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Octava Sección

 

Índice de contenidos

 

22- El fútbol color rojo (Pablo Aguirre Varailhon)

23- Las Espartakiadas de 1928, todo el poder para los goles (Alejandro Sánchez Blanco)

24- Un jirón de nuestra historia deportiva (Suplemento deportivo diario "El Día" - 20.07.1981)

25- Lorenzo Fernández, un arquetipo (Diego Lucero)

26- Carlos Mutti Saporiti, un héroe uruguayo de la Primera Guerra Mundial (Claudio Barragán Sacco)

 

 

 

 

22- El fútbol color rojo


Pablo Aguirre Varailhon

 

Entre las mejores páginas de gloria del fútbol celeste se recuerda la gesta de 1924 en Colombes, una época dorada donde se ganaba muchos más torneos de los que se podían perder. Sin embargo, en el fútbol local las cosas no eran sencillas, ya que se encontraba dividido políticamente, aspecto que se llevó a la cancha: por ese entonces había dos torneos de primera, por lo tanto, dos formas de integrar el fútbol uruguayo, cuando se transitaba los últimos años de la era amateur, con un formato diletante del cual sólo quedaba el nombre; el profesionalismo era inminente, uno bien a la uruguaya, aunque la realidad lo mostrará más bien montevideano.


Esta división de la que hablamos, fue la época donde convivieron la Asociación (actual AUF) y la Federación Uruguaya, con ramas que incluso llegaban al gobierno colorado de aquel entonces. Por un lado Nacional, y por el otro Peñarol (cada uno de los “grandes” estaba al frente de una de estas asociaciones), hasta que después de un largo y conversado acuerdo se llegó al “Laudo Serrato” en 1925 que unificó a las partes en su origen. Si bien esta introducción es para ambientar la época de estos acontecimientos, no es el tema a tratar, aunque sí nos ayuda a ver una referencia clara de estos años: la política y el fútbol se mezclaban, y por momentos uno era el trampolín hacia el otro, un rasgo que subsiste al día de hoy.


No eran las únicas expresiones formales de este deporte por los años veinte, aquella de la generación olímpica y mundial que fue insuperable hasta 1935 y que era vivida por la población a través de los diarios principalmente. A comienzos de esta década, con la creación del Partido Comunista y su adhesión a la Tercera Internacional, esta corriente de izquierda criticaba de manera constante el deporte del balompié llevado a cabo por la “burguesía” de la época (manejado por la A.U.F.), que a través de un nacionalismo fervoroso buscaba – según ellos - distraer la atención de las masas obreras de lo que debería ser su verdadera lucha: la de clases.


Aparte de la prédica constante a través de su principal órgano de prensa, el diario “Justicia” (que lograba su subsistencia a través de suscripciones de lectores, avisos, rifas y encuentros los fines de semana), el Partido Comunista estudiaba otras alternativas para la creciente atención que desplegaba en la sociedad el “fútbol burgués” que tanto denostaban. Nuevamente el fútbol y la política mezclaban sus fibras.

 

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Partido de exhibición entre el Spartak y el Dinamo en la Plaza Roja, 1936. (Fotografía: DP. Vía JotDown).



Aquel camino que buscaría bifurcar el destino de los obreros en el deporte de aquella rama del fútbol, fue la creación en Uruguay de la Federación Roja del Deporte (FRD), de la que se constata su existencia (al menos) desde 1923. Ésta a su vez, se encontraba vinculada a su matriz en Moscú, la Internacional Roja del Deporte (IRD) que dependía de la Tercera Internacional liderada por Lenin. Esto implicaba mezclar íntimamente las dos pasiones, aunque había que brindar otra posición a los valores que intentaba transmitir el deporte, por lo que la manera de llevar a cabo el proyecto debía ir de la mano de los preceptos bolcheviques.


No podemos perder de vista un aspecto fundamental para este relato que es el contexto histórico en que se lleva a cabo. Son los primeros años posteriores a un hecho precursor en América, la famosa ley de las ocho horas de 1915, por lo que también surge el debate sobre el espacio para el descanso, el ocio y la recreación. Una ciudad que superaba los cincuenta mil obreros industriales, mostraba también los primeros efectos de la Escuela Pública Vareliana que generalizó la lectoescritura junto a una secularización de las costumbres. Esto brindaba la posibilidad de asociarse, leer y estudiar, en el “ideal de las tres ocho” (ocho para dormir, para trabajar y descansar) aunque en la práctica a muchas personas no les era posible. Seguramente, una parte de esta población industrial que nombramos, fue la que permitió también que el Partido Comunista logre su banca en diputados, la cual fue ocupada por Celestino Mibelli, curiosamente, dirigente de la Asociación Uruguaya de Fútbol y de la Confederación Sudamericana, además de haber sido uno de los fundadores del viejo River Plate de la Aduana. Cuando se inauguró la sesión en el novel Palacio Legislativo, mientras todos vestían riguroso traje, Celestino se presentó de overol. Su propio partido lo expulsaría años más tarde.


En este contexto, es que se llevaban a cabo los “domingos obreros en los albores del siglo XX”, recreados en el texto de Yamandú González Sierra, que entre muchos otros detalles, cuenta que mientras los comunistas le daban un riguroso contenido político al fútbol, los anarquistas lo colocaron fuera de la frontera del proletariado: “…Así, el 17 de julio de 1921 crearon la Federación Roja del Deporte. El Reglamento del Club Atlético Leningrado estableció <que las instituciones deportivas del país, tienen un carácter netamente burgués, y que son creadas con el único fin de adormecer la mentalidad de la clase trabajadora y tenerla siempre bajo su dominio e ignorante de todo principio de liberación. Considerando que ya existe en el país una institución deportiva que contempla las aspiraciones de las clases oprimidas, fundada con el único fin de libertar al proletariado del yugo capitalista, desarrollar la energía física y favorecer la educación política y revolucionaria de los trabajadores o sea la Federación Roja del Deporte, esta entidad adhiere a ella y se declara completamente antagónica a todas aquellas que no participan de estos principios>”.


