Prof. Dr. Antonio
Jorge G. Soares / Prof. Dr. Hugo Rodolfo Lovisolo (Brasil)
Introducción
Todas las veces que el fútbol es tratado como elemento cultural, surge
algún articulista que nos recuerda a los intelectuales que, a principios
de siglo, se referían al fútbol en sus profecías. Un
intelectual habitualmente recordado, por su expresión contestataria,
es Graciliano Ramos. El escribió una crónica, Trazos al Azar,
en 1921, publicada en O Indio, del municipio de Palmeira dos Indios-AL, bajo
el seudónimo de J. Calisto3 . Esa crónica fue publicada nuevamente
y comentada varias veces, presentándose el autor romanticista rechazando
las posibilidades del fútbol de ser parte del paisaje de los "sertones".
Realizaremos en este texto dos movimientos. En el primero intentaremos presentar
el compromiso en el modo de pensar de Graciliano que lo llevó a realizar
profecías equivocadas sobre el fútbol. En el segundo, mostraremos
que, quizás, el texto se entendería mejor si el fútbol
fuese visto meramente como instrumento retórico que le permite a Graciliano
expresar sus críticas románticas a la ciudad, y sus críticas
al comportamiento político de las élites brasileñas,
desde el coronel del sertón al presidente de la república. Es
importante aclarar que el ensayo aquí presentado se propone analizar
esta crónica de Graciliano en los límites de la autonomía
literaria que el texto presenta. No se pretende verificar las relaciones de
Trazos al Azar con la obra de Graciliano y, mucho menos con la personalidad
de este autor.
El lector podrá, a lo largo del análisis, observar que la retórica
romántica utilizada por Graciliano es la forma de analizar "viejos" problemas sociales, políticos y culturales, todavía presentes
en nosotros.
Cuerpo fláccido, pereza y alienación
El autor, en el inicio de su crónica, comienza afirmando que la introducción
del "fútbol en nuestra tierra", "va a ser bien recibido
por el público que, usualmente, aprecia las novedades". Mientras
tanto, para él, será apenas una manía pasajera, un moda
fugaz, que no durará un mes. Esa profecía es descrita a través
de la expresión hoguera de paja, a través de la cual piensa
que el fútbol apenas provocará una corta excitación general
y nada más. El tono irónico atraviesa todo el texto, tanto al
hablar de los espíritus, como de los cuerpos, como también de
las manías políticas y culturales. Graciliano encuentra en el
fútbol un buen instrumento de retórica. Por ejemplo, utiliza
la figura del tuberculoso para decir que solamente unos individuos con esta
enfermedad, que apenas consiguen patear una pelota, se entusiasmarán
por el fútbol. En la figura del tuberculoso retrata a una sociedad
enflaquecida y enfermiza, tanto ideológicamente como desde el punto
de vista de la salud, enferma de cuerpo y de espíritu.
Graciliano argumenta que el fútbol es una hoguera de paja porque la
cultura física "está entre nosotros" totalmente
abandonada. Apenas estarían los deportes de carácter regional,
que son bautizados como "idioma de negro", pero que son
abandonados por la "débil juventud". Lo que existe en la
cultura de los juegos "deportivos" sería apenas
unos juegos de "zapateos, golpes y empujones" que,
"...somos, en general, fruncidos, esmirriados, delgaduchos, de una
pobreza de músculos lamentable. (...) físicamente hablando,
somos una verdadera miseria. Blandos, flojos, abatidos, tristes... una lástima!.
Parpados caídos, labios descoloridos, una flojedad generalizada que
hace de nosotros un ser desencajado, incipiente, con aire de que de repente,
insulso y encogido, la frase menospreciante que se fue divulgando: Me consta".
