1915. Incluso hasta 1930
habrá un "campeonato nacional" con equipos representando
a las provincias que se enfrentan a poderosos equipos de la Capital Federal.
Sin embargo, la narrativa histórica de El Gráfico, como las
historias más recientes, toman como punto de partida la historia del
fútbol profesional. Por lo tanto, los clubes de Buenos Aires, La Plata,
y a partir de 1938, los de Rosario que se incorporan al profesionalismo, constituyen
el eje de la reflexión central. Cuando se reconstruye el pasado se
lo hace desde Buenos Aires, adonde emigraban los mejores jugadores del interior,
y se mira no sólo la importancia y el peso de sus clubes en el país
sino en el impacto que tienen en el exterior. Un ejemplo claro de esto es
la última historia del fútbol del diario La Nación (1994)
en donde ninguna liga del interior de la Argentina es estudiada. Es importante
no olvidar que el primer verdadero campeonato nacional con clubes del interior
se juega por primera vez en 1967.
5. A pesar de la relación que se establece entre tango y fútbol,
como productos del arrabal, del barrio y del "alma criolla" y que
persiste hasta la actualidad hay pocos tangos que tienen como tema el fútbol
(ver Polimeni, 1994). Uno de los pocos tangos con textos de fútbol
que sobrevivió al paso del tiempo es "El sueño del pibe"
de 1943 (ver Romano, 1991: 321).
6. El Gráfico establece de una manera clara la importancia de "la
tradición y la fundación británica" del fútbol
argentino. No hay ninguna confusión entre lo "británico"
y lo "inglés" ya que los apellidos de origen irlandés,
escocés, galés o inglés, indican la "mezcla"
de lo "británico". En el lenguaje de la revista el término
británico es político y no étnico.
7. Es importante señalar que aunque en términos de estilo el
"otro" relevante sea el estilo "británico", los
escritores de El Gráfico saben que no se puede jugar contra los "británicos"
sino solamente contra los equipos nacionales de Gales, Escocia, Inglaterra
e Irlanda del Norte. Desde un comienzo en la historia del fútbol argentino
el enemigo principal, en el sentido de obstáculo que hay que vencer
para alcanzar la madurez y el supuesto reconocimiento universal, es Inglaterra.
No sólo han inventado el fútbol moderno y sus reglas sino que
lo practican profesionalmente y por ello no se mezclan con los amateurs en
las Olimpíadas. En innumerables ocasiones El Gráfico no sólo
compara diferentes estilos sino que insiste en la necesidad de seguir el mismo
camino de los ingleses y profesionalizar el fútbol nacional. Esto sólo
se conseguirá en 1931 con la creación de la liga profesional.
Durante décadas los argentinos han de soñar con un triunfo sobre
Inglaterra. Leyendo El Gráfico se tiene siempre la impresión
de que los triunfos sobre los otros países tienen menor importancia.
8. El hecho de llamar "fundación criolla" al juego aportado
por los hijos de inmigrantes de primera generación seguramente sería
considerado como un insulto por los escritores nacionalistas de la época.
Precisamente, los nacionalistas están en contra de los inmigrantes
porque éstos contaminaban la "esencia nacional" y "ensuciaban
al país" (Rock, 1993: 41-2). En el mundo del fútbol los
inmigrantes y su creatividad permiten que el estilo nacional aparezca, se
fortalezca y se reproduzca en el tiempo. La identidad nacional en el fútbol
pertenece a los hijos de inmigrantes, es un hecho cultural creado al margen
del "criollismo" de los nacionalistas. La narrativa de El Gráfico
es un homenaje a los hijos de extranjeros excluyendo, explícitamente,
a los hijos de los británicos. La exclusión de los hijos de
británicos puede leerse como una concesión al "antiimperialismo
británico" de los nacionalistas por parte de los escritores de
El Gráfico. Creo, sin embargo, que El Gráfico colabora, a su
manera, en definir lo "británico" como el "otro"
relevante para los argentinos en el campo del deporte. En esa dirección
la revista va a defender la salida de los jugadores argentinos al extranjero
e incluso que puedan jugar con los seleccionados nacionales de los países
donde son definidos como "oriundos" (el caso de Italia será
flagrante en el mundial de 1934 con cuatro argentinos en el equipo campeón).