En esta Federación participaron en el año 1924, aparte del ya citado Leningrado, clubes como La Comuna, Soviet, Carlos Liebneckt, Hacia la igualdad, Alba Roja, Mate Amargo, Misterio, La Checa, La Internacional, etc. La Federación en aquel año tenía una sola divisional con veintiún equipos que comenzaría sus juegos en el mes de mayo. Otro autor en la materia, el Profesor Rodolfo Porrini, cuenta que mientras se desarrollaba el torneo olímpico de aquel año, “…se fue pasando desde una mirada más neutral o desatendida de la participación uruguaya en la competencia hasta llegar al momento de la “victoria” a una postura crítica directa a las autoridades del fútbol nacional, acusadas de hacer un uso “patriotero” de la misma.”


Con la victoria consumada en los Juegos Olímpicos de 1924 en Francia, y con el esplendor del festejo popular en las calles y caminos de todo el país, Porrini cita un párrafo del diario “Justicia” del día siguiente:


“La burguesía al mandar este team de football a través del océano, deposita en ellos todo su “patriotismo” haciendo creer a los incautos (que quedan en esta) que en dicha olimpiada se impondrá la raza, punto este capital para sumir en la esclavitud a los pueblos”, 10 de junio de 1924, página 6.


Tampoco hay que olvidarse de que aquel plantel campeón olímpico estaba formado por obreros y trabajadores, aquellos a los que la Federación Roja del Deporte (FRD) se dirigía: el “Vasco” Cea era repartidor de hielo; Lorenzo Fernandez, peón en la Aduana; Juan Peregrino Anselmo trabajaba en la Usina del Estado; Pedro Petrone fue verdulero en la Comercial; Juan Delgado, pintor en el Corralón Municipal; Alfredo Zibechi era empleado bancario, y así muchos otros. El “Indio” Pedro Arispe relató a Julio César Puppo (El Hachero), recordando su emoción en Colombes: “Para mí, la patria era el lugar donde por casualidad nací…Era el lugar donde trabajaba y se me explotaba…Pero fue allá en París donde me di cuenta cómo la quería, cómo la adoraba, con qué gusto hubiese dado la vida por ella”. Cita del libro “Humoristas y Cronistas”, del autor referido, a su vez incluido en el trabajo de Yamandú González Sierra.


La intención de la FRD era abarcar distintos deportes, aunque por supuesto que la mayor atracción se aglutinaba en el popular deporte de la pelota, donde los “rojos” no tenían inconvenientes en jugar partidos con equipos que no fuesen de esta Federación, como por ejemplo con la Liga de Chauffeurs (de corte anarquista) en agosto de 1923, donde ganaron los “rojos”.


De la misma manera en que ya se desplegaba la pasión cuando se enfrentaban Uruguay y Argentina, como en la Copa América de 1924 jugada en Montevideo donde los “Celestes” se proclamaron campeones, al año siguiente jugaron un encuentro las selecciones de la FRD de Uruguay y la Federación Deportiva Obrera de la Argentina en el campo de juego del Club Atlanta, para demostrar más que nada cuál era el verdadero sentido que debía impulsar las competiciones deportivas “entre aquellos que son de su misma clase”.


El Mágister en Historia, Andrés Morales, en un trabajo publicado sobre la izquierda y el fútbol, cita a través del diario Justicia del 28 de Octubre de 1925, algunos pormenores de aquel encuentro:


"Desde temprano el público comenzó a afluir a la cancha. Se notaba que era un público muy distinto a los habituales [el "match" era vivido como un acto político del partido comunista]. Reinaba entre todos una gran camaradería [...] Una banda tocó la "Internacional" y otros himnos revolucionarios. Todos lo coreaban con gran entusiasmo. [...] Por último aparecieron los 22 jugadores, referee, linesmen, delegados de la Federación Roja, miembros del Consejo de la Federación deportiva [...] La pequeña columna entonaba la Internacional [...] Hurras para la Internacional del Deporte [...] El compañero Panelón procedió a la entrega de una estrella de Cristal al presidente de la delegación de la Federación Roja, compañero Héctor Podestá. Panelón puso de manifiesto cuanta diferencia había entre los matchs internacionales de las instituciones burguesas y este partido internacional proletario. ¡Cuánto chauvinismo asqueante en aquéllos y cuanta solidaridad en los últimos! Barreiro, secretario del club Alba Roja, entregó luego una hermosa banderita roja, con la estrella bordeada en oro".


Como bien cita Morales en su trabajo, la puesta en escena de aquel encuentro muestra un sentido en lo simbólico muy diferente a lo que ocurre normalmente en un partido de fútbol fuera de esta Federación: lo que se escucha, son las estrofas de la Internacional cantada a “coro” por todos los presentes (jugadores, jueces, dirigentes y público en general), mientras las banderas mantienen también una uniformidad en su apariencia: la roja con la estrella amarilla. Uruguayos y argentinos se encontraban hermanados bajo esas circunstancias, al menos en ese momento.

 

Las Spartakiadas

La Federación Roja local, como dijimos anteriormente, se encontraba adherida a la central en Moscú, o mejor dicho, eran una extensión de la IRD (Internacional Roja del Deporte) en el Uruguay. Si bien ya se habían producido otros eventos obreros del deporte llamadas “Olimpiadas Obreras” (en 1921 en Praga y Francfort en 1925), en el mes de agosto del año 1928 se organizan las primeras “Espartaquiadas” (en honor a Espartaco, líder de la mayor rebelión de esclavos contra Roma) en la ciudad de Moscú, más precisamente en el estadio “Dynamo”.