El autor presenta la imagen de la sociedad en que vive. Reclama que "entre
nosotros", por ignorancia o por falta de decisiones políticas,
no se tiene todavía una educación para el cuerpo, lo que determina
que el perfil físico de la población enferma y prejucioso en
el adagio "me consta". Graciliano parece aproximarse a
la vieja máxima de Rousseau: un cuerpo débil domina al individuo,
un cuerpo fuerte es dominado. Advierte: "necesitamos fortalecer la
piel, que la inacción volvió fláccida; los nervios destruidos,
excitantes; los huesos que el mercurio quebró". Llama también
a la "juventud debil" por abandonar las tradiciones y las
cosas regionales. La tensión del interior vs. la capital, nacional
vs. extranjero es retomada, más adelante, por Graciliano y por nosotros.
En el mismo contexto, dice que la única parte del organismo que desarrollamos
son las orejas "gracias a los tirones maternos", concluyendo
que tener orejas grandes no sirve de mucho, en la medida en que, el burro,
posee, "El burro también posee considerables apéndices
auriculares, lo que no impide que lo consideren, injustamente, el más
estúpido de los bichos". La ironía agresiva retoma
la cuestión de la falta de conciencia crítica de la población,
el perfil corporal debilitado, en fin, hace su diagnóstico de la realidad
regional brasileña.
El fútbol no se adapta bien a estas zonas de tierra adentro: el interior
y las capitales
La crítica y desonfianza
de Graciliano sobre el fútbol no está relacionada con la xenofobia
ciega, que una lectura grosera de la narración podría enfatizar.
Ante todo, el autor demuestra que tenía una concepción sobre
el proceso de apropiación cultural, al afirmar: "no es que
me repugne la introducción de cosas exóticas entre nosotros.
Pero disfruto de investigar si ellas serán asimilables o no".
Su noción es la de que un objeto cultural de un país o región
sólo se adapta a otra cultura en caso que "concuerde con la
idiosincracia del pueblo que la va a recibir, y que el lugar a ocupar no esté
en poder de otro más antiguo de cuño indígena. Es necesario,
entonces, que ocupe un lugar un vacío, como dice el refrán".
Esto significa que, para su incorporación, el fútbol debería
volverse un "hijo híbrido", en otras palabras, debería
asumir las características de la cultura local. Observemos el texto
a seguir: "En caso afirmativo, sea muy bienvenida la institución
foránea, fecundémosla, saquemos de ella un hijo híbrido
que pueda vivir acá en casa". En esta dirección el
fútbol es tema en el cual Graciliano discute su noción de cultura
y del proceso de apropiación cultural.
Graciliano se equivocó de hecho, y por lejos. El fútbol echó
raíces duraderas en Brasil, no fue una moda pasajera y, a la vez, pasó
a formar parte del paisaje del sertón y de Oiapoque al Chuí.
¿Por qué él se equivocó?.
La respuesta puede ser descubierta en el modo de pensar o, si se prefiere,
en la dinámica de su argumentación. Su modo de argumentación
es de plano funcionalista, como gran parte de la reflexión inspirada
en el no-cientificismo de la época, y se basa en la correspondencia
entre una realidad nacional o regional y una institucional. Además,
congela la tradición y su renovación, cierra los procesos de
resignificación y, por último, opera, formalmente, ignorando
las características singulares del objeto a ser integrado, en este
caso, el fútbol. Tenemos, así, una alianza entre el funcioanlismo
con una visión mecanicista de la tradición y la ignorancia de
las singularidades del deporte del ejemplo, el motivo de su error.
Merece ser comentada y mostrada esta alianza, pues, todavía hoy, continúa
siendo la base de entendimiento de la dinámica social y, en particular,
de la dinámica de la innovación y de los deportes. Entendemos
que su pensamiento es funcionalista o adecuacionista porque: a) parte del
presupuesto de que el fútbol, o cualquier otra institución extranjera,
solamente puede ser incorporada si es funcional, adecuada o si corresponde
con la índole del pueblo o de la cultura receptora, con sus necesidades
o demandas4 , y b) cuando el lugar a ocupar no esté ocupado por otro
más antiguo, de cuño indígena. Hay, entonces, una lógica
de adaptación que remite a dos condiciones, que aparecen como posibles:
la satisfacción de necesidades o el desarrollo de potencialidades preexistentes.