Esos jugadores serán considerados como embajadores del fútbol
"criollo". El Gráfico escribe:
"No debemos ser egoístas. Orsi, Cesarini, Stábile y todos
aquellos que traspongan las fronteras en busca de mejores horizontes y rumbo
a países que los necesitan, deben ser mirados como la vieja España
miraba partir a sus Adelantados. Van hacia la conquista de otras multitudes.
Ya nos resulta un poco chico el país y una buena lección de
fútbol dada en nuestras canchas no deslumbra a nadie. Hace muchos años
que en el arte de gambetear y marcar goles venimos haciendo cátedra;
por eso es preciso salir, los buenos jugadores que nos prestigian en el extranjero
habrán hecho obra patriótica. Stábile va a Italia, no
a defender el fútbol de la península, no que el criollo, por
cuanto es un criollo el que la juega" (1930, 589: 37).
Este "estilo" será reconocido por los italianos y documentado
en la historia del fútbol italiano (ver Brera, 1978: 98, y Papa y Panico,
1993: 158-63). Este reconocimiento servirá para consolidar esta imagen
(ver Mason, 1995: 15-44). Los argentinos se verán en el espejo italiano
y europeo, y los europeos al importar a los jugadores argentinos más
técnicos, generalmente ofensivos, y diferentes, ayudarán a reforzar
esa imagen. Los jugadores argentinos menos dotados técnicamente y más
trabajadores no serán pensados como representantes de ese estilo.
9. Sin lugar a dudas el proceso de criollización no sólo se
dio en Buenos Aires, como he observado anteriormente, pero fue más
relevante en el fútbol de esta ciudad por el peso de los equipos y
la tradición de los colegios "británicos". Jorge Brown,
el jugador modelo del Alumni y del seleccionado argentino de comienzos de
siglo, comenta que el estilo "criollo" de 1921, "más
fino y artístico", es diferente del estilo de Alumni, que era
"más brusco, pero viril, hermoso, pujante" (El Gráfico,
1921, 107: 11). En 1924, al comentar los éxitos del fútbol rioplatense,
expresa que hay que "vigilar al fútbol (argentino)... a fin de
que las virtudes latinas tengan su complemento con la perfección de
la técnica británica" (La Nación, 10-6-1945: 5).
Brown reconocía los cambios y la presencia de un estilo y de virtudes
que no eran originalmente británicas y que Alumni representaba. En
consecuencia, el imaginario de El Gráfico era compartido incluso por
actores privilegiados y con cierta autoridad como Jorge Brown.
10. Muchos años después Borocotó podrá realizar
un sueño al escribir el guión de la película "Pelota
de trapo", dirigida por Leopoldo Torres Ríos en 1948 y que tuvo
un gran éxito comercial. Borocotó consigue amalgamar la esperanza
de los pibes, el barrio, el potrero, la amistad, la familia y la importancia
de la lealtad a la camiseta y al club del barrio en una película que
es un clásico del género (ver Maranghello, 1984, y Ferreira,
1994).
11. Este ejemplo es bastante claro sobre el modo en que El Gráfico
trata lo "británico" y lo "inglés". La "tradición
británica" aparece como genérica, pero los jugadores, aunque
representen esa tradición, tienen nacionalidades diferentes. En este
caso, el jugador internacional de la foto es inglés.
12. La contradicción entre elegancia y fuerza a nivel individual dará
lugar posteriormente a la oposición entre fútbol "serio"
y fútbol "alegre" (El Gráfico, 1949, 1549: 8-12).
Los cinco grandes del fútbol argentino son pensados a partir de esta
dicotomía: Boca Juniors y San Lorenzo de Almagro serán los "serios",
con un estilo basado en la fuerza y la agresividad, y River Plate, Independiente
y Racing serán los representantes del fútbol "alegre"
basado en la elegancia, la improvisación y la creatividad. Las diferencias
de estilo aparecen en la década del veinte y El Gráfico, también
las asocia al "gusto" de las hinchadas (ver El Gráfico, 1931,
636: 13).
13. Sobre la importancia de la creación a través de la prensa
de estilos y espectáculos deportivos nacionales ver Oriard (1993) y
Leite Lopes y Faguer (1994).
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