 

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Carteles de las Espartaquiadas de 1928 (Fotos: Pablo Aguirre)

 

Formaban la versión “obrera” y revolucionaria en contraposición con los “burgueses” Juegos Olímpicos que se habían desarrollado ese año en la ciudad de Ámsterdam. La oportunidad fue bien vista por el Partido Comunista del Uruguay que decidió presentar una selección de la Federación para mostrar una vez más las diferencias con los valores “patrioteros” del fútbol “oficial”. Según detalla Porrini, el diario “Justicia” de fecha junio detallaba: “Proletarios deportistas del Uruguay: ¡de pie por la Espartakiada!”. Había que lograr el financiamiento para el viaje de la delegación, que este autor detalla de la siguiente manera:


“Se hizo una campaña propagandística y financiera –a través de una “Gran Rifa”- para apoyar la ida del team rojo uruguayo. Finalmente la delegación partió el 26 de agosto hacia Moscú, despedida del puerto capitalino por más de 400 personas. Las informaciones sobre su desempeño oscilan entre el positivo recuerdo de Leopoldo Sala quien estuvo entonces en Moscú, hasta un menos optimista de Wladimir Turiansky (2011): “creo que les fue mal…me comentaron que hubo alguna goleada” sobre el equipo rojo uruguayo.”


Según la web de la “Rec. Sport Soccer Statistics Foundation” (www.rsssf.com), el torneo contó con veintiún equipos divididos en dos grupos: uno de doce, formado por equipos de la Federación Rusa, y otro con nueve combinados de otras repúblicas soviéticas, más los representativos de Uruguay, España y Suiza. No se detallan todos los resultados, aunque si se detalla que la final del grupo de la federación local fue obtenido por el “Moskva”, mientras que en el otro Ucrania en el partido decisivo vence a Uruguay por cuatro a cero (otros informan que fue siete a uno, aclarado por el mismo sitio web).


Tres años después, en 1931, se jugaría la segunda versión de este torneo en Berlín. En febrero de aquel año, el diario local “La Lucha Obrera” detallaba “…en el próximo mes de Junio tendrá lugar en Berlín la II Spartakiada Mundial, organizada por la Internacional Roja del Deporte. Tenemos noticias de que la Federación Deportiva Obrera de la Argentina como también la Federación Roja del Deporte del Uruguay han empezado ya el trabajo por el envío de delegaciones que comprenderán: Team de Football, team de Basket-ball y equipos ciclistas…”.


La situación económica y social del Uruguay había comenzado a empeorar, lo que devino en un golpe de Estado en 1933, que tuvo una importante represión sobre los sectores de izquierda, por lo que la Federación fue perdiendo fuerza poco a poco al igual que su similar en Argentina. Ya en abril de 1931, el mismo diario sinceraba la posición de la organización deportiva: “…En América Latina tenemos un movimiento deportivo obrero muy débil, razón por la cual las burguesías nacionales y sus gobiernos tienen casi monopolizado para sus fines chauvinistas y fascistas la práctica deportiva”.


Poco tiene que ver con este tema, pero los próximos mundiales de 1934 en Italia y cuatro años más tarde en Francia estarán marcados también políticamente ante el advenimiento de la II Guerra Mundial. Aquella segunda versión de la “Spartakiada” no pudieron llevarse a cabo por la prohibición de la policía de aquella ciudad alemana, mientras las delegaciones quedaron varadas, por lo que se estima que pudieron jugar algunos partidos de manera informal.


Con los años, el fútbol siguió su cauce por los ríos de la FIFA, más allá de no ser la única expresión, pero sí la principal tanto en Uruguay como el mundo, aunque a nueve décadas de aquel agosto de 1928 sigue siendo un recuerdo poco conocido en la historia de este deporte.


Referencias:


Rodolfo Porrini, “Izquierda uruguaya y culturas obreras. Propuestas al ‘aire libre’: el caso del fútbol (Montevideo, 1920-1950).
Mág. Andrés Morales, Batllismo y fútbol. http://www.el-area.com/uruguay/subpaginas/articulos_uru-1b.htm
Yamandú González Sierra, “Domingos obreros en los albores del siglo XX”, libro: “Historias de la vida privada en el Uruguay”, pág. 200.
http://www.rsssf.com/tabless/spartakiads.html#28

 

Fuente I Revista Túnel

 

 

 

 

23- Las Espartakiadas de 1928, todo el poder para los goles

 

Profesor Alejandro Sánchez Blanco

 

Con el gol de Edison Cavani en el Estadio de Samara se cerraba el partido de los celestes ante los locatarios de Rusia. Era la cuarta vez que ambas selecciones jugaban en aquellas tierras. Tres veces lo habían hecho en Moscú (dos ante URSS y una con Rusia) y esta cuarta en la Copa FIFA 2018. Tal vez una quinta, si estamos dispuestos a considerar que un seleccionado uruguayo había tenido su primera vez en Moscú hace más de 90 años. Es que los uruguayos, no sólo lograron ser los campeones olímpicos de fútbol en Colombes y Ámsterdam, sino que también, para algunos, logró medalla en las Espartakiadas, realizadas en Moscú en 1928, como demostración obrera contrapuesta a las competencias “burguesas” lideradas por el barón Pierre de Coubertin. Representados por la Federación Roja del Deporte, más allá del proclamado internacionalismo proletario, la nación terminaba siendo más fuerte en tanto un grito universal proclamaba “todo el poder a los goles”.

 

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Escena del partido Uruguay 3-1 Finlandia. La camiseta en oscuro corresponde a la Federación Roja del Uruguay (Foto cedida por el autor).