No existe, por lo tanto, lugar para lo nuevo, para la ruptura, para la innovación
en sentido estricto. El pasado cultural escribe el presente. La tradición
se impone a las fuerzas del determinismo y casi no podríamos profundizarla,
desarrollarla y hacerla crecer. El observador, en este caso Graciliano, sabe
cuáles son las características de la cultura, de su cultura,
y, por lo tanto, puede diagnosticar cómo y cúando una costumbre
o institución extranjera puede ser asimilada. Tenemos entonces la unión
de un romanticismo, que piensa cada cultura como singular, como un cientificismo
funcionalista, que acredita que el conocimiento es la base de la predicción.
Si nos remitimos a los debates más simplistas sobre la cuestión
cultural, en la temática de la globalización, podríamos
percibir el espíritu de las ideas de Graciliano todavía presente
entre nosotros.
Aunque el principio adecuacionista o funcionalista pueda ser admitido como
guía de la investigación, se vuelve meramente formal cuando
las singularidades de ambos lados -funciones o correspondencias- no son establecidas.
En realidad, Graciliano asegura que conoce las singularidades culturales de
los pueblos de los sertones. Presenta esas singularidades como evidentes,
él está en el sertón, publica en el lugar, es del lugar,
lo que lo hace sentirse con absoluta autoridad para decirnos cómo es
el pueblo. Con todo, él no piensa en el fútbol, ni en sus posibilidades
de difusión en la cultura de los sertones. El crítico Graciliano,
en este caso, es movido por el preconcepto. Apenas describe al fútbol
como deporte extranjero, que puede ser una moda pasajera, y admitido solamente
en el clima desorganizado de las ciudades. Graciliano ignora también
aquello que hoy es más o menos evidente: el flaquito orejudo, el bajito
de piernas cortas, el grandulón desencajado, el retacón potente,
el apolíneo y hasta el gordito pueden ser cracks de fútbol.
Esto es porque la dinámica del fútbol permite que las desigualdades
corporales sean compensadas por otras habilidades, algunas de las cuales tienen
más que ver con la "cabeza", la visión y los pies,
de lo que Graciliano podía entender, pues ya tenía su opinión
preconcebida. O será que para Graciliano el fútbol es un mero
instrumento para otra cosa?.
Del fútbol a la crítica de la ciudad: marihuana y drogas pesadas
Para él, el fútbol no prosperaría para nada, jamás
se adaptaría "a las zonas de tierra adentro", era "ropa prestada" que no serviría para la población
del sertón (interior). A pesar de que, en aquellas regiones, él
describe que ya se tiene la "pelota de paja de maíz, que nuestros
queridos habitantes de zonas alejadas juegan con una habilidad que dejaría
al más experimentado sportman británico de capa caída".
En realidad, este argumento de Graciliano podría ser leído como
una potencialidad latente en relación a la apropiación del fútbol.
Sin embargo, apenas decidió registrar la hipótesis desfavorable:
el lugar ya estaría ocupado o cubierto.
"El fútbol no va andar, tengan la seguridad. No sirve el argumento
de que gana terreno en las capitales importantes", profetizaba Graciliano.
Aquí, el autor se sitúa en la frontera, no existe una nación
en Brasil de aquella época, existen brasis con características
culturales totalmente diferentes. Para él, el argumento de que en las
capitales el deporte tiene ganado un espacio no sirve, en la medida en que "las grandes capitales están en el litoral; ésto aquí
es diferente, es el sertón", afirma enfáticamente.
Así, la imagen romántica que atraviesa el texto es la de que
la identidad del sertón es sólida, mientras la identidad ciudadana
es fluctuante, principalmente, por su característica multirracial.
Observemos el texto: "Las ciudades vomitan gente de otras razas o
que pretenden ser de otras razas5 ; no somos más o menos agresivos,
con manchas de sangre mezclada con la de los esclavos".
