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Los Dinamarca-Francia de 1908
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El estadio Sheperd's Bush, construido con motivo de los JJOO de 1908 y escenario de los dos encuentros entre Dinamarca y Francia. Fue demolido en 1985 y reemplazado por el un complejo de edificios administrativos y comerciales.
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El primer partido oficial de los Juegos Olímpicos
El 19 de octubre de 1908 se disputó el primer partido oficial de fútbol olímpico. En Londres, Dinamarca derrotó a una Francia "B" (el equipo galo competía con dos equipos en el torneo) por 9 a 0. El match fue disputado en el estadio Shepherd's Bush de Londres ante unos 2.000 espectadores por los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Londres de ese año y fue arbitrado por Thomas M. Kyle.
Los daneses, que disputaban su primer partido oficial como selección, vencían por 4-0 al descanso para redondear un apabullante 9-0 final. El extremo zurdo Vilhelm Wolfhagen marcó cuatro goles y el delantero centro Sophus Nielsen (apodado ‘Curly Leg’ por el efecto que daba a sus disparos) anotó el último. Esto demostró ser un calentamiento para las semifinales, donde Nielsen marcó diez goles en el triunfo por 17-1 ante la Francia "A". A pesar de todo ello, Dinamarca perdió por 2-0 ante Gran Bretaña en la lucha por la medalla de oro. Cabe destacar que en dicho torneo participaron seis equipos, que aumentaron a once durante los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912.
Con anterioridad a esta cita olímpica se disputaron partidos de demostración en los Juegos Olímpicos de París 1900, Saint Louis 1904 y en los Juegos Intercalados de 1906. Sin embargo estos encuentros estuvieron protagonizados por equipos no profesionales, provenientes de clubes deportivos o recintos educacionales, por lo que no se consideran oficiales ni por la F.I.F.A. ni por el Comité Olímpico Internacional. Sin embargo el C.O.I. optó por reconocer las medallas respectivas de 1900 y 1904 a las naciones representadas por los clubes (Reino Unido, Francia, Bélgica, Canadá y los Estados Unidos).
Fue en los Juegos Olímpicos de Londres 1908 donde se realizó finalmente el primer torneo oficial (que además fue considerado como el primer torneo de carácter internacional disputado) a cargo de la Football Association (no afiliada a la recién fundada F.I.F.A. aún, pero con quien mantenía una estrecha relación).
La mayor humillación gala
Días después, el 25 de octubre, el equipo de la Francia “A” se enfrentó a Dinamarca por las semifinales del torneo y la cosa fue peor aun que lo acaecido seis días antes, pues los franceses sufrieron su peor derrota histórica: un increíble, vergonzoso y demoledor 17-1. Aquella goleada caló tanto en el equipo que no se presentaron al partido para dilucidar la medalla de bronce.
El histórico match se disputó nuevamente en el Shepherd's Bush Stadium de Londres ante 1.000 espectadores y fue arbitrado por una terna inglesa, Thomas Campbell, asistido por F. Lockwood y A.C. Hines.
Los daneses apabullaron “olímpicamente” a un equipo galo que llegó a las semifinales sin haber jugado un solo partido. El torneo se disputó con ocho equipos y el equipo de Bohemia que iba a jugar contra “Les Bleus” en los cuartos de final se retiró por una "confusión diplomática".
Los jugadores galos, empedernidos fumadores casi todos y amateurs de solemnidad, cruzaron el Canal de la Mancha para recibir un sopapo monumental. Muchos debían volver a casa rápidamente pues tenían que cumplir con sus obligaciones laborales, era un fútbol muy distinto al de hoy, aquel de los albores del siglo XX. Voviendo al partido, el asunto pintó mal desde un principio, la cosa se torció rápidamente para los galos, pues el danés Sophus Nielsen ya había marcado tres goles al llegar a los 6 minutos de juego. Cabe destacar que Sophus se despachó con una decena de dianas ese histórico día. Esta marca lo llevó a establecer el récord de goles marcados por un jugador en un partido, y solo fue batido el 11 de abril de 2001 cuando Australia venció 31-0 a Samoa Americana por las eliminatorias de Oceanía al Mundial de Corea-Japón 2002, la mayor victoria en la historia de las selecciones internacionales de fútbol en un partido oficial. En ese encuentro el australiano Archie Thompson marcó trece goles y destronó a Nielsen.