 

Precisamente una década después del estallido de la revolución bolchevique, la invitación a su expansión en órbita mundial estaba planteada. Para el diario comunista “Justicia” que se editaba en Montevideo, ese destino tal vez pudiera cumplirse cuando el proletariado despertara a las tareas revolucionarias y en tanto no se alienara, por ejemplo, con los triunfos olímpicos celestes, a los consideraba un superfluo pasatiempo de la burguesía.

Sin embargo la participación del cuadro fútbol obrero y uruguayo en las Espartakiadas de Moscú de 1928 moldeará la mirada del diario comunista ya que la Liga Roja parecía dispuesta a “escribir la brillante historia de la emancipación de los proletarios en la cultura física”. Con el empuje revolucionario solo restaba dirimir cuál sería el lugar en el podio, en la que fue “Nuestra primera vez en Moscú”.

 

 

Dado el tamaño del artículo se ha decidido ofrecer un resumen introductorio escrito por el propio autor y, a continuación, se brinda el enlace para la lectura online y descarga gratuita del documento:

 

 

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Clicando en el icono puedes leer y descargarte el artículo (28 páginas, 526 Kbs.)

 

 

 

 

 

24- Un jirón de nuestra historia deportiva

 

Suplemento deportivo diario "El Día" - 20.07.1981

 

Hasta parece mentira. ¡Qué un club nuestro festeje su 120 aniversario! No puede ser. Debe haber un error de fechas. Más, siempre que se habla de la historia de nuestro deporte, y sobre todo de nuestros clubes, llegar al siglo parece ma proeza. Un club de 120 años, tiene que estar ligado a grandes páginas de nuestra historia. Y... debemos rendirnos ante la realidad: nos venció el Montevideo Cricket Club, una institución que por haber estado ajena en su trayectoria a aquellos deportes que con el tiempo fueron más populares en el ambiente o que se lanzaron a la práctica del fútbol profesional y se hicieron notorios aquí y en el exterior, acaso no alcanzó a estar en todos los pensamientos, y no llegó a oír su nombre coreado por las multitudes. Por ello, el Montevideo Cricket Club se ha mantenido tanto tiempo en esa especie de "anonimato".

Lo fundaron un 18 de julio de 1861 aquellos "ingleses locos" que en América quisieron traer algo de su terruño para pasar felices sus fines de semana, acaso con nostalgia, quizá deseosos de que aquí se conocieran las actividades deportivas que ellos practicaban comúnmente en su lejana tierra. Este Club nació con el deporte del Cricket, típicamente británico, en el predio que ocupa actualmente el Hospital Militar (Av. 8 de Octubre y Larrañaga).

Además de la colonia inglesa que habitaba nuestra ciudad, no muy abundante, fueron desde el principio sus "seguidores", todos los ciudadanos de la "rubia Albion" que llegaban a tierra uruguaya, la mayoría de las veces por razones comerciales e industriales, o los marinos de aquella latitud que recalaban en nuestras costas.

 

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La foto es una reliquia de 1903. Se trata del equipo del Montevideo Cricket Club en este deporte. Figuran en la alineación varios apellidos que siguieron firmes en el club y nuestro deporte. De pie: J. Pena, F. G. Jackson, D. Pena. W. L. Poole. dos jugadores no individualizados de Bs. As., A Macadam, R. Anderson, R. Herford, un jugador del Bs, As,, F. W. Fothergill y G. Wilson. Sentados: J. Adams, E. M. Stanham, R. Dobson, D. Kingsland. En el suelo, L. Crocker, jugador argentino, simpatizante local, jugador argentino y C. Jones.

 

Fue Montevideo Cricket protagonista del primer encuentro rioplatense que recoge la historia. Corría el 1868 y aquel encuentro que debieron protagonizar cuatro años antes y se postergó por razones ajenas a la voluntad de los bandos, frente al Buenos Aires Cricket Club por fin pudo realizarse. Poco después, otro gran contingente de ingleses llegó al Río de la Plata. En 1876 se realizó la primera venta de material ferroviario al Uruguay, y con él vinieron los fundadores del "Uruguay Railways Cricket Club" (el CURCC que después daría origen al actual Peñarol, al separarse un grupo de criollos de aquel para formalizar la Institución semilla de aquella).

Y poco a poco se van organizando otras entidades que se prestigiarían con el tiempo en nuestro ambiente. Una de ellas, fue el Montevideo Rowing Club, íntimamente ligado al Cricket, al punto de coincidir sus primeras autoridades e incluso su primer Presidente, don Samuel Lafone, que fuera propulsor del Cricket, en su saladero de "Pueblo Victoria".

 

La segunda sede

En 1889 el Montevideo Cricket se trasladó a lo que sería su segunda sede, ubicada también en La Blanqueada (Cardal y Larrañaga). En ese lugar, para estrenar la cancha, se realizó el primer partido de fútbol entre selecciones de Argentina y Uruguay. Con esa lucha, además de festejar los 70 años de la Reina Victoria, que "asistió al partido", ya que su retrato fue ubicado en una silla, sobre el palco de honor seguía entonces prevaleciendo el origen británico de nuestros deportes y sus cultores. En esa ocasión ganaron los albicelestes al equipo local integrado por jugadores del Cricket y del Rowing.

Se considera al Cricket como el primer club que practicó fútbol en nuestro medio, y lógicamente, dado su origen también fue el introductor del Rugby generalmente practicado por marinos ingleses, y posteriormente alumnos de los colegios que se fueron formando en distintas zonas de la capital.

Pero también el primer vestigio de atletismo en el Uruguay surge en La Blanqueada, cuando el 1º de noviembre de 1878 se celebran allí los primeros juegos atléticos de los que existe registro en nuestro medio. Al cumplirse un siglo de ese episodio, hace tres años, nos ocupamos directamente del tema.