La idea de que la identidad de la ciudad es fluída, hace aparecer,
nuevamente, figuras presentes en Rousseau y en la tradición romántica,
cuando afirma que las personas pueden disimular su origen racial y, por tanto,
social. La lógica es que la multitud es anónima, ella esconde
los "orígenes". Por otro lado, al afirmar "nosotros
somos más agresivos" con manchas de sangre mezclada con la
de los esclavos, el autor está afirmando que son reconocidos los orígenes
de la identidad cultural y étnica en el sertón: son nativos
(agresivos, indígenas) con sangre africana (Angola, Zonas de donde
vienen los negros) y esclavos. La crítica, de dirección romántica,
continúa cuando el autor describe que hasta los vicios del sertón
son más simples o tal vez más "puros". Para
Graciliano, en la ciudad los vicios con drogas son extremadamente sofisticados,
mientras que en el sertón la droga es la marihuana, (obsérvese,
de paso, que los antiguos son los "problemas" presentados
como nuevos). Esto indica que, hasta en nuestros problemas sociales, como
la droga, existe una desproporción entre la ciudad y el campo. "En
las ciudades los viciosos elegantes consumen opio, cocaína, morfina;
por aquí hay personas que todavía fuman marihuana",
afirma Graciliano.
La fuerte identidad del sertón no deja, sin embargo, que un objeto
cultural desvinculado del contexto sea apropiado (la marihuana o macoña
sería por lo tanto nativa del sertón?). La ciudad, al ser multirracial,
es consecuentemente multicultural, tiene una frágil identidad (y hasta
podría no existir?). Esa es una de las causas que lleva a los citadinos
a absorver cualquier nueva moda o práctica cultural, en esta visión
donde Graciliano anticipa que "extrañezas no ingresan fácilmente
en la tierra de las espinas. El fútbol, el box, el turf, nada funciona".
La idea sobre la profundidad de las raíces culturales del sertón,
se oponen a la superficialidad que compone el perfil de la población
de la ciudad. El fútbol aparece, entonces, en el contexto de Trazos
al Azar para servir de instrumento para su crítica romántica
de la ciudad. El fútbol, de esta manera, podría ser pensado
como un mero pretexto para el ejercicio de la crítica de Graciliano
a la vida de la ciudad.
Crítica a las relaciones sociales y políticas: la zancadilla
es el deporte nacional
Ya en la primera parte de la narración,
el autor traza superficialmente la idea de que es muy bueno estimular el cerebro,
pero diferencia con ironía la constatación de que esta actitud
no sea muy provechosa en el contexto en que se vive. No se enfrentan buenos
motivos, cuando la única cuestión es la fuerza, y el poder,
la presión.. Frente a este hecho cultural, para Graciliano, lo mismo
sería "fortalecer el músculo", para persuadir
a un opositor, a un adversario con los "argumentos de substancia" de un buen golpe. Como dice, "con un puño cerrado delante de la
nariz, peludo y amenazador, es excelente" convencer a un adversario.
Tal vez, el autor esté metacomunicando que el camino de la transformación
pasa por un puño poderoso, entonces, por la unidad y la violencia concentrada
que es la imagen que evoca el puño cerrado. Al final de la crónica
el autor retoma esta idea de que la fuerza y los músculos deben ser
desarrollados.
"Desarrollen los músculos, muchachos, obtengan fuerza, enderecen
la columna vertebral. Pero no es necesario ir lejos, en procura de exquisiteces
que tienen nombres que ustedes saben pronunciar. Recuperen los deportes regionales
que han estado abandonados: el palo, la alegría, la pulseada, la carrera
pedestre, tan útil a un ciudadano que se dedica al arriesgado oficio
de hurtar gallina, la corrida de boyas, el salto, andar a caballo y, sobre
todo, el rengo, la zancadilla.
Arrastrarse!. Este, sí, es el deporte nacional por excelencia!
Todos nosotros vivimos más o menos para dar una zancadilla unos con
otros. Luego en las clases de primaria nos habituamos a apelar a las piernas
cuando nos falta la confianza en el cerebro, y es la zancadilla lo que nos
salva".