Sumergidos otra vez en el match que nos atañe, el primer tiempo terminó 6-1 a favor de los daneses y para la segunda parte el equipo nórdico igualó la goleada endosada a la Francia “B” días antes, nueve dianas más tuvo que ir a recoger del fondo de la red el golero Maurice Tillette. El Daily Mail se burló de la actuación francesa al día siguiente: “Los defensores no tenían ni idea de cómo contrarrestar los ataques daneses. Todo lo que hacían era chocar entre sí. Al final, el resultado quedará grabado en la memoria y afortunadamente Francia no quedará marcada para siempre por esta paliza de 17 goles a 1".
La vie au Grand Air, un periódico cercano a la USFSA, una de las federaciones de fútbol francesas de la época, escribió: "No sólo los jugadores eran ridículos, sino que el deporte en su conjunto es ridículo. Si tenían tantas ganas de hacer un viaje gratis a Londres, los funcionarios habrían actuado sabiamente ofreciéndoselo, pero sólo con la condición de que se les prohibiera jugar al fútbol. Nuestro prestigio habría tenido la ventaja de no ser mancillado. No es muy halagador, pero viniendo de una asociación donde el presidente es un fanático del rugby, no se podía haber esperado mucho más”.
Ese año, Francia registró el peor récord de su historia con números insultantemente adversos: cinco derrotas en seis partidos, cinco goles a favor y 45 en contra. De no creer.
Fuentes I Soccer Nostalgia, France TV y Gent Side.

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La final de 1920
La final por la medalla de oro de Amberes 1920 se disputó el dos de septiembre de 1920 y enfrentó a las selecciones de Bélgica y Checoslovaquia, equipos que habían llegado a esa instancia con paso firme y aplastante. Los checos habían vapuleado 7-0 a Yugoslavia, 4-0 a Noruega y 4-1 a Francia. Bélgica, como anfitrión, entró en el torneo después de la primera ronda y venció a España (3-1) y a los Países Bajos (3-0).
El partido se jugó ante una multitud de 35.000 espectadores en el Olympisch Stadion (Estadio Olímpico) de Amberes. Las tribunas estaban colmadas y afuera, millares de almas sin tickets pugnaban por conseguir un hueco para ver el partido. El fanatismo nacionalista transmitía una tensión terrible al campo de juego cuando comenzó a disputarse la final, pero los checoslovacos se mantenían en calma, una calma que se rompió a los 6 minutos de juego. El guardameta checo Rudolf Klapka detuvo un balón, pero fue derribado por un atacante belga y por el golpe tuvo que soltar la pelota. Con el guardameta vencido y el balón a punto de traspasar la línea de gol un defensor checo lo sacó con la mano. Lewis no dudó un segundo y marcó el punto de penal pese a la protesta de los checoslovacos. Coppée transformó el penal en gol y comenzó una batalla con choques malintencionados por parte de los jugadores de ambos equipos, siendo alentados los locales por las tribunas para incrementar su violencia, y con el árbitro cobrando sólo a favor de los "Diablos Rojos".

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Además los jugadores belgas “cargaban” a sus rivales dribbleando el balón y trasladándolo luego hasta su propia meta, para que el guardameta lo retuviera un buen tiempo dejando pasar los minutos. Cuando se pusieron a jugar, los belgas consiguieron el segundo gol por intermedio de Larnoe, quien definió en el minuto 30 ante un Klapka visiblemente alterado. Los gritos de guerra que caían desde las tribunas se transformaban en festejos, hasta que en el minuto 39 Robert Coppée fue a disputar un balón en el ataque y fue duramente derribado por el defensor Karel Steiner. Coppée aprovechó para teatralizar la caída y el septuagenario árbitro (nacido en 1848) expulsó al defensor, influenciado por el griterío que caía de las gradas. Las protestas checoslovacas fueron en vano y el capitán del equipo, Karel Pesek, decidió acompañar al expulsado a los vestuarios. Los siguieron los otros nueve jugadores, mientras el público belga invadía el campo para festejar con sus jugadores, ocasionando un desorden que fue imposible de contener por las fuerzas militares.