En su segunda sede, el Cricket tenia canchas para tenis y en 1889 ya se jugaban partidos en ese predio, incluso con participación de damas en dobles mixtos.

 

Otras dos "Casas"

De Cardal y Larrañaga, desde 1945 a 1955, el Cricket ocupó un terreno en Sayago, y desde entonces pasó al predio actual, de ocho hectáreas, compartido con el British School, en Máximo Tajes y Córcega, que cuenta una piscina, cinco canchas de tenis, una de fútbol de mayores, una de fútbol infantil, dos canchas de hockey y una de cricket, también utilizada para el rugby. Cabría anotar que también esta entidad fue la primera en promover el hockey sobre césped en el Uruguay, deporte que va tomando auge aquí, y que en otros medios tiene muchos adeptos.

En 1980 la Institución adquirió un predio de seis hectáreas en Solymar donde proyecta realizar nuevos campos deportivos y construir un Country Club para solaz de sus asociados, que alcanzan actualmente al millar, la mitad de los cuales son menores de 18 años.

Este cumpleaños halla al Montevideo Cricket Club vigorizado en sus principios que ha sabido conservar incólumes a través del tiempo. Pudo haber otro club anterior, se menciona al Victoria Cricket Club, que figura en documentos de la época (1842), pero su existencia tue efímera y algunos de sus dirigentes integraron luego la plantilla del M.C.C.

 

 

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Clicando en el icono puedes leer y descargarte "Decano entre decanos", un dascículo de los "Cuadernos de El AreA" dedicado al Montevideo Cricket (31 páginas, 3,69 Mb.)

 

 

 

 

 

25- Lorenzo Fernández, un arquetipo

Diego Lucero
Estrellas Deportivas N ° 52 - 13 de setiembre de 1978

 

Para centrar el eje del barrio, la zona, mejor, donde surgió el club “Capurro", tenemos que tomar una esquina del Montevideo año 1910 cuando todavía de la Matriz para el Guruyú y del Rincón para el puerto por la bajada de Juan Carlos Gómez, no era lo que dio en llamarse "Ciudad Vieja", denominación que la disminuye, sino por el contrario era la zona distinguida de la capital, sitio de las residencias de más lujo y asiento de las familias de más lustre social. ¡Ah el Montevideo de aquellos días dorados! Cuando ahora, en las viejas ciudades de más prestigio histórico, se convierten algunas calles céntricas en rutas peatonales y se les presenta como una orgullosa innovación, el Montevideo 1915 fue entonces un pionero creador de calles destinadas sólo a jolgorio y a paseo. A las 5 de la tarde de todos los días, la Calle Sarandí, desde Juan Carlos Gómez elegancia hasta la Plaza Independencia se convertía en calle peatonal y aquello era un torneo de elegancia y paso obligado de todas las montevideanas que tenían algo que lucir, que acudían a Sarandí para exhibir los complicados atuendos de la época donde todavía predominaba el corsé y la falda hasta los pies. Los caballeros, galera, polainas, la flor en el ojal, el alfiler de corbata con brillante y el zarzo con rubí, se apostaban en las esquinas o zaguanes para ver pasar aquel incesante desfile de gracia. Los lugares preferidos donde hacían baza los caballeros, eran la puerta del Club Uruguay, la del Hotel Lanata; la esquina de la Confitería Jockey Club, Sarandí y J. C. Gómez donde después estuvo el Bazar Colón de Carlitos Font, la puerta de la Fotografía de Pellicciari, (el padre de Lalo) vereda sur poco antes de llegar a Bartolomé Mitre, y las esquinas de Bmé. Mitre y Bacacay.

Las miradas de las bellas, algunas lanzadas desde debajo de los tules que cubrían el rostro v sujetaban los complicados sombreros que eran verdaderos jardines y pajareras, eran como flechas zumbantes que cruzaban en todas direcciones y al oído de las niñas que pasaban, caían los piropos, unos inflamados de poesía, otros tocados de languidez romántica. Después estalló la primera guerra mundial y vino lo que sobrevino. Las mujeres se cortaron el pelo; entraron a fumar; una revolución que sacudió al mundo, transformó las costumbres. Monteviedo aceleró su ritmo. Y el ritmo, se llevó muchas cosas. Sarandí fue perdiendo encanto. Hoy es una calle más, olvidada de su brillante pasado.

 

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Equipo de Capurro que disputó el Torneo Especial del Consejo Provisiorio en 1926 (Foto cedida y pintada manualmente por Daniel Yermolayew Bilo).

 

Pero volvamos al barrio del club "Capurro" para encontrarnos con Lorenzo Fernández. La esquina a la que hacemos referencia, es la de las calles Treinta y Tres y Piedras, donde en uno de sus cuatro ángulos, el sureste, abría sus puertas que asomaban a las des calles, el Almacén "El Patriota", comestibles en la misma esquina y rumoroso despacho de bebidas, juego de cartas, mesas donde se picaba formayo, mortadela y sopresata rociado todo con vino Carlón y lugar de reunión donde se chamuyaba espeso de política y de fútbol. En la mitad de la cuadra, 33 entre Cerrito y Piedras, sobre la vereda sur, funcionaba el Teatro Cibils, propiedad de la familia del mismo apellido, una hermosa sala rival del "Urquiza" por cuyo escenario desfilaban famosas compañías españolas de zarzuela que estrenaron las piezas más hermosas y conocidas que integran el repertorio de ese brillante y alegre género lírico, infortunadamente cada vez menos cultivado. El “Cibils” ardió como una pavesa una madrugada allá por el año 15 o 16. Nunca más se reconstruyó. Durante años y años quedó el hueco y las hermosas cancelas de hierro de sus puertas en arco de medio punto.