Graciliano critica las relaciones políticas y de otras esferas sociales
cuando afirma que los jóvenes deben aprender la zancadilla y no el
fútbol. La zancadilla es el deporte nacional. De esta manera, este
"deporte" tendría mucha más utilidad en la sociedad
que vivimos. Su crítica se universaliza, pues desde el presidente de
la República hasta el coronel de plaza todos practican la zancadilla.
De esta manera, para el romanticista, los argumentos justos e inteligentes
no son de mucho valor aquí en esta tierra donde impera el poder autoritario
de una élite ignorante. ¿Sería éste un aspecto
más del romanticismo de Graciliano?. Las luces de la razón,
los argumentos justos e inteligentes no se adecuarían a la cultura
brasileña. La ironía aparece ocultando su desencanto y el romanticismo
como refugio.
Concluyendo, la lectura de Graciliano sobre la realidad social brasileña
de su época es interesante como crítica a las relaciones corruptas
y perversas que se daban en la vida pública. Es interesante para que
entendamos que muchas cosas que lo incomodan en su tiempo todavía están
presentes en los debates de política nacional. El apunta que no existe
posibilidad de ecuanimidad en una sociedad donde las reglas de justicia funcionan
como fachada y la venalidad es el comportamiento nacional. En tanto, Graciliano
habló en su profecía al afirmar que el fútbol no "va
a andar" en el sertón. Lo dijo porque no analizó que
el fútbol, en su estructura de juego, presentaba un modelo más
democrático que las propias instituciones brasileñas de su época.
No percibió que las reglas del juego del fútbol son para todos.
No quiso ver, pero sabía, que los "sertones" también
existían en las periferias de las ciudades. Por ejemplo, los problemas
de las endemias y epidemias que alcanzaban al sertón también
alcanzaban a las ciudades, como podemos ver en la emblemática frase
del médico Afranio Peixoto que "los sertones" en
el Distrito Federal comenzaban cuando terminaba la Avenida Central, hoy llamada
Avenida Río Branco6 . Y a pesar de que existen "sertones" en las periferias de Río de Janeiro, será que Graciliano, en
1921, ignoraba la expansión del fútbol en los clubes de zona
norte que se formaban en cada esquina, en cada cafetín, en ese período?.
Será que Graciliano desconocía la popularización del
juego del fútbol, que se materializaba a través de la presencia
de operarios subalternos compitiendo y participando de equipos y campeonatos
con integrantes de las élites? Ignoraría que el fútbol
ocupaba los terrenos baldíos del Distrito Federal?. En verdad, un hombre
culto como Graciliano no podía ignorar que esas informaciones estaban
presentes en los periódicos por lo menos desde 1915.7
El fútbol prosperó y no fue hoguera de paja. Tal vez por ser
uno de los pocos espacios sociales que nació para las élites
y del cual los sectores populares se apropiaron rápidamente, reivindicando
el derecho de igualdad frente al juego del fútbol, valor que no existía
en otras esferas sociales. "Floreció", quizás,
por ser una de las pocas experiencias de participación cultural democrática
en una República que se formó sin permitir la participación
popular en la esfera altamente significativa de la política8 . El fútbol "floreció" no porque se volvió un hijo híbrido,
aunque el discurso sobre el fútbol haya colaborado a construir su identidad
nacional, su perfil autóctono. "Floreció",
tal vez, para oponerse a las críticas desencantadas del romanticista
frente a la sociedad y la ciudad?
ANEXO
TRAZOS AL AZAR
El escritor afirmaba que
Brasil no tenía
vocación para el deporte,
y si para la zancadilla
GRACILIANO RAMOS
Se piensa en introducir el fútbol, en nuestra tierra. Es una propuesta
que, ciertamente, será bien recibida por el público, que, de
ordinario, adora las novedades. Va ser, por algún tiempo, la manía,
la locura, la idea fija de mucha gente. Con excepción tal vez de uno
que otro tuberculoso, completamente imposibilitado de aplicar el más
mínimo puntapié a la pelota de goma, va a haber por ahí
una excitación, un furor de mil demonios, un entusiasmo de hoguera
de paja capaz de durar no más de un mes.