Los “invasores” se dedicaron a insultar a los jugadores checoslovacos y a derribar el mástil con la bandera de Checoslovaquia. Lewis se perdió ante la multitud y los belgas fueron declarados campeones olímpicos, a la vez que los checoslovacos reclamaban la medalla de plata, pero fueron expulsados del Torneo por retirarse del campo de juego.
Esa decisión, sin embargo, creó un gigantesco dolor de cabeza para los organizadores que no sabían a quién darle la medalla de plata. Con la descalificación automática de Checoslovaquia, el Comité Organizador local ordenó la realización de una Tercera Ronda para dilucidar la plata y el bronce.
El gran problema fue que el equipo de Francia, que había perdido en las semifinales ante los checos, se negó a enviar a su equipo a esa ronda debido a que la mayoría de sus jugadores ya habían emprendido el viaje de regreso a París aprovechando la cercanía del país vecino. Checoslovaquia no participó por su descalificación, pero a pesar de estos problemas Suecia, Italia, España, Noruega y Holanda disputaron este torneo. Holanda y España arribaron a la final para dilucidar las medallas de plata y bronce. La selección ibérica de Paco Bru se impuso por 3-1 (Sesumaga -2- y Pichichi / Groosjham). Era la primera participación del equipo de España en el torneo y en sus filas contó con nombres legendarios como Zamora, Samitier, Belauste, Sabino, Pichichi. Checoslovaquia, por su parte, vio como eran desoídas sus quejas y ha sido la única selección descalificada en la historia del fútbol olímpico.
Fuentes I Anotando Fútbol y La Redo
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España, la selección beneficiada por la deserción checa en 1920.
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6- Berlín 1936, la Olimpiada nazi
En 1936, los Juegos Olímpicos de invierno y de verano se celebraron en la Alemania Nazi, respectivamente en Garmisch-Partenkirchen (Baviera) y Berlín. En esta doble ocasión, el deporte sirvió para aplicar la estética nazi y fue usado como vehículo de propaganda por el régimen hitleriano como nunca antes había ocurrido.
La elección de las sedes no fue particularmente polémica. Sin embargo, tras la subida de Hitler al poder, hubo propuestas de boicot e incluso intentos de organizar olimpiadas alternativas. Durante los juegos, Alemania redujo la represión antisemita e intentó mostrar una mejor imagen al mundo. Al mismo tiempo, el gobierno alemán llevó a cabo una campaña diplomática intentando captar la simpatía de dignatarios extranjeros que visitaron el país durante los juegos. Para la posteridad, los juegos quedaron esecialmente asociados a la figura de Jesse Owens.
Juegos alternativos: las Olimpiadas Populares
Los partidarios del boicot comenzaron a organizar unos juegos olímpicos alternativos (las llamadas Olimpiadas Populares) que debían celebrarse en Barcelona en 1936. La elección de la ciudad española se debió a que había sido la candidata derrotada frente a Berlín en la decisión del Comité Olímpico Internacional. Sin embargo, esta iniciativa tuvo que ser anulada pocos días antes del comienzo del evento deportivo debido al estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936.
El recientemente electo gobierno de la II República, del Frente Popular, decidió boicotear los juegos de Berlín al no enviar los representantes de España y prefirió organizar un evento deportivo alternativo pero en distinta fecha.
La Olimpiada Popular cambiaba la estructura de las Olimpiadas anteriores y habría diferentes formas de participación en lo que respecta a la adscripción territorial. Se establecieron tres categorías: nacional, regional y local. De esta manera, las delegaciones nacionales podían mandar en cada deporte tres representaciones y se entendía que así no serían sólo una competición entre estados, sino que dejaba la puerta abierta a que equipos no estatales participasen en las pruebas, como por ejemplo Alsacia o el Marruecos francés y el Marruecos español.
Se inscribieron 6.000 atletas de 22 naciones, siendo las delegaciones de EE. UU., Francia, Países Bajos, Bélgica, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Argelia las más numerosas. También hubo representaciones de los atletas judíos emigrados, de Alsacia, Euskadi, Galicia y Cataluña, etc.