De Piedras para abajo, hacia el cerco del ámbito portuario, prendían sus luces cada noche, esos bares de marineros que lleqan de lejos por una novia en cada puerto. Bares turbios con nombres vinculados al mar y a otras cosas: el “Anchor Bar”, “La Mouette”, “El Salvavidas", "I Love You", atendidos por camareras de actividad variada, niñas que hacía mucho tiempo habían perdido la perpendicular; que supieron antes de ambientes brillantes de espejo y lentejuela y entraron en la refalosa hasta agarrar el cuestabajo de Juan Carlos Gómez, de Ituzaingó, de 33, para ser —ya carne fatigada— la novia de los marinantes que llegan con sed de muchas cosas; primero, de beber y dopo, lo que venga. Allí donde la ciudad se acaba y empieza el puerto, en el ámbito abierto por donde pasará un día futuro la Costanera Sur del antiguo proyecto, las demoliciones de los viejos barracones aduaneros, respetaron a entrada de "Las Bóvedas", ese imponente muñón, reliquia histórica ofrecida a la curiosidad de los estudiosos del pasado, entre las calles Juan Carlos Gómez e Ituzaingó.

Son estos, algunos detalles de la zona donde una noche, en el despacho de bebidas del Almacén "El Patriota" grande como un patio, un grupo de muchachos entusiastas, fundaron el "Capurro" club de fútbol; lo anotaron en la Liga Uruguaya y se dispusieron a íntervenir en el torneo de Tercera Extra en la temporada de 1915. El nombre de "Capurro" le venía por una gran barraca de "Frutos del País" que dominaba el contorno y entre los fundadores del club figuraban en primera línea, los Fernández, Lorenzo y sus hermanos mayores, que a la vez que jugadores fueron entusiastas propulsores de la fundación. No tuvieron suerte en la áspera 3ª Extra de aquellos tiempos, cuando cada partido era una batalla y ganar el ascenso era una hazaña que para alcanzarla había que rondar los contornos de lo heroico. Sobrevinieron muchas contrariedades; se produjeron situaciones que no pudieron superar y los muchachos del "Capurro" se desanimaron. En 1917 se disolvió el club y los jugadores se dispersaron.

Lorenzo Fernández, el caudillo del barrio en asuntos de pelota, era peleador, cabrero, un tipo lo que se llama "difícil" y así como te daba entero en los partidos —aunque fuera uno de esos partidos de vereda con pelota de trapo— así exigía a sus compañeros la misma pasión y la misma entrega a la hora de la lucha. Tenía 13 o 14 años cuando, fuerte como un toro y serio como un tamango, había revelado su pasta de jugador dotado para grandes cosas. Al disolverse el "Capurro", Lorenzo pasó a jugar a River, aquel que había sido el glorioso River de los Benincassa; de Antonio Cavalotti, el hijo del barbero y sacamuelas del Paso Molino; el Chino Ríos, Santiago Raymonda, quien después de pelear tantas veces con la policía, terminó siendo Comisario de la 13ª, allí en General Flores casi Garibaldi; el "Chinito" Vicente Módena, "Monodeja", el Gallego Dacal... El River que después de ser cuatro veces Campeón Uruguayo, lo chapó la deca y sucumbió. Lorenzo jugó en la Primera, cuando ya aquel River legendario, estaba en las últimas boqueadas.

Y llega 1919. En el Almacén "El Patriota" hierve de nuevo el entusiasmo por reorganizar el "Capurro" y retornar a la Liga. Siempre al frente a la hora del impulso, los hermanos Fernández con Lorenzo a la cabeza. Pero, sobre la experiencia de aquel primer intento frustrado en las luchas de la 3ª Extra cuando el "Capurro" después de fracasar tuvo que disolverse, ahora, al frente del club que se refundaba, aparecieron unos cuantos puntos, duchos en asuntos de manejos en la Liga y su trastienda, que si en la 3ª Extra y en la Intermedia no tenés en la Liga qente que sepa maniobrar, te morirás de viejo pero nunca llegarás a la Primera. Y "Capurro"... simultáneamente con su nueva inscripción en la Liga Uruguaya para disputar el torneo de Ascenso de la 3ª Extra, metió en el plantel de referís de la división, tres o cuatro árbitros emboscados, todos adictos al club y dispuestos a afrontar biabas o lo que viniera con tal que el "Capurro" pasara al frente en las luchas del Ascenso, donde los puntos se disputaban poco menos que a mordiscones.


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1926. Vuelve Lorenzo Fernández de Nuñoa y los amigos del aduanero Capurro lo reciben con la bandera (Foto cedida y pintada manualmente por Daniel Yermolayew Bilo).

 

Uno de aquellos caretas, era el petiso Chiossone, gran amigo mío, tapicero de oficio y el más popular acomodador de la platea del Teatro Solís, fervoroso aficionado a la ópera, fumador de toscanos y futbolista. En las grandes temporadas de invierno, cuando Montevideo todavía se daba el lujo de llevar al escenario del "Solís", los cuadros de la gran ópera del Colón de Buenos Aires, nosotros, después de burlar la agria y celosa vigilancia de "El Vasco", el fiscal de puerta del teatro, terror de "portugueses" y colados, nos entregábamos a los buenos oficios de Chiossone, quien, conociendo como ninguno cuáles asientos de la platea del Solís quedaban libres ya que sus propietarios "a perpetuidad" o estaban ausentes o no iban al teatro, nos sentaba en butacas con ubicación de preferencía, cosa que a menudo pasa así en el teatro o en la vida: los "garrones" tienen los mejores sitios y los que garpan, los más fuleros. Coincidió que en aquel 1919, también se inscribió en la 3ª Extra, el "Suárez" del cual yo era el centrojás y capitán. Era aquella una 3ª Extra bravísima. El "Uruguay" — gran equipo—; el "Rosarino Central", el "Uruquay-Montevideo" que ahí cerca de La Teja tenía una cancha al borde de una cantera y a los referís los amenazaban con tirarlos por aquel abismo si se animaran a cobrar algo contra el locatario; el "Artigas", el "Raclnq", el "Capurro", el "Suárez" son algunos de los nombres que recuerdo.