Pues qué!. La cultura física es algo que está entre nosotros
totalmente descuidada. Tenemos deportes, algunos propiamente nuestros, bautizados
patrióticamente con buenos nombres en idioma de negro, de cuño
regional, pero por desgracia están abandonados por la débil
juventud de hoy. Más allá del inútil juego de jugar a
dar patadas y de algunos golpes y empujones sin valor que, de buena voluntad,
intercambiamos unos con otros, cuando somos niños, no realizamos ningún
ejercicio. Somos, en general, fruncidos, esmirriados, delgaduchos, de una
pobreza de músculos lamentable.
Además en nuestro organismo la sección que más se desarrolla
es la oreja, gracias a los tirones maternos, pero no está comprobado
que ésto sea un desarrollo necesario. Para qué sirve ser una
persona orejuda?. El burro también posee considerables apéndices
auriculares, lo que no impide que lo consideren, injustamente, el más
estúpido de los bichos. (...) Físicamente hablando, somos una
verdadera miseria. Blandos, flojos, abatidos, tristes... una lástima!.
Párpados caídos, labios descoloridos, una flojedad generalizada
que hace de nosotros un ser desencajado, incipiente, con aire de que de repente,
insulso y encogido, la frase menospreciante que se fue divulgando: Me consta.
Necesitamos fortalecer la piel, que la inacción volvió fláccida;
los nervios destruidos, excitantes; los huesos que el mercurio quebró.
Consolidar el cerebro y bueno, aunque sea un órgano que, de ordinario
no tengamos necesidad de utilizar. Fortalecer el músculo es ideal.
Convencer a un adversario con argumentos substanciosos no es malo. Poder convencerlo
con un gordo puño cerrado delante de la nariz, peludo y amenazador,
es excelente. (...)
Para llegar al deficiente resultado de transformar la grasa en fibra, ahí
viene el fútbol.
Pero por qué el fútbol?
No sería, por fortuna, mejor que la juventud se estimule en juegos
nacionales, sin mezcla de extranjerismo, las trompadas, el garrote, el cuchillo
de punta, por ejemplo?. No es que me repugne la introducción de cosas
exóticas entre nosotros. Pero disfruto de investigar si ellas serán
asimilables o no.
En caso afirmativo, que sea muy bienvenida la institución foránea,
fecundémosla, saquemos de ella un hijo híbrido que pueda vivir
acá en casa. De otro modo, resignémonos a insultar tradiciones
de los sertanejos y de los de tierra adentro. Sin embargo, nos parece que
el fútbol no se adapta bien a estas zonas de tierra adentro. Es ropa
prestada, que no nos sirve.
Para que una costumbre intrusa pueda establecerse definitivamente en un país
es necesario, no sólo que concuerde con la idiosincracia del pueblo
que la va a recibir, sino que el lugar a ocupar no esté en poder de
otro más antiguo de cuño indígena. Es necesario, entonces,
que ocupe un lugar un vacío, como dice el refrán.
Y el fútbol no cumple ninguna función, pues ya tenemos como
muy conocida la pelota de paja de maíz, que nuestros queridos habitantes
de zonas alejadas juegan con una habilidad que dejaría al más
experimentado sportman británico de capa caída. (...)
Tenemos deportes en cantidad. Para qué mezclarse con cosas extrañas?
El fútbol no va andar, tengan la seguridad. No sirve el argumento de
que gana terreno en las capitales importantes. No nos confundamos.
Las grandes capitales están en el litoral; ésto aquí
es diferente, es el sertón.
Las ciudades vomitan gente de otras razas o que pretenden ser de otras razas;
no somos más o menos agresivos, con manchas de sangre mezclada con
la de los esclavos.
En las ciudades los viciosos elegantes consumen opio, cocaína, morfina;
por aquí hay personas que todavía fuman marihuana. (...)
Extrañezas no ingresan fácilmente en la tierra de las espinas.
El fútbol, el box, el turf, nada funciona.
Desarrollen los músculos, muchachos, obtengan fuerza, enderecen la
columna vertebral. Pero no es necesario ir lejos, en procura de exquisiteces
que tienen nombres que ustedes saben pronunciar.