Supresión de la violencia anti-judía
Durante los juegos y en los meses previos, era necesario mostrar a los millares de visitantes todo lo que el país y especialmente el régimen tenían de bueno, para evitar así la cara oscura del régimen. De esta forma, las sucesivas campañas antisemitas, que habían sido constantes desde la llegada al poder de Hitler, fueron suprimidas. La violencia contra la comunidad judaica, particularmente visible en el verano del año anterior, casi desapareció. Los avisos prohibiendo o disuadiendo la presencia de judíos, que eran frecuentes en la entrada de muchas localidades y barrios (Juden sind nicht erwünscht - Los judíos no son deseados), u otros carteles de tenor semejante y dudoso gusto, fueron retirados por orden del Führer (tras la petición del conde Henri de Baillet-Latour, el belga que presidía el Comité Olímpico Internacional), en febrero de 1936, inmediatamente antes de la inauguración de los juegos de invierno. Además de eso, Alemania aceptó incluir en su delegación una espadachina de esgrima de origen judío: Helene Mayer, que lograría una medalla de plata.

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Hitler y Jesse Owens
Existe una leyenda urbana que dice que Hitler se enfureció y retiró del Estadio Olímpico tras presenciar la impresionante victoria del atleta negro americano Jesse Owens. El norteamericano ganó el oro en las pruebas de 100 metros, 200 metros, salto de longitud y relevos 4×100 metros. Su gesta de cuatro medallas en unos mismos Juegos Olímpicos no fue igualada hasta 1984, cuando Carl Lewis, el "hijo del viento", consiguió el mismo número de oros. Sin embargo la verdad sobre lo acontecido en esos Juegos es bien diferente. Hitler felicitó personalmente a los dos primeros ganadores de los juegos, violando el protocolo ya que no debía felicitar en persona a nadie. Una vez advertido y después de estas dos felicitaciones, no tuvo este gesto con nadie más, ni siquiera con los propios alemanes.
Históricamente se cuenta que cuando Jesse Owens pasó frente al palco de Adolf Hitler, el Führer ni siquiera hizo un gesto para saludarlo. Sin embargo en su biografía (The Jesse Owens Story, de 1970) el atleta comentó que:
Cuando pasé, el Canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania.
Owens afirma incluso en sus memorias que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán. Durante su estancia en Alemania, Owens estaba excluido de la ciudadanía bajo la Ley de Ciudadanía del Reich. Aunque, se le permitió viajar y hospedarse en los mismo hoteles que los blancos, lo cual en ese momento no dejaba de ser una ironía, ya que los afroamericanos en los EE.UU. no tenían igualdad de derechos. Pero quizá donde recibió más maltrato en su propio país, encabezado por aquel entonces por el presidente Franklin Delano Roosevelt, quien se rehusó recibir a Owens en la Casa Blanca. El funcionario se encontraba en campaña de reelección y temía las reacciones de los estados del Sur, que eran notoriamente segregacionistas, en caso de rendirle honores a Owens.
Owens era tan querido y popular para el pueblo alemán, que no tuvo, después de la primera victoria, prácticamente más descanso, porque donde fuese tenía que dar autógrafos. Después de la victoria en los relevos, se vio obligado a cambiar de alojamiento para huir de la multitud de cazadores de autógrafos. Millares esperaban en fila del lado de afuera, en la Casa Bautzen en la Villa Olímpica. Al principio, Jesse se sentía a gusto siendo tan popular, y de buen grado daba autógrafos a diestra y siniestra. Pero ya por el final de las competiciones, los músculos de su brazo derecho estaban quedando con calambres. Larry Snyder, su compañero de equipo, tuvo miedo de que los calambres pudieran perjudicarle las piernas. Pidió la ayuda de Herb Fleming, otro atleta negro con el cual era constantemente confundido. Jesse autorizó al otro atleta negro para firmar autógrafos en su nombre.

Una vez regresado a los E.E.U.U y después de un parada de la bolsa de Nueva York en su honor, Owens vuelve a su trabajo de botones en el hotel Waldorf-Astoria. Más tarde contaría:
Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. No fui invitado a estrechar la mano de Hitler, pero tampoco fui invitado a la Casa Blanca a dar la mano al Presidente.