Cada partido era una batalla y el visitante, casi siempre "iba muerto" porque ganar de visitante era exponerse mucho. El primer partido que jugaron Capurro Y Suárez en la cancha de nosotros en la calle Cuaró, los de Capurro se vinieron con todo. Una barra bravísima y más de uno, llevaba como arma, ese gancho que usan los estibadores para mover los fardos, instrumento verdaderamente terrible en una pelea. Lorenzo era el centrojás y de arquero jugaba uno de sus hermanos mayores, que además de tuerto, lo llamaban por un apodo impublicable. Quedó dicho que la barra del Capurro era numerosa y rompedora. El puerto y la aduana estaban con ellos. Pero no lo era menos aguerrida la del Suárez, cuyo cabecilla era "El viejo Roma", obrero portuario de día; de noche tiraba la "cañota" en la timba (monte con puerta) del almacén de Carrara, (Asencio y Cuaró) y a aquel caballero le podían faltar cualquier cosa encima, cualquier cosa menos el cuchillo en el cinto. "El viejo Roma", era el padre de los Romero, famosos jugadores de fútbol: Floro y el Bebe (Bella Vista) y años después, el Ñato Romero (Nacional). "Por las buenas le sacabas cualquier cosa, pero por las malas..." Cuando aquella tarde estaban ya los equipos en la cancha, apareció el referí. ¡Era Chiossone, el petiso careta, que a pesar que habíamos leído el apellido en la comunicación que nos mandó la Liga, lo que menos podíamos imaginar era que el árbitro designado para el partido fuera aquel petiso malandra, uno de los varios que Capurro había infiltrado en el plantel de los árbitros de la 3ª Extra. Lorenzo era el centrojás y capitán. Yo lo mismo. Cuando fuimos al sorteo (Lorenzo hizo como que nunca lo había visto en su vida al tal Chiossone) yo, en un aparte le dije al cortito: —"Che petiso, vos sos del Capurro, pero guambia aquí no te hagás el loco, mira que allí está "El viejo Roma", pensá en tu familia ..." Chiossone a su vez y apenas pudo le dijo a Lorenzo: —"Guarda que la cosa viene peliaguda y allí está "El viejo Roma", aquel de poncho..." Lorenzo era un huracán en la cancha.

Cuando Rappalíni, el centrofóbar del Suárez le metió el gol a Capurro (ganamos 1 a 0), Lorenzo por poco lo mata a su hermano el tuerto que jugaba de arquero. —"Y qué queré, si pasó por este lado", se excusó el tuerto. Tenía razón.

Era el lado tuerto. ¡Ah tiempos felices, cuando éramos jóvenes y por eso todo era más lindo!

 

 

 

 

26- Carlos Mutti Saporiti, un héroe uruguayo de la Primera Guerra Mundial


Claudio Barragán Sacco

 

A colación de un post escrito en el Tumblr de esta web, que versa sobre René Victor Fenouillère, el crack muerto en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, Juan Carlos Luzuriaga me comentó que Uruguay también sufrió la pérdida de un futbolista por la causa aliada en el transcurso de este primer gran conflicto global del siglo XX. Se trata de Carlos Mutti Saporiti. Indagando en la web conseguí el material suficiente como para armar su breve y valerosa historia, que pueden leer a continuación.

Nacido el 16 de marzo de 1892 en Montevideo, Carlos Mutti compaginó desde temprana edad estudio y deporte, siendo primo hermano nada menos que de Cayetano Saporiti, el gran guardameta del Montevideo Wanderers y la selección uruguaya de las primeras dos décadas del siglo XX. Carlos siguió sus pasos y fue también "cuidapalos". Comenzó jugando en un equipo amateur del montevideano barrio del Prado, llamado 19 de Abril, formado por simpatizantes del "bohemio". Luego cristalizó un sueño al llegar al segundo equipo de Wanderers, el mismo club que defendía su primo Cayetano. Sin embargo prefirió volcarse más al estudio que al deporte, sin dejar por ello de lado nunca este último. Pasaron los años y en 1912, con unos jóvenes 20 años, Carlos decidió marcharse a Francia para continuar sus estudios de ingeniería en París pero sin descuidar nunca, eso si, su actividad deportiva, jugando al fútbol en un parisino club universitario, el SCUF (Sporting Club Universitario de Francia).

Dos años después, con el estallido de la, en su momento llamada Gran Guerra, Mutti no dudó en defender al país en donde estudiaba y trabajaba y se enroló como voluntario en la Legión Extranjera. Lo hizo un 26 de agosto y fue asignado al 2º Regimiento Extranjero con el número 2041O.

 

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Cartilla militar de Carlos Mutti Saporiti (Fuente I Lucarne Opposée).

 

Al poco de llegar al escenario de guerra Carlos sufrió las consecuencias del combate, el 1 de noviembre de 1914 fue herido en el antebrazo derecho, en el sector de Ouleches-la-Vallée-Foulon (Aisnes), por la metralla de un proyectil alemán de 77 mm y fue evacuado en un tren sanitario a la retaguardia para recuperarse de sus heridas. Queriendo siempre estar en el frente retornó a él una vez más para ser herido nuevamente, sucedió el 20 de abril de 1917 y fue nuevamente trasladado.