Recuperen los deportes regionales que han estado abandonados: el palo, la
alegría, la pulseada, la carrera pedestre, tan útil a un ciudadano
que se dedica al arriesgado oficio de hurtar gallina, la corrida de boyas,
el salto, andar a caballo y, sobre todo, el rengo, la zancadilla.
Arrastrarse!. Este, sí, es el deporte nacional por excelencia!
Todos nosotros vivimos más o menos de dar una zancadilla unos con otros.
Luego en las clases de primaria nos habituamos a apelar a las piernas cuando
nos falta la confianza en el cerebro, y es la zancadilla lo que nos salva.
En la vida práctica, está claro que aumenta la natural tendencia
que poseemos para aprovecharnos eficientemente de la canela. En el comercio,
en la industria, en la letras y las artes, en el periodismo, en el teatro,
en otros lugares, la zancadilla triunfa.
Cultiven la zancadilla, amigos!
Y si alguno de ustedes tuviera vocación para la política, entonces
sí, y que la certeza de vencer con auxilio de ella. Es ahí que
ella llega a su máxima expresión. No hay político que
no la practique. Desde S. Exa. o señor presidente de la República
hasta el más panzudo e idiota coronel de plaza, de esos que usan zapatos
de trenza, pómulos fláccidos y hombre fuerte de la Guardia Nacional,
todos los salvadores de la patria tienen la habilidad de hacer una zancadilla
en el momento oportuno.
Muy útil, si señor.
Dedíquense a la zancadilla, muchachos
Esta crónica fue publicada por primera vez en "O Índio", en Palmeira dos Índios (AL), en 1921, con el seudónimo de J.
Calisto.
Notas:
1 . Profesor de la Universidad
Federal de Espírito Santo.
2 . Profesor del programa de Post-Graduación en Educación Física
de la Universidad Gama Filho y profesor del Departamento de Ciencias Sociales
de la UERJ
3 . El texto íntegro fue tomado de una publicación realizada
por el periódico O Estado de Sao Paulo, en el Cuaderno D/Especial-Domingo,
el 17 de abril de 1994, pág. 2, en ocasión del año que
aconteció la última Copa del Mundo. El artículo consta
en el anexo para que el lector pueda consultarlo en caso que juzgue necesario.
4 . Este temor de incorporar elementos de la cultura extranjera puede ser
vivido como pérdida de la propia identidad, entretanto, la gran paradoja
de Brasil es que el fútbol, elemento cultural importado, fue utilizado
como elemento constructor de la identidad brasilera.
5 . Obsérvese que Graciliano hace críticas a las personas que
desean disimular o se quieren parecer a otra raza. Graciliano se refería,
probablemente, a los mestizos y mulatos que deseabam hacerse pasar por blancos,
así asumía una postura crítica en relación a aquellos
que no asumíam su identidad étnica o racial. El texto no permite
afirmar que el autor esté despreciando la tesis del blanqueamiento,
en boga en la época, entre tanto, la imagem multirracial de la sociedad
es tomada como elemento constructor de la identidad (agresivos, negritud y
esclavos). Ver Skidmore, Thomas - O Brasil visto de fora, Rio de Janeiro,
Paz e Terra, 1994 - que trabaja con los constructores de la identidad nacional
por medio del discurso de las razas, especialmente en el capítulo I
- Construyendo una identidad nacional, pp. 7-88.
6 . Cf. Hochman, Gilberto. Regulando os efeitos da interdependência:
sobre as relações entre saúde pública e construção
do Estado (Brasil de 1910-1930), In: Estudos Históricos, nº 11-
Os Anos 20, jan-jun, 1993.
7 . Cf. Herschemann e Lerner. O Futebol e o Jogo de Bicho na Belle Époque
Carioca. Rio de Janeiro: Diadorim, Ed., 1946. Cap. 3.
8 . Cf. Carvalho, José Murilo. Os bestializados: O Rio de Janeiro e
a República que não foi. São Paulo, Companhia das Letras,
1987.