Después de los Juegos, tuvo muchas dificultades y pasó a ser un promotor del deporte, esencialmente un animador de espectáculos. Su autopromoción acabó eventualmente convirtiéndole en relaciones públicas en Chicago, incluyendo una larga temporada como pinchadiscos de música jazz. En 1968, Owens recibe algunas críticas por apoyar los turbulentos disturbios raciales que sucedieron en los Juegos Olímpicos de México de ese año.
Jesse Owens fue premiado con la Medalla Presidencial de la Libertad de los EE.UU. en 1976 por Gerald Ford y, a título póstumo, la Medalla de Oro del Congreso por George H. W. Bush el 28 de marzo de 1990.
En 1984, una calle de Berlín fue renombrada con su nombre, al igual que una escuela secundaria en el distrito Lichtenberg.
Owens, fumador de un paquete de tabaco diario durante 35 años, muere el 31 de marzo de 1980 con 66 años de edad debido a un cáncer de pulmón, en Tucson, Arizona. Es enterrado en el cementerio Oak Woods de Chicago.
Por otra parte también se especuló por mucho tiempo que la Olimpiada de Berlín 1936 fue un momento de humillación para el régimen nazi porque algunos atletas negros consiguieron un gran número de medallas. En realidad, la competencia no constituyó una humillación para la Alemania Nazi, ya que el país anfitrión logró recoger más medallas que los demás países. Alemania fue el país que ganó más medallas en los juegos de verano y el segundo con más medallistas de los juegos de invierno, tras Noruega. Hitler se mostró satisfecho con el resultado y asistió a las pruebas deportivas casi todos los días, siendo siempre efusivamente aclamado por la multitud de espectadores.
Textos I Taringa, Wikipedia y Huffington Post
Fotos I La Trola
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La proeza nigeriana de 1996
Nigeria escribió historia olímpica al ser el primer equipo africano y no europeo o sudamericano en ganar la medalla de oro. El Torneo de Fútbol seguía siendo una competición de jugadores menores de 23 años, pero cada uno de los 16 países participantes pudo incluir tres jugadores mayores de 23, en virtud de un compromiso entre la FIFA y el Comité Olímpico Internacional.
Muchos entendidos opinaban que los nigerianos serían la primera escuadra africana en ganar una Copa Mundial. En la década pasada, habían exhibido toda una serie de actuaciones muy prometedoras, ganando el Torneo Mundial de la FIFA Sub-17 en 1985 y 1993 y obteniendo la segunda plaza del mismo torneo en 1987. En el Campeonato Mundial Juvenil de 1985 y 1989 se consagraron terceros y segundos respectivamente, pero nunca consiguieron romper la barrera mundialista más importante.
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Sorpresa africana, desazón argentina. |
En el camino hacia el título, el equipo nigeriano, dirigido por el técnico Johannes Bonfrere, derrotó 1 a 0 a Hungría y 2 a 0 a Japón, antes de sufrir un traspié contra Brasil por 0 a 1 en la primera ronda.
En los cuartos de final eliminó a México con Jorge Campos por 2 a 0 y luego siguieron dos encuentros épicos.
Pese a ir perdiendo por 3 a 1 en la semifinal contra el favorito Brasil, conformado por estrellas como Bebeto, Ronaldo y Rivaldo, el conjunto africano nunca bajó los brazos y, en el minuto 78, Victor Ikpeba redujo distancia con un potentísimo tiro de 20 metros. Al filo del silbato final, el capitán Nwankwo Kanu aprovechó una situación enmarañada delante de la meta brasileña para poner la pelota en las redes sudamericanas. A tres minutos de iniciado el tiempo suplementario, Kanu envió un violento remate del borde del área penal, sellando con este gol uno de los vuelcos más admirables de la historia del fútbol internacional y que muchos observadores consideraron como uno de los mejores partidos olímpicos de todos los tiempos.
Como si no hubiera sido suficiente y quisieran superarse aún más, los nigerianos pusieron en escena otro remonte milagroso contra Argentina en el partido por la medalla de oro ante 86,117 espectadores en el estadio Sanford en Athens, Georgia.