Tras estar internado en un par de hospitales, en julio fue derivado a Lyon. Estando allí no pudo aplacar su espíritu deportista, jugando algunos partidos con el club de la localidad, el FC Lyon, que casualmente ostentaba los mismos colores que su querido Wanderers, el blanco y negro. Actuó siempre como portero y participando nada menos que en la Copa de Francia, que empezó a disputarse el 7 de octubre de 1917. Esta Copa, llamada oficialmente Copa Charles-Simon, en honor al secretario general del Comité francés interfederal (CFI) desaparecido durante la guerra en 1915, se estrenó en esa temporada, la 1917/18 y estuvo abierta a todos los clubes afiliados al CFI. El indudable motivo de su creación fue distraer a la población del hastío y cansancio generalizados tras unos agotadores años de inacabable contienda. También sirvió para acabar con las disputas de las diferentes federaciones deportistas francesas. Fueron 48 los clubes participantes de esta edición inaugural.

 

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El FC Lyon (Fuente I Lucarne Opposée).

 

Mientras tanto Mutti, a la par que defendía el arco del Lyon, se fue recuperando satisfactoriamente de sus heridas y lo inevitable terminó por acontecer, fue citado para retornar, una vez más, al frente de guerra antes de la final del torneo, instancia a la que el Lyon estaba cerca de alcanzar y que estaba prevista para ser disputada el 5 de mayo. Dos días antes de la semifinal, el 1 de marzo, Mutti partió hacia el frente. El día tres, el Lyon goleó sorpresivamente 4-1 al AS Française, gran favorito de la Copa, y llegó a la final contra todo pronóstico. Casi podemos imaginar la alegría que experimentaría Carlos en medio del infierno de las trincheras.

A pesar de la citación y partida del crack uruguayo, el club hizo gestiones y consiguió que el ejército permitiera que el jugador abandonara temporalmente el frente para disputar la final, pero lo que sucedió entonces dejó a todos asombrados. Estaba claro que Carlos, jugador, estudiante y soldado con más de tres años de experiencia en el frente y varias citaciones por su desempeño como legionario de primera clase, no tenía que dar pruebas de su valor y patriotismo. Entre las menciones que recibió de sus superiores por su valentía destacan las siguientes: "Muy buen soldado, se ha mostrado entregado en varias circunstancias" y "Excelente soldado, de extrema valentía, se destacó en la batalla por su ardor y su valor". A pesar del amplio reconocimiento de su valor como combatiente, Carlos, para sorpresa de todos, escribió una carta a sus compañeros del Lyon en la que les decía que sabía que podía retornar para jugar la final, pero también era consciente de que su regimiento le necesitaba y no quería fallarles, no quería abandonar a sus compañeros de armas y por eso renunció a jugar esa primera gran final, pues en el doloroso dilema de tener que elegir entre los camaradas del fútbol y los de las trincheras, había optado por éstos últimos.

El 26 de abril de 1918, transcurridos casi cuatro años desde su alistamiento, el Regimiento de Mutti fue duramente castigado en el Somme, sufriendo la pérdida de 120 vidas, con 497 heridos y 205 desaparecidos. Mutti estaba entre los fallecidos. Murió en la zona de Cachy, combatiendo en la 3ª Compañía de Ametralladoras del Tercer Batallón. Su número de servicio era el 42.525. Su cuerpo jamás fue encontrado.

Días después, en la final jugada en París el domingo 5 de mayo a las tres de la tarde, el Club Olympique, de la ciudad de Pantin, se impuso por un contundente 3-0 al club de Mutti.

 

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Parte de defunción del legionario de primera clase Carlos Mutti (Fuente I Calaméo).

 

En una entrevista de Pierre Arrighi al historiador galo Pierre Cazal, este último comenta que esta historia se la contó Roger Ébrard, que era el capitán del FC Lyon de 1918 y murió a los 102 años. Tuve oportunidad de hablar con él cuando preparaba un trabajo para el 75º aniversario de la Copa de Francia. Cuando hablaba de Mutti, Ébrard decía: “Era un crack. Con él no hubiéramos perdido nunca la final contra Pantin”. En aquel momento no hubo artículos sobre él. La única foto que se conoce de él salió en la revista Sporting, completamente descolgada.

Y también añade que lo primero que leyó sobre Mutti fue un artículo en un boletín del FC Lyon, bajo el título “Rojo y blanco”, publicado en la Navidad de 1930. Lo firma Alexis Soulignac, el intelectual del equipo de 1918, que era un buen puntero: “Mutti, este nombre no les evoca nada. Sólo algunos franceses lo conocieron y tuvieron la suerte de apreciar su valor. Golero de gran clase, quizá como nunca tuvimos en Lyon, como no tuvo Francia. Nos asombraba su virtuosismo y la revelación que nos hizo del deporte en América del Sur. Los escépticos que escuchaban sus relatos grandiosos deben darse cuenta, ahora que el fútbol sudamericano es conocido, que Mutti decía la verdad”.

A título póstumo Mutti fue incluido en la lista especial para la Medalla Militar del Boletín Oficial del 24 de mayo de 1922. En el año del centenario de su muerte, se colocó una placa conmemorativa en el Museo del Fútbol de Montevideo en donde, erróneamente, se indica que la fecha de su muerte fue el 26 de agosto de 1918.

Mutti, curtido gladiador en el campo de juego y de batalla, fue un crack bajo los palos y un héroe bajo las balas.

 

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A la izquierda la única foto conocida de esta primera final de la Copa de Francia, publicada en La Vie au grand air: revue illustrée de tous les sports del 1 de junio de 1918 (Fuente I Le libéroLyon). A su lado Charles Simon, creador del Comité francés interfederal en 1907 (Fuente I Wikipedia).

 


Fuentes I Decano, Calaméo y Juan Carlos Luzuriaga
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