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No sólo festejó Nigeria, pues su victoria fue el merecido e histórico triunfo de todo un continente. |
Los argentinos iban ganando por 2 a 1 con goles de Claudio López (3') y Hernán Crespo de penal en el minuto 50 (máximo goleador del torneo con seis tantos), cuando los nigerianos consiguieron igualar en el minuto 74 mediante un remate de Daniel Amokachi. Cuando todos se estaban preparando mentalmente para una prolongación, Emmanuel Amunike aprovechó, en un alarde de electricidad, un error de cálculo de la defensa argentina en la trampa de fuera de juego y, en el último minuto, remató a boca de jarro, poniendo la pelota a un costado del arquero Pablo Cavallero y decretando así la increíble victoria por 3 a 2. "Te aseguro que, en estos momentos en que estoy hablando contigo, todo el mundo en Africa está celebrando frenéticamente", decía el delantero Sunday Oliseh. "Hoy no dormirá nadie. Todos estarán felices y exaltados, al borde del paroxismo. Esta victoria es para todos los países africanos".
Además de Nigeria, hubo otros países que depararon una sorpresa en este torneo. Italia, dirigida por el técnico Cesare Maldini, tuvo que hacer las maletas ya después de la primera ronda. Los resultados y actuaciones decepcionantes le costaron el puesto a Maldini.
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El equipo festeja junto a su entrenador, el holandés Johannes ("Jo") Bonfrere. |
Japón sorprendió a Brasil en la primera vuelta, derrotándolo por 1 a 0. Durante un lapso de varios minutos después de su empate a uno con México, los ghaneses pasaron por unos momentos de agonía y desesperación y abandonaron el campo alicaídos, convencidos de que no habían conseguido la clasificación para los cuartos de final. Pero sus caras se iluminaron cuando su entrenador Bora Milutinović les comunicó que lo habían logrado.
Brasil, que se había ceñido cuatro veces la corona mundial, pero nunca la olímpica, estuvo obligado a lidiar por la medalla de bronce. Los sudamericanos, avispados por los tres goles de Bebeto, arrollaron a Portugal 5 a 0 en el partido por el tercer puesto.
Tan sólo dos años después del éxito de la Copa Mundial, el Torneo Olímpico de Fútbol volvió a demostrar su atracción popular en EEUU, tal cual fue el caso en los Juegos Olímpicos de verano en 1984 en Los Angeles. 1,364,142 espectadores vieron los 32 partidos que se jugaron casi todos en jornadas de partidos dobles con el primer Torneo Olímpico de Fútbol femenino.
Para terminar cabe agregar que el 13 de mayo de 1996 el, por aquel entonces recién fundado, diario deportivo argentino Olé, tras lograr Argentina el pase a la final, titulaba en tapa un vergonzoso y racista “Que vengan los macacos”, en referencia al encuentro de semifinales disputado entre las selecciones de Brasil y Nigeria. Por el tema hasta hubo una protesta formal del gobierno de Brasil, tuvieron que pedir disculpas y quien autorizó el título tuvo que dejar su puesto. Y todo para que al final fuera la selección argentina la que se quedara pelando cacahuetes mientras los "macacos" daban la vuelta olímpica...

Fuente I Anotando Fútbol
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Hungría, la mayor racha de partidos invictos
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Imagen del partido de la Segunda Fase disputado el 6 de septiembre de 1972 entre Hungría y Alemania Federal. A pesar del favortismo germano los magiares golearon 4 a 1. En la imagen podemos ver al guardameta húngaro István Géczi evitando un disparo del alemán Klaus Wunder. (Foto AP)
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Hungría posee un brillante récord de partidos invictos. Se mantuvo imbatido
durante 17 partidos. Desde el 11 de octubre de 1964 hasta el 8 de setiembre
de 1972 el equipo magiar no conoció la derrota, habiendo cosechado
15 victorias y sólo dos empates, además anotó 57 goles
y recibió tan sólo 12. En ese interín ganó el
oro en 1964 y 1968 y la plata en 1972, habiendo disputado tres finales consecutivas.
A continuación se detallan
los partidos disputados por la selección húngara: |